miércoles, 17 de octubre de 2018

El Síndrome de Alienación Parental (SAP)


El Síndrome de Alienación Parental (SAP) es un conjunto de síntomas que son consecuencia del uso de diferentes estrategias por parte de un progenitor, mediante las que ejerce influencia en el pensamiento de los hijos con la intención de destruir la relación con el otro progenitor.
De entrada, cabe precisar  su sentido etimológico: a-lienar significa “romper el vínculo con alguien” convirtiéndolo en ajeno y hostil. Si nos apoyamos en esta definición, es raro no encontrarnos con profesionales (terapeutas familiares, psicólogos, jueces, etc) que no se hayan enfrentado a situaciones de este tipo; así que poco importa que muchas personas se obcequen en negar la existencia del Síndrome de Alienación Parental (SAP), como es el caso del PSOE, que se presentó en las dos últimas elecciones prometiendo lo siguiente: “ El llamado  Síndrome de Alienación Parental será inadmisible como acusación de una parte contra la otra en los procesos de violencia de género, separación , divorcio o atribución de custodia de menores”.
El Síndrome de Alienación Parental también ha sido reconocido recientemente por la Sociedad Americana de Psiquiatría.  Hoy en día, la Medicina considera el Síndrome de Alienación Parental como un tipo de maltrato infantil. La Real Academia Nacional de Medicina Española, en su Diccionario de términos médicos,  dice: “ Acción u omisión intencionada, llevada a cabo por una persona o grupo de personas, la familia o la sociedad, que afecta de manera negativa a la salud física o mental de un niño… “
El maltrato psicológico a un niño es también objeto de un nuevo diagnóstico. Aparece en la página 719 del DSM-5, donde se define como una acción deliberada, que proviene del progenitor alienador y que puede llegar a causar un daño psicológico significativo en el niño.
Así pues, si en términos médicos, las conductas que generan Síndrome de Alienación Parental (SAP) se consideran maltrato infantil, realizado con frecuencia, sería de esperar que en términos jurídicos, el progenitor alienador fuera condenado por delito de maltrato infantil.
Pero la experiencia nos muestra que la ideología de género,  cuando estos casos llegan a los juzgados dan lugar a injusticias y es habitual encontrarse con el Síndrome de la Madre Maliciosa, definido por Gadner psicólogo, investigador y profesor de la Universidad de Harvard,  como un  síndrome consistente en el intento de la progenitora alienadora de castigar a su exmarido sin justificación alguna, interfiriendo en el régimen de visitas y acceso del padre  a sus hijos, con un patrón estable de actos maliciosos contra el otro progenitor. En muchas ocasiones, una vez que el menor ya ha alcanzado su autonomía,  en el proceso de denigración, el progenitor alienador adopta un nuevo papel, permitiéndose disminuir su agresividad al adoptar un fingido papel conciliador con argumentos como estos: “¡Yo lo intento, pero él no quiere ir con su padre...!”  “¡Qué puedo hacer yo!”, resultando de todo ello una imagen conciliadora que no tiene nada que ver con la realidad y que da lugar a confusión e incluso engaño en los jueces y equipos de profesionales psicosociales.
Los profesionales que llevan a cabo su trabajo en los juzgados también conocen que las falsas denuncias por abusos sexuales o malos tratos son, en muchas ocasiones, una estrategia para lograr una posición de ventaja en los litigios en los que se tratan temas de separación o divorcio de una pareja.
Puesto que la presunción de inocencia de un hombre acusado de malos tratos está, cuando menos, muy en entredicho, una denuncia falsa provoca la detención del hombre, su puesta a disposición judicial y con frecuencia la prisión preventiva, con la única esperanza posible del sobreseimiento del caso, que llegará sólo en el mejor de las situaciones.

Pero la presión social a la que están sometidos los jueces es tan grande, que la inocencia absoluta no asegura a los hombres la libre absolución en aquellos caso en que no hay pruebas contra ellos, como así debería obligar la presunción de inocencia que existe desde el Derecho Romano (“in dubio pro reo”) y que aparece en el artículo 24.2 de nuestra Constitución. De tal modo que una mujer puede maltratar al hombre con absoluta impunidad, amparada en el sistema judicial.
En el Articulo  1º de la Ley Penal, el  impedimento de contacto de los hijos menores con los padres no convivientes, 24270, se proclama la prisión de  un mes a un año para el cónyuge que ilegalmente, con  denuncias falsas, impidiese  u obstruyese el contacto de los menores de edad con el cónyuge no conviviente. Muchos nos preguntamos cómo puede ser que tan sólo un par de casos por año sean castigados por esta ley. Esto, en la práctica cotidiana  produce una gran frustración en muchos padres al comprobar que lo que ellos dicen no es tenido en cuenta y que sin embargo lo que dice la mujer, aunque sea sin pruebas, se considera siempre como un hecho cierto y veraz.  Así pues,  no es de extrañar que muchos varones, cuando concluye su proceso de separación, terminen con una imagen negativa de la justicia.
 
Pero de lo que realmente no son conscientes estas madres es de los problemas que pueden generar a sus hijos cuando les dejan sin la figura paterna.
Así las cosas, son demasiados los varones  que no encuentran respuestas a muchas preguntas. Cada día se convierte para ellos en un infierno que les resta poco a poco el sentido de la vida. Saben muy bien que sus hijos nunca pensarían, ni dirían lo que  dicen sin la influencia de sus madres, pero no pueden hacer nada.

jueves, 11 de octubre de 2018

Veloso y la fiesta del arroz con leche


 
 
 
El PSOE olvida que existe un gran número de sus votantes, simpatizantes e incluso militantes, que se encuentran muy lejos de algunas de sus ideas radicales y que desaprueban la ampliación de las leyes ya existentes sobre el aborto y la falta de exigencia de la autorización paterna para las menores, que han estado en la base de la agenda del Zapaterismo. Parece que con todas estas ideas vamos  a revivir  otra vez las páginas del viejo PSOE laicista que pensábamos ya definitivamente enterrado con la pasada derrota electoral.

Ahora el Señor Veloso tiene la genial idea de cambiar la fiesta de San Julián por la del arroz con leche y la de San José Por la fiesta de los Pepes y las Pepitas…. Mientras ellos se aburren y gastan su tiempo en intentar terminar con la festividad de San Julián y el día de San José, Ferrol se ha empobrecido, despoblado y envejecido como ninguna otra ciudad gallega.
Mientras tanto las ONG de Ferrol también detectan una pobreza que se hereda de padres a hijos y que se está haciendo crónica en las familias, de ahí que exista una capa de la sociedad que tiene que recurrir a las ONG, para poder superar el día a día, bien para la adquisición de productos de primera necesidad, como para el pago de viviendas y servicios esenciales. Mientras ellos  debaten en los plenos sobre las fiestas de San Julián y san José, en Ferrol se ha incrementado considerablemente el número de hogares con dificultades para llegar a finales de mes, por lo que no es de extrañar que la tasa de riesgo y de exclusión social sea la más elevada de Galicia. Mientras ellos debaten y pierden el tiempo  pensando en cambiar las fiestas religiosas la imagen que se lleva cualquier visitante que recorre las calles, es la de un tablero de damas en blanco y negro donde por cada local abierto se encuentra otro cerrado a pocos pasos. Lo mismo pasa con los edificios en buen estado que se intercalan con los edificios en ruinas.

¡Si es que están por arreglar la situación de Ferrol y sus problemas, salta a la vista! Pero mientras unos y otros debaten sobre los cambios de los días festivos,  Ferrol se empobrece y el descontento e incertidumbre anida en las mentes y en los corazones de muchos ciudadanos. Es una lástima que para ellos todo esto sea una macedonia… Pues así se expresaba hace unos meses en Facebook el concejal de cultura sobre unas conferencias organizadas en el mes de abril sobre Derechos Humanos con dos especialistas internacionales, como Xabier Pikaza y Roberto Badenas. Al final las conferencias tuvieron lugar en un local de la Diócesis Católica (¡Gracias al Señor Obispo!), y no del Ayuntamiento Democrático de Ferrol, que sólo se comprometió a ceder el local cuando ya era tarde y en fechas distintas a las programadas.

La condición de Estado laico supone la nula injerencia de cualquier organización o confesión religiosa en el gobierno y las instituciones del mismo, ya se trate del poder legislativo, el ejecutivo o el judicial. En un sentido laxo un Estado laico es aquel que es neutral en materia de religión por lo que no ejerce apoyo ni oposición explícita o implícita a ninguna organización o confesión religiosa.
Sin embargo un Estado aconfesional, como el nuestro, es aquel que no se adhiere y no reconoce como oficial ninguna religión en concreto, aunque pueda tener acuerdos (colaborativos o de ayuda económica principalmente) con ciertas instituciones religiosas.

EL artículo 16,3 de la Constitución Española establece el principio de la aconfesionalidad del Estado al declarar que, “Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y las demás confesiones”. Así declaró, la Carta Magna española excluye la posibilidad de un estado laico o independiente de cualquier organización o confesión religiosa. El Estado español, según la Constitución, no puede ser indiferente ante el hecho religioso y está obligado a cooperar con las distintas confesiones y muy en particular con la Iglesia católica.

En un artículo publicado el 18 de Septiembre, el diputado socialista César Luena También escribía: “Para poner a España en el siglo XXI de su propio tiempo histórico, el nuestro, Pedro Sánchez ha tomado dos grandes decisiones. Una quizás menor, pero enormemente eficaz, como es retirar cualquier elemento religioso de las tomas de posesión de él como presidente y del Gobierno. Si avanza el laicismo, la sociedad avanza”. El artículo del señor Luena me recordó una frase de Chesterton: “Lo importante no es avanzar de prisa, sino hacerlo en la dirección adecuada, porque si vamos en una dirección equivocada, tendremos que retroceder más”. El laicismo radical no cree en Dios, con lo que los valores no tienen una base sólida en que apoyarse y cada uno se convierte en su propio dios, realizando así uno de los principios básicos del satanismo: sé tu propio dios. Si rechazamos la existencia de Dios, quedamos con una crisis de significado.

¡Qué país, qué paisaje, qué paisanaje decía Unamuno, pues eso, qué país, qué paisaje, qué paisanaje…! ‘ ¡Y nadie se ofenda, porque a nadie se desea, ni se quiere, ni se necesita se sienta ofendido!

 

 

 

 

martes, 2 de octubre de 2018

La ideología de género contra la familia.


 
 
La ideología de género es la absoluta negación del sentido común, afirmando que el ser humano nace sexualmente neutro. Esta ideología de género es hija del relativismo y del marxismo. Con tan ilustres antepasados no es fácil que pueda dar a nadie lecciones ni de tolerancia ni de democracia.
La lucha de clases propia del marxismo pasa a ser ahora lucha de sexos, siendo el varón el opresor y la mujer la oprimida. Marx decía este disparate: “Sólo la burguesía tiene una familia, en el pleno sentido de la palabra”. Marx introduce la dialéctica de odio de la lucha de clases en el seno de la familia para enfrentar a los hijos contra los padres, al presentar a éstos como unos explotadores.
Su amigo Friedrich Engels escribió “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” (1884), en el que se explicaba una de las consecuencias de esa abolición de la familia: “La economía doméstica se convertirá en un asunto social; el cuidado y la educación de los hijos, también”. George Orwell basó buena parte de la historia en su crítica hacia los regímenes totalitarios que ejercían el control total hacia los ciudadanos. Uno de esos personajes claves en la historia de la propaganda política en la Unión Soviética, y que llegó a convertirse en todo un símbolo nacional, fue Pável Morozov, un niño  que pasó a la gloria bolchevique por el hecho de haber delatado a su propio padre.
 La feminista española Celia Amorós, que no es representante de todo el pensamiento feminista dijo en su momento: “la supresión de la familia es el objetivo fundamental a conseguir. Con el fin de la familia y del tabú del incesto la sexualidad se vería liberada, erotizando toda la cultura”.
 
 
La ministra de Educación, Isabel Celaá, también ha anunciado que habrá una nueva asignatura sobre Valores Cívicos que incluirá feminismo e ideología de género. Esta asignatura formará parte del currículo escolar en el curso 2019-2020. Será obligatoria y contará para la media, en tanto que los creyentes nos oponemos firmemente a un sistema de información sexual separado de los principios morales y creemos que corresponde a los padres educar a sus hijos conforme a sus convicciones (art. 27-3 de la Constitución y 26-3 de la Declaración de Derechos Humanos),
Pues bien, aquella peligrosa doctrina sexual y familiar de los textos clásicos del marxismo, ha regresado hoy: se llama ideología de género. Las ideas dominantes no son forzosamente las ideas justas. Muchas veces la repetición acaba por hacer admitir el error como verdad. Las técnicas de manipulación amenazan cada vez más con convertirse en el secreto del arte de gobernar. Este fenómeno se desarrolla sobre todo al amparo de la ignorancia. La familia no es una simple entidad intermedia, ni creación de la autoridad, sino una realidad social antecedente y condicionadora de la autoridad pública.
Constituye por lo tanto la familia primera, insustituible e inigualable una escuela humana y ciudadana de los hijos.
Esta familia fundada en el matrimonio es objeto hoy en día de un poderoso y organizado cuestionamiento, que debe de calificarse de feroz en la triple acepción de este adjetivo.
La familia se encuentra hoy en el punto más crítico de la gran lucha entre el bien y el mal, que nos presenta el mundo contemporáneo y la sociedad permisivista de hoy en el punto focal de la lucha entre la cultura de la vida y la cultura de la muerte.
Afirman los mentores de la nueva concepción  de la vida familiar que esa familia tradicional, consagrada por los siglos, pasó y debe pasar a la historia. Y tiene que ser sustituida. ¿Cómo? Negando la singularidad de la misma e imponiendo la pluralidad de nuevas formas familiares.  Nada de sexos debe prevalecer, y  de hecho se ha impuesto ya en documentos políticos el término “orientación sexual”, abierto a todas las especies de unión que la nueva morfología familiar abarca.
El vocablo humano, generación y gestación, se va suplantando por la palabra reproducción, término común en los manuales de zoología. Suprimamos por su matiz peyorativo el sustantivo aborto y digamos simplemente interrupción voluntaria del embarazo para centrar la atención en un pretendido derecho de la mujer y apartar la mirada del ser indefenso asesinado en el seno materno.
Continúan los voceros de la antifamilia con su letanía de despropósitos. Para ellos, la familia no es un bien, sino un mal, porque coarta la omnímoda libertad del hombre y somete a éste a obligaciones perpetuas. Y las feministas más radicales no vacilan en concluir que el matrimonio y la familia, tal como los entendió y vivió siempre la humanidad son inventos culturales, sin base natural, montados para imponer los dominios del varón sobre la mujer.
La familia y el matrimonio -añaden- y la nueva morfología familiar son meros asuntos privados, sin trascendencia social ni pública. No le interesan a la sociedad, y el matrimonio es una simple agrupación bipersonal, igual que cualquier contrato bilateral sometido por entero a la voluntad de las partes y por eso resoluble en cualquier momento.
Desde esta perspectiva, llegamos a una encrucijada en relación con el concepto de familia y no podemos y no debemos echar en olvido que desde esta encrucijada de concepciones tan dispares nos jugamos muchas veces la vida personal y social, anudándonos   a sendas que, como el aborto  o la eutanasia y en ocasiones el divorcio, terminan llevándonos a una ruptura del amor y con el amor.
El amor es donación y no privación, ofrecimiento y no renuncia; es vida y no muerte, es diálogo y no rechazo preconcebido.
José Carlos Enríquez Díaz