Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham, e Isaac, y Jacob, en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera: allí será el lloro y crujir de dientes”.
(Mt 8:11-12).
Primeramente Jesús les muestra con seriedad a sus seguidores que el Reino de Dios se instalaría en el tiempo establecido por Yahweh Dios. Ello significa que no son “historietas de hadas”, sino cumplimiento del Plan del Creador anunciado por todos sus profetas de generación en generación.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, y no solo promulga la Justicia, sino el Camino que se nos avecina; y es por ello que el legislador del pueblo hebreo—como portavoz de Dios—les conminó a que: “pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma y las ataréis…Y las enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas…Y las escribirás en los postes de tu casa…para que sean aumentados vuestros días, y los días de vuestros hijos…como los días de los cielos sobre la tierra” (Dt 11:18-21).
Como bien certificó Jesucristo, Dios no es Dios de muertos, sino de vivos (Mt 22:32); y de ahí que se nos abre una pequeña ventana a ese reino anunciado donde ocupan un lugar de prominencia patriarcas como Abraham, Isaac, y Jacob. En el libro de Apocalipsis se nos habla igualmente de los veinticuatro ancianos (Apoc 4:4; 5:14), que son los doce apóstoles y doce patriarcas de las tribus originales israelitas. Si usted cree que Dios toma a la ligera su Palabra, estaría cometiendo un grave error. El Dios de amor nos anuncia igualmente el Juicio Final y el destino y lugar para aquellos que no lo tomaron y aceptaron con sinceridad y seriedad.
Esta es—como la gran mayoría de las profecías del Señor—dirigida hacia el Final de los tiempos, cuando él venga en la gloria de su Padre, acompañado de sus ángeles, pagando a cada cual según sus obras (Mt 16:27).
Entonces muchos de oriente, occidente, y de todos los rincones del planeta, que de los gentiles se hayan unido al pueblo de Dios a través de Cristo Jesús, haciéndose cristianos, vendrán a reinar junto al Hijo de Dios. Sin embargo, muchos judíos, los cuales supuestamente son pueblo de Dios—y deberían ser aquellos que lo busquen de corazón—por herencia del pacto hecho por el Creador con su siervo Abraham y confirmado a sus descendientes (Gn 17:1-13, 19, 21), “serán echados en las tinieblas de afuera” (v.12). ¿Y cómo es posible?
No todos los judíos son salvos, porque Dios no tiene acepción de personas, ni puede ser comprado (Dt 10:17). ¿Por qué Jesús—el Hijo—asegura en este pasaje del Evangelio de san Mateo, que esos descendientes del patriarca Abraham serán despeñados en el Hades? Porque a pesar de recibir la ventaja de haber nacido en el pueblo que Dios escogió y que trajo al Salvador de la humanidad—un judío—a este mundo; ellos así y todo prefirieron desechar al Unigénito de Dios; crucificándolo e ignorándolo posteriormente, sin aceptarlo como el Mesías Redentor ni mostrar arrepentimiento sincero para perdón de pecados.
El hecho que la crucifixión era meta expiatoria necesaria y profetizada en el Plan establecido por el Creador para traernos la victoria sobre la muerte (Heb 2:14-15), justicia de los siglos, y redención de la humanidad convertida, no quita ni justifica el pecado mortal de aquellos que propiciaron la campaña diabólica contra Jesús; y es por esto que le advierte al procurador romano Pilatos: "Ninguna potestad tendrías contra mí, si no te fuese dado de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene" (Jn 19:11).
Note el lector que el pecado mayor recae sobre aquellos que lo entregaron a las autoridades romanas; quienes nunca pesaron sus temerarias palabras cuando gritaban: "Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos" (Mt 27:25). Involucrando no solo a los presentes, sino a las generaciones seguidas, los cuales igualmente lo denuestan, hacen burlas, y desechan que sea el Mesías prometido proclamado Hijo de Dios.
Esos judíos que nunca buscaron a Yahweh Dios de corazón bajo la Ley ritual, y que una vez introducido el Señor en la historia mundial lo han denostado y tomado con gran menosprecio, serán contados como paganos, destinados al infierno de fuego junto a la mayoritaria gentilidad enemistada con el Redentor. Allí será el lloro y el crujir de dientes.
Al Final 144 000 judíos se convertirán como remanente prometido por Dios (Apoc 7:4).
Esta sentencia se repite en Lc 13:29-30.
ARG, 2010.
Articulo relacionado:
- Los fariseos están de vuelta.
(Mt 8:11-12).
Primeramente Jesús les muestra con seriedad a sus seguidores que el Reino de Dios se instalaría en el tiempo establecido por Yahweh Dios. Ello significa que no son “historietas de hadas”, sino cumplimiento del Plan del Creador anunciado por todos sus profetas de generación en generación.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, y no solo promulga la Justicia, sino el Camino que se nos avecina; y es por ello que el legislador del pueblo hebreo—como portavoz de Dios—les conminó a que: “pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma y las ataréis…Y las enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas…Y las escribirás en los postes de tu casa…para que sean aumentados vuestros días, y los días de vuestros hijos…como los días de los cielos sobre la tierra” (Dt 11:18-21).
Como bien certificó Jesucristo, Dios no es Dios de muertos, sino de vivos (Mt 22:32); y de ahí que se nos abre una pequeña ventana a ese reino anunciado donde ocupan un lugar de prominencia patriarcas como Abraham, Isaac, y Jacob. En el libro de Apocalipsis se nos habla igualmente de los veinticuatro ancianos (Apoc 4:4; 5:14), que son los doce apóstoles y doce patriarcas de las tribus originales israelitas. Si usted cree que Dios toma a la ligera su Palabra, estaría cometiendo un grave error. El Dios de amor nos anuncia igualmente el Juicio Final y el destino y lugar para aquellos que no lo tomaron y aceptaron con sinceridad y seriedad.
Esta es—como la gran mayoría de las profecías del Señor—dirigida hacia el Final de los tiempos, cuando él venga en la gloria de su Padre, acompañado de sus ángeles, pagando a cada cual según sus obras (Mt 16:27).
Entonces muchos de oriente, occidente, y de todos los rincones del planeta, que de los gentiles se hayan unido al pueblo de Dios a través de Cristo Jesús, haciéndose cristianos, vendrán a reinar junto al Hijo de Dios. Sin embargo, muchos judíos, los cuales supuestamente son pueblo de Dios—y deberían ser aquellos que lo busquen de corazón—por herencia del pacto hecho por el Creador con su siervo Abraham y confirmado a sus descendientes (Gn 17:1-13, 19, 21), “serán echados en las tinieblas de afuera” (v.12). ¿Y cómo es posible?
No todos los judíos son salvos, porque Dios no tiene acepción de personas, ni puede ser comprado (Dt 10:17). ¿Por qué Jesús—el Hijo—asegura en este pasaje del Evangelio de san Mateo, que esos descendientes del patriarca Abraham serán despeñados en el Hades? Porque a pesar de recibir la ventaja de haber nacido en el pueblo que Dios escogió y que trajo al Salvador de la humanidad—un judío—a este mundo; ellos así y todo prefirieron desechar al Unigénito de Dios; crucificándolo e ignorándolo posteriormente, sin aceptarlo como el Mesías Redentor ni mostrar arrepentimiento sincero para perdón de pecados.
El hecho que la crucifixión era meta expiatoria necesaria y profetizada en el Plan establecido por el Creador para traernos la victoria sobre la muerte (Heb 2:14-15), justicia de los siglos, y redención de la humanidad convertida, no quita ni justifica el pecado mortal de aquellos que propiciaron la campaña diabólica contra Jesús; y es por esto que le advierte al procurador romano Pilatos: "Ninguna potestad tendrías contra mí, si no te fuese dado de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene" (Jn 19:11).
Note el lector que el pecado mayor recae sobre aquellos que lo entregaron a las autoridades romanas; quienes nunca pesaron sus temerarias palabras cuando gritaban: "Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos" (Mt 27:25). Involucrando no solo a los presentes, sino a las generaciones seguidas, los cuales igualmente lo denuestan, hacen burlas, y desechan que sea el Mesías prometido proclamado Hijo de Dios.
Esos judíos que nunca buscaron a Yahweh Dios de corazón bajo la Ley ritual, y que una vez introducido el Señor en la historia mundial lo han denostado y tomado con gran menosprecio, serán contados como paganos, destinados al infierno de fuego junto a la mayoritaria gentilidad enemistada con el Redentor. Allí será el lloro y el crujir de dientes.
Al Final 144 000 judíos se convertirán como remanente prometido por Dios (Apoc 7:4).
Esta sentencia se repite en Lc 13:29-30.
ARG, 2010.
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