Argenpress
Jon Juannma
(especial para ARGENPRESS.info)
Jon Juannma
(especial para ARGENPRESS.info)
El día 20 de septiembre de 2011 ha muerto un perro de origen libio llamado Gadafi. Sabueso que casualmente fue el máximo representante de un país miembro de Naciones Unidas, rico en petróleo, gas y otros recursos naturales. Este jueves de octubre, el perro Gadafi se encontraba escondido en su ciudad natal de Sirte tras unas tuberías, momentos después de que los pacifistas de la OTAN bombardearan la caravana en la que intentaba huir con el resto de sus leales sabuesos.
Afortunadamente, según la mayoría de medios de comunicación del mundo, esta caravana fue interceptada y ametrallada, momento en el cual el perro Gadafi huyó a pesar de estar herido en la nuca y en la pierna. Agraciadamente, los rebeldes de la perrera libia le dieron caza, y pese a que el antiguo coronel consiguió balbucear unas palabras en lenguaje humano para evitar su muerte “No disparen, no disparen”1 éstas, no sabemos si por mal pronunciadas o porque no consiguieron convencer a los rebeldes, no surtieron efecto y los valientes insurgentes libios lo ultimaron con triunfal decisión. Y luego una vez muerto, para rematar la faena, le hicieron fotos con sus cámaras digitales2, como aquellos pescadores que se retratan con el gran atún que acaban de capturar o los cazadores que lo hacen con un ágil ciervo. Pero Gadafi no era ni atún ni ciervo, era un perro y fue cazado como tal. ¿O no?
Llegados a este punto nos resulta sorprendente que las asociaciones en defensa de los animales no se hayan pronunciado en contra de esta caza de perros tornada en brutal espectáculo. Pensaba que si estábamos contra el maltrato animal de toros y vaquillas, lo estaríamos también en el caso de estos populares y conocidos mamíferos. Tampoco lo han hecho, por supuesto, la mayoría de las más reconocidas ONG y asociaciones en defensa de los derechos humanos, por aquello de que hasta hace bien poco el perro Gadafi era, en realidad, un ser humano.
Sí, han leído bien, un ser humano, una persona. Y no sólo uno más entre nosotros, sino alguien bien avenido por los gobiernos de medio mundo, una vez que permitió que las empresas extranjeras (co)participaran en la explotación de los recursos naturales en suelo libio. Es curioso que sus antiguos “amigos”, como Aznar, el Rey de España, Zapatero, Berlusconi o Sarkozy le dieran la espalda y olvidaran su condición humana a una velocidad tan sorprendente.
Pasó de ser ilustre invitado a palacios y palacetes a ser perseguido como un pulgoso en las bombardeadas calles de su ciudad natal3 . Y es lo que tiene Roma, que no paga a traidores4. Parece mentira que Gadafi estuviera tan drogado o fuera de la realidad entre sus jaimas, mercedes y sensuales vírgenes guardaespaldas, como para no saberlo. Quizás fuera el fin de su ardor antimperialista el que lo hizo arrodillarse de miedo hasta transformarse en perro y querer negociar con otros de su nueva condición tras años de peleas. Cosas del poder, que transforma a no pocas personas en sabuesos y después, cuando el resto de cánidos bien situados en la perrera global les tratan como tales, ya no tienen a ningún humano a quién reclamarle la defensa de su anterior condición.
La muerte del ex-imperialista Gadafi es una tragedia por todo lo humano que pudiera tener un perro bautizado por perros. El viejo Muammar, como se ha dicho en decenas de bien documentados artículos como los de Santiago Alba5, hace tiempo dejó de ser un gobernante progresista y se transformó en un dictador para gran parte de su pueblo, además de un lacayo del imperialismo para otros africanos, a los que maltrataba bajo acuerdos con la neoliberal Unión Europea para controlar los flujos migratorios6. Pero la muerte del ser humano Gadafi, su retransmisión, filmación y reproducción en alta definición en todos los medios de comunicación del “veo-sistema-mundo” conforman un espectáculo de muerte bochornoso, asqueroso y repugnante. La imagen del cuerpo de Gadafi destartalado, acribillado y surcado por ríos de sangre es un puñetazo en toda la cara para cualquier persona de este mundo que quiera seguir siendo persona, y no perro.
Las huellas de la muerte de Gadafi son los fotogramas de prisioneros judíos torturados por los nazis. De judíos y comunistas, socialistas y homosexuales, gitanos y libre pensantes famélicos, fustigados como perros en la perrera nacional-capitalista de Hitler. Cualquier fotografía en primer plano de Gadafi muerto y torturado, es un insulto para toda la humanidad, una vejación infame propia de perros enloquecidos o de seres humanos imbuidos en una carrera definitiva y frenética hacia el neo-fascismo. Por muy hijo de su madre que fuera Gadafi nada justifica esta muerte y su posterior recreación infame. Hay que ser muy perro para alegrarse de algo así, hay que ser muy fascista para pensar que esto es una buena noticia para nadie. Hace falta estar absolutamente dislocado, disociado y enloquecido para siquiera imaginar que será un avance para esta comunidad fragmentada en mil pedazos llamada género humano.
Gadafi debió de ser juzgado por un tribunal independiente, que lo condenara por sus numerosos y presuntos crímenes. Un tribunal repleto de seres humanos que hicieran prevalecer una justicia universal y democrática, que por supuesto no tenemos. Pero puestos a no tener, resulta que tampoco tenemos ese tribunal. Lo que tenemos son perros sin bozal ni correas, pero no de cualquier tipo, de presa, que corren por doquier: imperialistas y nazi-fascistas de la peor calaña que disfrutan matando y obedeciendo las órdenes de otros perros imbuidos en elegantes trajes que permanecen impolutos ante la sangre derramada por otros.
Sangrías de inocentes y pecadores, que nos salpican a todos mientras sigan siendo fluidas y santificadas por los laico-curas de nuestro tiempo (lacayos de los medios, ONG abyectas, etc). Y para los puristas, tenemos sangre fresca de inocentes todos los días: en Palestina, Irak, Afganistán y ahora también kurda, a manos de los sabuesos del Estado turco en estos días que desconocen vedas.
El mundo está loco, pero afortunadamente menos que este sistema. En la sutil diferencia encontramos la llama incandescente de la esperanza, la fe en un ser humano asediado pero irreductible por el Frankestein capitalista que sus mismos antepasados ayudaron a construir mientras paralelamente inventaban la poesía, la guitarra eléctrica o el motor solar. Desconectemos al monstruo y empecemos a sanar de una maldita vez. Es factible y como bien están demostrando “los indignados” de muchos países, la solución será mundial si no queremos que sea absolutamente precaria. Claro que requiere de muchos esfuerzos, colectivos e individuales, pero las hemorragias de los otros son las nuestras: de los humanos transformados en perros y la de aquellos valientes que no se quieren arrodillar ni poner a cuatro patas. La rabia de los perros enloquecidos es contagiosa y amenaza con transformarnos, a todos, en mascotas del sistema. Piezas intercambiables y suprimibles del lego y los caprichos del Capital.
La muerte de Gadafi y el espectáculo de muerte trémula que lo acompaña es, en definitiva: un circo para perros, una tragedia para todo ser humano.
Nada que celebrar fuera de la perrera.
Jon Juanma es el seudónimo artístico/activista de Jon E. Illescas Martínez.
Afortunadamente, según la mayoría de medios de comunicación del mundo, esta caravana fue interceptada y ametrallada, momento en el cual el perro Gadafi huyó a pesar de estar herido en la nuca y en la pierna. Agraciadamente, los rebeldes de la perrera libia le dieron caza, y pese a que el antiguo coronel consiguió balbucear unas palabras en lenguaje humano para evitar su muerte “No disparen, no disparen”1 éstas, no sabemos si por mal pronunciadas o porque no consiguieron convencer a los rebeldes, no surtieron efecto y los valientes insurgentes libios lo ultimaron con triunfal decisión. Y luego una vez muerto, para rematar la faena, le hicieron fotos con sus cámaras digitales2, como aquellos pescadores que se retratan con el gran atún que acaban de capturar o los cazadores que lo hacen con un ágil ciervo. Pero Gadafi no era ni atún ni ciervo, era un perro y fue cazado como tal. ¿O no?
Llegados a este punto nos resulta sorprendente que las asociaciones en defensa de los animales no se hayan pronunciado en contra de esta caza de perros tornada en brutal espectáculo. Pensaba que si estábamos contra el maltrato animal de toros y vaquillas, lo estaríamos también en el caso de estos populares y conocidos mamíferos. Tampoco lo han hecho, por supuesto, la mayoría de las más reconocidas ONG y asociaciones en defensa de los derechos humanos, por aquello de que hasta hace bien poco el perro Gadafi era, en realidad, un ser humano.
Sí, han leído bien, un ser humano, una persona. Y no sólo uno más entre nosotros, sino alguien bien avenido por los gobiernos de medio mundo, una vez que permitió que las empresas extranjeras (co)participaran en la explotación de los recursos naturales en suelo libio. Es curioso que sus antiguos “amigos”, como Aznar, el Rey de España, Zapatero, Berlusconi o Sarkozy le dieran la espalda y olvidaran su condición humana a una velocidad tan sorprendente.
Pasó de ser ilustre invitado a palacios y palacetes a ser perseguido como un pulgoso en las bombardeadas calles de su ciudad natal3 . Y es lo que tiene Roma, que no paga a traidores4. Parece mentira que Gadafi estuviera tan drogado o fuera de la realidad entre sus jaimas, mercedes y sensuales vírgenes guardaespaldas, como para no saberlo. Quizás fuera el fin de su ardor antimperialista el que lo hizo arrodillarse de miedo hasta transformarse en perro y querer negociar con otros de su nueva condición tras años de peleas. Cosas del poder, que transforma a no pocas personas en sabuesos y después, cuando el resto de cánidos bien situados en la perrera global les tratan como tales, ya no tienen a ningún humano a quién reclamarle la defensa de su anterior condición.
La muerte del ex-imperialista Gadafi es una tragedia por todo lo humano que pudiera tener un perro bautizado por perros. El viejo Muammar, como se ha dicho en decenas de bien documentados artículos como los de Santiago Alba5, hace tiempo dejó de ser un gobernante progresista y se transformó en un dictador para gran parte de su pueblo, además de un lacayo del imperialismo para otros africanos, a los que maltrataba bajo acuerdos con la neoliberal Unión Europea para controlar los flujos migratorios6. Pero la muerte del ser humano Gadafi, su retransmisión, filmación y reproducción en alta definición en todos los medios de comunicación del “veo-sistema-mundo” conforman un espectáculo de muerte bochornoso, asqueroso y repugnante. La imagen del cuerpo de Gadafi destartalado, acribillado y surcado por ríos de sangre es un puñetazo en toda la cara para cualquier persona de este mundo que quiera seguir siendo persona, y no perro.
Las huellas de la muerte de Gadafi son los fotogramas de prisioneros judíos torturados por los nazis. De judíos y comunistas, socialistas y homosexuales, gitanos y libre pensantes famélicos, fustigados como perros en la perrera nacional-capitalista de Hitler. Cualquier fotografía en primer plano de Gadafi muerto y torturado, es un insulto para toda la humanidad, una vejación infame propia de perros enloquecidos o de seres humanos imbuidos en una carrera definitiva y frenética hacia el neo-fascismo. Por muy hijo de su madre que fuera Gadafi nada justifica esta muerte y su posterior recreación infame. Hay que ser muy perro para alegrarse de algo así, hay que ser muy fascista para pensar que esto es una buena noticia para nadie. Hace falta estar absolutamente dislocado, disociado y enloquecido para siquiera imaginar que será un avance para esta comunidad fragmentada en mil pedazos llamada género humano.
Gadafi debió de ser juzgado por un tribunal independiente, que lo condenara por sus numerosos y presuntos crímenes. Un tribunal repleto de seres humanos que hicieran prevalecer una justicia universal y democrática, que por supuesto no tenemos. Pero puestos a no tener, resulta que tampoco tenemos ese tribunal. Lo que tenemos son perros sin bozal ni correas, pero no de cualquier tipo, de presa, que corren por doquier: imperialistas y nazi-fascistas de la peor calaña que disfrutan matando y obedeciendo las órdenes de otros perros imbuidos en elegantes trajes que permanecen impolutos ante la sangre derramada por otros.
Sangrías de inocentes y pecadores, que nos salpican a todos mientras sigan siendo fluidas y santificadas por los laico-curas de nuestro tiempo (lacayos de los medios, ONG abyectas, etc). Y para los puristas, tenemos sangre fresca de inocentes todos los días: en Palestina, Irak, Afganistán y ahora también kurda, a manos de los sabuesos del Estado turco en estos días que desconocen vedas.
El mundo está loco, pero afortunadamente menos que este sistema. En la sutil diferencia encontramos la llama incandescente de la esperanza, la fe en un ser humano asediado pero irreductible por el Frankestein capitalista que sus mismos antepasados ayudaron a construir mientras paralelamente inventaban la poesía, la guitarra eléctrica o el motor solar. Desconectemos al monstruo y empecemos a sanar de una maldita vez. Es factible y como bien están demostrando “los indignados” de muchos países, la solución será mundial si no queremos que sea absolutamente precaria. Claro que requiere de muchos esfuerzos, colectivos e individuales, pero las hemorragias de los otros son las nuestras: de los humanos transformados en perros y la de aquellos valientes que no se quieren arrodillar ni poner a cuatro patas. La rabia de los perros enloquecidos es contagiosa y amenaza con transformarnos, a todos, en mascotas del sistema. Piezas intercambiables y suprimibles del lego y los caprichos del Capital.
La muerte de Gadafi y el espectáculo de muerte trémula que lo acompaña es, en definitiva: un circo para perros, una tragedia para todo ser humano.
Nada que celebrar fuera de la perrera.
Jon Juanma es el seudónimo artístico/activista de Jon E. Illescas Martínez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario