Hace muy pocos días se han producido hechos a los que no estábamos acostumbrados y que parecen indicar que algunos obispos españoles han cambiado de estrategia. Han sido muchos años los pasados sin que nuestros obispos tuvieran la menor preocupación por las opiniones del clero y por las falsas doctrinas. Que, fueran las que fueran, jamás eran objeto censuras ni del menor comentario por parte de nuestra jerarquía.
En poco más de una semana tres obispos han hecho lo que hasta ahora era desconocido.
Así como en el Antiguo Testamento los profetas de Dios asumían una postura recta y valiente contra el engaño y la falsedad, la Iglesia Católica debe alzar su voz hoy día aunque vengan amenazas y presiones de los poderosos mercaderes de la religión. Aunque los agentes del diablo sumidos en las más tétricas tinieblas espirituales nos vengan a intimidar.
Ante la obra de confusión doctrinal que existe en el día actual, la Iglesia Católica tiene que llevar a cabo su rol profético. Debe enseñar la verdad de Dios y al mismo tiempo denunciar toda falsedad.
“Me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 3).
Satanás trata de hacernos creer que no quedan creyentes valientes que se atrevan a alzar su voz profética en esta hora. Pero quedan muchos siervos de Dios que siguen luchando contra las fuerzas del mal. Con ellos hay que hacer cuerpo y constituir una muralla invencible.
“Y Jehová le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías? Él respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y solo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida” (1 Reyes 19:9-10).
Levantemos nuestras voces en esta hora final y proclamemos a los cuatro vientos que ante el caos, la injusticia, la inmoralidad y la incertidumbre que hoy vivimos todavía hay esperanza en Cristo Jesús Señor nuestro. No temamos la desolación y aparente ausencia de voces que defiendan la verdad. Recordemos lo que Dios le dijo a Elías: “Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron” (1 Reyes 19:18).
Escuchemos la voz de Cristo señalándonos a todos que no estamos solos, ni lo estaremos jamás. Aunque la batalla arrecie, aunque Satanás pareciera querer vencernos, aunque nuestras fuerzas tiendan a debilitarse, recordemos lo que dijo Jesús:
“Y ...les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra ...y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:18,20).
Hablando de los predicadores no autorizados por la legítima Iglesia, San Pablo dice: "Esos tales son falsos apóstoles, obreros engañosos, que se disfrazan de apóstoles de Cristo. No es maravilla, ya que el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. No es mucho, pues, que también sus ministros se disfracen ministros de justicia; su fin será el que corresponde a sus obras" ( (II Cor 11, 13-14).
Esto es algo tremendo e increíble. Sin embargo Cristo dijo: "Se levantarán muchos falsos profetas que engañaran a muchos ... y obrarán grandes señales y prodigios..." (Mateo 24, 11 ,24). Los falsos profetas harán incluso falsos milagros.Así como en el Antiguo Testamento los profetas de Dios asumían una postura recta y valiente contra el engaño y la falsedad, la Iglesia Católica debe alzar su voz hoy día aunque vengan amenazas y presiones de los poderosos mercaderes de la religión. Aunque los agentes del diablo sumidos en las más tétricas tinieblas espirituales nos vengan a intimidar.
Ante la obra de confusión doctrinal que existe en el día actual, la Iglesia Católica tiene que llevar a cabo su rol profético. Debe enseñar la verdad de Dios y al mismo tiempo denunciar toda falsedad.
“Me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 3).
Satanás trata de hacernos creer que no quedan creyentes valientes que se atrevan a alzar su voz profética en esta hora. Pero quedan muchos siervos de Dios que siguen luchando contra las fuerzas del mal. Con ellos hay que hacer cuerpo y constituir una muralla invencible.
“Y Jehová le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías? Él respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y solo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida” (1 Reyes 19:9-10).
Levantemos nuestras voces en esta hora final y proclamemos a los cuatro vientos que ante el caos, la injusticia, la inmoralidad y la incertidumbre que hoy vivimos todavía hay esperanza en Cristo Jesús Señor nuestro. No temamos la desolación y aparente ausencia de voces que defiendan la verdad. Recordemos lo que Dios le dijo a Elías: “Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron” (1 Reyes 19:18).
Escuchemos la voz de Cristo señalándonos a todos que no estamos solos, ni lo estaremos jamás. Aunque la batalla arrecie, aunque Satanás pareciera querer vencernos, aunque nuestras fuerzas tiendan a debilitarse, recordemos lo que dijo Jesús:
“Y ...les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra ...y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:18,20).
Hablando de los predicadores no autorizados por la legítima Iglesia, San Pablo dice: "Esos tales son falsos apóstoles, obreros engañosos, que se disfrazan de apóstoles de Cristo. No es maravilla, ya que el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. No es mucho, pues, que también sus ministros se disfracen ministros de justicia; su fin será el que corresponde a sus obras" ( (II Cor 11, 13-14).
Cristo mandó a sus Apóstoles y sucesores anunciar su Evangelio (Mateo 28, 20). Los Apóstoles predicaron y dejaron representantes. San Pablo escribe a Timoteo, a quien consagró Obispo: "Lo que oíste de mí transmítelo a hombres fieles, los cuales serán aptos para enseñarlo a otros" (II Timoteo 2, 2).
En la Iglesia Católica, desde San Pablo los obispos transmitieron a otros obispos lo recibido y los dejaron como guardianes de este depósito de la Fe (I Timoteo 6, 20) para evitar el robo y la confusión. Las palabras Iglesia y Católica vienen del griego y significan la asamblea universal de todos los fieles cristianos. Decir católico y decir cristiano es la misma cosa. "La iglesia, dijo San Agustín, es el pueblo cristiano esparcido por toda la redondez de la tierra". Desde el año 107, San Ignacio mártir, segundo Obispo de Antioquia de Siria, después de San Pedro, utilizó el término Iglesia Católica.
En la crisis actual muchos de buena fe siguen a las sectas, pero pensando estudiar la Biblia pierden la verdadera fe cristiana. Se separaron de la Iglesia de Cristo para seguir ilegítimas que no tienen la autentica interpretación de la Biblia, ni legítimos ministros y que no pueden salvar. La solución es regresar a la Iglesia fundada por Cristo mismo, la que es Una, Santa, Católica y Apostólica.
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