Aun cuando es común considerar al libro de Job como el libro de la Biblia que explica y trata el sufrimiento, la verdad es que no es así. “La mayoría dice que el tema de Job es la eterna pregunta: ¿por qué un Dios amante y justo permite que el justo sufra? Pero si ese es el tema del libro, ¡la pregunta nunca recibe respuesta El tema se lo expresa mejor como: “¿Cómo sufre el justo?”.
La experiencia de Job es bien conocida. Job perdió todo lo que tenía. Perdió sus bienes, sus sirvientes, e incluso sus hijos e hijas. ¿Cómo reaccionó Job ante una tragedia de semejante magnitud? Leemos que “entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postro en tierra y adoró, y dijo: desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a dios despropósito alguno” (Job 1: 20-22).
Primero que nada, Job en verdad sufrió; sufrió intensamente. En segundo lugar, expresó su sufrimiento en la manera acostumbrada en aquel tiempo: rasgó sus vestidos, se afeitó la cabeza, y se postró en tierra. Pero, en tercer lugar, y más importante que nada, también adoró. La intensidad de su sufrimiento no le hizo alejarse de su Dios. Su fe fue lo suficientemente fuerte como para resistir la prueba del sufrimiento.
Más adelante Dios le concedió a Satanás permiso para afligir la propia persona de Job. “Entonces salió Satanás de la presencia de Jehová, e hirió a Job con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza. Y tomaba Job un tiesto para rascarse con él, y estaba sentado en medio de ceniza” (Job 2:7-8). Ahora Job había perdido incluso la salud. Su esposa, tal vez tratando de darle algún consuelo, y tal vez torpemente como ocurre con tanta frecuencia cuando uno se esfuerza en vano por hallar palabras para decírselas a la persona que sufre, le aconsejo que cambiará de dioses: “ ¿aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete” (v 9). Para ella, la muerte hubiera sido mejor que el sufrimiento que Job estaba pasando.
Job reaccionó aferrándose tenazmente a su Dios. “Y el le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios” (Job 2.10)
Se debe de notar que Job creía que el Señor todopoderoso enviaba tanto el bien como el mal. Para los creyentes del Antiguo Testamento la soberanía absoluta de Dios nunca fue problema.
Ha sido proverbial decir que debemos soportar el sufrimiento “con la paciencia de Job”. Sin embargo Job protestó, argumentó, discutió. Planteó serias preguntas, y se defendió ante las acusaciones de haber cometido algún pecado grave. Sus amigos, en sus torpes esfuerzos por consolarlo, todo lo que dieron fueron respuestas cojas. Elifaz insistía en que nadie sufre sin causa. Bilbad acusó a Job de haber hecho en su pasado algo terriblemente malo que no quería confesar, y por lo tanto, su sufrimiento era consecuencia de su propio pecado. Zofar, el ortodoxo moralista, dijo que si Job se apartará del mal Dios lo restauraría. Eliú dijo que Job ni siquiera estaba recibiendo suficiente castigo. Job responde cada vez, defendiéndose. No había hecho nada para merecer tal aflicción.
Después, hacia el final del libro, Dios habla. Lo más interesante y significativo es que el Señor se limita a darle a Job más en que pensar. Dios nunca le da respuesta a sus preguntas, ni tampoco explicación alguna en cuanto a por qué estaba sufriendo. No le dice nada respecto al diálogo que tuvo lugar en el cielo antes de que le diera permiso a Satanás para afligir a Job.
¿Respondió Dios a las preguntas de Job respecto al sufrimiento e injusticia? En realidad, no. Pareció deliberadamente evadir una explicación lógica punto por punto. Al responder a la oración de Job Dios llama su atención a Su misericordia, a Sus maravillas, a su omnipotencia, pero no le da ninguna explicación acerca de los sufrimientos.
También es muy significativo que Dios nunca le cuenta a Job el reto que Satanás había presentado, y el permiso que Él le había concedido al adversario para que hiciese daño a Job. La lección más prominente aquí es que algunas veces nunca sabremos las razones para algunos de los sufrimientos que nos vienen.
Otra razón que brota del libro de Job es que es propio protestar, quejarse e incluso discutir con Dios acerca de nuestro sufrimiento. Él sabe lo que estamos atravesando, y conoce íntimamente nuestras más profundas emociones y sentimientos.
Finalmente, del intenso sufrimiento de Job y su experiencia podemos aprender que realmente no es la enormidad o elevado grado de sufrimiento lo que hace que un hombre o una mujer se desplome bajo la aflicción. Es más bien la pequeñez de su Dios, o tal vez la falta de solidez en su creencia en Dios, la razón por la que muchos hombres y mujeres se destrozan en cuanto el sufrimiento viene. También podemos aprender que no hay nada que Dios nos quite que no nos devuelva por multiplicado.
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