Teología sin censura
Es evidente que en España, ahora mismo, hay demasiada gente que está sufriendo más, bastante más, de lo que humanamente se puede soportar. Es imposible hacer la lista de gentes que sufren.
Y más complicado aún, exponer los motivos por los que sufren. Pero el hecho es que llevamos un años espantoso. Y se nos avecina otro que seguramente será todavía peor.
Las personas que se suicidan, las familias destrozadas, los jóvenes que se tienen que ir huyendo de su patria y de su casa, las protestas callejeras que a gritos piden que esto se acabe ya, todo eso, y tantos dramas secretos, que ni podemos imaginar, tanto atropello y tanto destrozo, no está ocurriendo porque así lo hayan decidido los banqueros más poderosos del mundo, ni porque así lo ha dispuesto Bruselas o la señora Merkel. Estamos sufriendo más de lo que podemos soportar porque así lo ha decidido el Gobierno que manda en España.
¿Que la economía mundial está en crisis? Por supuesto. Pero, para gestionar una situación de crisis, se pueden tomar muchas clases de medidas. Lo que, desde luego, y en cualquier caso, no se puede hacer – si es que nos queda algo de humanidad en nuestras entrañas – es decretar las medidas más duras precisamente contra os más débiles, al tiempo que se organizan las cosas de manera que son los ricos y los poderosos los que, en esta situación, están ganando más dinero; y son ellos los que disfrutan de los más abundantes privilegios. Gobernar así, pudiendo hacerlo de otra manera, eso es maldad. Yo no enjuicio las conciencias de los gobernantes. Yo enjuicio los hechos que estamos viendo. Y los hechos, ahí están. Cada día, más gente pidiendo limosna y viviendo del plato de comida que les dan. Y cada día también, más gastos suntuosos y en cosas de lujo, de mucho lujo.
¿Esto tiene alguna explicación? ¿Cómo se entiende que quienes se nos presentaron como salvadores de la patria y promotores de los más rectos valores y de la más ortodoxa religión, ahora nos estén gobernando en solitario y por decreto ley, recortando derechos, sueldos, puestos de trabajo, maltratando la educación, la sanidad, humillando a tantas familias, crispando a la sociedad cada día más, haciendo más difícil el recurso a la justicia….. ¿Qué demonio está pasando aquí? ¿Estamos locos los que nos quejamos? ¿O se han vuelto locos los que nos gobiernan? Insisto, ¿no se podrían haber repartido las cargas y los recortes de otra manera?
Si nos dejamos de dar rodeos y vamos derechamente al fondo del asunto, yo aquí no puedo evitar acordarme de un texto estremecedor que escribió F. Nietzsche, en su “Genealogía de la Moral” (II, 6): “Ver-sufrir produce bienestar; hacer-sufrir, más bienestar todavía – ésta es una tesis dura, pero es un axioma antiguo, poderoso, humano- demasiado humano… Sin crueldad no hay fiesta: así lo enseña la más antigua, la más larga historia del hombre”. ¿Por que disfruta tanto la gente viendo sufrir a un animal (en las fiestas de toros), viendo humillado al adversario (en el futbol), viendo que lo pasa mal el vecino que nos resulta insoportable, viendo que fracasa el que no piensa como yo….?
El mito de Caín y Abel es el paradigma, no sólo de la crueldad, sino de algo peor: el resentimiento. España es un país “cainita”. Un país en el que los resentimientos son más profundos de lo que imaginamos. Y no olvidemos que el resentimiento está tan metido en nuestras venas, que hasta Santo Tomás de Aquino llegó a formular la más sobrecogedora tesis que se puede pronunciar sobre este asunto: “Los bienaventurados verán en el reino celestial las penas de los condenados para que su bienaventuranza les satisfaga más” (Sum.Theol., Supl., q. 94, a. 1).
Jesús de Nazaret puso en marcha el cristianismo para humanizar esta brutal des-humanización. Pero, ¡Estamos tan lejos todavía! ¿Y quieren la clase de religión para fines políticos?
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