Cáritas Mallorca atendió a 1.490 personas durante el pasado año mediante sus servicios de ocupación, de las cuales 382 -un 25%- consiguió empleo, 202 de ellas obtuvieron trabajo sin contrato y 181 fueron contratadas.
Según ha informado Cáritas en un comunicado, el 77,22 por ciento de las personas atendidas eran inmigrantes y el 67,18 por ciento de éstos, extracomunitarios. No obstante, la entidad ha apuntado que el colectivo inmigrante ha experimentado una “pequeña disminución” respecto al 2011, mientras que las personas españolas que han acudido a los servicios de Cáritas se han incrementado y representan el 26,7 por ciento del total de atendidos, cuando un año antes eran el 19,9 por ciento
El inmigrante es un trabajador
Hay muchos modismos que se suelen emplear cuando nos referimos a los inmigrantes que nos llegan: morenos, negros, moros, espaldas mojadas, transeúntes, ilegales, marginados, nuevos pobres…
Casi siempre son palabras que esconden una actitud negativa, en ocasiones despectiva o racista y, a lo sumo “caritativa”. Muchas veces los tratamos con muy buena voluntad, pero como indigentes y necesitados. Cuando llegan a una ciudad se les indica el camino más cercano de un comedor de Cáritas, de un albergue público, de una parroquia o de una ONG que les saque del apuro cotidiano y que les pague un viaje a otra ciudad donde repetir la historia. Y así entran en esa maquina de la dependencia y la “caridad”.
Quisiera partir de una clave diferente: son trabajadores. Hoy hay trabajadores fijos y temporeros, trabajadores ocupados y trabajadores en paro, trabajadores de convenios y trabajadores de economía sumergida. Está tan estratificada la clase obrera que muchos dicen que se acabó, que eso es del pasado.
Cuando veo a los inmigrantes siento que hay aun otra categoría dentro del mismo mundo obrero: Hay trabajadores del “primer mundo” y trabajadores del “tercer mundo”. Estos inmigrantes son trabajadores de países donde el paro es impresionante y donde la economía de una familia resulta una aventura sobrevivir cada día. Y vienen buscando un empleo, un trabajo, que se respete su dignidad de trabajador. No es lo mismo contemplarlos como indigentes y marginados, relegándolos a ser mero objeto de los servicios sociales, que verlos desde otra clave que les permita ser sujetos de su liberación y de su inserción. Cometemos el mismo grave error con nuestros parados. Sin quererlo, convertimos a los parados y a los inmigrantes en marginados y los introducimos en la rueda del asistencialismo.
No se trata sólo de llevarlos a ONG o a Cáritas, sino de ayudarles a recuperar su dignidad, de invitarles a entrar en el carro de la historia. Hay que ayudarles a que se sientan trabajadores en busca de un empleo, no de la “caridad” social.
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