Bienvenido D. Luis Angel.
¡Qué hermosos son sobre los montes los pies
del mensajero que anuncia la paz que trae buenas nuevas...! (Is.52, 7)
Los misioneros son los hombres de las
Bienaventuranzas. Jesús instruye a los
Doce, antes de mandarlos a evangelizar, indicándoles los caminos de la misión:
pobreza, mansedumbre, aceptación de los sufrimientos y persecuciones, deseo de
justicia y de paz, caridad; es decir, les indica precisamente las
Bienaventuranzas, practicadas en la vida apostólica ( Mt 5, 1-12). Viviendo las
Bienaventuranzas los misioneros experimentan y demuestran concretamente que el
Reino de Dios ya ha venido y que él lo ha acogido. La característica de toda
vida misionera auténtica es la alegría interior que tantas veces comunicaba
Agustín a los que le conociamos, Alegría que viene de la fe. En un mundo
angustiado y oprimido por tantos problemas, que tiende al pesimismo, los misioneros
de la "Buena Nueva" son hombres
que han encontrado en Cristo la verdadera esperanza.
Los misioneros son los hombres de la
caridad: para poder anunciar a todos los hombres que son amados por
Dios y que él mismo puede amar, Los misioneros dan un testimonio de caridad
para con todos, gastando la vida por el prójimo. EL misionero es el
"hermano universal"; lleva consigo el espíritu de la Iglesia, su
apertura y atención a todos los pueblos y a todos los hombres, particularmente
a los más pequeños, los marginados y los más pobres. En cuanto tal, supera las
fronteras y las divisiones de raza, casta e ideología: es signo del amor de
Dios en el mundo, que es amor sin exclusiónes ni preferencias.
¡Qué hermosos son sobre los montes los pies
del mensajero que anuncia la paz que trae buenas nuevas...! (Is.52, 7)
Con esta proclamación profética, llena de júbilo y esperanza, le recibe, Monseñor, el pueblo de Ferrol.
D. Luis, en este día, importantísimo para nuestra
diócesis, como lo será, también, para cualquier diócesis del mundo católico, al
producirse relevo episcopal reciba, simbólicamente, las llaves , de nuestros
hogares, de nuestros corazones y de nuestras parroquias:
- Queremos que usted sea nuestro Obispo y nuestro primer Pastor en la evangelización de todos los que vivimos en esta tierra.
- Queremos que usted sea el primer sacerdote y un hermano más en el presbiterio diocesano.
- Queremos que usted tenga la última palabra en el ejercicio del ministerio de la Comunión.
Desde estos principios y estas actitudes, irrenunciables, ponemos en sus manos las llaves de nuestros hogares y de nuestros corazones.
Siéntese con nosotros a la lumbre de la lareira y háblenos de Dios y de su Palabra. Háblenos de Él y de sus gestas de amor. Háblenos de Jesús de Nazaret, Nuestro Señor y Redentor, “Hombre a quien Dios acreditó, realizando por su medio los milagros, signos y prodigios” (Hc.2, 22).
Pase a nuestras casas, Monseñor, y háblenos de María, nuestra madre y madre de la Iglesia. Háblenos de los Apóstoles, los discípulos de Jesús y de sus mártires: de hombres y mujeres que han derramado su sangre por Jesucristo y por su mensaje de amor.
Entusiásmenos con esta Iglesia fundada por el Señor, santa y pecadora, perfecta y siempre necesitada de conversión.
- Queremos que usted sea nuestro Obispo y nuestro primer Pastor en la evangelización de todos los que vivimos en esta tierra.
- Queremos que usted sea el primer sacerdote y un hermano más en el presbiterio diocesano.
- Queremos que usted tenga la última palabra en el ejercicio del ministerio de la Comunión.
Desde estos principios y estas actitudes, irrenunciables, ponemos en sus manos las llaves de nuestros hogares y de nuestros corazones.
Siéntese con nosotros a la lumbre de la lareira y háblenos de Dios y de su Palabra. Háblenos de Él y de sus gestas de amor. Háblenos de Jesús de Nazaret, Nuestro Señor y Redentor, “Hombre a quien Dios acreditó, realizando por su medio los milagros, signos y prodigios” (Hc.2, 22).
Pase a nuestras casas, Monseñor, y háblenos de María, nuestra madre y madre de la Iglesia. Háblenos de los Apóstoles, los discípulos de Jesús y de sus mártires: de hombres y mujeres que han derramado su sangre por Jesucristo y por su mensaje de amor.
Entusiásmenos con esta Iglesia fundada por el Señor, santa y pecadora, perfecta y siempre necesitada de conversión.
Ayúdenos, Monseñor, a celebrar, el Misterio Salvífico
con profundidad cristológica que nutra nuestra hambre de comunión con Cristo y
que nuestras liturgias eclesiales, dignas, bien hechas y participadas nos
empujen a amar a los pobres, a estar cercanos y comprometidos con el mundo
actual, Con los marginados y marginales, a los enfermos, a los ancianos que
viven solos y a todos aquellos que están alejados de la Iglesia y necesitados
de una palabra y un gesto de amor, de perdón y de esperanza.
D. Luis, ayudenos a seguir soñando y forjando la Iglesia que quiso el Señor Jesús “Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno. Acudían al templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez del corazón.” (Hc 2, 44 – 46).
Deseamos potencie, sin miedo, una pastoral transformadora y misionera, creadora de "comunidades de contraste" como lo eran las comunidades paulinas.
Sea bienvenido, Sr. Obispo, como nuestro Pastor,
Maestro y Hermano. Estamos plenamente convencidos de que todo el pueblo de Ferrol: creyentes, agnósticos y no creyentes le acogemos. Galicia es tierra de acogida. Nosotros, sus diocesanos, le abrimos de par en par nuestros corazones. Le aseguro que el pueblo de Ferrol no le defraudará. Usted mismo lo experimentará.
¡¡Bienvenido a casa, Monseñor!!
José Carlos Enríquez Díaz
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