Si
el Papa vive en una especie de residencia sacerdotal, los obispos no pueden
seguir viviendo en palacios. Si el Papa va en pequeños utilitarios, los obispos
no pueden circular en Audi o Mercedes.
Jesús
exige de sus seguidores -y él mismo lo ejemplifica- el dejarlo todo. Con ello
quiere indicar la radicalidad con la que hay que servir al reino, pero recalca
también la necesidad de llevar a cabo la misión en pobreza intuición que
siempre han recogido los grandes santos, sobre todo los reformadores. Cercanía
y empobrecimiento generan ya fraternidad no avergonzarse de llamarles hermanos,
cf. Heb 2,11- y expresan la intuición cristiana de que en lo que está abajo en
la historia hay un tipo de fuerza insustituible y no encontrable en ningún otro
lugar.
"Nadie
puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se
entregará a uno y despreciará al otro" (Mt 6, 24). Esta cita de Jesús
muestra la necesidad de elegir y de elegir entre realidades objetivas que son
en sí mismas excluyentes
Puede
ser que hayamos salido de la crisis de los grandes números, pero eso ha sido
posible a costa de dejar las cunetas del camino llenas de cadáveres, que
nunca saldrán de ellas: los de quienes han perdido el trabajo y por su “elevada
edad” (cincuenta o más) cada vez tendrán más difícil encontrar un empleo;
algunos nunca volverán a trabajar. Los de quienes en ese camino se han visto
desahuciados de sus viviendas; los de aquellos que, a pesar de tener trabajo,
lo tienen en situación de tal precariedad que jamás saldrán de la pobreza. Los
cadáveres de los jóvenes que, con “minijobs” o “contratos cero”, no podrán
siquiera pensar en construir un proyecto personal de vida familiar. Los
cadáveres de las mujeres y de los inmigrantes que son excluidos
de eso que se llama la “economía formal”, y pasarán –en muchos casos ya lo son-
a ser invisibles para este sistema…
Pablo
exclamaba: “¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la
muerte?” Los tiempos no están para ese tipo de preguntas, pero el espanto que
produce el injusto mundo en que hoy vivimos, la grave enfermedad de la
civilización que hoy padecemos -una civilización del capital, que produce empobrecidos
y excluídos, vencedores y vencidos, una civilización no sólo enferma, sino
“amenazada de muerte”, en palabras de Jean Zingler- nos lleva a una pregunta
semejante: ¿Qué nos librará de este mundo inhumano y cruel?
Jesús
desarrolló su misión, acción liberadora, preferentemente de los pobres, como
nos recuerda san Lucas en la escena de Jesús en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,
16-21). La respuesta de Jesús a los discípulos enviados por el Bautista aduce
como signo de la autenticidad de su misión la evangelización de los pobres (Lc
7, 18-23). De la misma manera la Iglesia, es "sacramento del Señor",
tiene que verificar la autenticidad de su identidad y misión, como indica el
Concilio Vaticano II: "así como Cristo fue enviado por el Padre para
anunciar la Buena Noticia a los pobres (…) a sanar a los de corazón destrozado
(Lc 4, 18), a buscar y salvar lo que estaba perdido (Lc 9, 10), también la
Iglesia abraza con amor a todos los que sufren bajo el peso de la debilidad
humana; más aún, descubre en los pobres y en los que sufren la imagen de su
fundador pobre y sufriente, se preocupa de aliviar su miseria y busca servir a
Cristo en ellos" (Constitución dogmática Lumen gentium, 8 = LG).
Sólo la Iglesia que se acerca a los pobres y a los oprimidos, se pone a su lado y de su lado, lucha y trabaja por su liberación, por su dignidad y por su bienestar, puede dar un testimonio coherente y convincente del mensaje evangélico
No hay comentarios:
Publicar un comentario