Se divide en
cuatro partes y un apéndice. En la primera denuncia el fetichismo del dinero,
cómo la economía se ha convertido en un ídolo al que hay que alimentar y rendir
pleitesía. En la segunda demuestra cómo esto resulta en que nuestra
organización económica mata
la humanidad, la dignidad, la esperanza, la naturaleza y a algunas personas.
La siguiente introduce cómo cambiar a una economía que sirva y no que gobierne.
La última se centra en cómo
repensar y reconstruir nuestro sistema económico. El libro
acaba realizando un breve comentario sobre las ideas económicas de la encíclica
papal “laudato si” que versa sobre ecología.
La estructura de este libro -un auténtico elogio de la
sabiduría en el campo de lo económico- es sencilla. Primero analiza el estado
de la situación a partir de dos ideas clave: la idolatría del dinero y una
economía que mata. Estas dos ideas tan repetidas por el papa Francisco sirven
para analizar cómo funciona nuestro sistema económico y descubrir los sutiles
mecanismos que le llevan a que sus resultados finales sean tan buenos para
algunos, tan malos para otros y tan negativos para la convivencia social.
Sirven también para reflexionar y caer en la cuenta de cómo lo que nos parece
normal -para algunos hasta «ley natural»- no lo es tanto, y no es tampoco la
única manera de organizar la economía. Así se muestra que nuestro modelo
económico está en quiebra, apuntando a las causas estructurales de esta
situación y descubriendo las grandes contradicciones en las que se incurre y
los problemas que estas causan para gran parte de la población. Después, y a
partir de la situación en que nos encontramos, el libro se pregunta por los
caminos que hay que tomar para lograr esa mejora tan necesaria en nuestro
desempeño económico que haga que sus resultados sean mejores no solo para
algunos, sino para la totalidad de la población. Para ello se habla de la
necesaria reorientación del quehacer económico.
Ante una economía que propone
una serie de valores y de objetivos se necesita otra que se plantee unos
objetivos distintos hacia los que enfocar su actuación y que promueva unos
valores distintos. Por último se introducen las claves prácticas que tienen que
orientar el nuevo sistema económico que hay que construir para que se haga
realidad una manera diferente de organizar la sociedad económica.
0.
INTRODUCCIÓN
Recuerdos
de aquel día, en el que vimos un ejemplo evangélico que cala en las personas
sencillas, que muestra el camino de Jesús a través de un pensamiento económico,
que analiza la realidad, que propone alternativas y que reorganiza las
prioridades morales.
1. EL
FETICHISMO DEL DINERO
1. a.-
Idolatramos el dinero
Esta
idolatría nos lleva a la codicia. Los economistas la justifican y la apoyan;
los medios de comunicación social y los gobernantes la premian; las empresas,
las finanzas y a veces la justicia se basan en ella y se introduce fácilmente
en nuestras vidas.
1. b.- ¿Es
esto malo acaso?
Jesús
afirma que no se puede servir a Dios y al dinero. San Pablo afirma que la codicia es la
raíz de todos los males. Francisco insiste en que el amor al dinero es el
principal obstáculo para el amor.
1. c.-
La cultura del bienestar
“Para
estar mejor quiero tener más para mí y para los míos”. No se trata solo de
tener más, sino de tener más que los otros. Por ello buscamos la mejor relación
calidad precio o pagar menos impuestos. Esto se muestra como lógico e
inofensivo pero nos anestesia y nos crea insatisfacción, nos empacha y nos
abotarga, nos hace cobardes y miedosos.
1. d.-
La cultura del descarte
Una
sociedad pragmática, eficaz y eficiente, que se organiza a través de un mercado
en el que solo ganas si tienes algo que ofrecer a cambio. Esto lleva a
descartar a algunas personas, tanto a nivel individual como a nivel grupal. Los
descartados son ignorados, son sobrantes de la sociedad, no importan. Y así los
niños son un obstáculo, los mayores un lastre, los jóvenes un estorbo y la vida
es despreciada si no es útil.
1. e.-
La globalización de la indiferencia
No
padecemos con el otro, alimentamos nuestro egoísmo y por ello somos
indiferentes a la desgracia del otro. Nos hacemos individualistas, no nos
asociamos para mejorar, huímos de la acción conjunta, nos hacemos orgullosos y
arrogantes y aplicamos el dicho de “Que cada palo aguante su vela”.
2. UNA
ECONOMÍA QUE MATA
2. a.-
Mata la humanidad de quienes la siguen
Mata
nuestra humanidad, nuestra capacidad de amar, porque somos más humanos en la
medida en que amamos más. La economía actual potencia una competitividad que
deteriora las relaciones personales porque considera al otro un adversario, un
instrumento y no un amigo. Esta economía mata la gratuidad, nos incapacita para
recibir regalos con alegría y para regalar.
2. b.-
Mata de hambre y de pobreza
Nuestro
sistema económico aumenta las desigualdades. El Estado de Bienestar surge para
paliar este problema y para garantizar la continuidad del propio sistema. La
famosa “mano invisible” acaba beneficiando más a quien más tiene y perjudicando
a quien menos tiene, lo que produce unas grandes desigualdades a nivel mundial.
Los mercados internacionales de alimentos producen hambre, el ansia de
beneficios de la industria farmacéutica es una condena de muerte para algunos,
las restricciones a los movimientos de personas matan a personas en el mar.
2. c.-
Mata la dignidad
El
trabajo no es solo un medio de vida, sino una parte esencial de nuestro ser. El
desempleado tiende a culpabilizarse y a ser culpabilizado por la sociedad. El
trabajo pierde sus dimensiones más humanas y se considera un simple coste de
producción. Por ello los derechos de los trabajadores se reducen: los derechos
globales del capital o de las empresas son mayores y la competitividad se basa,
con frecuencia, en la no globalización de estos derechos. Las empresas se
organizan para potenciar el trabajo barato. Todo ello lleva a la desaparición
de la clase media y afecta en especial a los más jóvenes. Por ello, Francisco
denuncia la pobreza que supone no poder ganarse el pan y la existencia de
trabajos inhumanos.
2. d.-
Mata la esperanza
Se
nos dice que se hace lo único que se puede hacer, pero esto no es cierto, se
está faltando a la verdad. Negar la posibilidad de error es propio de
fundamentalismos que siempre exigen sacrificios. La desesperanza es una
corriente que nos lleva, que se apoya en estructuras de pecado, que dificulta
enormemente el comportamiento ético y que predomina en el ámbito político. La
obsesión por tener más mata la esperanza.
2. e.-
Mata la naturaleza
La
naturaleza es necesaria para poder producir cualquier bien o servicio. Algunos
recursos naturales se agotan con su uso. Otros pueden renovarse. Para ello hay
que utilizarlos de una manera sostenible. El afán incontrolado de ganancias a
corto plazo lleva a la sobre-explotación porque considera la naturaleza como un
medio y acaba con todos los recursos. Por ello hay que recordar que somos los
custodios de la naturaleza.
3. Por una
economía que sirva y no que gobierne
3. a.- La
persona es el centro de la economía
Diferenciar
entre economía y crematística nos permite entender dos modos contrapuestos de
vivir los asuntos económicos que logran objetivos contrapuestos. El sistema
económico actual nos induce a ser crematísticos en todo. Pero humanizar la
economía es justo lo contrario, superar el egoísmo e introducir el amor en lo
económico. Para ello la economía no puede ser lo principal, el esfuerzo
económico debe centrarse en los fines de la institución, hay que priorizar a
quien peor está, el conjunto mejora si lo hace el más desfavorecido y debemos
tener claro cuál es nuestra prioridad. Todo ello construye una economía más
humana, con unas claves que se pueden aplicar tanto a la familia como a las
empresas.
3. b.- Hay
que buscar el bien común
Existen
ideas erróneas sobre el bien común, que excluyen lo común o la persona o que
directamente piensan que este es inalcanzable. La concepción cristiana del bien
común puede ser compartida por todos, no deja a nadie de lado, puede ser
exigida a los gobernantes. Es un horizonte hacia el que dirigirse, la
organización económica debe perseguirlo, las personas y las asociaciones
también debemos construirlo.
3. c.- Se
pretende lograr la justicia social
La
justicia es dar a cada uno lo suyo. La justicia genera derechos pero también
obligaciones. Implica igualdad entre las partes. La justicia social va más allá
porque se centra en quienes peor están.
3. d.- Hay
que revalorizar la utopía y la sabiduría
La
utopía es irrealizable y perfecta, nos mantiene en movimiento, en una dirección
única y coherente. La utopía del bien es realista y recoge el pasado para
proyectar el presente hacia el futuro. La sabiduría es necesaria. La sabiduría
no depende de lo que hemos estudiado, sino de saber afrontar los retos de la
vida.
4.- Repensar
el sistema económico
4. a.- Las
dos dimensiones éticas (personal e institucional)
Precisamos
de un cambio ético personal para pasar de un comportamiento egoísta a otro
altruista. Se precisa un cambio ético en las instituciones que con frecuencia
se convierten en “estructuras de pecado”. La ética es necesaria para el buen
funcionamiento de la economía, debe encontrar su sitio en los mercados y las
finanzas. Necesitamos reflexión y trabajo personal y cambio institucional.
4. b.- La
ética de la solidaridad
La
solidaridad no siempre es bien entendida. La solidaridad es una determinación
firme enfocada al bien común, que requiere compasión, el reconocimiento del
otro como un igual y la universalización o ampliación del “nosotros”. La
solidaridad es un concepto despreciado por nuestro sistema económico. La compra
responsable y el ahorro ético son acciones económicas solidarias que precisan
de la colaboración de empresas y Estado.
4. c.- La cultura
del encuentro
La
economía se ha despersonalizado, en pocas ocasiones es un motivo de encuentro
entre las partes. El componente relacional se ve como un impedimento para la
generación de beneficios. En ocasiones, los accionistas no conocen sus empresas.
Por ello necesitamos una cultura del encuentro, para que el sistema económico se llene de relaciones
humanas. Hay que potenciar la economía local y la relación entre accionistas y
trabajadores.
4. d.-
Fomento del compartir y la gratuidad
El
compartir genera riqueza. La gratuidad entra en la lógica económica. Sin
gratuidad fallan la familia y las amistades, el Estado funciona peor y las
empresas enferman. Recibir gratuitamente genera gratuidad. Este círculo
virtuoso es necesario para que funcione la sociedad. El Estado de Bienestar es
una manera de concretar la dinámica de gratuidad.
4. e.- Para
que no falte a nadie lo necesario hay que priorizar a los más desfavorecidos
El
destino universal de los bienes nos lleva a buscar que todos tengan lo necesario
y esto supone priorizar al más desfavorecido. Hay que contabilizar de
otra manera el progreso social, garantizar los derechos sociales para todos,
priorizar la inversión social, que a nadie le falte lo mínimo, que no existan
salarios de pobreza y que la globalización se enfoque hacia los más
desfavorecidos.
4. f.-
Modificar el marco económico mundial
APÉNDICE:
a propósito de la Encíclica Laudato Si
Preocuparse
por el Medio Ambiente es priorizar a los más pobres. El deterioro ambiental es
otra cara de la cultura del descarte y tiene una raíz humana, que hay que
solucionar desde lo humano, manteniendo y promocionando la economía a pequeña
escala. Para ello hay que cambiar el modelo económico actual y nuestro estilo
de vida
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