Jesús no creó una institución eclesial, organizada en
forma jerárquica, pero es evidente que la jerarquía tuvo que venir pronto,
no desde el evangelio, sino a pesar del evangelio, pues los movimientos de
humanidad sólo funcionan de esa forma, como indicaré de un modo muy conciso.
Me queda todavía la tercera parte, que publicaré, Dios
mediante, dentro de dos días. Feliz fin de semana a todos.
2. INTERMEDIO, GRAN INVERSIÓN
Tras dos derrotas (67-70 y 132-135 d.C.), los judíos
aceptaron de un modo consciente (y consecuente) el fin de templo y de sus
sacrificios llorando su orfandad ante el Muro de las Lamentaciones, para
instituirse como federación de sinagogas libres, sin sacerdotes. Los
cristianos, en cambio, a pesar de mantener el sacerdocio universal de todos
los creyentes, tendieron más tarde a a "recuperar" unos
simbolismos sacrales y jerárquicos más propios de un tipo de Antiguo Testamento
y de política romana que del Cristo.
El
tema se planteó a partir del 150, cuando diversos grupos de tipos
semi-gnóstico, entre ellos Marción, intentaron separar el cristianismo de su
base israelita, convirtiéndolo en una religión de experiencia interior y
organización intimista, más cerca del budismo o hinduismo que del mensaje de
Jesús. Contra eso reaccionó la Gran Iglesia:
(a)
Mantuvo su origen judío, reforzando algunos elementos sacrales de la
institución sacerdotal de Jerusalén, de forma que obispos y presbíteros
tendieron a presentarse como sacerdotes, un grado superior de cristianismo.
(b)
Destacó su independencia, introduciendo en su Escritura textos propios (Nuevo
Testamento) y reorganizando su vida y liturgia desde la Eucaristía o Memoria de
la Cena de Jesús, entendida de forma sacrificial, en una perspectiva en la que
se combinaban elementos judíos y helenistas, en un proceso que estaba ya en
marcha a partir del 200 d.C.
‒ Sacralización sacerdotal, de fondo israelita: obispos,
presbíteros (que antes eran ministros laicos) se tomaron como sucesores de
los sacerdotes y levitas de Jerusalén, de manera que la iglesia acabó
siendo más israelita que rabinismo judío, que abandonó la estructura
teocrática, para instituir un gobierno colegiado de ancianos y rabinos,
intérpretes de la Ley.
‒ Ordenamiento romano-helenista. Esos
"sacerdotes" cristianos vinieron a ser como un "clase"
superior, en la línea de los "ordo" romano, con rasgos de
pensamiento helenista: los superiores (obispos, presbíteros) se toman como
signo especial de Dios, a diferencia de Jesús, que daba preferencia a los
últimos. Esta jerarquización, con elementos de filosofía griega y política
romana, marca la gran inversión del cristianismo, que culminó con el
constantinismo (siglo IV d.C.) y con la reforma gregoriana (siglo XI).
Ésta inversión evitó el riesgo de disolución gnóstica del
cristianismo, pero lo hizo a costa de silenciar elementos importantes del
evangelio, como la sacralidad universal e igualitaria de todos los creyentes.
En principio, el movimiento de Jesús era jerárquico, sino mesiánico; no
promovía un orden sacerdotal, sino una experiencia de comunión de todos,
empezando por los menos importantes. En raíz el cristianismo siguió siendo lo
que era y así pudo expandirse entre los nuevos pueblos, tras la caída del
Imperio Romano, pero aceptó y sacralizó de hecho la distinción de los
creyentes en dos niveles (=órdenes) dentro de la iglesia.
Esta división, por la que las mujeres quedaron
excluidas de la jerarquía, se vinculó además a la forma de celebrar los dos
grandes "sacramentos" cristianos:
--La eucaristía (que debía estar presidida por el
obispo o un delegado suyo)
-- y la reconciliación o readmisión de los pecadores oficiales en la Iglesia (que quedó reservada al obispo). Fue un tema de organización eclesial, y así:
-- y la reconciliación o readmisión de los pecadores oficiales en la Iglesia (que quedó reservada al obispo). Fue un tema de organización eclesial, y así:
‒ Surgió el clero, formado por obispos, presbíteros y
diáconos varones que, elevados sobre el resto de la Iglesia, como
representantes de Jesús, con autoridad sagrada, un orden sacerdotal, como
si la "gracia" de Dios pasara por ellos al resto de los fieles. La
iglesia, que había nacido del Reino para los pobres, tendió a convertirse en
institución de poder sagrado, al servicio de los pobres, pero por encima de
ellos.
‒ Quedó el pueblo, formado por laicos, cristianos
receptivos, que escuchan la palabra y reciben los sacramentos que les ofrece el
clero, al que sostienen con sus aportaciones económicas. Antes no existían
estos laicos, pues todos los cristianos lo eran, miembros del «laos» o pueblo
de Dios. Ahora empezaron a existir, viniendo a convertirse en la gran masa de
la iglesia.
Esta división no es evangélica, pero prestó
un servicio, pues sólo por ella se pudo estabilizar la
iglesia, como organización unitaria y eficaz (subsistema sacral), en un mundo
jerárquico. Esa es la paradoja: los cristianos rechazaron la jerarquía
religiosa del Imperio, siendo perseguidos por ello, pero, a lo largo de un
proceso fascinante (y peligroso) de refundación, acabaron asumiendo muchos de
sus rasgos sagrados. En esa línea se cita el sistema del Pseudo Dionisio (siglo
V-VI), que interpretó las estructuras cristianas en perspectiva jerárquica,
suponiendo que la salvación viene de arriba y desciende hacia los grados
inferiores.
Dionisio concibe la iglesia como un orden gradual, que
desciende de Dios, por planos intermedios hasta la materia, para retornar desde
ella a lo divino.
(a)
El obispo posee la ciencia de las Escrituras, en clave de perfección: por eso
puede revelar su conocimiento y santidad desde lo alto, siendo tearquía o poder
divino, directamente iluminado por Dios.
(b)
Los sacerdotes (presbíteros) reciben la iluminación del obispo y la transmiten
a los estamentos inferiores: ofrecen los símbolos divinos a los fieles y
purifican a los profanos por los sacramentos.
(c)
Los ministros (diáconos) dirigen a los hacia la purificación de los sacerdotes,
para que pueda realizarse la obra divina
Xabier
Pikaza
No hay comentarios:
Publicar un comentario