Sabemos que los primeros
cristianos guardaban la presencia Real de Cristo (reserva eucarística) para los
enfermos. Entonces en ese intertanto entre la misa y llevarlo, la gente empezó
a Adorar esa presencia Real, antes de llevarla a los enfermos. Esto nos muestra
además el vínculo entre Adoración y Eucaristía. ¿Cómo vas vivir la
Eucaristía sin haberle antes adorado? Porque la adoración nos lleva a Jesús en
la Eucaristía.
La adoración aporta ante todo llegar a la
intimidad con el Señor y ahondar tal
intimidad. Para ningún adorador Jesús es un extraño. La adoración permite vivir
más intensamente, con mayor participación, las celebraciones
eucarísticas.
Quien adora encuentra paz, una paz
desconocida para el mundo. Son muchísimos los testimonios en ese sentido. Personas que nunca pisaron una iglesia y que de
pronto por alguna circunstancia o porque el Señor las atrajo entraron a la
capilla de adoración y encontraron la paz para ellos desconocida, la que sólo
puede dar el Señor.
Ya San Juan Pablo II en su
encíclica Ecclesia de Eucharistia decía: “El culto a la Eucaristía
fuera de la Misa es de inestimable valor en la vida de la Iglesia...Es
bello quedarse con Él e inclinados sobre su pecho, como el discípulo
predilecto, ser tocados por el amor infinito de su corazón... Hay una necesidad
renovada de permanecer largo tiempo, en conversación espiritual, en adoración
silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santísimo
Sacramento”. Y agregaba: “¡Cuántas veces, mis queridos hermanos y hermanas, he
hecho esta experiencia y de ella he sacado fuerzas, consuelo, sostén!” (EE
n.25).
Sólo en Cristo Jesús el Señor está la
Salvación, la Vida, el Amor y la Felicidad. Sólo en Él podemos ser
transformados por la Misericordia de Dios Padre. Sólo mirando a Jesús seremos
curados y fortalecidos de todas las heridas de nuestra vida. Únicamente el
Señor puede penetrar hasta lo profundo de nuestro corazón.
Los frutos perdurables siempre los hemos visto unidos a
la oración y especialmente a la adoración P. Emiliano Tardif M.S.C.: "Si
ustedes descuidan la adoración del Santísimo, su comunidad comenzará a
desmoronarse". Podemos aplicarla si queremos a la inversa: "a
menos adoración y oración personal y comunitaria menos frutos de comunión y
evangelización". Y deberíamos saber que la frase debe guiar nuestros
pasos en todos los ámbitos de la vida. Nosotros parafraseando al padre Emiliano
afirmamos: "Si ustedes descuidan la adoración del Santísimo, su
vida perderá todo sentido, dejarán de dar frutos, las relaciones se
banalizarán, andarán como ovejas sin pastor, se reabrirán viejas heridas y la
insatisfacción y el desánimo ocuparan la mente hasta hundirse en una
depresión".
Hay que volver a leer en
particular la primera carta de San Juan cuando habla “el Verbo se hizo carne… es la Luz que vino
al mundo… y el mundo de las tinieblas es expulsado…”. Así es que al leer San
Juan se demuestra que la sola presencia del Verbo que se hace carne, que vino
al mundo en mitad de las tinieblas, es la Luz que vino para expulsar las
tinieblas. Y porque yo creo que Jesús está ahí presente en la hostia
consagrada, es verdaderamente su cuerpo, yo creo que es el mismo Cristo que expulsa
las tinieblas, porque es la Luz que vino al mundo.
Génesis 22:5-13 “Entonces dijo
Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos
hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros. Y tomó Abraham la
leña del holocausto, y la puso sobre Isaac su hijo, y él tomó en su mano el
fuego y el cuchillo; y fueron ambos juntos. Entonces habló Isaac a
Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, mi hijo. Y él
dijo: He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el
holocausto? Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el
holocausto, hijo mío. E iban juntos. Y cuando llegaron al lugar que Dios
le había dicho, edificó allí Abraham un altar, y compuso la leña, y ató a Isaac
su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña. Y extendió Abraham su mano
y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Entonces el Ángel de Jehová
le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme
aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada;
porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu
único. Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un
carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero,
y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo”.
Abraham tuvo que entregar a su hijo Isaac a
Dios. Era lo más valioso que tenía,
había clamado a Dios durante años para que se cumpliera la promesa que
Dios le había dado a él: “Bendeciré a los que bendijeren, y a los que te
maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”
Génesis 12:3.
Adoración es
entregarle a Dios lo más valioso que tenemos. Él no comparte su gloria con
nadie. Él se va a encargar de pedirte lo que más amas en la vida para que Él
pueda glorificarse. Esto es adoración.
Adoración es poner nuestra mirada en las
cosas de arriba en medio de la peor tormenta.
Ahí donde se expone al
Santísimo la gente siente paz, pero también ve su luz.
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