En primer lugar, hay que aclarar, que el movimiento
conocido como “Ecumenismo”, tal como lo conocemos hoy, tiene sus orígenes en el
mismo protestantismo del siglo XX. Luego, la Iglesia Católica iría asumiendo su
rol en este sentido, propiciando encuentros y acciones tendentes en busca de
unificar elementos comunes y posibles vías para la unidad entre toda la
cristiandad.
El Movimiento Ecuménico comenzó de modo oficial con el Congreso Misionero de Edimburgo, Escocia, en el año 1910.
El Movimiento Ecuménico comenzó de modo oficial con el Congreso Misionero de Edimburgo, Escocia, en el año 1910.
Ecumenismo es un movimiento o tendencia dentro del
cristianismo que aspira a la unidad de las iglesias, con el fin de superar las
divisiones. Del latín oecumenicus o “tierra habitada”, el término se utilizaba
en el imperio romano para referirse a los territorios dominados por Roma donde
los cristianos tenían sede, expresando al mundo como una totalidad que superaba
los límites geográficos, en referencia a las tierras conquistadas.
Si comprometemos
la doctrina respecto a las creencias fundamentales de la fe cristiana, si no deshonramos o ignoramos el evangelio, si los
creyentes podemos mantener un claro testimonio ante el mundo, y si Dios es
glorificado, entonces podemos de manera libre y gozosa, unirnos con otros
creyentes en la búsqueda del reino de Dios.
De ahí que el diálogo ecuménico sea todo lo contrario de
una renuncia de la propia identidad en aras de una mezcolanza ecuménica.
El don del ecumenismo ha de consistir en descubrir que no
somos extraños ni rivales unos para otros, sino hermanos y hermanas en Cristo.
Nunca podremos estar suficientemente agradecidos a Dios por este regalo. No
debemos dejar que la alegría de este regalo de Dios se vea empañada por el
hecho de que afloren diferencias y problemas. La unidad de los cristianos es un
encargo de Jesucristo, quien oró para que todos fuéramos uno (Juan 17,21).
El ecumenismo acontece dándose testimonio de la propia
riqueza, para aprender así unos de otros. Todavía nos conocemos demasiado poco
y por eso nos amamos demasiado poco.
Así también el dialogo ecuménico sirve en sentido análogo
a lo que Pablo dice: “Cuando os reunáis que cada uno aporte algo” (1 Cor 14,26)
Los católicos pueden aprender de los hermanos evangélicos
sobre la importancia de la Palabra de Dios, La lectura y la exégesis de la
Sagrada Escritura; los evangélicos, por su parte, pueden aprender de los católicos
la importancia de los símbolos y celebraciones litúrgicas.
Seamos una bendición unos para los otros.
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