El PSOE olvida que existe un gran número de sus votantes,
simpatizantes e incluso militantes, que se encuentran muy lejos de algunas de
sus ideas radicales y que desaprueban la ampliación de las leyes ya existentes
sobre el aborto y la falta de exigencia de la autorización paterna para las
menores, que han estado en la base de la agenda del Zapaterismo. Parece que con
todas estas ideas vamos a revivir otra vez las páginas del viejo PSOE laicista
que pensábamos ya definitivamente enterrado con la pasada derrota electoral.
Ahora el Señor Veloso tiene la genial idea de cambiar la
fiesta de San Julián por la del arroz con leche y la de San José Por la fiesta
de los Pepes y las Pepitas…. Mientras ellos se aburren y gastan su tiempo
en intentar terminar con la festividad de San Julián y el día de San José,
Ferrol se ha empobrecido, despoblado y envejecido como ninguna otra ciudad
gallega.
Mientras tanto las ONG de Ferrol también detectan una pobreza que se hereda de
padres a hijos y que se está haciendo crónica en las familias, de ahí que
exista una capa de la sociedad que tiene que recurrir a las ONG, para poder
superar el día a día, bien para la adquisición de productos de primera
necesidad, como para el pago de viviendas y servicios esenciales. Mientras
ellos debaten en los plenos sobre las
fiestas de San Julián y san José, en Ferrol se ha incrementado
considerablemente el número de hogares con dificultades para llegar a finales
de mes, por lo que no es de extrañar que la tasa de riesgo y de exclusión
social sea la más elevada de Galicia. Mientras ellos debaten y pierden el
tiempo pensando en cambiar las fiestas
religiosas la imagen que se lleva cualquier visitante que recorre las
calles, es la de un tablero de damas en blanco y negro donde por cada local
abierto se encuentra otro cerrado a pocos pasos. Lo mismo pasa con los
edificios en buen estado que se intercalan con los edificios en ruinas.
¡Si es que están por arreglar la situación de Ferrol y
sus problemas, salta a la vista! Pero mientras unos y otros debaten sobre los
cambios de los días festivos, Ferrol se
empobrece y el descontento e incertidumbre anida en las mentes y en los
corazones de muchos ciudadanos. Es una lástima que para ellos todo esto
sea una macedonia… Pues así se expresaba hace unos meses en Facebook el
concejal de cultura sobre unas conferencias organizadas en el mes de
abril sobre Derechos Humanos con dos especialistas internacionales, como Xabier
Pikaza y Roberto Badenas. Al final las conferencias tuvieron lugar en un local
de la Diócesis Católica (¡Gracias al Señor Obispo!), y no del Ayuntamiento
Democrático de Ferrol, que sólo se comprometió a ceder el local cuando ya era
tarde y en fechas distintas a las programadas.
La condición de
Estado laico supone la nula injerencia de cualquier organización o confesión
religiosa en el gobierno y las instituciones del mismo, ya se trate del poder
legislativo, el ejecutivo o el judicial. En un sentido laxo un Estado laico es
aquel que es neutral en materia de religión por lo que no ejerce apoyo ni
oposición explícita o implícita a ninguna organización o confesión
religiosa.
Sin embargo un Estado aconfesional, como el nuestro, es aquel que no se adhiere y no reconoce como oficial ninguna religión en concreto, aunque pueda tener acuerdos (colaborativos o de ayuda económica principalmente) con ciertas instituciones religiosas.
Sin embargo un Estado aconfesional, como el nuestro, es aquel que no se adhiere y no reconoce como oficial ninguna religión en concreto, aunque pueda tener acuerdos (colaborativos o de ayuda económica principalmente) con ciertas instituciones religiosas.
EL artículo 16,3 de
la Constitución Española establece el principio de la aconfesionalidad del
Estado al declarar que, “Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes
públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y
mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y
las demás confesiones”. Así declaró, la Carta Magna española excluye la
posibilidad de un estado laico o independiente de cualquier organización o
confesión religiosa. El Estado español, según la Constitución, no puede ser
indiferente ante el hecho religioso y está obligado a cooperar con las
distintas confesiones y muy en particular con la Iglesia católica.
En un artículo
publicado el 18 de Septiembre, el diputado socialista César Luena También
escribía: “Para poner a España en el siglo XXI de su propio tiempo histórico,
el nuestro, Pedro Sánchez ha tomado dos grandes decisiones. Una quizás menor,
pero enormemente eficaz, como es retirar cualquier elemento religioso de las
tomas de posesión de él como presidente y del Gobierno. Si avanza el laicismo,
la sociedad avanza”. El artículo del señor Luena me recordó una frase de
Chesterton: “Lo importante no es avanzar de prisa, sino hacerlo en la dirección
adecuada, porque si vamos en una dirección equivocada, tendremos que retroceder
más”. El laicismo radical no cree en Dios, con lo que los valores no tienen una
base sólida en que apoyarse y cada uno se convierte en su propio dios,
realizando así uno de los principios básicos del satanismo: sé tu propio dios.
Si rechazamos la existencia de Dios, quedamos con una crisis de significado.
¡Qué país, qué paisaje, qué paisanaje decía Unamuno, pues
eso, qué país, qué paisaje, qué paisanaje…! ‘ ¡Y nadie se ofenda, porque a
nadie se desea, ni se quiere, ni se necesita se sienta ofendido!
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