Hace unos años, se hizo famoso un film que llamó la atención de mucha gente: “El silencio de los corderos”. Una historia patética que analizaba la extraña personalidad del doctor Lecter, un siquiatra desquiciado, amalgama de dos facetas contradictorias. Por una parte, el hombre culto, refinado, de modales exquisitos.
Pues bien, si recuerdo aquí esta historia y el poder destructivo que tal historia contiene, es porque “el silencio de los corderos”, me evoca una de la experiencias más fuertes que estamos viviendo en estos días. Me refiero, no ya al “silencio de los corderos”, si al “silencio de los pastores”, utilizando el título que se asignan a sí mismos los obispos.
El gobierno promulga una reforma laboral que arrasa con todo, introduce una semi esclavitud en beneficio exclusivo de los patronos, recorta el sueldo de empleados públicos, anula la paga extra de “su” navidad. Los curas, los obispos, la Iglesia, callan.
El país se llena de corruptos, de procesados inamovibles de su escaño y de sus prebendas, se pagan indemnizaciones multimillonarias en bancos y empresas quebradas, se amnistía e indulta a los defraudadores, se legisla y gobierna a beneficio de una minoría. Los curas, los obispos, la Iglesia, callan.
Se recorta y se produce dolor y angustia a todo el mundo. La iglesia no paga el IVA, ni el IBI, ni el IRPF, ni las transmisiones patrimoniales, ni los actos jurídicos documentados… no paga nada. Y recibe una subvención anual de 10.000 millones de euros, no recortada. Los curas, los obispos, la Iglesia, callan.
Los curas, los obispos, la Iglesia, que habían llenado el espacio, las avenidas y las alamedas de manifestaciones, pastorales y proclamas contra el aborto, el matrimonio gay o la enseñanza de la Educación para la Ciudadanía, se callan con la miseria, el expolio de derechos, el robo organizado y la gran estafa del capitalismo, los mercados y el poder usurpado.
Callarse o hacer declaraciones tibias en esta situación es el peor pecado de omisión que ahora mismo se puede cometer. Estamos ante un escándalo que clama al cielo. No se puede comprender cómo nuestros obispos protestan por las cuestiones que afectan a la moral sexual, tal como ellos la entienden y la proponen, o por la defensa de sus privilegios económicos y legales, al tiempo que se muestran insensibles ante el sufrimiento de tantas personas que se ven obligadas a cargar con el yugo más pesado que los empobrecidos tienen que soportar. En esto se juega el ser o no ser de la Iglesia. Porque una Iglesia, cuya jerarquía guarda silencio o se expresa con una ambigüedad pretendidamente neutral ante una situación tan extremadamente grave, no puede ser la Iglesia que quiso Jesús de Nazaret
Y no se diga que ya se preocupan a través de Cáritas. Cáritas sólo recibe de los obispos la cesión de los locales y el 1,6% de su presupuesto. El 98,4% restante proviene de las aportaciones de la gente, del trabajo de los voluntarios y de las cantidades que el Estado detrae de la casilla destinada a fines sociales en la declaración del IRPF de todos los contribuyentes, sean creyentes o no creyentes.
Para colmo, el Sr. Rouco amenaza con retirar dinero a Cáritas si el Estado le obliga a pagar el IBI. Sus palabras suenan a chantaje, poniendo a Cáritas de parapeto, como si todo el dinero de Cáritas proviniera de los obispos.
Ya sé que las palabras de Jesús en el Evangelio les suenan a ellos a chino: “No lleven nada para el camino, ni pan, ni morral, ni dinero, id con calzado corriente y con un sólo manto”. O cuando Jesús decía: ” los pájaros tienen nido, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”….Jesús era pobre, sus seguidores eran pobres y compartían los bienes entre todos para que nadie pasara necesidad.
Todo esto viene, como anillo al dedo, para ayudarnos a pensar lo que estamos viendo y viviendo desde el día en que el PP ganó, con mayoría absoluta, las últimas elecciones generales. Ante todo, porque no puede uno quitarse de la cabeza esta pregunta molesta: ¿cómo se explica que la opción política más afin a la Iglesia sea la que peor trata a los pobres, a los inmigrantes, a los sin papeles y sin techo, a todos aquellos, en suma, que fueron los más cercanos al que la Iglesia considera como su fundamento y su modelo, Jesús de Nazaret? Es duro afrontar esta pregunta. Porque, aparte otras consideraciones, es una cuestión que inevitablemente lleva derechamente a otra pregunta aún más incómoda y desagradable. Quiero decir: ¿en qué religión creen los que siguen defendiendo la gestión del actual Gobierno de España? Y, lo que es aún más fuerte, ¿en qué o en quién creen nuestros obispos?
Y ante este panorama…. ¿Nuestros obispos no tienen nada que decir? ¿Por qué permanecen callados?
¿No les duele el sufrimiento de tantísima gente? ¿No hay una doctrina social de la Iglesia que ayude a decir algo ante tanto sufrimiento? ¿No hay una palabra de denuncia profética desde los valores del evangelio? ¿Por qué este silencio?
Recientemente la Iglesia Evangélica Española ha sacado un documento valiente denunciando toda esta situación. Los obispos españoles en cambio, permanecen callados.
Apuntalan el poder político y económico y el poder los apuntala a ellos. ¿Acaso la asignatura de Religión tiene algo que ver con la ideología o la transmisión de valores? ¡Poca fe tienen en sus argumentos cuando necesitan imponerlos a través de la escuela! Creo que tiene más que ver con la cantidad de "seguidores" (profesores de Religión) a los que pueden designar a dedo, incluso en las escuelas públicas. Son muchos puestos de trabajo de personas agradecidas y afines, mucho dinero en actividades y excursiones. Y es lógico que así sea, dada la función social de la Iglesia, que es, en general, acallar y acunar conciencias adormecidas y, en el mejor de los casos, escrupulosas; conciencias que sueñan, a cambio de una vida "piadosa", con un chalecito adosado en el Cielo.
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