martes, 11 de diciembre de 2012

Pedro Casaldáliga, el obispo de los pobres amenazado de muerte en Brasil



El obispo emérito español Pedro Casaldáliga ha tenido que huir y abandonar la aldea Sao Félix do Araguaia, en el interior de Brasil, debido a un recrudecimiento de las amenazas que recibe desde hace años por su labor en favor de los indios. «Don Pedro está seguro», se limitó a explicar un portavoz del Consejo Indigenista Misionero (CIMI), una organización vinculada al Episcopado brasileño. El prelado español, de 84 años y aquejado de párkinson, ha abandonado Sao Félix do Araguaia y se ha trasladado a una localidad que no puede ser revelada por seguridad y en la que cuenta con protección de la Policía Federal. A su vez, el CIMI denunció que las amenazas se redoblaron en las últimas semanas, al parecer, debido a la inminente decisión de un tribunal que, según fuentes judiciales, fallará en favor de los indios xavante en un proceso por la propiedad de unas tierras cercanas a Sao Félix do Araguaia. Los xavante han contado desde hace más de dos décadas con el apoyo y la solidaridad de Casaldáliga, quien llegó en 1968 a ese remoto rincón del estado de Mato Grosso, en el que reside desde entonces.

Vinculado a la teología de la liberación, Casaldáliga sufrió pronto amenazas de muerte y persecución del régimen militar brasileño y de los terratenientes de la diócesis, que llegaron a matar a su vicario, João Bosco, confundiéndolo con él. Pablo VI, que lo hizo obispo tras el impulso reformador del Concilio Vaticano II, se vio obligado a alzar la voz en Roma para que se supiera que Pere Casaldáliga era, todavía, uno de los suyos. "Quien toca a Pedro toca a Pablo", dijo en frase memorable.

La ofensiva posterior de Juan Pablo II contra los teólogos de la liberación, entre los que el prelado catalán fue siempre un referente, desemboca ahora en todo lo contrario: Casaldáliga era desde hace décadas un estorbo para Roma, que lo jubila sin contemplaciones. Muchas veces reclamaba a  los obispos españoles "no se callen" y demanden de Roma "sentido común, justicia y humana fraternidad" Los misioneros con problemas por defender a los pobres siempre acuden a una famosa frase con que Dom Hélder Câmara, el carismático obispo de Recife (Brasil), desarmaba a sus críticos en Roma: "Si doy limosna a un pobre me llaman santo, si pregunto por qué los pobres no tienen qué comer me llaman comunista". Pere Casaldáliga lo dice de esta otra manera: "Si decimos a los curas y a los laicos que hay que ayudar a los pobres,

Pedro rehusó cualquier señal externa que lo diferenciase en la iglesia. Puedo equivocarme, pero creo que es el único obispo de este Brasil, y tal vez del mundo, que se planteó no usar nunca ninguna insignia episcopal.

Ser cristiano, cristiana, es dar testimonio; responder con la propia vida a las llamadas del Reino y denunciar proféticamente la iniquidad del anti-Reino. Responder diariamente, con fidelidad, al Amor de Dios en el servicio fraterno. Es ser coherente con la palabra hecha anuncio y con el anuncio hecho práctica. Es ser testigo, en primer lugar, del supremo testigo, Jesús de Nazaret, proclamado en el Apocalipsis como «El Testigo fiel». Él vino para hacer la voluntad del Padre, testimoniando radicalmente el amor de Dios. Él vino para que todos tengamos vida y vida plena.Él repitió ante sus perseguidores y todo el pueblo que sus obras daban testimonio de Aquel que lo envió




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