"Un capitalismo salvaje ha enseñado la lógica del beneficio a cualquier coste, del dar para obtener, del provecho sin mirar a las personas... y los resultados los vemos en la crisis que estamos viviendo", dijo Francisco durante la visita, en declaraciones recogidas por los medios italianos.
El pontífice sostuvo también que "tenemos que recuperar todos el sentido del regalo, de la gratuidad, de la solidaridad".
"como siempre, los críticos con el capitalismo no hacen mucho caso a la Iglesia y los católicos no se toman en serio esta crítica, pensando que al fin la Iglesia está del lado de la libertad económica del orden liberal y que lo que en realidad quiere decir el papa es que hay quien se porta mal y hace lo que no debe. Creo que esta última interpretación es un error de percepción. Los gestos y las palabras de Francisco han cambiado esta realidad y ya no es posible interpretar de esta guisa al papa. Con Juan Pablo II y con Benedicto XVI aun era posible; con Francisco no lo es."
Los gestos y las declaraciones de sus primeros días de pontificado parecen confirmarlo: así como Juan Pablo II fue capaz de enviar un poderoso mensaje político que ayudó a la caída del Muro de Berlín, el papa Francisco podría también ser capaz de sacudir el orden económico cada vez más injusto en el mundo actual.
Y así como Juan Pablo II tuvo un papel fundamental en el derrumbe del comunismo en los países del este de Europa en los años 1980, el papa Francisco también podría desempeñar un papel histórico en la lucha contra el materialismo, el mercantilismo y la de ideología de la desigualdad que predomina cada vez más en las grandes potencias y se instala insidiosamente en la mayoría de los principales países emergentes.
Esperemos que reforme la Iglesia-institución, que siga dando muestras de altruismo en favor de los más frágiles y que utilice su potente voz para convencer a los grandes de este mundo de la imperiosa necesidad de moralizar el sistema financiero internacional.
Jesús también buscó de un modo especial a los enfermos, a los leprosos y posesos, es decir, a los más pobres de la sociedad en la que vivía, los hombres y mujeres a quienes la “buena sociedad” consideraba malditos y expulsaba del espacio de la familia y comunidad. Muchos pobres actuales son como aquellos antiguos leprosos: apestados a quienes se les expulsa de la sociedad actual; poseídos por la droga, amenazados por el “sida” y otros males. En su mayoría son enfermos o débiles mentales, como los antiguos endemoniados: incapaces de asumir la libertad de un modo activo, en un entorno duro que tendía y tiende a marginarles.
Jesús no sólo les ofreció la bienaventuranza del Reino (Lc 6, 20 par), sino que también les ofreció un lugar en su mesa, abierta como espacio de encuentro para todos (cf. Mc 6, 30-44; 8, 1-10 par). Evidentemente, los pobres no eran piadosos y llenos de Dios, incapaces de cometer crimen alguno. Hoy como entonces, muchos pobres también resultan “peligrosos” para la buena sociedad que les expulsa, les ignora y les utiliza.
Jesús inició un mensaje y camino de liberación al servicio de los marginados de sut iempo que eran como los marginados actuales: prostitutas, compradas y vendidas por comercio sexual; publicanos, manipulados por cuestiónes económicas; niños sin familia, militares colaboradores de Roma, extranjeros rechazados por los judíos puros. Jesús no quiso ser un marginado pues no estuvo sólo con los excluidos, también estuvo con los puros. Con unos y otros habló, y ofrecio a todos su mensaje liberador.
En ninguna parte de la Biblia encontramos a Jesús maldiciendo a nadie (la única cosa que maldijo fue una higuera). Él pronunció bendiciones en todas partes donde estuvo.
En Mateo 5. Jesús dijo: "Bienaventurados los pobres de espíritu. Bienaventurados los que lloran. Bienaventurados los mansos. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia. Bienaventurados los misericordiosos, los pacíficos, los perseguidos, los insultados". Dondequiera que Jesús estuvo dijo: "Bendito... bendito... bendito."
Me conmueve profundamente que las últimas palabras de Jesús antes de dejar a sus discípulos, fueron palabras de bendición. Lucas dice: "Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras" (Lucas 24:45). Y luego ". . los bendijo "(versículo 51).Yo puedo entender cómo el Jesús también bendice a los niños o a los nuevos creyentes, o incluso a cristianos en países pobres que necesitan milagros sólo para tener alimentos. Podría ver como Él bendice a creyentes encarcelados en el extranjero y, milagrosamente, les proporciona revelaciones gloriosas de sí mismo.
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