(José M. Vidal/RV).- El Papa visito hoy por la mañana una de las parroquias de la periferia romana. Se le notaba en su salsa: encantado, divertido, satisfecho, contento y siempre sonriente. Como un párroco. Se transforma al contacto con la gente. No escapa, no rehuye el contacto físico. Se acerca, no se cansa de estrechar manos y de dar besos. Y comenzó la misa. Como la de cualquier parroquia que, en este mes de mayo, celebra las primeras comuniones. Y con el Papa metido a párroco de una parroquia de la periferia romana.
Primeras comuniones con niños y niñas vestidos todos iguales: con sus túnicas largas blancas. No hubo novias ni princesas ni marineritos. A todos los niños (unos 50) les saludó, les besó, les dio la comunión y escuchó emocionado (e inclinado en profunda oraciín ante ellos), como le bendecían con el cántico de Francisco.
Y bendecido por ellos, les volvió a decir que el cristiano tiene que bendecir siempre: decir bien de los demás y de Cristo. Mientras, de fondo, sonaba un bello canto con guitarras: "Francesco vai, repara la mia casa".
Un Papa adorable, que se hace querer, que se deja querer. Un Papa catequista, que rezuma a Dios con su mera presencia.
En la Iglesia que yo quiero la jerarquía se hará pequeña y servidora, sierva, humilde, toda ella al servicio de la fraternidad y desaparecerán del horizonte los títulos y los honores mundanos, con los que hoy se rodea. La comunidad y las comunidades cristianas se meterán en el mundo, que el Señor quiere salvar, como un “fermento”, como una fuerza, que llega de lo alto y en la vida pública darán testimonio del Señor Jesús resucitado. Cabeza de la Iglesia gobernada por el Espíritu del Señor.
La actual praxis de vida sacramentalista, rutinaria, sociológica se terminará y habrá autenticas celebraciones de fe y de vida reales, participativas, de hombres y mujeres, en las que el reino de Dios se exprese. Serán verdaderas celebraciones de fe, comprometidas. No se cobrará por el culto, porque todos verán un escándalo cobrar dinero por la celebración de la eucaristía, por la memoria de Cristo Crucificado y resucitado.
A una Iglesia así, transformada vendrán jóvenes y habrá más vocaciones a la vida consagrada.
Una Iglesia así parecerá mucho menos formal pero mucho más efectiva, como testimonio vivo del evangelio, como luz en el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario