Todavía conservo en el corazón el recuerdo del primer
párroco con el que me bauticé e hice mi primera comunión iniciándome en la fe.
Don David. Ahora tengo la ocasión de
encontrarme en mi Camino con D. Rosendo.
D. Rosendo consigue en su tiempo cada domingo con sus
predicaciones cambiar el corazón y la vida de muchas personas, porque es capaz de hacernos sentir el amor
misericordioso del Señor. Urge también en nuestro tiempo un anuncio y un
testimonio similar de la verdad del Amor: «Deus caritas est» (1 Jn 4, 8). Con
la Palabra y con los Sacramentos de
Jesús.
Culto, inteligente, bien preparado y, sobre todo,
buena persona. Transmite bondad y, con su franca sonrisa de mocetón alto
nos cautiva. Siempre tiene una palabra
amable para cada uno de sus feligreses.
De las muchas cosas que trasmite D. Rosendo, la más importante para mí es la
paz. Es un hombre seducido por la mirada del Señor, y lo demuestra en cada
gesto, en cada hecho y en cada palabra.
A todos nos gusta conocer y acercarnos a gente buena y D.
Rosendo lo es.
Ha dedicado toda su existencia a servir a Dios y a sus
feligreses. No lo ha hecho por dinero, por ocupar puestos de honor, sino por
amor generoso, por servir al Reino de Dios.
En la actualidad, como en los tiempos difíciles del Cura
de Ars, es preciso que los sacerdotes, con su vida y obras, se distingan por un
vigoroso testimonio evangélico. Pablo VI ha observado oportunamente: “El hombre
contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que
enseñan, o si escucha a los que enseñan, es porque dan testimonio”
El Reino de Dios avanzará si disponemos de sacerdotes santos
como D. Rosendo, pero santos de verdad, no sólo rezadores. Santos de esos que
defienden al débil, aman a Jesús Eucaristía, quieren a todos y saben
sacrificarse por ellos, y no se contentan con buenas palabras, sino que
evangelizan al cien por cien.
Padre Rosendo, debe de saber que en Canido le queremos y su vida nos interesa. Es por eso que oramos
por usted, clamando al Dios omnipotente que le guarde, que en todos sus asuntos le proteja. Le pido a
Dios que le dé serenidad y le cobije con su luz.
Señor dale a D. Rosendo paz,
muéstrale que no lo has abandonado, que para él hay un propósito especial y
para una misión tú lo has llamado. Derrama en él tu Espíritu divino, rodéalo de
ángeles que en todos sus caminos peleen por él la cruel batalla de esta vida.
Que tu poder sane toda enfermedad, toda herida aún abierta del pasado. Sana su
cuerpo, sana su alma, sana su mente, da a D. Rosendo una inesperada bendición
que le muestre el Dios soberano que tú eres.
Haz que la caridad de nuestros Pastor anime y encienda la
caridad de todos los fieles, en tal manera que todas las vocaciones y todos los
carismas, infundidos por el Espíritu Santo, puedan ser acogidos y valorizados.
Pero
sobre todo, Señor Jesús, concédenos el ardor y la verdad del corazón a fin de
que podamos dirigirnos a tu Padre celestial
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