Si nuestra esperanza en Cristo se limitara sólo a los
límites de esta vida, seriamos los más desgraciados de todos los hombres. La
profesión de fe en la resurrección es la respuesta a las apariciones; sólo
ellas redujeron la ambigüedad del sepulcro vacío y dieron origen a la
exclamación de los apóstoles: resucito verdaderamente. Los evangelios nos
transmiten los siguientes datos: Las apariciones son descritas como presencia
real y carnal de Jesús, come, camina con sus discípulos, se deja tocar, oír y
hablar con ellos. Su presencia es tan real que puede ser confundido con un
viandante, con un jardinero o con un pescador. En Jesucristo recibimos la
respuesta definitiva de Dios de que no fue la muerte si no la vida, la última
palabra que Dios pronuncio sobre el destino humano.
Nosotros experimentamos en el espíritu la resurrección de Jesús porque tanto el como su causa se nos presenta como realidades vivas y victoriosas. No se puede separar absolutamente la experiencia de los primeros discípulos de la nuestra, y, si eso es así, también en la historia será posible una experiencia semejante a la de los primeros discípulos. No podemos esperar que en la historia aparezcan apariciones del resucitado como las que narran los Evangelios, pero cuando reaccionamos con misericordia y amor, cuando tenemos la capacidad de dar la propia vida para dar vida a los otros, eso es vivir… Los cristianos de Corintio, por poner un ejemplo de los orígenes estaban convencidos de que vivían ya la plenitud porque si no fuera así vacía sería su predicación.
Y lo pensaban así porque vivían signos extraordinarios por todas partes: milagros, don de lenguas etc.; que parecían triunfar sobre la realidad de lo cotidiano. Los apóstoles comienzan a predicar sin miedo y con audacia, y parecen contentos aun en medio de las persecuciones alegres de tener sufrido algo por Jesús (hech. 5.41).
Los discípulos que se encontraron con el resucitado viven una nueva vida, con sentido y con gozo. No parecen estar “tristes”, están acosados pero no abandonados (2Cor 4,8) los discípulos notaron un cambio en sus vidas, pero no tan sólo porque en un primer momento pasan del miedo a la valentía, si no porque en el medio de los trabajos y de los esfuerzos que les sobrevinieron actúan con libertad y con gozo.
Los discípulos dan testimonio de que ellos también viven ya de algún modo la plenitud de la resurrección lo que hay de triunfo en la resurrección no quedo tan sólo en Jesús, si no que se desbordo y cambio la calidad de sus vidas. El error consiste en pensar que se vive más en el mundo de la resurrección cuanto menos se vive en el mundo histórico.
José Carlos Enríquez Díaz
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