El cardenal Juan Luis Cipriani confirmó que
el arzobispado posee acciones en la minera Buenaventura. De esta manera y
desde su espacio en radio, respondió a la denuncia hecha por un diario local,
sobre una falta ética al utilizar el medio para opinar contra opositores al
proyecto Conga.
Video:
https://panamericana.pe/24horas/locales/184850-cipriani-confirma-arzobispado-acciones-minera-buenaventura
Lutero, llevado por su polémica anti-papista,
llamó a la Iglesia de Roma la Gran Prostituta. Es evidente que sus
acusaciones, que han de entenderse desde el clima de disputa de su tiempo, no
se pueden tomar al pie de la letra, pero tienen un fondo que debe valorarse.
No es una “putita” de barrio ), es la Gran Señora, la Ciudad Imperial, el emperador y su corte,
el rey y sus ministros…, una economía/ciudad que vive de los pobres…). Desde
ese fondo, el profeta Juan ha concebido el pecado de la humanidad en términos
de prostitución universal.
Laudato si’. Textos básicos:
Ecología. Un tema económico y social,
político y religioso
Contra una cultura del descarte: Estos problemas están
íntimamente ligados a la cultura del descarte, que afecta tanto a los seres
humanos excluidos como a las cosas que rápidamente se convierten en basura(22).
Contra una utilización indiscriminada la la
energía fósiles… La humanidad está llamada a tomar conciencia
de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de
consumo, para combatir este calentamiento o, al menos, las causas humanas que
lo producen o acentúan (23) .
Contra una ecología artificial y elitista: En
algunos lugares, rurales y urbanos, la privatización de los espacios ha hecho
que el acceso de los ciudadanos a zonas de particular belleza se vuelva
difícil. En otros, se crean urbanizaciones « ecológicas» sólo al servicio de
unos pocos, donde se procura evitar que otros entren a molestar una
tranquilidad artificial(45)
En lugar de resolver los problemas de los pobres y de
pensar en un mundo diferente, algunos atinan sólo a proponer una reducción de
la natalidad…para legitimar así el modelo distributivo actual, donde una
minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que sería
imposible generalizar, porque el planeta no podría ni siquiera contener los
residuos de semejante consumo (50)
La culpa de la política Llama la atención la
debilidad de la reacción política internacional. El
sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas se muestra en el
fracaso de las Cumbres mundiales sobre medio ambiente. Hay demasiados intereses
particulares y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el
bien común y a manipular la información para no ver afectados sus proyectos
(54).
El pecado de la economía
Mientras tanto, los poderes económicos continúan justificando el actual sistema
mundial, donde priman una especulación y una búsqueda de la renta financiera
que tienden a ignorar todo contexto y los efectos sobre la dignidad humana y el
medio ambiente. Así se manifiesta que la degradación ambiental y la degradación
humana y ética están íntimamente unidas (56).
El riesgo de unas guerras ecológicas: Es
previsible que, ante el agotamiento de algunos recursos, se vaya creando un
escenario favorable para nuevas guerras, disfrazadas detrás de nobles
reivindicaciones(57).. Al mismo tiempo, crece una ecología superficial o
aparente que consolida un cierto adormecimiento y una alegre irresponsabilidad.
Como suele suceder en épocas de profundas crisis, que requieren decisiones
valientes, tenemos la tentación de pensar que lo que está ocurriendo no es
cierto. (59)
La tierra, una herencia común:
Hoy creyentes y no creyentes estamos de acuerdo en que la
tierra es esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a
todos… La tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el
derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de
propiedad privada (93)
El medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de
toda la humanidad y responsabilidad de todos. Quien se apropia algo es sólo
para administrarlo en bien de todos. Si no lo hacemos, cargamos sobre la
conciencia el peso de negar la existencia de los otros (95).
El hombre actual, un riesgo: El
paradigma tecnocrático también tiende a ejercer su dominio sobre la economía y
la política. La economía asume todo desarrollo tecnológico en función del
rédito, sin prestar atención a eventuales consecuencias negativas para el ser
humano. Las finanzas ahogan a la economía real. No se aprendieron las lecciones
de la crisis financiera mundial y con mucha lentitud se aprenden las lecciones
del deterioro ambiental (109)..
Mundo para el hombre, el riesgo de una
libertad in-humana:
La falta de preocupación por medir el daño a la
naturaleza y el impacto ambiental de las decisiones es sólo el reflejo muy
visible de un desinterés por reconocer el mensaje que la naturaleza lleva
inscrito en sus mismas estructuras. Cuando no se reconoce en la realidad misma
el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacitad
–por poner sólo algunos ejemplos–, difícilmente se escucharán los gritos de la
misma naturaleza (117).
La cultura del relativismo es la misma patología que
empuja a una persona a aprovecharse de otra y a tratarla como mero objeto,
obligándola a trabajos forzados, o convirtiéndola en esclava a causa de una
deuda. Es la misma lógica que lleva a la explotación sexual de los niños, o al
abandono de los ancianos que no sirven para los propios intereses. Es también
la lógica interna de quien dice: Dejemos que las fuerzas invisibles del mercado
regulen la economía, porque sus impactos sobre la sociedad y sobre la naturaleza
son daños inevitables (123).
Una libertad económica sólo declamada, pero donde las condiciones reales
impiden que muchos puedan acceder realmente a ella, y donde se deteriora el
acceso al trabajo, se convierte en un discurso contradictorio que deshonra a la
política (129)
El riesgo de los combustibles fósiles, el
gran pecado político. El hilo se rompe por lo más débil
Sabemos que la tecnología basada en combustibles fósiles
muy contaminantes –sobre todo el carbón, pero aun el petróleo y, en menor
medida, el gas– necesita ser reemplazada progresivamente y sin demora (165).
En lo relacionado con el cambio climático, los avances
son lamentablemente muy escasos. La reducción de gases de efecto invernadero
requiere honestidad, valentía y responsabilidad, sobre todo de los países más
poderosos y más contaminantes (169). La Conferencia de las Naciones Unidas
sobre el desarrollo sostenible denominada Rio+20 (Río de Janeiro 2012) emitió
una extensa e ineficaz Declaración final. Las negociaciones internacionales no
pueden avanzar significativamente por las posiciones de los países que
privilegian sus intereses nacionales sobre el bien común global.
De este modo, se agrega una nueva injusticia envuelta en
el ropaje del cuidado del ambiente. Como siempre, el hilo se corta por lo más
débil (170).
Política y economía en diálogo para la
plenitud humana
La política no debe someterse a la economía y ésta no
debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia.
Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la
economía, en diá- logo, se coloquen decididamente al servicio de la vida,
especialmente de la vida humana. La salvación de los bancos a toda costa,
haciendo pagar el precio a la población, sin la firme decisión de revisar y
reformar el entero sistema, reafirma un dominio absoluto de las finanzas que no
tiene futuro y que sólo podrá generar nuevas crisis después de una larga,
costosa y aparente curación (189).
Dentro del esquema del rédito no hay lugar para pensar en
los ritmos de la naturaleza, en sus tiempos de degradación y de regeneración, y
en la complejidad de los ecosistemas, que pueden ser gravemente alterados por
la intervención humana (190).
Un decrecimiento de los “ricos”:
Es insostenible el comportamiento de aquellos que
consumen y destruyen más 148 y más, mientras otros todavía no pueden vivir de
acuerdo con su dignidad humana. Por eso ha llegado la hora de aceptar cierto
decrecimiento en algunas partes del mundo aportando recursos para que se pueda
crecer sanamente en otras partes (193).
Para que surjan nuevos modelos de progreso, necesitamos « cambiar el modelo de
desarrollo global», 136 lo cual implica reflexionar responsablemente «sobre el
sentido de la economía y su finalidad, para corregir sus disfunciones y
distorsiones»… Un desarrollo tecnológico y económico que no deja un mundo mejor
y una calidad de vida integralmente superior no puede considerarse progreso
(194).
El principio de maximización de la ganancia, que tiende a
aislarse de toda otra consideración, es una distorsión conceptual de la
economía: si aumenta la producción, interesa poco que se produzca a costa de
los recursos futuros o de la salud del ambiente (195).
Otra economía y política es posible y
necesaria:
Es verdad que hoy algunos sectores económicos ejercen más
poder que los mismos Estados. Pero no se puede justificar una economía sin
política, que sería incapaz de propiciar otra lógica que rija los diversos
aspectos de la crisis actual (196).
Necesitamos una política que piense con visión amplia, y
que lleve adelante un replanteo integral, incorporando en un diálogo
interdisciplinario los diversos aspectos de la crisis… Si el Estado no cumple
su rol en una región, algunos grupos económicos pueden aparecer como benefactores
y detentar el poder real, sintiéndose autorizados a no cumplir ciertas normas,
hasta dar lugar a diversas formas de criminalidad organizada, trata de
personas, narcotráfico y violencia muy difíciles de erradicar (197).
La política y la economía tienden a culparse mutuamente
por lo que se refiere a la pobreza y a la degradación del ambiente. Pero lo que
se espera es que reconozcan sus propios errores y encuentren formas de
interacción orientadas al bien común. Mientras unos se desesperan sólo por el
rédito económico y otros se obsesionan sólo por conservar o acrecentar el
poder, lo que tenemos son guerras o acuerdos espurios donde lo que menos
interesa a las dos partes es preservar el ambiente y cuidar a los más débiles
(198).
Un cambio en los estilos de vida podría llegar a ejercer
una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social. Es lo
que ocurre cuando los movimientos de consumidores logran que dejen de
adquirirse ciertos productos y así se vuelven efectivos para modificar el comportamiento
de las empresas, forzándolas a considerar el impacto ambiental y los patrones
de producción (206).