Parece
que José Manuel Vidal opina lo mismo que yo respecto a las viviendas rectorales
vacías. Ayer comentaba la enriquecedora experiencia que he
tenido en donde católicos y evangélicos de la diócesis participamos en ayudas a
refugiados políticos rusos y armenios. Los evangélicos aportaron un piso de
acogida y algunos de los sacerdotes de la diócesis participaron con alimentos.
Hoy todos los que vivieron en esa casa están reintegrados socialmente. He visto
lágrimas gruesas de personas de más de 60 años que llegaron enfermos y sin
saber ni hablar nuestro idioma, pero que hoy en día gracias a un verdadero
ecumenismo están viviendo dignamente. Recuerdo
la grata experiencia de que en esa casa compartíamos oración y meditación de la
Palabra. No solamente se compartía alimento para el cuerpo, sino también para
el Espíritu.
Jesús
llamó a los pobres y los buscó por caminos y veredas para su banquete del
Reino. ¿Seguimos su ejemplo?
Los pobres fueron los preferidos de Jesús, el único grupo específico que se cita como destinatario del Evangelio, aunque, lógicamente, el Evangelio era para todos. ¡Qué difícil era entender para algunos esa preferencia de Dios por los pobres, esa cercanía de Jesús hacia los don nadie, los desclasados, los proscritos, los marginados, los excluidos sociales y hacia los que los religiosos de la época de Jesús llamaban “malditos”
Los pobres fueron los preferidos de Jesús, el único grupo específico que se cita como destinatario del Evangelio, aunque, lógicamente, el Evangelio era para todos. ¡Qué difícil era entender para algunos esa preferencia de Dios por los pobres, esa cercanía de Jesús hacia los don nadie, los desclasados, los proscritos, los marginados, los excluidos sociales y hacia los que los religiosos de la época de Jesús llamaban “malditos”
Todo lo que sigue es de José Manuel Vidal, Director de
Religión Digital publicado el día cuatro de noviembre de 2012.
La gran tragedia de perderlo todo. Hasta el nido, hasta
la propia casa. Los números son dramáticos. Desde 2008 se pueden haber
producido cerca de 400.000 desalojos en España, a un ritmo de 517 desahucios
diarios. La gran tragedia del país en el momento actual, junto al paro. La
jerarquía española, sensible al drama, lo ha denunciado en repetidas ocasiones.
Primero la comisión permanente de la CEE, en una nota que
no tuvo eco público, al quedar tapada por el anexo en que se abordaba la
cuestión nacionalista. Después, varios obispos. Entre ellos y de manera
destacada, el obispo de Bilbao, Mario Iceta, y el de San Sebastián, José
Ignacio Munilla.
¿Puede hacer algo más la Iglesia? Puede y debe
implicarse, pasar a la acción, pasar de predicar a dar trigo. Con hecho
y gestos concretos.
Se me ocurren dos, pero podrían pensarse en otros muchos.
El primer gesto concreto podría consistir en resucitar
de nuevo las oficinas contra el paro, que ya existieron en los años 80 en
casi todos los arciprestazgos. Con ayudas a los parados, bolsas de trabajo,
implicación de las parroquias...Se hizo entonces y salió muy bien. Estamos,
ahora, en peores circunstancias y se puede volver hacer.
El segundo gesto iría dirigido a paliar en la medida de
lo posible la crisis de los desahucios. Se trataría de abrir los edificios
religiosos semivacios o deshabitados para los que pierden sus viviendas.
Hay muchos seminarios casi vacíos. Enormes y casi preparados para recibir
familias. Tienen habitaciones, sencillas, pero dignas, y lugares comunes
adecuados.
También hay muchos noviciados de congregaciones
religiosas (masculinas y femeninas), en las mismas condiciones. Quizás también
en esto, los frailes y las monjas deberían abrir brecha y dar ejemplo.
También hay muchos monasterios de monjes y monjas
de clausura semidesiertos. O con albergues, hospederías y posadas. ¿Por qué no
ofrecer sus habitaciones a las familias desahuciadas?
Y miles de rectorales o casas de sacerdotes (especialmente
en el ámbito rural), deshabitadas. Algunas, con pequeños arreglos, podrían
acoger a los desahuciados. Muchas cuenta con huertas, que podrían ayudar a su
subsistencia.
Y asi otros muchos edificios religiosos. Desde colegios
hasta pisos. Es hora de tomar medidas. Se puede hacer de una forma
rápida y económica.
Sendas iniciativas se pueden poner en marcha
en la próxima Plenaria del episcopado, que se celebra la semana
del 19 de noviembre. Con una breve nota en la que todas las diócesis se
comprometan a poner sus edificios vacíos o semivacíos a disposición de los desahuciados.
En una demostración fehaciente de que nuestros obispos pisan tierra, están
atentos a la realidad social y escuchan el grito de dolor de los que se quedan
sin su vivienda familiar. Porque una familia sin vivienda a duras penas puede
ser familia y conservar su dignidad.
Se puede y se debe hacer por convicción. Lo
exige el amor al hermano en una Iglesia que o es samaritana o deja de ser
Iglesia.
Pero, además y por añadidura, la Iglesia saldría
ganando en reconocimiento y credibilidad social. Demostraría con gestos y
hechos concretos sus profundas entrañas de misericordia. Porque la gente ya no
cree en palabras. Sólo se fía de los hechos. Obras son amores.
José Manuel Vidal
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