Dios no es el Dios de los muertos, sino de los vivos. Los
santos, las personas buenas están vivas.
Aquellas personas que murieron en amistad con
Cristo están en verdad más vivas que lo que lo estamos nosotros aquí en la
tierra.
“Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago
y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró
delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se
volvieron blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que
conversaban con él” (Mt 17, 1-3).
El catecismo a este respecto enseña:
956 La intercesión de los
santos. “Por el hecho de que los del cielo están más íntimamente unidos
con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad…no dejan
de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único
Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en
la tierra… Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad”
(LG 49)
Y si miramos la Biblia encontramos:
Almas siendo conscientes de lo que vivieron en la
tierra clamando a Dios justicia (Ap 6, 9-11)
Una muchedumbre de pie
delante del trono alabando a Dios (Ap 7, 9)
Los ancianos y seres
vivientes delante del Cordero presentando las necesidades de los santos en sus
copas (Ap 5, 8)
Porque él no es un Dios de muertos, sino de
vivientes; todos, en efecto, viven para él".(Lc 20, 38)
Jesucristo fue claro: TODOS viven para Dios, y en esa
cita incluye a vivos y muertos. Cuando estamos en vida, podemos interceder por
nuestros hermanos como en diferentes circunstancias pidió San Pablo, pero el
mismo Apóstol nos da una luz sobre nuestra situación al morir:
Por eso, nos sentimos plenamente seguros, sabiendo
que habitar en este cuerpo es vivir en el exilio, lejos del Señor; porque
nosotros caminamos en la fe y todavía no vemos claramente.
Sí, nos sentimos plenamente seguros, y por eso,
preferimos dejar este cuerpo para estar junto al Señor (2 Cor 5, 6-8)
Leemos en el Catecismo:
789 La comparación de la Iglesia con el
cuerpo arroja un rayo de luz sobre la relación íntima entre la Iglesia y
Cristo. No está solamente reunida en torno a Él: siempre está
unificada en Él, en su Cuerpo. Tres aspectos de la Iglesia "cuerpo de
Cristo" se han de resaltar más específicamente: la unidad de todos los
miembros entre sí por su unión con Cristo; Cristo Cabeza del cuerpo; la
Iglesia, Esposa de Cristo.
El encuentro semanal del Papa el
13 de octubre del 2013 con los miles de fieles y peregrinos en la Plaza de San
Pedro, estuvo marcado por la catequesis de Francisco dedicada a la “comunión de
los santos”: una gran familia, nos recordó el papa Francisco, donde todos los
miembros se ayudan y se sostienen entre sí. El Obispo de Roma insistió asimismo
en que la “comunión de los santos”, gracias a la Resurrección de Cristo,
establece un vínculo profundo e indisoluble entre los que peregrinan en la
tierra
“La memoria de los difuntos es
muy sentida, pero deberíamos preguntarnos: ¿la vivimos de forma cristiana o
pagana? ¿Se basa sobre la fe en un Cristo muerto y resucitado? ¿O en una mezcla
de creencia y de miedo que poco tiene que ver con el Evangelio? ”
La comunión espiritual que nace
del bautismo no se destruye con la muerte, sino que, gracias a la Resurrección
de Cristo, está destinada a encontrar la plenitud en la vida eterna. Hay un
vínculo profundo e indisoluble entre los que todavía son peregrinos en este
mundo y los que han cruzado el umbral de la muerte para entrar en la eternidad.
“Mas a todos
los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser
hechos hijos de Dios.” (Juan 1:12). “Todos los que son guiados por el Espíritu
de Dios, son hijos de Dios…” (Romanos 8:14).
De igual manera, Pablo nos dice
que como hijos e hijas de Dios, nos es dado el mismo Espíritu que estaba en
Cristo. “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús está en
vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también
vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que está en vosotros.” (Romanos
8:11).
Ciertamente, el Espíritu comparte
el dolor de Dios por la incredulidad y falta de oración de su pueblo. Considera
solo unas cuantas maneras poderosas en que el Espíritu Santo juega un papel en
nuestras oraciones:
- Es durante la oración que el Espíritu Santo manifiesta la presencia de Cristo en nosotros.
- Es durante la oración que el Espíritu sella las promesas de Dios en nuestros corazones.
- Es durante la oración que el Consolador pronuncia esperanza a nosotros.
- Es durante la oración que el Espíritu suelta ríos de consuelo, paz y descanso en nuestra almas.
Estos días, mi oración es esta: Espíritu Santo, mantenme en comunión cercana con Jesús. No me permitas
descuidar mi tiempo a solas con Aquel que ama mi alma. Mantenme sobre mis
rodillas. Entonces conoceré tu consuelo.