lunes, 5 de febrero de 2018

Carta abierta a Manuel Couce Pereiro


 
Después de leer el artículo de Manuel Couce Pereiro en la Voz de Galicia de hoy me hizo recordar las palabras de Jesús de Nazaret: “Todo país dividido en bandos enemigos, se destruye a sí mismo; y una ciudad o una familia dividida en bandos, no puede mantenerse.”
En Santiago 1: 2 a 8, encontramos que el hombre de doble ánimo “ es indeciso e inconstante en TODO lo que hace... Cuando hay división en el corazón, cuando no hay un rumbo definido en la vida… entonces, todo se tambalea, las decisiones, la visión, los propósitos, la fe,  el compromiso…y no solo  afecta a uno mismo, afecta a todos los que le rodean.
El éxito en cualquier organización solo se puede alcanzar cuando los miembros individuales del equipo aprenden a trabajar juntos para alcanzar metas comunes.
El trabajo en equipo tiene que ser la meta primordial para poder multiplicar. La acción de cualquiera de nosotros no es tan poderosa como la acción de todos nosotros. Ninguno de nosotros vale más que la suma de todos nosotros. En el trabajo en equipo tu triunfo es mi triunfo, tu éxito es mi éxito, tu victoria es mi victoria y tu derrota es mi derrota.
El mejor ejemplo de trabajo en equipo es el cuerpo; tiene diferentes partes con diferentes funciones: la vista tiene una función, los dedos tienen una función, las manos, las piernas, la cabeza tienen una función. El cuerpo a donde sea que este se dirija sus partes van juntas y en armonía. No basta con estar juntos, tiene que haber armonía.
 En el trabajo en equipo dividamos las precocupaciones para multiplicar las realizaciones.
Los grandes miembros de un equipo ponen la necesidad de otros antes que sus propias necesidades. Ellos tienen una actitud de pensar en los demás. Ellos no están ahí para ver cómo el equipo los beneficiará, sino que están ahí para ser una ventaja para la gente que los rodea. La mentalidad no es lo que ellos pueden recibir como resultado de su relación con el equipo, sino lo que pueden aportar al equipo.
Recordemos que nuestro fundador Pablo Iglesias, fue el devoto socialista que acudía a los congresos internacionales con ilimitado interés y el dirigente al que los obreros escuchaban atentamente porque les hablaba desde la experiencia, con emoción pero también con tranquilidad, sencillez y respeto. Ortega y Gasset afirmó que era un hombre “traspasado íntegramente por una idea”; era “todo socialismo”.  Siendo, como fue, un autodidacta que se pagó sus clases nocturnas tras largas jornadas de trabajo como aprendiz de tipógrafo, Iglesias dejó tras de sí una obra humana y política de imposible emulación.
El fundador del PSOE también conmovió a Ortega y Gasset. En un artículo publicado el 13 de mayo de 1910 en "El Imparcial", el filósofo catalogaba a Iglesias de "santo", aunque "ejercitado" en una "nueva santidad, la santidad enérgica, activa, constructora, política, a que ha cedido el paso la antigua santidad quietista, contemplativa". "Parece un hombre -añadía Ortega y Gasset- traspasado íntegramente por una idea. Pablo Iglesias es todo socialismo
A día de hoy la figura de Pablo Iglesias debería seguir representando el coraje frente a las formas de desigualdad.
Pero parece que hoy en día adorarse a sí mismo es tarea placentera. Y, a esto se ven, más tentados los llamados hombres públicos que, como pasan la vida subidos a plataformas, pulpitos y pedestales tienen fácil tendencia a olvidar su estatura, pero esta clase de personas son las que se odian a sí mismos y no se perdonan por no haber realizado todos sus sueños, son personas decepcionadas de sí mismas y convierten su decepción en amargura y mal café.
José Carlos Enríquez Díaz