La primera homilía de Manuel Sánchez Monge en Santander ha tenido un alto contenido social e inspirada en el estilo de Francisco. Humildad, saber y escuchar, no tener miedo y dar prioridad a los jóvenes ha sido el nudo de su primer parlamento a los cántabros en la misa que se ha celebrado en la Capital de Santander en presencia de 2.500 fieles.
Con la "Iglesia, servidora de los pobres", D. Manuel se pone manos a la tarea para impregnarse de ese "olor a oveja" evocado por el Papa Francisco cuando exhorta a la Iglesia a defender la dignidad y los derechos de todas las víctimas de la "cultura del descarte".
Algunos de los puntos de su homilia parecen especialmente iluminadores para los ejes de la acción y misión de su misión pastoral animando al pueblo de Dios en Santander. Señalaremos algunos de ellos.
"Es tiempo de caminar", como dijo Santa Teresa cuando le llegó la hora de la muerte. "Caminar con Cristo de la mano de Teresa es abandonarse en brazos de un Dios misericordioso sin tasa ni medida. Es aprender a darse del todo a todos".
Apeló a la humildad, a la recomendación de Francisco ‘de oler a oveja’ y animó a los sacerdotes "a caminar delante del rebaño, libres de pesos, tanto para quienes han abrazado la fe como para quienes aún no pertenecen a este rebaño. Ser pastores quiere decir también disponerse a trabajar en medio y detrás del rebaño". Nuevamente monseñor Sánchez Monge recordó a los que peor lo pasan: "Tenemos que ser capaces de escuchar el silencioso relato de quien sufre y sostener el paso de quien teme ya no poder más, estar atentos a volver a levantar, alentar e infundir esperanza".
El nuevo obispo ha alentado a no tener "miedo" e ir "al encuentro de los alejados, los pescadores".
"No podemos bloquearnos por los prejuicios, las costumbres, rigideces mentales o pastorales, por el famoso siempre se ha hecho así", ha subrayado.
Tiene razón D. Manuel:
Durante la existencia histórica del Maestro de Nazaret, se planteó un conflicto entre el Dios de la religión y el Dios que Jesús anunciaba. Como suele ocurrir, el poder salió aparentemente victorioso y el Dios de la religión terminó asesinando al Jesús de Dios.
O dicho de otro modo: el catecismo presenta a un Dios “previsible”, acorde con las categorías de nuestra mente proyectiva; por el contrario, tal como escribiera Dietrich Bonhoeffer, “el Dios que se revela en Jesús pone del revés todo lo que el hombre religioso espera de Dios”.
Cristo no fue un sabio que vino a enseñar una doctrina. El es Dios que se encarnó para efectuar la transformación mística de la HUMANIDAD.
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Más que una religión en el sentido espiritualista (intimista), más que una organización social (estado bien estructurado), Jesús predicó e inició el Reino de Dios, es decir, un movimiento liberador iniciado en el seno de la justicia de Dios especialmente dirigido a los más pobres de su tiempo (marginados, hambrientos) pero también a todos los demás, pues todos soportamos algún tipo de opresión, de miedo, de incertidumbre ante nuestro presente y ante nuestro futuro.
No fundó una escuela de sabios intérpretes de la voluntad de Dios, ni un grupo de orantes separados del mundo, sino que conoció las opresiones y compartió los sufrimientos de los últimos del mundo para neutralizar los efectos deshumanizadores de la pobreza, muriendo incluso en el centro de la conflictividad social y humana de su tiempo. Por eso la Iglesia (los cristianos) hemos de ser capaces de encarnarnos como Él en el centro de la conflictividad humana para, como Él, neutralizarla en bien de todo ser humano.
Más que una religión en el sentido espiritualista (intimista), más que una organización social (estado bien estructurado), Jesús predicó e inició el Reino de Dios, es decir, un movimiento liberador iniciado en el seno de la justicia de Dios especialmente dirigido a los más pobres de su tiempo (marginados, hambrientos) pero también a todos los demás, pues todos soportamos algún tipo de opresión, de miedo, de incertidumbre ante nuestro presente y ante nuestro futuro.
No fundó una escuela de sabios intérpretes de la voluntad de Dios, ni un grupo de orantes separados del mundo, sino que conoció las opresiones y compartió los sufrimientos de los últimos del mundo para neutralizar los efectos deshumanizadores de la pobreza, muriendo incluso en el centro de la conflictividad social y humana de su tiempo. Por eso la Iglesia (los cristianos) hemos de ser capaces de encarnarnos como Él en el centro de la conflictividad humana para, como Él, neutralizarla en bien de todo ser humano.
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