Por David Wilkerson
17 de diciembre de 2007
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Cada cristiano declara que confía en el Señor. Pero en realidad, muchos de los hijos de Dios no están listos para enfrentar la tormenta negra que viene sobre el mundo. A menos que echemos mano de una confianza especial e inquebrantable en nuestro Señor, no estaremos listos para los tiempos duros, ahora o en el futuro.
Cuando toda la furia de la tormenta irrumpa e incertidumbre caiga sobre la humanidad como nube, multitudes de cristianos no podrán soportarla. Abrumados con temor, ellos perderán su canción de victoria. ¿Quiénes son estos creyentes que no estarán preparados para soportar la tormenta? Son aquellos que no han cultivado una vida de oración con el Señor y no están cimentados en su Palabra.
Por años pastores piadosos han urgido a cristianos que aparten un tiempo cada día para encontrarse con Dios en oración. Gracias al Señor muchos han aprendido a derramar su corazón ante Jesús. Y están siendo recompensados con una fe y confianza santa. Ciertamente, su fe crece diariamente por su dependencia en su Palabra.
Veras, la comunión da a luz confianza. Al derramar ante el Señor todas nuestras preocupaciones, nos vamos con su reposo y seguridad: “… ¡esperad en él en todo tiempo! ¡Derramad delante de él vuestro corazón! …” (Salmo 62:8). Según este Salmo, “esperad o confiar” y “derramar” es inseparable. Si hemos de confiar en Dios en todo tiempo, incluyendo los tiempos oscuros, entonces debemos estar derramando nuestro corazón ante el sin cesar.
Mientras los días son más temerosos, se levantara un pueblo de Dios quienes serán cada vez más audaces. Estos son creyentes quienes claman diariamente al nombre del Señor, “Así que podemos decir confiadamente: ‘El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre.’” (Heb. 13:6). Revelación de la Palabra de Dios los apoyara en los tiempos más duros.
David aprendió a clamar al Señor en cada crisis de su vida. Vez tras vez, este piadoso hombre corría a su lugar secreto, vaciando todos sus temores ante el Señor: En mi angustia invoqué a Jehová, a mi Dios clamé y escuchó mi voz desde su templo. Me libró…” (2 Sam. 22:7, 18).
Mas adelante, cuando la tormenta mas grande de la vida de David vino sobre el, el estuvo listo. Ya el tenia una canción en su corazón que podía cantar a través de la oscuridad e incertidumbre:
“Jehová es mi roca, mi fortaleza y mi libertador; Mi Dios, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo y el fuerte de mi salvación, mi alto refugio, mi salvador. De violencia me libraste. Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado, y seré salvo de mis enemigos.” (2 Sam. 22:2-4).
David vio la tormenta llegar en su propio día. Fue una tormenta de violencia, con inundaciones de hombres impíos, “Me rodearon los lazos del Seól. Tendieron sobre mí lazos de muerte.” (22:6). Sin embargo, ningunas de estas cosas molestaron a David. Su confianza en Dios fue puesta y anclada a causa de comunión diaria con el. Y David deleitaba su alma en la Palabra de Dios.
Igualmente hoy, muchos creyentes se encierran con el Señor, y su creciente intimidad esta dando a luz gran confianza. Sin embargo, querido santo, si no estas fielmente en comunión con Dios en oración, te abres a “doble temor” y “doble terror” cuando las cosas se pongan malas.
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Estos tiempos llaman por más que una confianza general en Dios:
requieren confianza especial para tiempos especiales.
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