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miércoles, 28 de diciembre de 2016

La mala educación


 
 
En 2008, afirmaba Benedicto XVI: “Debemos, preocuparnos por la formación de las futuras generaciones, por su capacidad de orientarse en la vida y de discernir el bien del mal, por su salud no sólo física sino también moral… Ahora bien, educar hoy parece ser cada vez más difícil. Se habla, por este motivo, de una gran «emergencia educativa», confirmada por los fracasos que encuentran con demasiada frecuencia nuestros esfuerzos por formar persona sólidas, capaces de colaborar con los demás, y de dar un sentido a la propia vida.”
Generamos ciudadanos que piensan que toda autoridad, incluida la de los padres y los maestros, es una represión intolerable, incompatible con el desarrollo de la personalidad.
Las familias delegan en la escuela la educación moral y ética de sus hijos y en la escuela los maestros se ven incapaces de transmitir valores en un marco de permanente desautorización de su trabajo, entre otros por los propios padres de familia.
A muchos padres les cuesta abandonar la adolescencia y viven una segunda juventud viendo disfrutar a sus hijos.
Muchos padres se sientan con sus hijos a ver programas de televisión para los que no tienen edad. A muchos progenitores les cuesta mucho abandonar la adolescencia.
Es muy duro negarles cosas a nuestros hijos, porque les queremos y nos tienen ganados desde que son pequeños, pero decirles no es necesario para su desarrollo como personas.
Carecer de límites o no ser capaz de demorar un deseo es un camino que puede llevarlos a las drogas.
Nuestros hijos necesitan padres que los eduquen; los amigos, los colegas se buscan fuera, en la calle. Educar significa establecer normas. De otra forma tropezarán con algo que les sirva de barrera, esto podría ser la policía o la justicia, sería demasiado tarde después de cometer un delito.
Los problemas de la adolescencia suelen ser fruto de errores como el de que un niño tenga la televisión en su habitación.
Los niños vándalos suelen tener padres que no saben decir no.
Estoy empezando a pensar que hay un sector de educadores postmodernos que se han convertido en el aliado más fiel de la barbarie, que lo que hacen es ocultar la realidad y sustituirla por una ideología acaramelada y buenista.
Los niños deben de aprender a ser responsables de sus actos. Los padres deben de proporcionarles un entorno de protección y afecto.
Hay muchísimos niños de corta edad que maltratan de palabra a sus padres.
Que un hijo le diga a su padre “cállate” la boca  sería un maltrato de palabra. Éste es el caldo de cultivo para tener un hijo vándalo.
El acceso al mundo laboral también es otro problema para la juventud de hoy.
Al no encontrar trabajo los jóvenes  no se van de casa no hay una maduración armónica, todo llega sin esfuerzo, de forma rápida, sobre todo de caprichos consumistas.
Muchos jóvenes que están en este círculo no son vándalos, pero ejercen una agresividad contra el entorno, porque molestan al vecindario cuando se concentran en el botellón a beber.
La educación es uno de los asuntos más decisivos de nuestra sociedad. Tanto en los escenarios formales -los sistemas educativos, los currículos, la formación del profesorado, la política educativa, etc.- como en los no formales -la familia sobre todo, pero también los medios de comunicación, las redes sociales, el ambiente de la calle, las modas, etc.- se aprecia que la educación está afectada por la crisis que aqueja a nuestra sociedad y a nuestra cultura.
Suele decir Abilio de Gregorio que cuando un educador se pone ante sus discípulos, tan sólo con su actitud ya les está diciendo: “el mundo es así”. Por ello, ante todo, hacen falta educadores, maestros de vida. Si hay verdaderos maestros que amen su labor, y transmitan lo que se esfuerzan lealmente por vivir, a pesar de las insidias de todo tipo y de un entorno moralmente demoledor, habrá esperanza para nuestros jóvenes.
Es mucho más sensato enseñar a nuestros hijos a superar las frustraciones inevitables que hacerles creer en la posibilidad de un mundo sin frustraciones.
 

sábado, 22 de diciembre de 2012

Los padres deben saber decir no a los hijos


          

  A muchos padres les cuesta abandonar la adolescencia y viven una segunda juventud viendo disfrutar a sus hijos.
            Muchos padres se sientan con sus hijos a ver programas de televisión para los que no tienen edad. A muchos progenitores les cuesta mucho abandonar la adolescencia.
           
Es muy duro negarles cosas a nuestros hijos, porque les queremos y nos tienen ganados desde que son pequeños, pero decirles no es necesario para su desarrollo como personas.
           

Carecer de límites o no ser capaz de demorar un deseo es un camino que puede llevarlos a las drogas.
           
 Nuestros hijos necesitan padres que los eduquen; los amigos, los colegas se buscan fuera, en la calle. Educar significa establecer normas. De otra forma tropezarán con algo que les sirva de barrera, esto podría ser la policía o la justicia, sería demasiado tarde después de cometer un delito.
           
Los problemas de la adolescencia suelen ser fruto de errores como el de que un niño tenga la televisión en su habitación.
           
Los niños vándalos suelen tener padres que no saben decir no.
           
Los niños deben de aprender a ser responsables de sus actos. Los padres deben de proporcionarles un entorno de protección y afecto.

            Hay muchísimos niños de corta edad que maltratan de palabra a sus padres.
           
Que un hijo le diga a su padre “cállate” la boca  sería un maltrato de palabra. Éste es el caldo de cultivo para tener un hijo vándalo.
           
 El acceso al mundo laboral también es otro problema para la juventud de hoy.
            Al no encontrar trabajo los jóvenes  no se van de casa no hay una maduración armónica, todo llega sin esfuerzo, de forma rápida, sobre todo de caprichos consumistas.
           
Muchos jóvenes que están en este círculo no son vándalos, pero ejercen una agresividad contra el entorno, porque molestan al vecindario cuando se concentran en el botellón a beber.

domingo, 22 de abril de 2012

«LA ATRACCIÓN HOMOSEXUAL SE PUEDE CAMBIAR»Richard Cohen Ex homosexual y psicoterapeuta

No habla de especulaciones ni de oídas. Richard Cohen, psicoterapeuta dedicado a ayudar a personas que experimentan atracción sexual por otros de su mismo sexo, vivió en carne propia el problema de la homosexualidad durante decenios. La homosexualidad no tiene principalmente una base genética o biológica, sino que es un trastorno psicológico de la identidad sexual ...

Se llama Richard Cohen y durante 30 años fue homosexual activo. Recuerda que de niño su padre se mostraba violento y gritaba a todas horas mientras que su madre se agarraba a él. «Yo me sentía muy distante respecto a él y demasiado próximo a ella». Con 17 años tuvo su primera experiencia sexual: «Conocí a un hombre que me invitó a su casa. Nunca anteriormente había hecho algo semejante. Cuando llegamos a su apartamento comenzó la seducción. Estaba nerviosísimo, pues todo aquello era nuevo para mí. No sabía que dos hombres pudieran hacer lo que él me hizo aquel día. Mi cuerpo y mi alma se sintieron rasgados en dos. Después, deje su piso y comencé a llorar. Me sentía ultrajado y decepcionado. Buscaba cercanía, un lugar seguro para abrazar y ser abrazado. Lo que experimenté me pareció como una violación». Cohen había entrado de lleno en el mundo gay. Así estuvo durante años aunque un rintintín de su interior le decía que no era feliz, que podía cambiar de vida. Intentó varias veces abandonar la practica de la homosexualidad, pero sin mucho éxito. Cada fracaso era un nuevo tormento. Hasta que por fin inició un largo camino en el que descubrió que nadie nace con una orientación homosexual. Tras mucho estudiar comprobó que «no existen datos científicos que indiquen una base genética para las atracciones hacia las personas del propio sexo». «No hay nada gay (alegre) -señala Cohen- en el estilo de vida homosexual. Está lleno de tristezas y, muy a menudo, consiste en una búsqueda interminable de amor a través de relaciones de coependencia».

Richard Cohen comenzó a buscar la raíz de sus deseos homosexuales y descubrió heridas emocionales en su interior que no habían sanado. En traumas infantiles y, sobre todo en su caso, en la búsqueda del amor paterno no correspondido. Desde entonces ha ayudado como psicoterapeuta a miles de personas a sanar las emociones dañadas a través de la «Fundación Internacional para la curación». Acaba de publicar en España «Comprender y sanar la homosexualidad», un libro para el debate, pero no al estilo de Crónicas Marcianas de tú eres un cerdo y tú una marrana... sino procurando orillar prejuicios o intolerancias, para reflexionar serenamente con cordura e inteligencia sobre algo muy importante para miles de personas.

domingo, 30 de octubre de 2011

Custodia compartida



Fuente: La Gaceta - Intereconomía



Empecemos por la carta que nos envía Justo Sáenz Íñiguez, presidente de las Asociaciones de Madres y Padres divorciados: “Los partidos políticos deben cumplir su palabra. Primero debe haber un programa que recoja las propuestas ciudadanas y este debe ser un contrato entre los partidos y la ciudadanía que recoja penalizaciones en caso de incumplimientos. El Partido Popular presentó y sacó adelante en el Senado, en varios Parlamentos Autonómicos, en numerosas Diputaciones y Ayuntamientos sendas mociones instando al Gobierno Central a modificar la ley del divorcio contemplando la custodia compartida como modelo preferente.


Tanto el Sr. Trillo como el propio Sr. Rajoy se han comprometido a incluir en su programa y hacer efectiva, si llegan al poder, una modificación de la ley del divorcio contemplando la custodia compartida como modelo preferente. Ayer nos llegaba el rumor, no desmentido, de que el PP rompía la palabra dada y no incluía en su programa lo prometido. España necesita un partido serio, coherente y que cumpla su palabra. De que nos tomen el pelo estamos hartos, Sr.Rajoy sea serio y cumpla la palabra dada por su partido”. A Mariano Rajoy le espera una ingente labor si gana las elecciones del 20 de noviembre, y la que plantea Justo Sáenz no es para olvidarla en el cajón.

martes, 25 de octubre de 2011

El juez Serrano



Domingo, 23 de Octubre, 2011
El juez Serrano, o mejor el magistrado Serrano, había sido hasta ahora un buen profesional que administraba justicia como la inmensa mayoría de sus compañeros, o sea, sin dar motivo alguno para salir en los medios de comunicación. Tenía, y suponemos que seguirá teniendo, un buen nombre entre la curia sevillana, aunque quizá no tanto entre los justiciables a los que no dio la razón o, peor aún, procesó o condenó. Eran los gajes del oficio dentro de la más absoluta normalidad. Hasta que se atrevió a decir lo que muchos pensamos sobre la forma en que se está combatiendo la violencia de género, con una muy discutible discriminación negativa del hombre, alentando una presunción de culpabilidad del varón por eso de que una mujer maltratada no miente nunca –petición de principio ente la falsedad y la estupidez- y aplicando un protocolo muy escorado hacia la inmediata detención del denunciado. El miedo guarda la viña.
Al juez Serrano se la tenía jurada el feminismo radical pues recopilaba datos sobre esas escandalosas e innecesarias detenciones por hechos de escasa gravedad cuando no había el menor peligro de fuga o destrucción de pruebas. Algunas detenciones podrían tipificarse como delito de prevaricación –esta consideración es mía- porque tal medida cautelar no debe utilizarse para descalificar públicamente a quien, una vez esposado, ya será siempre un maltratador. La preocupación por la dignidad de las personas, incluidos los varones, y por la presunción de inocencia está presente en el artículo 520 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal cuando ordena que la detención y prisión se practiquen “en la forma que menos perjudique al detenido o preso”.
El juez Serrano llegaba en su osadía hasta preocuparse también por las agresiones de mujeres a sus parejas (con o sin resultado de muerte), por los altercados mutuos, por las denuncias falsas y por otros hechos no muy gratos al pensamiento políticamente correcto sobre la violencia en la pareja. Y pronunciaba conferencias. No sé si, además, se atrevió a pedir –como yo he hecho en más de una ocasión- un estudio serio acerca de las causas de tantos asesinatos acompañados del suicidio del varón o de su inmediata entrega a la policía. No faltan observatorios con medios suficientes para abordar la tarea, y es obvio que el problema no se resuelve con unas órdenes de alejamiento que de poco sirven cuando el femicida se aviene a pagar con su propia vida. El juez Serrano nunca puso en duda la necesidad de luchar contra la violencia de sexo (lo de género no es gramaticalmente muy correcto), pero sabía que el fin no justifica los medios, ni siquiera para combatir el terrorismo de ETA.
Según dos de los tres magistrados que le condenaron en la Audiencia Provincial de Sevilla por prevaricación, su delito consistió en haber accedido a prolongar veinticuatro horas la estancia de un niño con su padre para que pudiera asistir con él a una procesión de Semana Santa. Algo lo suficientemente grave, al parecer, como para inhabilitar al juez durante dos años, bastante menos –hay que reconocerlo- de los veinte que pedía la acusación particular. El fiscal solicitó la absolución y parece que recurrirá ante el Tribunal Supremo. La condena contó con dos votos a favor y uno en contra. Sin la acusación particular de la madre del niño no habría habido condena.
Confío en que el Tribunal Supremo revoque la sentencia y absuelva al Juez Serrano con todos los pronunciamientos favorables, como suele decirse, pero quisiera terminar con algunas preguntas. ¿No habría puesto el acusado, equivocándose o no, el interés del niño por encima del de sus progenitores? ¿No podría haberse compensado a la madre dándole unas horas de más en el próximo turno? ¿Alguien cree que habría habido condena si en lugar del padre hubiera sido la madre quien hubiese solicitado y obtenido esas veinticuatro horas de más para que el niño pudiera asistir a una procesión en Sevilla? Pero hay otras interrogantes mucho más graves. ¿Qué pensará el hijo, ahora y en el futuro, de todo esto? ¿A quién pasará factura? ¿A su padre, a su madre o al juez Serrano?.
http://www.republica.com/2011/10/20/el-juez-serrano_400193/?mid=50

lunes, 28 de marzo de 2011

Sobre los hijos


Leopoldo Abadía (Zaragoza1933) es un profesor y escritor español conocido por su análisis de la crisis económica actual Leopoldo Abadía (autor de "La crisis Ninja ") dice en su artículo: Me escribe un amigo diciendo que está muy preocupado por el futuro de sus nietos. Que no sabe qué hacer: si dejarles herencia para que estudien o gastarse el dinero con su mujer y que "Dios les coja confesados". Lo de que Dios les coja confesados es un buen deseo, pero me parece que no tiene que ver con su preocupación. En muchas de mis conferencias, se levantaba una señora (esto es pregunta de señoras) y decía esa frase que me a mí me hace tanta gracia: "qué mundo les vamos a dejar a nuestros hijos?" Ahora, como me ven mayor y ven que mis hijos ya están crecidos y que se manejan bien por el mundo, me suelen decir "qué mundo les vamos a dejar a nuestros nietos?" Yo suelo tener una contestación, de la que cada vez estoy más convencido: "y a mí, qué me importa?!" Quizá suena un poco mal , pero es que, realmente, me importa muy poco.


Yo era hijo único. Ahora, cuando me reúno con los otros 64 miembros de mi familia directa, pienso lo que dirían mis padres, si me vieran, porque de 1 a 65 hay mucha gente. Por lo menos 64. Mis padres fueron un modelo para mí. Se preocuparon mucho por mis cosas, me animaron a estudiar fuera de casa (cosa fundamental, de la que hablaré otro día, que te ayuda a quitarte la boina y a descubrir que hay otros mundos fuera de tu pueblo, de tu calle y de tu piso)se volcaron para que fuera feliz. Y me exigieron mucho. Pero qué mundo me dejaron? Pues mirad, me dejaron:

1. La guerra civil española

2. La segunda guerra mundial

3. Las dos bombas atómicas

4. Corea

5. Vietnam

6. Los Balcanes

7. Afganistán

8. Irak

9. Internet

10. La globalización

Y no sigo, porque ésta es la lista que me ha salido de un tirón, sin pensar. Si pienso un poco, escribo un libro. Vosotros creéis que mis padres pensaban en el mundo que me iban a dejar? Si no se lo podían imaginar! Lo que sí hicieron fue algo que nunca les agradeceré bastante: intentar darme una muy buena formación. Si no la adquirí, fue culpa mía. Eso es lo que yo quiero dejar a mis hijos, porque si me pongo a pensar en lo que va a pasar en el futuro, me entrará la depre y además, no servirá para nada, porque no les ayudaré en lo más mínimo. A mí me gustaría que mis hijos y los hijos de ese señor que me ha escrito y los tuyos y los de los demás fuesen gente responsable,sana, de mirada limpia honrados,no murmuradores,sinceros, leales. Lo que por ahí se llama "buena gente". Porque si son buena gente harán un mundo bueno. Por tanto, menos preocuparse por los hijos y más darles una buena formación: que sepan distinguir el bien del mal que no digan que todo vale que piensen en los demás que sean generosos. . . . En estos puntos suspensivos podéis poner todas las cosas buenas que se os ocurran.


Al acabar una conferencia, la semana pasada, se me acercó una señora joven con dos hijos pequeños. Como también aquel día me habían preguntado lo del mundo que les vamos a dejar a nuestros hijos, ella me dijo que le preocupaba mucho qué hijos íbamos a dejar a este mundo. A la señora joven le sobraba sabiduría y me hizo pensar. Y volví a darme cuenta de la importancia de los padres. Porque es fácil eso de pensar en el mundo en el futuro, en lo mal que está todo, pero mientras los padres no se den cuenta que los hijos son cosa suya y, que si salen bien, la responsabilidad es un 97% suya y si salen mal también, no arreglaremos las cosas. Y el Gobierno y las Autonomías se agotarán haciendo Planes de Educación, quitando la asignatura de Filosofía y volviéndola a poner, añadiendo la asignatura de Historia de mi pueblo (por aquello de pensar en grande) o quitándola, diciendo que hay que saber inglés y todas estas cosas. Pero lo fundamental es lo otro: los padres. Ya sé que todos tienen mucho trabajo, que las cosas ya no son como antes, que el padre y la madre llegan cansados a casa, que mientras llegan los hijos ven la tele-basura, que lo de la libertad es lo que se lleva, que la autoridad de los padres es cosa del siglo pasado. Lo sé todo. TODO. Pero no vaya a ser que, como lo sabemos todo, no hagamos NADA. Leopoldo Abadía

P. D .

1. No he hablado de los nietos porque para eso tienen a sus padres.

2. Yo, con mis nietos, a merendar y a decir tonterías y a reírnos y a contarles las notas que sacaba su padre cuando era pequeño.

3. Y así, además de divertirme, quizá también ayudo a formarles.