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domingo, 23 de junio de 2019

Una Iglesia que se muere


 
 
En 1833, Antonio Rosmini terminó de escribir su polémica obra “Las cinco llagas de la Iglesia”, cuyo título se inspira en el discurso con el que el papa Inocencio IV inauguró el I concilio de Lyon en 1245, en el cual comparaba con Cristo crucificado a la iglesia, la cual, como Él, también mostraba cinco llagas.
Las cinco llagas que Rosmini ve en la Iglesia son: la división entre el clero y el pueblo; la insuficiente formación del clero; la desunión entre los obispos; el nombramiento de éstos, abandonado al poder laico; y la servidumbre de los bienes eclesiásticos.
En efecto, desde el siglo VI, los cristianos, que habían sido hasta pocos años antes ferozmente perseguidos y que se habían constituido en paladines de la libertad de conciencia, aprendieron muy pronto a utilizar las armas de la represión contra sus adversarios y perseguidores de otras épocas.
En sus orígenes bíblicos y patrísticos, es toda la Iglesia la que celebra la eucaristía, y es la eucaristía la que hace y constituye la iglesia, pero a partir del segundo milenio, la eucaristía es celebrada por el clero, y éste es el que constituye la iglesia: la iglesia es ante todo la Jerarquía, creándose así la gran división eclesial entre el clero y los fieles. Los laicos pasan a ser sujetos meramente pasivos en la Iglesia, en el culto y en toda la vida eclesial.
La iglesia no puede limitarse a anunciar la Palabra, suscitar adhesión a la fe y convertirse en una iglesia de rebaños, de masas, o de gente no convertida, sino que debe buscar la transformación de la persona y de la historia por la fuerza del Espíritu.
La moral cristiana no puede reducirse al cumplimiento legal de unos preceptos morales o de unos cánones, sino que se orienta a una vida nueva en el Espíritu, capaz de recrear en cada momento el Evangelio.
Los profetas del Antiguo Testamento y el propio Jesucristo critican duramente la conducta de quienes se creen justificados por el hecho de celebrar con toda corrección el culto a Dios, mientras olvidan todas las exigencias de la caridad fraterna y de la justicia.
No se puede engañar a Dios. A Dios no lo ciegan los sacrificios y las ceremonias.
“Jesús se puso de pie y alzó la voz diciendo: si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Jn 27,28).
Jesucristo inaugura un nuevo culto que sólo podrá realizarse mediante la acción del Espíritu Santo (Jn 4, 23: 7,37). Cristo no desautoriza el culto religioso como no lo desautorizaron los profetas. Pero subraya con toda energía la autenticidad con que se ha de participar en una celebración si se quiere agradar a Dios (Mt 15,10: 5,23)
Los dirigentes religiosos están muy preocupados ante la indiferencia y la frialdad religiosa que se manifiesta incluso entre sus propios feligreses. Las grandes iglesias enseñaron a sus fieles lo ficticio y no la realidad de Cristo. Por esto, muchas personas sienten un vacío enorme, pues aprendieron a cumplir con ritos, con normas rutinarias, y a vivir con lo que satisface la carne. Nunca fueron convertidos a una vida nueva. “El que es nacido de carne, carne es” (Jn 3,6).
Todo lo que se realiza según la carne, aún en el terreno religioso no puede producir frutos espirituales.
Si a las multitudes se les enseñase el cristo evangélico no veríamos estos estados de crisis colectiva y los Jerarcas no tendrían motivos para preocuparse y alarmarse.
El hecho de que muchos fieles se pasen a las sectas no es algo que pueda considerarse intrascendente. Se debe, en realidad, a una insatisfacción religiosa. En las sectas, las gentes encuentran comunidades pequeñas y de grandes lazos afectivos, donde cada uno se siente valorado por lo que es; donde se permite la participación directa de todos; donde los ministros suelen ser personas que pertenecen al pueblo… y además, las celebraciones son vivas, alegres y fraternas.
Así las cosas, un pueblo que no encuentra en la religión la manera de transformar eficazmente su situación tiende a acudir a las sectas en busca de una ayuda y alivio a sus males.
Las palabras que K. Rahaner escribió para el sínodo de la Iglesia alemana siguen teniendo actualidad hoy en día: “¿Dónde se habla con lenguas de fuego de Dios y de su amor? ¿Dónde se mencionan los mandamientos de Dios, no como un penoso deber que cumplir, sino como una gloriosa liberación del hombre o de la angustia vital y del egoísmo frustrante? ¿Dónde en la Iglesia no sólo se ora, sino que se experimenta la oración como un don pentecostal del Espíritu, como una gracia sublime…?”
Para que la salvación de Cristo llegue a los hombres de nuestro tiempo, es tan insustituible la acción de los laicos, según su vocación propia, como la acción de los pastores.
En el decreto conciliar sobre la actividad misionera de la Iglesia se reafirma esta exigencia clerical sobre el apostolado laico:
“La iglesia no está plenamente formada, ni vive plenamente, ni es representación perfecta de Cristo entre las gentes, mientras no exista y trabaje con la Jerarquía un laicado propiamente dicho. Porque el Evangelio no puede penetrar profundamente en las conciencias, en la vida y en el trabajo del pueblo sin la presencia activa de los seglares” (AG 21)
¿Se ocupan de manera efectiva la mayor parte del clero y religiosos en despertar y orientar esta vocación apostólica en los seglares?
Prediquemos el genuino Evangelio de Cristo y no atiborremos las almas con tantas obligaciones rituales. Y siempre acudamos al Señor con fe.
 Para resucitar con Cristo, es necesario morir con Cristo. Necesitamos  más disidentes jerárquicos y de a pie. Ellos son quienes se atreven a desafiar la jerarquía y el resto de miembros de la iglesia aceptar la inevitabilidad de la muerte, o la necesidad de dejar partir lo que apostólicamente ha dejado de ser relevante, pues como dice Jn 12,24: “si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto”.

domingo, 16 de julio de 2017

¿El episcopado venezolano al servicio del capitalismo salvaje?

 
 
Hoy comparto en mi blog el artículo de Oscar Fortin:
Libre pensador, preocupado ante todo de lo humano en sus valores sociales, políticas, económicas y religiosas. Deteniendo una formación en Ciencia política (Master) y en teología (Master), yo quedo, ante todo, a la escucha de los acontecimientos y de lo que me inspiran. Sobre la foto estoy con una amiga de muchos anos, ahora con el Padre, que paso su vida con la sonrisa a pesar de su enfermedad. Ella se llama Helen David de Jesus y sigue siendo para mi una inspiración de vida.
Estuve en Chile como sacerdote (1969-1972), trabajé en organismos de cooperación internacionales (1974-1978), en México (1985-1988) como diplomático por el gobierno de Quebec. Desde 1999, estoy jubilado. padre de dos hijas y de un nieto, disfrutando de estos momentos para descubrir mas de la vida y compartir lo que me revela.
Mis objetivos en este blog serán de poner de relieve el humanismo de Jesús a través de los humanos que siguen andando hacia una humanidad cada vez mas justa, mas verdadera, mas solidaria, con mas ternura y amor. A todos y todas que quieren acompañarme en este camino, bienvenidos y bienvenidas.
¿El episcopado venezolano al servicio del capitalismo salvaje?
Sabemos desde tiempo que la Iglesia, en su cúpula eclesiástica, ha sido una aliada de los conquistadores de América latina y una cómplice de muchos crímenes cometidos en contra de las poblaciones indígenas. Uno puede decir que eso era verdad por los tiempos de las conquistas, pero que hoy todo se ha vuelto distinto. Yo lo creí un tiempo, el tiempo de las encíclicas del papa Juan XXIII, Pacem in terris y Mater et Magistra, así que la del papa Pablo VI, Populorum progessio, sin olvidar la Exhortación apostolica Evangelii gaudium. del papa Francisco.
En el sendero de esos pensamientos se desarrollaron formas de participación mas cercana de lo vivido por los pueblos y conocimos movimientos que nacieron de las comunidades de base y de una mejor comprensión de las raíces de la pobreza de los pueblos. Se entendía la teología de liberación como una lectura aplicada de los conceptos fundamentales del Evangelio en combinación con una lectura mas articulada de las fuerzas sociales, políticas, económicas y religiosas como partes de los problemas como de las soluciones.
Hace unas semanas, perdimos dos de esos leaders en las personas del sacerdote MiguelDescoto y François Houtart. El padre Gustavo Gutiérrez, siempre en medio de nosotros, considerado como el padre de la teología de liberación. Muchos sacerdotes y laicos se juntaron a los pobres y humildes para acompañarlos en su lucha contra las fuerzas opresivas, siempre hambrienta de capital y poderes, haciendo de ellos , sus esclavos y servidores, El lenguaje de esa nueva Iglesia de base se convirtió en un lenguaje de hechos concretos. La justicia y la verdad pasaron de la noción mental a la de los hechos. Muchos de los sacerdotes y unos de los obispos de aquellos anos dejaron el confort de sus casas de barrio alto para una casa en medio de los pobres y humildes. Este contacto directo con la vida de su gente les enseno mucho sobre lo que es el evangelio compartido entre hermanos y hermanas de los barrios.
 
Lo que era inevitable se produjo: las jerarquías episcopales, en su conjunto, se vieron cuestionadas por esa nueva Iglesia de los pobres y humildes, acompañados con sacerdotes compartiendo lo mismo de ellos. En lugar de aprovechar la oportunidad de convertirse a esa nueva forma de vivir el Evangelio y de compartir la vida de pobres y humildes, se endurecieron , en su mayoría, para defender el orden establecido lo que correspondía perfectamente bien a las oligarquías locales y nacionales. Para darse buena consciencia , consideraron todos los movimientos nacidos de esta toma de consciencia de las bases sociales y eclesiales, como comunismo. Su bandera se transformo en la lucha contra ese comunismo, es decir contra todo movimiento de naturaleza a cambiar el orden social, político, económico al origen de la pobreza y miseria de millones de personas.
Basta ver lo que sucedió en tiempo de Allende seguido por un golpe criminal encabezado por Pinochet. Algo parecido sucedió en Argentina con la junta militar. Con la llegada del papa Juan-Pablo II, los episcopados y dictadores latino americanos encontraron a un aliado que sabría nombrar a los obispos y nuncios apostólicos los cuales sabrán responder a su función de lucha contra el comunismo. Muchos de ellos están todavía en función. El episcopado venezolano es el mas activo en la lucha en contra de los pueblos que tratan tomar su destino entre sus manos. Chávez logro dar los pasos necesarios para conducir a su pueblo a una revolución democrática y bolivariana: poder del pueblo por el pueblo. Es lo que mas les duele que sea el pueblo que este encabezando su destino.
Ya conocemos la historia de esta revolución bolivariana que tiene como enemigos principales al gobierno de Estados-Unidos, a las oligarquías locales y al episcopado de la Iglesia católica. De parte de Estados-Unidos hay que ver que Venezuela es una tierra de gran riqueza petrolera y mineral, que la revolución bolivariana que domestica el capitalismo salvaje en un socialismos humano no constituye un buen ejemplo por el continente. La democracia participativa no es su camino de vida. Necesita controlar todas las etapas de la democracia para que sea representativa de sus intereses. Las oligarquías nacionales son las que mas aprovechan de las funciones del Estado. Basta que aseguren en todo la prioridad de los intereses de Estados-Unidos. En cuanto al episcopado venezolano, logra darse buena consciencia al proclamar que esta luchando contra el comunismo, la dictadura de Maduro y que asegura así la liberación del pueblo venezolano del diablo. No les importa la mentira, la manipulación de los hechos, la violencia criminal de la oposición con tal que Washington y la oposición recuperen sus poderes anteriores y que ellos tengan agradecimientos de sus maestros. En cuanto al pueblo, tendrá que ajustarse como es el caso en Argentina con Macri y en Brasil con Temer. Que los pobres aprieten el cinturón y que los ricos amplíen sus bolsillos.
Al consumirse el golpe de estado, les veremos llamando al pueblo a la paz, a la reconciliación, al entendimiento, sobre todo a la no violencia. Un discurso que se quedara vacío y sin credibilidad. El pueblo de Venezuela a crecido en toma de consciencia y no se dejara manipular por estos purpurados.
Oscar Fortín
El 12 de julio 2017
Los que deseen leer más artículos de Oscar Fortín pueden ir a su blog:
http://blogs.periodistadigital.com/humanismo-de-jesus.php

 

sábado, 15 de julio de 2017

El ático del cardenal Bertone se pagó con fondos de un hospital infantil

 
El Vaticano juzgará a los antiguos responsables del hospital Bambino Gesù por desviar 442.000 euros para la reforma del piso
El ático tenía más de 300 metros cuadrados y una magnífica terraza de otros 100. El todopoderoso cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado del Vaticano con Benedicto XVI (cargo similar al de un primer ministro) trasladó ahí su residencia y quiso reformarlo, aunque la idea fuese a costar algunos cientos de miles de euros. Más allá de la escandalosa cifra, el problema es que parte de ese dinero, como quedó demostrado, se obtuvo de los fondos del hospital para niños del Vaticano Bambino Gesù. Su antiguo presidente, Giuseppe Profiti, y el extesorero, Massimo Spina, serán juzgados ahora por un tribunal del Vaticano por malversación. Bertone, que sigue viviendo en el famoso ático, a 50 metros de la mucho más modesta residencia del Papa, no se sentará en el banquillo. La gran incógnita es si durante el proceso será llamado a declarar como testigo.
 Bertone aseguró que también había puesto otros 300.000 euros de su bolsillo y finalmente trascendió que lo que desembolsó el centro médico fueron 442.000 euros. Entre unas cosas y otras —se habló de un equipo de música de 18.000 euros, mármoles de lujo y suelos de roble—
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del eneldo y del comino,
‒ pero descuidáis los aspectos de más peso de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello.
‒ ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello! (Mt 23, 23).
Esos valores de los que, según el evangelio, debería hablar la Iglesia (justicia, misericordia, fiabilidad)
Y como dijo el Señor: “Como jaula llena de pájaros, así están sus casas llenas de engaño; así se hicieron grandes y ricos. Se engordaron y se pusieron lustrosos, y sobrepasaron los hechos del malo; no juzgaron la causa, la causa del huérfano; con todo, se hicieron prósperos, y la causa de los pobres no juzgaron. ¿No castigaré esto? dice el Señor; ¿y de tal gente no se vengará mi alma? Cosa espantosa y fea es hecha en la tierra; los profetas profetizaron mentira, y los sacerdotes dirigían por manos de ellos; y mi pueblo así lo quiso. ¿Qué, pues, haréis cuando llegue el fin?”(Jeremías 5: 27-31)
La Iglesia representa ante el mundo lo más genuino y limpio del misterio del ser humano. Representa la esperanza, la vida, la misericordia entrañable de Dios... Sin embargo, a lo largo del tiempo, la Iglesia-institución se las tiene que ver con las dificultades propias de un colectivo que trata de permanecer fiel a su legado y encuentra muchos obstáculos en el camino.
Nadie es neutral ante el poder, como tampoco lo es ante la sexualidad. Tratamos de poseerlo, y nos posee. Con el poder estamos necesariamente implicados; de ahí su ambigüedad.
Necesitamos educarnos en el ejercicio del poder, porque, según cómo lo usemos, puede destruir o puede liberar y dignificar a los humanos.
En el Día del Juicio, muchas personas van a ser acusadas por malgastar lo que fue designado para una causa caritativa.
¿cómo expresamos en nuestras vidas quién Jesús es y como es él?
 

 

domingo, 26 de febrero de 2017

Cipriani confirma que Arzobispado tiene acciones en minera Buenaventura



El cardenal Juan Luis Cipriani confirmó que el arzobispado posee acciones en la minera Buenaventura. De esta manera  y desde su espacio en radio, respondió a la denuncia hecha por un diario local, sobre una falta ética al utilizar el medio para opinar contra opositores al proyecto Conga.

 
Video:
 
 https://panamericana.pe/24horas/locales/184850-cipriani-confirma-arzobispado-acciones-minera-buenaventura


Lutero, llevado por su polémica anti-papista, llamó a la Iglesia de Roma la Gran Prostituta. Es evidente que sus acusaciones, que han de entenderse desde el clima de disputa de su tiempo, no se pueden tomar al pie de la letra, pero tienen un fondo que debe valorarse.

No es una “putita” de barrio ), es la Gran Señora, la Ciudad Imperial, el emperador y su corte, el rey y sus ministros…, una economía/ciudad que vive de los pobres…). Desde ese fondo, el profeta Juan ha concebido el pecado de la humanidad en términos de prostitución universal.
 

Laudato si’. Textos básicos:
Ecología. Un tema económico y social, político y religioso
Contra una cultura del descarte: Estos problemas están íntimamente ligados a la cultura del descarte, que afecta tanto a los seres humanos excluidos como a las cosas que rápidamente se convierten en basura(22).
Contra una utilización indiscriminada la la energía fósiles… La humanidad está llamada a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consumo, para combatir este calentamiento o, al menos, las causas humanas que lo producen o acentúan (23) .
Contra una ecología artificial y elitista: En algunos lugares, rurales y urbanos, la privatización de los espacios ha hecho que el acceso de los ciudadanos a zonas de particular belleza se vuelva difícil. En otros, se crean urbanizaciones « ecológicas» sólo al servicio de unos pocos, donde se procura evitar que otros entren a molestar una tranquilidad artificial(45)
En lugar de resolver los problemas de los pobres y de pensar en un mundo diferente, algunos atinan sólo a proponer una reducción de la natalidad…para legitimar así el modelo distributivo actual, donde una minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que sería imposible generalizar, porque el planeta no podría ni siquiera contener los residuos de semejante consumo (50)
La culpa de la política Llama la atención la debilidad de la reacción política internacional. El sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas se muestra en el fracaso de las Cumbres mundiales sobre medio ambiente. Hay demasiados intereses particulares y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común y a manipular la información para no ver afectados sus proyectos (54).
El pecado de la economía Mientras tanto, los poderes económicos continúan justificando el actual sistema mundial, donde priman una especulación y una búsqueda de la renta financiera que tienden a ignorar todo contexto y los efectos sobre la dignidad humana y el medio ambiente. Así se manifiesta que la degradación ambiental y la degradación humana y ética están íntimamente unidas (56).
El riesgo de unas guerras ecológicas: Es previsible que, ante el agotamiento de algunos recursos, se vaya creando un escenario favorable para nuevas guerras, disfrazadas detrás de nobles reivindicaciones(57).. Al mismo tiempo, crece una ecología superficial o aparente que consolida un cierto adormecimiento y una alegre irresponsabilidad. Como suele suceder en épocas de profundas crisis, que requieren decisiones valientes, tenemos la tentación de pensar que lo que está ocurriendo no es cierto. (59)
 
La tierra, una herencia común:
Hoy creyentes y no creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a todos… La tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada (93)
El medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos. Quien se apropia algo es sólo para administrarlo en bien de todos. Si no lo hacemos, cargamos sobre la conciencia el peso de negar la existencia de los otros (95).
El hombre actual, un riesgo: El paradigma tecnocrático también tiende a ejercer su dominio sobre la economía y la política. La economía asume todo desarrollo tecnológico en función del rédito, sin prestar atención a eventuales consecuencias negativas para el ser humano. Las finanzas ahogan a la economía real. No se aprendieron las lecciones de la crisis financiera mundial y con mucha lentitud se aprenden las lecciones del deterioro ambiental (109)..
Mundo para el hombre, el riesgo de una libertad in-humana:
La falta de preocupación por medir el daño a la naturaleza y el impacto ambiental de las decisiones es sólo el reflejo muy visible de un desinterés por reconocer el mensaje que la naturaleza lleva inscrito en sus mismas estructuras. Cuando no se reconoce en la realidad misma el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacitad –por poner sólo algunos ejemplos–, difícilmente se escucharán los gritos de la misma naturaleza (117).
La cultura del relativismo es la misma patología que empuja a una persona a aprovecharse de otra y a tratarla como mero objeto, obligándola a trabajos forzados, o convirtiéndola en esclava a causa de una deuda. Es la misma lógica que lleva a la explotación sexual de los niños, o al abandono de los ancianos que no sirven para los propios intereses. Es también la lógica interna de quien dice: Dejemos que las fuerzas invisibles del mercado regulen la economía, porque sus impactos sobre la sociedad y sobre la naturaleza son daños inevitables (123).
Una libertad económica sólo declamada, pero donde las condiciones reales impiden que muchos puedan acceder realmente a ella, y donde se deteriora el acceso al trabajo, se convierte en un discurso contradictorio que deshonra a la política (129)
El riesgo de los combustibles fósiles, el gran pecado político. El hilo se rompe por lo más débil
Sabemos que la tecnología basada en combustibles fósiles muy contaminantes –sobre todo el carbón, pero aun el petróleo y, en menor medida, el gas– necesita ser reemplazada progresivamente y sin demora (165).
En lo relacionado con el cambio climático, los avances son lamentablemente muy escasos. La reducción de gases de efecto invernadero requiere honestidad, valentía y responsabilidad, sobre todo de los países más poderosos y más contaminantes (169). La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el desarrollo sostenible denominada Rio+20 (Río de Janeiro 2012) emitió una extensa e ineficaz Declaración final. Las negociaciones internacionales no pueden avanzar significativamente por las posiciones de los países que privilegian sus intereses nacionales sobre el bien común global.
De este modo, se agrega una nueva injusticia envuelta en el ropaje del cuidado del ambiente. Como siempre, el hilo se corta por lo más débil (170).
Política y economía en diálogo para la plenitud humana
La política no debe someterse a la economía y ésta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diá- logo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana. La salvación de los bancos a toda costa, haciendo pagar el precio a la población, sin la firme decisión de revisar y reformar el entero sistema, reafirma un dominio absoluto de las finanzas que no tiene futuro y que sólo podrá generar nuevas crisis después de una larga, costosa y aparente curación (189).
Dentro del esquema del rédito no hay lugar para pensar en los ritmos de la naturaleza, en sus tiempos de degradación y de regeneración, y en la complejidad de los ecosistemas, que pueden ser gravemente alterados por la intervención humana (190).
Un decrecimiento de los “ricos”:
Es insostenible el comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más 148 y más, mientras otros todavía no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana. Por eso ha llegado la hora de aceptar cierto decrecimiento en algunas partes del mundo aportando recursos para que se pueda crecer sanamente en otras partes (193).
Para que surjan nuevos modelos de progreso, necesitamos « cambiar el modelo de desarrollo global», 136 lo cual implica reflexionar responsablemente «sobre el sentido de la economía y su finalidad, para corregir sus disfunciones y distorsiones»… Un desarrollo tecnológico y económico que no deja un mundo mejor y una calidad de vida integralmente superior no puede considerarse progreso (194).
El principio de maximización de la ganancia, que tiende a aislarse de toda otra consideración, es una distorsión conceptual de la economía: si aumenta la producción, interesa poco que se produzca a costa de los recursos futuros o de la salud del ambiente (195).
Otra economía y política es posible y necesaria:
Es verdad que hoy algunos sectores económicos ejercen más poder que los mismos Estados. Pero no se puede justificar una economía sin política, que sería incapaz de propiciar otra lógica que rija los diversos aspectos de la crisis actual (196).
Necesitamos una política que piense con visión amplia, y que lleve adelante un replanteo integral, incorporando en un diálogo interdisciplinario los diversos aspectos de la crisis… Si el Estado no cumple su rol en una región, algunos grupos económicos pueden aparecer como benefactores y detentar el poder real, sintiéndose autorizados a no cumplir ciertas normas, hasta dar lugar a diversas formas de criminalidad organizada, trata de personas, narcotráfico y violencia muy difíciles de erradicar (197).
La política y la economía tienden a culparse mutuamente por lo que se refiere a la pobreza y a la degradación del ambiente. Pero lo que se espera es que reconozcan sus propios errores y encuentren formas de interacción orientadas al bien común. Mientras unos se desesperan sólo por el rédito económico y otros se obsesionan sólo por conservar o acrecentar el poder, lo que tenemos son guerras o acuerdos espurios donde lo que menos interesa a las dos partes es preservar el ambiente y cuidar a los más débiles (198).
Un cambio en los estilos de vida podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social. Es lo que ocurre cuando los movimientos de consumidores logran que dejen de adquirirse ciertos productos y así se vuelven efectivos para modificar el comportamiento de las empresas, forzándolas a considerar el impacto ambiental y los patrones de producción (206).
 

domingo, 8 de enero de 2017

Pikaza: "La jerarquía tuvo que venir pronto, no desde el evangelio, sino a pesar del evangelio"


 
Jesús no creó una institución eclesial, organizada en forma jerárquica, pero es evidente que la jerarquía tuvo que venir pronto, no desde el evangelio, sino a pesar del evangelio, pues los movimientos de humanidad sólo funcionan de esa forma, como indicaré de un modo muy conciso.
Me queda todavía la tercera parte, que publicaré, Dios mediante, dentro de dos días. Feliz fin de semana a todos.
2. INTERMEDIO, GRAN INVERSIÓN
Tras dos derrotas (67-70 y 132-135 d.C.), los judíos aceptaron de un modo consciente (y consecuente) el fin de templo y de sus sacrificios llorando su orfandad ante el Muro de las Lamentaciones, para instituirse como federación de sinagogas libres, sin sacerdotes. Los cristianos, en cambio, a pesar de mantener el sacerdocio universal de todos los creyentes, tendieron más tarde a a "recuperar" unos simbolismos sacrales y jerárquicos más propios de un tipo de Antiguo Testamento y de política romana que del Cristo.
El tema se planteó a partir del 150, cuando diversos grupos de tipos semi-gnóstico, entre ellos Marción, intentaron separar el cristianismo de su base israelita, convirtiéndolo en una religión de experiencia interior y organización intimista, más cerca del budismo o hinduismo que del mensaje de Jesús. Contra eso reaccionó la Gran Iglesia:
(a) Mantuvo su origen judío, reforzando algunos elementos sacrales de la institución sacerdotal de Jerusalén, de forma que obispos y presbíteros tendieron a presentarse como sacerdotes, un grado superior de cristianismo.
(b) Destacó su independencia, introduciendo en su Escritura textos propios (Nuevo Testamento) y reorganizando su vida y liturgia desde la Eucaristía o Memoria de la Cena de Jesús, entendida de forma sacrificial, en una perspectiva en la que se combinaban elementos judíos y helenistas, en un proceso que estaba ya en marcha a partir del 200 d.C.
‒ Sacralización sacerdotal, de fondo israelita: obispos, presbíteros (que antes eran ministros laicos) se tomaron como sucesores de los sacerdotes y levitas de Jerusalén, de manera que la iglesia acabó siendo más israelita que rabinismo judío, que abandonó la estructura teocrática, para instituir un gobierno colegiado de ancianos y rabinos, intérpretes de la Ley.
‒ Ordenamiento romano-helenista. Esos "sacerdotes" cristianos vinieron a ser como un "clase" superior, en la línea de los "ordo" romano, con rasgos de pensamiento helenista: los superiores (obispos, presbíteros) se toman como signo especial de Dios, a diferencia de Jesús, que daba preferencia a los últimos. Esta jerarquización, con elementos de filosofía griega y política romana, marca la gran inversión del cristianismo, que culminó con el constantinismo (siglo IV d.C.) y con la reforma gregoriana (siglo XI).
Ésta inversión evitó el riesgo de disolución gnóstica del cristianismo, pero lo hizo a costa de silenciar elementos importantes del evangelio, como la sacralidad universal e igualitaria de todos los creyentes. En principio, el movimiento de Jesús era jerárquico, sino mesiánico; no promovía un orden sacerdotal, sino una experiencia de comunión de todos, empezando por los menos importantes. En raíz el cristianismo siguió siendo lo que era y así pudo expandirse entre los nuevos pueblos, tras la caída del Imperio Romano, pero aceptó y sacralizó de hecho la distinción de los creyentes en dos niveles (=órdenes) dentro de la iglesia.
Esta división, por la que las mujeres quedaron excluidas de la jerarquía, se vinculó además a la forma de celebrar los dos grandes "sacramentos" cristianos:
--La eucaristía (que debía estar presidida por el obispo o un delegado suyo)
-- y la reconciliación o readmisión de los pecadores oficiales en la Iglesia (que quedó reservada al obispo). Fue un tema de organización eclesial, y así:
‒ Surgió el clero, formado por obispos, presbíteros y diáconos varones que, elevados sobre el resto de la Iglesia, como representantes de Jesús, con autoridad sagrada, un orden sacerdotal, como si la "gracia" de Dios pasara por ellos al resto de los fieles. La iglesia, que había nacido del Reino para los pobres, tendió a convertirse en institución de poder sagrado, al servicio de los pobres, pero por encima de ellos.
Quedó el pueblo, formado por laicos, cristianos receptivos, que escuchan la palabra y reciben los sacramentos que les ofrece el clero, al que sostienen con sus aportaciones económicas. Antes no existían estos laicos, pues todos los cristianos lo eran, miembros del «laos» o pueblo de Dios. Ahora empezaron a existir, viniendo a convertirse en la gran masa de la iglesia.
Esta división no es evangélica, pero prestó un servicio, pues sólo por ella se pudo estabilizar la iglesia, como organización unitaria y eficaz (subsistema sacral), en un mundo jerárquico. Esa es la paradoja: los cristianos rechazaron la jerarquía religiosa del Imperio, siendo perseguidos por ello, pero, a lo largo de un proceso fascinante (y peligroso) de refundación, acabaron asumiendo muchos de sus rasgos sagrados. En esa línea se cita el sistema del Pseudo Dionisio (siglo V-VI), que interpretó las estructuras cristianas en perspectiva jerárquica, suponiendo que la salvación viene de arriba y desciende hacia los grados inferiores.
Dionisio concibe la iglesia como un orden gradual, que desciende de Dios, por planos intermedios hasta la materia, para retornar desde ella a lo divino.
(a) El obispo posee la ciencia de las Escrituras, en clave de perfección: por eso puede revelar su conocimiento y santidad desde lo alto, siendo tearquía o poder divino, directamente iluminado por Dios.
(b) Los sacerdotes (presbíteros) reciben la iluminación del obispo y la transmiten a los estamentos inferiores: ofrecen los símbolos divinos a los fieles y purifican a los profanos por los sacramentos.
(c) Los ministros (diáconos) dirigen a los hacia la purificación de los sacerdotes, para que pueda realizarse la obra divina
Xabier Pikaza

martes, 20 de diciembre de 2016

En el principio no fue así


 
 EN EL PRINCIPIO NO FUE ASÍ
1. Había sacerdotes en tiempos de Jesús, una jerarquía sagrada, y en esa línea algunas tradiciones del AT (sobre todo en el Levítico) habían desarrollado una teología del sacerdocio, centrada en la pureza ritual, que los fariseos querían extender a todo el pueblo. Pero en su conjunto la identidad de Israel era histórica, profética y sapiencial, con una fuerte dosis de apocalíptica, no venía dada por una jerarquía de tipo sagrado. En el Nuevo Testamento los sacerdotes de Jerusalén, a quienes el mismo Pilatos considera envidiosos (Mc 14, 10), se muestran contrarios a la visión de Jesús y de sus primeros seguidores. Pero el judaísmo posterior (la federación de sinagogas) dejó de ser sacerdotal, y lo mismo hizo el cristianismo, aunque en formas distintas.
Normalmente, desde el comienzo de los tiempos conocidos, los sacerdotes del antiguo oriente dependían de los jefes de clan y de los reyes, con quienes estaban se hallaban vinculados; por eso, no solía haber un sacerdocio institucional autónomo, pues el mismo patriarca o rey actuaba como sacerdote. En esa línea, al institucionalizarse las funciones sociales, políticas y religiosas del pueblo aparecieron también en Jerusalén y en otros santuarios de Israel, tribus o grupos sacerdotales (levíticos), sin tierras propias, especializados en sacrificios y oráculos. Destacaron entre ellos los "hijos" de Aarón, aunque al principio no tenían gran poder, ni formaban una casta superior, pues la vida estaba regulada por normas de alianza social o tribal. La situación cambió con la restauración, tras la vuelta del exilio (el 539 a.C.), cuando el judaísmo se volvió comunidad del templo, de manera que triunfó y se impuso el Sumo Sacerdote como autoridad superior, por imperativo del imperio persa, bajo el cual quedaron los judíos.
Judea se estructuró en ese tiempo como pueblo sagrado, una especie de estado-templo, bajo el Sumo Sacerdote y su consejo, por delegación del rey persa (o de los imperios siguientes: helenista, romano). Lógicamente, la Ley sacerdotal, centrada en el Levítico, pero extendida, de algún modo, en todo el Pentateuco, presentaba al Sacerdote como autoridad socio-religiosa, ceremonial y jurídica, añadiendo una vez por año la función suprema de entrar en Sancta Sanctorum del templo, donde intercedía por el pueblo (cf. Lev 16). En esa línea, el Sumo Sacerdote tendió a tomar casi todos los poderes sociales y religiosos, apareciendo como cabeza del pueblo, aunque no logró hacerlo nunca del todo, pues siguió existiendo una fuerte identidad laical (representada por laz tendencias laícales del Deuteronomio y por los profetas).
Esa situación se mantuvo durante el dominio helenista (tras el 332 a.C.), como muestra el Eclesiástico o Ben Sira (200-180 a.C.), que incluye un largo Himno a los padres o antepasados (Eclo 44-50) donde se exalta la memoria de los grades levitas: Aarón el fundador (Eclo 44, 6-22), Finés el celoso (45, 23-26) y Simón, el nuevo sacerdote (en torno al 200 a.C; cf. Eclo 50, 1-24), a quien la Misná, Abot 1, 2, recuerda como uno de los fundadores de la Gran Sinagoga. En esa línea, el sucesor de Aarón tendía a ser, al mismo tiempo, líder nacional (jefe político), jerarca religioso (oficiante sacral) y maestro (educador legal), reuniendo los tres poderes que Flavio Josefo (Contra Apión B, XVI, 165) ha condensado y descrito como teocracia o gobierno de Dios.
El poder sacerdotal tendió a ser absoluto, pero no lo consiguió, y así a partir de la conquista romana (64 a.C.) las funciones volvieron a escindirse, con un Gobernante (rey herodiano vasallo o procurador romano) como poder civil, y un Sacerdote como poder religioso (¡como en la Edad Media cristiana, con un Papa y un Emperador), aunque los dos poderes se hallaban vinculados, pues se necesitaba, y además, algunos grupos judíos (como los de Qumrán) no aceptaron el sacerdocio oficial. En este contexto se extendieron varios grupos judíos, unos de línea más sacerdotal (saduceos), otros de piedad laical (fariseos) y/o más centrados en la política (varios tipos de celosos), con visiones divergentes de la tradición religiosa. Ciertamente, los sacerdotes tenían mucho poder, pero no todo, en el pueblo.
2. No fue sacerdote, sino laico, en la línea de los profetas y pretendientes mesiánicos, sanadores carismáticos y sabios populares, entre los grupos que había en Israel, retomando los aspectos básicos de la experiencia profética, en una línea no sacerdotal. Por eso, a lo largo de su ministerio no se enfrentó básicamente con los sacerdotes, sino que se mantuvo fuera del campo de su influjo, e incluso les suplantó, ofreciendo el perdón de Dios sin acudir para ello a los ritos sacerdotales del templo, y además comparte con los hombres y mujeres de pueblo la comida sagrada. sin pasar por el templo (multiplicaciones). De todas formas, en el momento clave de su vida, subió a Jerusalén, no para someterse a los sacerdotes, sino para enfrentarse con ellos, mostrando que el templo había realizado su función y no tenía ya valor sagrado (Mc 11, 15-17).
No tomó títulos sacerdotales ni rabínicos, sino que actuó como un simple ser humano (hijo de hombre), sin ordenaciones jurídicas, ni documentaciones acreditativas. No fue ungido para ejercer un ministerio sacral en el templo, ni recibió otro tipo de órdenes sagradas, sino que fue un judío marginal, un galileo de extracción campesina, obrero de la construcción (albañil o carpintero), sin tierras propias, ungido directamente por el Espíritu de Dios, como dirá la tradición cristiana, a partir de su bautismo bajo Juan (Mc 1, 9-11).
Había sido por un tiempo discípulo del Bautista, profeta del juicio de Dios que actuaba en el desierto (allende el Jordán), como otros muchos en el pueblo, sin que eso implicara ningún tipo de ministerio sacerdotal. Pero a Juan le mataron, y Jesús tuvo la certeza de que Dios le impulsaba a proclamar e instaurar su Reino (perdón y concordia universal), empezando por los enfermos, marginados y excluidos de Israel (judíos), sabiendo que después se abriría todos los hombres y mujeres, sin necesidad de sacerdotes.
Animado por esa certeza, dejó el desierto y comenzó a instaurar el Reino de Dios en Galilea, sin papeles ni sellos sagrados que lo acreditaran, simplemente como un israelita consciente de su identidad y su tarea. No era un espíritu del cielo (como algunos esperaban, en la línea de Henoc o Elías), ni quiso hacerse rey, ni fue sacerdote o guerrero sagrado, sino un maestro popular, un carismático, ofreciendo enseñanza de Reino y salud a quienes le acogieran y escucharan.
Fue pues un laico o seglar, maestro y sanador espontáneo, sin estudios ni titulaciones, al interior de las tradiciones de Israel (en línea profética), fuera de los organismos sacerdotales, políticos y doctrinales (escribas) de su entorno. Creía que Dios era Padre de todos, y así promovió un movimiento de sabiduría popular (enseñanza), curación (salud) y comunión entre los marginados a quienes despertaba, acompañaba y animaba, como a destinatarios y herederos del Reino de Dios (cf. Mt 5, 3; 11, 5; Lc 6, 20; 7, 22).
Por estado y vocación, era un marginal, y así podía estar en el centro de todo el pueblo: Estaba convencido de que sólo al margen (fuera del sistema instituido) podía plantarse la obra de Dios, no desde el poder dominante. No utilizó medio de reclutamiento y separación clasista (con un tipo de personas superiores para transformar a las inferiores), como han hecho los grupos de poder. No adiestró a un posible grupo de combatientes (celotas), ni fundó una agrupación de especialistas puros (fariseos), ni un resto de llamados (esenios), sobre la masa perdida. No apeló al dinero, ni a las armas, ni educó un plantel de funcionarios bien capacitados.
No necesitó edificios, ni oficiales a sueldo, sino que proclamó e instauró el Reino de Dios, sin mediaciones jerárquicas. Habló con parábolas que todos podían entender (aunque haciéndoles cambiar su forma de pensar) y actuó con gestos que todos podían asumir, abriendo cauces personales de solidaridad entre excluidos y necesitados, como sanador y exorcista (especializado en expulsar demonios) y, sobre todo, como amigo de los pobres. Acogió (perdonó) a los excluidos, y compartió la comida a campo abierto con aquellos que venían a su lado, buscando salud, compañía o esperanza, cuidando de un modo especial a los niños, enfermos y expulsados de la sociedad.
No fue un soñador ingenuo, ajeno a la sociedad (un simple contra-cultural), pero tampoco un hombre del orden social o religioso, como los políticos romanos o los sacerdotes de Jerusalén. Pudieron compararle con los fariseos, que estaban iniciando un camino de reconstrucción del judaísmo, en línea familiar y nacional, pero sin dar primacía a la ley y a las normas nacionales de pureza; de esa forma puso el servicio a los pobres por encima de las normas nacionales, de manera que su movimiento pudo abrirse luego a todos los pueblos. Fue profeta y carismático, al margen de la buena sociedad, para crear de esa manera un nuevo centro humano, promoviendo la convivencia directa entre hombres, la comunicación gratuita con Dios y entre los hombres.
3. Le condenaron los sacerdotes, amenazados por su propuesta, en Jerusalén, donde subió a presentarla. Antes había ofrecido su mensaje y solidaridad en las calles y pueblos de Galilea, con varones y mujeres, enfermos y sanos, adultos y niños. No fue a las ciudades (Séforis, Tiberíades, Tiro, Gerasa), probablemente porque no aceptaba aquellas estructuras urbanas, dominadas por una organización clasista, bajo la dominación de Roma. Quiso ser universal desde las zonas campesinas donde habitaban los humildes, excluidos de la sociedad de consumo. De esa forma volvió a los orígenes de la vida, de manera que en su mensaje podían caber (desde Israel) todos, por encima de las leyes de separación nacional, social o religiosa de la cultura dominante..
‒ Los primeros destinatarios de su proyecto eran pobres, publicanos y prostitutas, hambrientos y enfermos, expulsados del sistema. Para ellos vivió, desde ellos quiso iniciar su movimiento, del que dependen todas las iglesias posteriores. Pero tenía simpatizantes y amigos, de la sociedad establecida, a quienes pidió que se dejaran "curar" por los pobres, poniéndose al servicio de la comunión del Reino.
‒ Se rodeó de seguidores y amigos, algunos de los cuales dejaban casas y posesiones para acompañarle, y con ellos caminaba, iniciando un movimiento de Reino. En esa línea, convocó a los Doce a quienes instituyó como representantes y mensajeros del nuevo Israel (las doce tribus), y así les mandó predicar el mensaje, sin autoridad administrativa o sacral (no eran sacerdotes ni escribas), con la autoridad de la vida.
Así inicio un movimiento que desde Israel (Doce tribus) debía abrirse luego a los pobres del entorno y después de todo el mundo. Por eso, en el comienzo de su iglesia o comunidad mesiánica están los enfermos y necesitados a cuyo servicio debían ponerse los Doce y los restantes seguidores. No aportó una filosofía orgánica, ni una fórmula de integración forzada, un programa económico o político, militar o religioso que dividiera a las personas en grupos y estamentos de poder, sino que fue simplemente un hombre (hijo de hombre), amigo de todos, desde los más pobres, y asísubió a Jerusalén, ciudad del templo (cf. Mt 5, 35), para culminar su mensaje y presentar su causa ante el Gran Sanedrín, integrado por ancianos-senadores y escribas.
Vino sin poderes exteriores, pero los sacerdotes, que habían secuestrado al Dios del Templo, temieron y le acusaron a Pilatos, Gobernador de Roma, quien también le vio de alguna forma como sedicioso. Murió por el delito que haber anunciado (preparado) un Reino universal, que resultaba peligroso para el Imperio y Templo. Los Doce y otros le habían acompañado hasta Jerusalén..., pero al final le abandonaron. Uno de ellos le traicionó y los restantes (incluso Pedro) se desconcertaron, temieron y huyeron.
4. Iglesia, comunidad de creyentes. Jesús murió fracasado, pero su fracaso mostró que era verdad lo anunciado: su experiencia de Dios, su esperanza de Reino (humanidad), curación y reconciliación universal. Murió, pero algunos de sus seguidores, mujeres y varones, le descubrieron vivo (resucitado) y re-iniciaron su proyecto.
No trazaron un único camino, sino varios. No estaban preparados (pensaban que el Reino iba a llegar y lo resolvería todo), ni ellos sabían cómo debería organizarse el movimiento, pero lo hicieron, pues el recuerdo de Jesús y el impulso de espíritu, con la certeza de que había culminado su obra en Dios les fortalecieron. De varias maneras (Pedro, los doce, mujeres, parientes) retomaron la obra de Jesús y empezaron a expandirla. No sabían al principio cómo, ni fijaron un Congreso Instituyente para definir sus estructuras; pero el carisma y libertad de Jesús les fue guiando para crear grupos de amigos y seguidores, vinculados por el recuerdo y presencia de Jesús, iglesias fuertes en libertad mesiánica (misionera, creadora), pero muy libres, capaces de adaptarse a las diversas instituciones económicas o administrativas, sacrales o legales.
Los cristianos no tuvieron ministerios iguales en todos los lugares, sino que actuaban de modos distintos, según los grupos y las circunstancias. No recrearon el sacerdocio de templo, pues todos se sentían sacerdotes, sin necesidad de templo como Jerusalén. Les importaba más el mensaje que la organización, el carisma que la estructura, la misión que el recuento de misionados. Por eso hubo formas distintas de vivir y expresar la autoridad cristiana. Sólo más tarde, cuando estuvieron bien establecidos, tendieron a unificar sus ministerios.
Hubo además varios grupos de cristianos, hebreos y helenistas, en Jerusalén, en Galilea y la diáspora, como ríos que uniéndose formaron la Gran Iglesia, pero sin dominar unos sobre otros. Por eso, el principio no hubo uniformidad, sino diversos grupos, semi-independientes, varias formas de entender la unidad y ministerios, según las circunstancias, desde el mismo Cristo.
La iglesia de Jerusalén se mantuvo por un tiempo fiel al templo, pero otros cristianos como Esteban vieron que el mensaje y vida de Jesús significaba el fin del templo, y así lo vieron al fin todos, sin necesidad de crear una casta o grupo sacerdotal, pues sus gestos o ritos (bautismo, perdón, eucaristía) pertenecían a todos los creyentes.
5. Un cuerpo mesiánico, varios ministerios. En ese contexto se sitúan los diversos ministerios, de tipo laical, no sacerdotal, como sabemos por Pablo, que escribe sus cartas hacia el 50 d.C. El Nuevo Testamento (completado hacia el 150 d.C.) no conoce una tabla fija de ministerios ordenados, que surgirán más tarde, a finales del II d.C., distinguiendo obispos, presbíteros y diáconos, que al principio eran ministerios laicales (del pueblo), no sacerdotales (de una élite), siempre al servicio del cuerpo de la Iglesia:
Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de servicios (diaconías), pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero Dios es el mismo, el que obra todo en todos (1 Cor 12, 4-6).
Eran ministerios laicales, no grados de un nuevo sacerdocio, eran propios de todos los cristianos, entendidos como templo de Dios. Lo primero fue por tanto el "cuerpo" mesiánico, animado por el Espíritu, la comunión de los creyentes, que son en Cristo sacerdotes de una nueva alianza (cf. Hebreos, 1 Pedro y Apocalipsis). Al servicio y para despliegue de ese cuerpo surgieron por tanto ministerios de apóstoles, profetas y maestros, servidores de diverso tipo, subordinados al amor y perdón mutuo (cf. 1 Cor 13; Mt 18).
La iglesia es por tanto un cuerpo centrado en la comunión de todos, no una jerarquía (unos arriba, otros abajo), en reciprocidad, partiendo de los inferiores y menos honrados que, como sabe la tradición, son los más importantes (Mc 9, 33-37; 10, 35-45; 1 Cor 12, 12-26). Un tipo de ley eleva a quienes pueden realizar obras más altas, fundando así una sociedad piramidal. En contra de eso, la comunión cristiana se expresa en claves de comunión de todos, y el primer puesto lo tienen los pobres y excluidos (pecadores). Los ministerios no sirven para repartir funciones y méritos entre los más capaces, sino para anunciar y expresar la salvación de Dios a todos por el Cristo.
Fuente Xabier Pikaza.
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domingo, 11 de diciembre de 2016

Los laicos en la Iglesia


Todos somos sacerdotes. Todos y todas nacimos para serlo, aunque algunos lo nieguen y digan que sólo los consagrados se merecen ese tratamiento.
La Iglesia que fundó Jesús es el nuevo pueblo de Dios: un pueblo sacerdotal, profético y real. “Jesucristo es aquel a quien el Padre ha ungido con el Espíritu Santo y lo ha constituido ‘Sacerdote, Profeta y Rey. Todo el Pueblo de Dios participa de estas tres funciones de Cristo y tiene las responsabilidades de misión y de servicio que se derivan de ellas”, indica el Catecismo (783).
Punto 784 Al entrar en el Pueblo de Dios por la fe y el Bautismo se participa en la vocación única de este Pueblo: en su vocación sacerdotal: «Cristo el Señor, Pontífice tomado de entre los hombres, ha hecho del nuevo pueblo "un reino de sacerdotes para Dios, su Padre". Los bautizados, en efecto, por el nuevo nacimiento y por la unción del Espíritu Santo, quedan consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo» (LG 10).

El Papa ha advertido en diferentes ocasiones ante el peligro del clericalismo.
 
Clerical es el sacerdote encerrado en sí mismo, en sus propios horizontes, que no consulta, que no da espacio a los demás, sobre todo a los laicos, ni les reconoce el papel fundamental que tienen en la misión de la Iglesia. Los sacerdotes clericales consideran que pueden dominar, sobre todo, a los pobres y a los ignorantes, y que pertenecen, de alguna manera, a una casta, por lo que se atribuyen privilegios y poderes. El «clericalismo» daña a los sacerdotes, porque genera una distorsión de su misión, y daña a los laicos, porque les impide crecer como cristianos adultos.
El Papa cree que un sacerdote y obispo debe tener un corazón misionero, la antítesis de un corazón clerical. En “La alegría del Evangelio,” Francisco escribe que “un corazón misionero nunca se cierra en sí fuera, nunca se refugia en su propia seguridad, nunca se opta por la rigidez y por la actitud defensiva. Se da cuenta de que tiene que crecer en su propia comprensión del evangelio y en el discernimiento de los caminos del Espíritu, y por lo que siempre hace lo bueno que pueda, incluso si en el proceso, sus zapatos se ensucian por el lodo de la calle. ”
Jesús no necesitó edificios, ni oficiales a sueldo, sino que proclamó e instauró el Reino de Dios, sin mediaciones jerárquicas. Habló con parábolas que todos podían entender y actuó con gestos que todos podían asumir, abriendo cauces personales de solidaridad entre los excluidos y necesitados pero, sobre todo, como amigo de los pobres. Acogió y perdonó a los excluidos, y compartió la comida a campo abierto con aquellos que venían a su lado, buscando salud, compañía o esperanza, cuidando de un modo especial a los niños, mujeres, enfermos y expulsados de la sociedad.

Jesús fue laico, no sacerdote. No quiso reformar las instituciones sacrales antiguas, ni crear unas nuevas, sino potenciar los valores de la vida, partiendo de los excluidos, en línea de gratuidad, siendo asesinado por ello. Sus seguidores creyeron en él y fundaron comunidades para mantener su memoria, centrada en el mensaje de Reino, el perdón y el pan compartido.
 
 
En el Gran Diccionario de la Biblia (Estella 2015, págs. 1352-1357). Xabier Pikaza dice allí, con la Biblia de Jesús, que lo importante es vestir al desnudo, no vestirse de importante.
La afirmación reformada del sacerdocio universal de todos los fieles (1 Pedro 2:9; Apoc 1:6; 5:10) impulsa, lógicamente, un proceso de progresiva democratización dentro de la Iglesia, y por consiguiente dentro del mundo moderno.

 
Al denunciar la tiranía del Vaticano, Lutero exigió a la iglesia "restaurar nuestra noble libertad cristiana" (Wolin p.158) también en las iglesias evangélicas.
El pastor ha de ir por delante de la grey, pero no tanto con la autoridad vivida como poder sino vivida como servicio gratuito, respetuoso y humilde. Así lo hizo el Señor Jesús, que vino no a ser servido sino a servir.
Hoy día, tanto en círculos católicos como protestantes, se reconocen los carismas de todos los fieles y se cuestiona constantemente el clericalismo. El poder mundano no atrae a nadie.

 
La prueba la tenemos en la cruz de Cristo, que ejerce un poder infinitamente mayor que el poder mundano. Jesús, desde la cruz, nos atrae. Me viene a la mente aquellas palabras del Magnificat: "Su abrazo intervendrá con fuerza, desbarata los planes de los arrogantes, derriba del trono a los poderosos"