martes, 5 de abril de 2016

Xosé Manuel Carballo Ferreiro, Un testimonio de Fe





En lo religioso, Xosé Manuel Carballo me asombra con su fe inagotable, con la tremenda ilusión que transmite en las enseñanzas del Evangelio, predicando y creyéndose de verdad lo que dice.
En la vida diaria, actúa como una buena persona, humilde, que desea lo mejor para todo el mundo, hasta para aquellos que no le comprenden. Participa en actos culturales, fiestas o en cualquier evento donde pueda aportar su granito de arena.
Sin duda, me hace meditar más de una vez las palabras de San Pablo: “A nadie damos motivo alguno para que pueda desacreditar el ministerio; antes bien, en toda ocasión nos comportamos como ministros de Dios, aguantando mucho, sufriendo, pasando estrecheces y angustias… procedemos con limpieza de vida, con paciencia, con bondad, apoyados en la palabra de la verdad y en la fuerza salvadora de Dios”. (2 Corintios 6, 4-7).
Su ministerio pastoral es fecundo y queda plasmado en lo que podríamos llamar “las obras de misericordia de un buen pastor”. El celo apostólico y la caridad pastoral animan a este sacerdote entregado a transformar en cuerpo y alma la vida de sus feligreses.
¿Cómo responder siempre con una fe tan firme como Xosé Manuel, sin perder la confianza en Dios? Imitándole en sus momentos más difíciles, tratando de que en nuestra vida esté presente esa actitud suya de fondo ante la cercanía de Dios.
Jesucristo pone esta condición: que vivamos de la fe, porque después seremos capaces de remover los montes. Y hay tantas cosas que remover... en el mundo y, primero, en nuestro corazón. ¡Tantos obstáculos a la gracia! Fe, pues; fe con obras, fe con sacrificio, fe con humildad. Porque la fe nos convierte en criaturas omnipotentes: y todo cuanto pidiereis en la oración, como tengáis fe, lo alcanzaréis (Mt 21, 22)
 Xosé Manuel Carballo también me ha hecho descubrir que el sentido del humor es un instrumento de valor religioso, es algo que ayuda en los actos de fe. Te ayuda a que adviertas tu propio «yo» bajo la luz adecuada. Si en realidad soy nada. ¿Por qué trato de hacer de mí el centro del mundo?, ¿por qué considero que mis asuntos son los más importantes?, ¿por qué vivo con tanto dolor mis derrotas y fracasos?, ¿por qué soy tan mortalmente serio y triste? Bastaría con enfocarlo todo con un mínimo de indulgencia y buen humor, para cerciorarme de que todo lo que me parece tan preocupante, todo lo que temo y me aflige, es absolutamente ridículo; en comparación con la única realidad que realmente es importante: Dios.
El sentido cristiano del humor, es el acto religioso que derriba de su trono al ídolo de tu «yo». Cuando veas la comicidad de la situación en la que «yo» está sentado en Su trono, al menos por un tiempo, ésa situación quedará ridiculizada, y será menos peligrosa para ti. Quedará desenmascarada tu vanidad y tu soberbia.
El sentido del humor cristiano, te hará un hombre libre de ti mismo. Te permitirá revisar, a la luz de la fe, todos los valores, y conocer que todo lo que sucede a tu alrededor es sencillamente ridículo, todo con la excepción de Dios. Te permitirá también desenmascarar los valores aparentes. Tu trabajo, tus planes, tus dificultades… todas estas cosas, en comparación con el valor supremo que es Dios, no es nada más que ceniza y polvo.
Me gusta leer sus artículos, me llenan, siento como el Espíritu Santo se mueve en él a través de sus mensajes y de sus artículos.
Ser lleno del Espíritu no es otra cosa que ser controlado por el Espíritu que mora en nosotros.
“No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu”.
Así como la bebida afecta la mente, el corazón la voluntad, así debemos ser afectados por el Espíritu en nuestra mente, en nuestro corazón y en nuestra voluntad. Esa es la similitud entre la borrachera y la llenura del Espíritu Santo.
¿Qué más puedo decir de alguien que siempre está en la brecha como un verdadero profeta? Advertir, aconsejar, exhortar en amor y cuantas cosas más que me ha transmitido desde que le conozco.
Gracias Xosé. Es un Placer tenerte como amigo.
José Carlos Enríquez Díaz
 
 

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