Primera profesión en Gijón
(Asturias) 17 de septiembre de 1978.
Profesión perpetua en Gijón el 30
de mayo de 1982.
Desde 1982 a 2004, misionero en
Perú.
Ordenación sacerdotal en Gijón el
23 de abril de 1988.
Juan, amigo, Como Agustín
Villamor y tantos otros misioneros hiciste opción por los marginados sociales,
por los pobres, por las clases humildes. Sufriste también porque las almas
grandes sufren mucho al ver que no pueden hacer nada tan grande como Dios
merece.
Los magnánimos como tú son
fáciles de reconocer porque tienen detalles especiales y delicados y están
siempre disponibles sembrando alegría en todo su alrededor, resolviendo
situaciones difíciles, creando optimismo y oxigenan el ambiente. Por eso sé que
fuiste para muchas vidas como un oasis en medio del desierto que es el mundo
actual.
Pudiste alguna vez equivocarte,
pero siempre de corazón limpio y alma grande.
Donde tú estabas te hacías notar
por tu grandeza física, pero sobre todo espiritual.
Jesucristo fue el motor de tu
vida. Tú sabías muy bien que el camino radical para la curación de los males de
nuestra sociedad es la construcción de una sociedad cristiana sin estar
separada en un gueto, sino en medio del mundo; la cual está animada en todo
espíritu cristiano comunitario.
Tu disposición para escuchar al
prójimo y aprender de él siempre iba unida a lo que san Ignacio llamaba con
palabras paulinas “discreción de espíritus” así el diálogo siempre es sincero,
profundo y revelador. Buena muestra de ello es que mis amigos evangélicos que te
conocieron en una comida fraternal en mi casa de La Coruña se interesaron por
ti y me encargaron que le transmitiera su más sincero pésame a tu comunidad de
claretianos y a D. Luis Ángel.
Tu muerte ha caído como un jarro
de agua fría, pues eras querido por muchas personas. En los últimos días se han
interesado por tu salud desde Suiza, Francia, Perú, Italia y Estados Unidos.
Tú tenías la eminencia del que no
se deja hundir y pasara lo que pasara, sabias adelantar siempre tu cabeza a la
luz.
Había también en ti algo de roca
y era porque ante los problemas comunicabas siempre seguridad. El monte no se
asusta ante el abismo.Fuiste un misionero mensajero de paz y de esperanza, protagonista de todo menos de ti mismo.
Creías en las personas hasta el
exceso, por eso me acompañaste y me sacaste del pozo en el que estaba cuando me
conociste.
Tu ayuda a los demás siempre fue
como decía hace pocos días D. Luis Ángel en Galicia Ártabra: “con convicción y
decisión de caminar con los demás y ayudar al que lo necesita”
Los maestros de la vida
espiritual dicen que las almas grandes como tú pueden sostener ante Dios una
nación entera, porque Dios siempre quiere calidad y no cantidad.
Gracias Juan, tu semilla de
utopía y esperanza generosamente sembradas no morirán jamás, pues el Padre te
ha cogido con la lámpara bien llena.
Solamente los magnánimos como tú
llegan a una autentica vida espiritual porque le dan todo a Dios de una vez, mientras
que los demás ponemos limites a nuestra entrega.
A pesar del dolor, que es grande,
sé que no todo ha terminado, porque si nuestra esperanza en Cristo se limitara
a los límites de este mundo seríamos los más dignos de compasión de todos los
hombres.
La resurrección de Jesús es la
garantía de nuestro futuro tras la muerte. “Yo soy la resurrección y la vida;
el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí,
no morirá eternamente. (Jn.11:25-26).
El fundamento y la seguridad de
nuestra esperanza descansan, por tanto, en la resurrección corporal de Cristo.
Porque, en palabras de Pablo, “Si Cristo no ha resucitado, vana es entonces
nuestra fe" (1 Co 15:17). Esta esperanza, en una vida plena y eterna nos libra a
los cristianos del horror natural ante la muerte, iluminan las tinieblas que
envuelven el acto de morir y cambia la
naturaleza del duelo.
A ti la gloria. ¡ O nuestro Señor!,
Te alzaste pujante, lleno de poder,
Más que el sol radiante al amanecer
Libre de penas, nuestro Rey Jesús
Rompe las cadenas de la esclavitud
¡Ha resucitado, ya no morirá!
Quien muere al pecado en Dios vivirá
HÄNDEL
A ti la gloria. ¡ O nuestro Señor!,
Te alzaste pujante, lleno de poder,
Más que el sol radiante al amanecer
Libre de penas, nuestro Rey Jesús
Rompe las cadenas de la esclavitud
¡Ha resucitado, ya no morirá!
Quien muere al pecado en Dios vivirá
HÄNDEL
José Carlos Enríquez Díaz
Juan era tan bueno hombre,tan humano que Dios lo quiso a su lado. El 27 víspera de San Agustín se encontraron dos Santos en el cielo. Gracias a Dios por poner en nuestras vidas a Juan y Agustín, que estarán siempre en nuestro corazón y vivirán por siempre en nuestro corazón.
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