lunes, 30 de julio de 2018

La hora de la intolerancia feminista


Parece que hay un tipo de feminismo se ha convertido en puro fascismo, un movimiento intolerante, excluyente, que pisotea sin piedad los derechos de quienes no se venden a sus ideales de dominación.

Esta doctrina está ya en el poder, generando en todos los países instituciones y leyes discriminatorias, y absorviendo subvenciones con el único objetivo de discriminar cada vez más a la población masculina. Cuatro federaciones feministas fuertemente vinculadas al PSOE en la época de Zapatero acapararon a través de miles de asociaciones todas las líneas de trabajo del Plan estratégico contra la violencia de la mujer y, manejaban los 24.000 millones euros de los fondos europeos para violencia de género.
Hace pocos días he sido censurado en una de las redes sociales  por hacer el siguiente comentario:
"Hoy la ortodoxia en este país la representa el pensamiento feminista más radical, que en menos de una década se ha incrustado en el poder y ha logrado que se denuncie por maltrato a más de un millón de varones, muertos civilmente, despojados de sus hogares, de sus hijos y de sus medios de vida, marginados por el Estado y señalados como apestados que hay que expulsar del clan. Un puñado de ellos, quizás varios miles, son merecedores de su condena, pero la inmensa mayoría solo son víctimas inocentes de las mentiras y de las falsedades, de un sistema legal que permite de la forma más sencilla expulsarlos sin más de la sociedad. Lo más penoso es que las consecuencias de esto no las pagan solo los desgraciados varones, sino los cientos de miles de hijos e hijas que se ven privados repentinamente de la presencia de sus padres y los cientos de miles de abuelos y abuelas que se ven privados del cariño de sus nietos."
Los opresores de mi pueblo son muchachos, y mujeres se enseñorearon de él. ¡Pueblo mío, los que te guían te engañan y tuercen el curso de tus caminos!” (Isaías 3:12)
Aquel que no case en el sistema creado será excomulgado, acusado de hereje, rebelde, maldecido y atado y se le estigmatiza de tal manera que sea rechazado por los demás miembros de la organización. Este espíritu de fariseo (hipócrita) está vivo hoy más que nunca produciendo: Orgullo, autosuficiencia, legalismo el cual antepone a toda otra consideración.
El autoritarismo, por principio, excluye y se niega al diálogo, que no sea bajo simulación. Prefiere apelar a la retórica, justamente, por cuanto su interés es persuadir y convencer a todos de su credo, mediante una manipulación de la opinión. El diálogo genuino busca la verdad sin prejuicios. Es medio y finalidad, a la vez, nunca estratagema o circunstancia.
Dialogar significa abrir el corazón y expresar el propio pensamiento con ánimo y respeto. Pero, como lo ha demostrado la experiencia el Espíritu se ha servido precisamente de la impotencia y la vulnerabilidad para llevar al perdón reciproco y a la reconciliación entre individuos, familias y comunidad...

 

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