Vladimir Putin, presidente de Rusia, se dirigió ayer a los rusos en el discurso del estado de la nación para avisarles de que el futuro inmediato será peor que el presente. El pueblo debe aguantar y ser autosuficientes económicamente, añadió.
Estas palabras llegan poco después de que se anunciara que el país entraría en recesión en 2015 como consecuencia de las sanciones de Occidente por la crisis de Ucrania y la caída marcada del precio del petróleo.
Estas variables han traído la inestabilidad a Rusia, en contra de lo que el presidente ruso había estado pregonando durante sus años al prente del país. El desplome de la moneda rusa, el rublo, ha provocado que los rusos intenten deshacerse de sus rublos ante la temida crisis. Esta depreciación conlleva además una fuerte inflación que se prevé que llegue hasta el 9 por ciento en este año. Y con ella se produce una subida galopante de los precios de la cesta básica que instiga el acaparamiento de los consumidores.
El derrumbe de la economía mundial es lo que posibilita al Anticristo establecer un sistema de trueque global centralizado cuya leyenda de esclavitud es el número 666, es decir, la coerción de adorarlo como a Dios, a cambio de poder comerciar y recibir alimentos. La “marca de la bestia” es el meollo del proyecto de gobierno mundial del Anticristo para lograr una dictadura económica global: una sociedad sin circulante monetario, con un sofisticado sistema de trueque biotecnológico que pueda controlar en todo el mundo el privilegio de comprar y vender: “Hará que todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos se hagan una marca en la mano derecha o en la frente, y que nadie pueda comprar nada ni vender, sino el que lleve la marca con el nombre de la Bestia o con la cifra de su nombre” (Ap 13, 16-18).
Al igual que Pieper, Castellani observa cómo algunas de las cosas anunciadas en el Apocalipsis, que antaño pudieron parecer irrealizables y hasta ridículas, hoy se las ve como perfectamente posibles. Hace sólo un siglo Renan se permitía burlarse del apóstol Juan y de su «imaginación oriental delirante y desmesurada», tan diferente del sereno equilibrio y elegante compostura de la imaginación griega. «¡Un ejército de doscientos millones de hombres!», dice con sorna, aludiendo a Ap 9, 16. Pues bien, en la última guerra ha habido cerca de doscientos millones de combatientes, contando los obreros de las fábricas de armas. ¡Ciudades enteras que se derrumban en un instante y se convierten en ruinas! ¡Fuego que cae del cielo! Todo ello es hoy factible con las bombas nucleares. ¡La imagen de la Bestia que se ve en todo el mundo! Hoy es posible por la televisión satelizada. Renan paladea con gusto los «absurdos» de Juan, imposibles de aceptar en la edad del Progreso, de la Civilización y de la Ciencia Moderna.
Compro mano de obra barata (la explotación del hombre por el hombre), compro barato y controlo toda la producción (medios económicos), controlo todo el mercado (la comercialización), controlo todo el sistema financiero (la moneda), compro acciones baratas y las vendo caras (la especulación financiera) controlo todo el comercio exterior (el mercado internacional) evado o pago impuestos irrisorios (control de gobiernos), y luego vendo la producción al precio más caro (la hegemonía monopólica de la economía).
Eso exactamente es lo que hicieron los bancos y grupos financieros sionistas que controlan la Reserva Federal y las tasas de interés, con la “burbuja hipotecaria”, primero, y con la “crisis hipotecaria” después.
Si el capitalista dijera la verdad abierta (su único mensaje efectivo y real que es el robo), las masas lo colgarían a los cinco segundos El Anticristo ejercerá su poder político sobre toda la humanidad. Será el Señor del Mundo, tal y como lo han concebido varios estudiosos del tema, como el teólogo ortodoxo Vladimir Soloviev en su obra conocida Relato Sobre el Anticristo. Sólo cuando la soberanía del Señor del Mundo sea mundial, entonces llegará a ser realmente el Anticristo.
El Anticristo ejercerá su poder en toda la tierra no solamente de forma extensiva, sino también de forma intensiva. El Estado mundial del Anticristo será un Estado totalitario en el sentido más amplio y terrible de la palabra. No habrá posibilidad ni siquiera de emigrar a ningún lado.
El Anticristo ejercerá su poder en toda la tierra no solamente de forma extensiva, sino también de forma intensiva. El Estado mundial del Anticristo será un Estado totalitario en el sentido más amplio y terrible de la palabra. No habrá posibilidad ni siquiera de emigrar a ningún lado.
Josef Pieper
Capítulo III de "El fin del tiempo", Barcelona, Herder, 1984. Cualquier lenguaje teológico es susceptible de una interpretación metafísica, puesto que, en tanto que símbolo, se inserta en un significado ontológico cuya raíz última, siguiendo la norma de la interpretación inversa de la analogía, puede ser descifrada si se disponen de las "herramientas" adecuadas, es decir, si se hace referencia a los principios. La figura del Anticristo presenta en nuestra época un especial interés, y pueden encontrarse en el siguiente texto de Pieper -profesor de antropología filosófica en la Universidad de Münster- ciertas relaciones de continuidad con algunas de las perspectivas propias del pensamiento tradicional o de la gnosis perenne. Por otra parte, las estimaciones políticas y filosóficas del autor respecto a la "morfología" del reinado del Anticristo pueden resultar tremendamente sugestivas.
"No cabe mencionar ningún lapso de tiempo, ni pequeño ni grande, tras el cual haya que esperar el fin del mundo". Santo Tomás de Aquino, "Contra impugnantes Dei cultum et religionem", 3, 2, 5; nº 531.
El Anticristo llevará a cabo sobre la Tierra una increíble potenciación del poder, y ello no sólo en extensión sino sobre todo en intensidad. El Estado mundial del Anticristo será un Estado totalitario en un sentido extremo. Lo cual, sin embargo, no está condicionado únicamente por el afán de poder y lasuperbia del propio Anticristo, sino también por la naturaleza misma del Estado mundial. Trocarse de la noche a la mañana en un Estado totalitario es el peligro interno de un imperio mundial, peligro que viene dado directamente con la misma forma de montaje, un imperio que per definitionem no tiene vecinos, y ello coincide de repente con las islas políticas de las utopías. He aquí lo que el historiador Iiberal Edward Gibbon dice del Imperium.Romanum: en él pudo arrancarse de raíz la libertad “porque no había ninguna posibilidad de huir”; “si la soberanía caía en manos de un solo individuo, el mundo entero se convertía en una prisión segura para sus enemigos”. Con ello enlaza justamente la conclusión consignada en un diario de la última guerra: en contra de la “organización mundial unitaria” -que sin duda va a llegar- “desde el punto de vista de la libertad se puede objetar que ya no habría lugar alguno al que se pudiera emigrar”. El reverso del ideal kantiano, que desde luego se lograría en un Estado universal, y es que ya no habría propiamente guerras “exteriores”, estaría en que en lugar de la guerra entrarían las acciones policiales, que muy bien podrían adoptar el carácter de campaña contra los animales dañinos.
Esa tendencia, condicionada por su misma estructura, de una organización mundial a convertirse en “totalitaria” es algo que se viene repitiendo una y otra vez desde hace largo tiempo, aunque su valoración puede ser tanto positiva como negativa. Ahí está la frase de Lenin: “Toda la sociedad se convertirá en una oficina y en una fábrica con el mismo trabajo e igual salario”; y ahí está el “socialismo organizativo” que saluda al “ejército mundial de los trabajadores” como un Estado universal que está llegando. Ahí están, por otro lado, las últimas cartas del anciano Jacob Burckhardt a Friedrich von Preen, en las que le habla de “la gran autoridad venidera”, a la que nadie conoce ni se conoce ella misma, pero a cuyo servicio trabaja ya el radicalismo que todo lo nivela, y ahí está, finalmente, la frase de un político moderno: “El mundo evoluciona hacia un centro de poder absoluto, hacia un absolutismo universal”. Y por lo que respecta a los propósitos de “resistencia de la libertad” recientemente se ha expresado la sospecha que sin duda alguna se ha cumplido en el sentimiento de futuro de muchos coetáneos clarividentes: “De cualquier lucha por el mantenimiento de la libertad la substancia de esa libertad sale un tanto disminuida, porque para poder defenderla de una manera realmente eficaz contra sus enemigos, hay que prescindir de una parte de la misma, y esa parte ya no se recupera”.
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