domingo, 24 de mayo de 2015

Jesús es la Roca

 
 
Hay muchos libros en mi biblioteca acerca de Jesús, los cuales han sido escritos por buenos hombres de buena voluntad. Pero, yo creo que muchos de esos hombres nunca han visto a Jesús como Dios desea que sea conocido. Aquí está como yo creo que Dios quiere que veamos a su Hijo: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza ni sombra de variación” (Santiago 1:17).
 
Quién era la roca de la cual salía agua? ¿Quién era el fuego? ¿El maná? ¿La serpiente de bronce? Todo lo que Dios hizo por Israel fue a través de Jesús. Así es – Jesús era cada uno de esos regalos. “No quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube, y todos pasaron el mar…y todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de la roca espiritual que los seguía. Esa roca era Cristo” (1 Corintios 10:1-4).
 
 
Muchos afirman que el Papa tiene más autoridad que el mismo Cristo (que no aparece en el Nuevo Testamento como autoridad). En esa línea añaden que es vicario de un Dios no cristiano. Sin duda, entre el Abba-Padre, que es el Dios de Jesús (voluntad amorosa y creadora, abierta a todos los hombres), y el Abba-Papa de Roma (a quien el Derecho Canónico atribuye «la potestad ordinaria, suprema, plena, universal sobre la iglesia»: CIC 331)
 
Entonces Pedro lo tomó aparte y se puso a increparlo. Marcos 8: 33 Pero él se volvió y, mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole:
-- Apártate de mí, Satanás!porque no piensas las cosas de Dios, sino las de los humanos.
 
Pedro increpa a Jesús, exigiéndole que cambie de postura; desea construir la iglesia mesiánica en claves de poder, sin morir o dar la vida. Jesús le rechaza.
 
Jesús le responde diciendo que sólo es "Cristo" (que sólo puede ofrecer algo a los demás, de parte de Dios) el que sabe morir por ellos.
 
Jesús no acepta la “toma de poder” social ni religioso que le propone Pedro. Por eso, le rechaza, diciendo que su postura es “diabólica”. Jesús no “salva” al Pedro del poder, sino que le condena, diciendo que representa y defiende a Satán, no al Dios creador del amor, que se introduce en la vida de los hombres, estando dispuesto a fracasar con (por) ellos.
 
En contra de este Pedro, que ha sido sólo un cristiano a medias, pues rechaza el camino de entrega de Jesús (es decir, que no funda su mesianismo en la cruz), Jesús ofrece su revelación definitiva Marcos (8, 33-9, 1), en presencia de los restantes discípulos (8, 33), que deben aprender esta lección. Jesús llama (mira) a todos los discípulos y reprende a Pedro, diciendo: Ponte detrás (apártate de mí: hypage opiso mou) Satanás, pues no piensas las cosas de Dios, sino las de los hombres (8, 33).
 
Al reprenderle así y decirle que se ponga tras él, Jesús ha invertido Jesús ha retomado e invertido, palabra por palabra, la llamada que dirigió al principio a Simón, al invitarle (como a su hermano Andrés): deute opiso mou (venid en pos de mí). Pues bien, Pedro le ha seguido, pero lo ha hecho en sentido falso, de manera equivocada, para hacerse, al fin, enemigo de Jesús, es decir, partidario de Satanás (al fundar una Iglesia que no está fundada en el camino de cruz de Jesús). De esa forma se ha opuesto, de hecho, al camino de Dios, representado por Jesús, en línea de entrega de la vida, y ha retomado un camino propio de los hombres, que aparece vinculado a un deseo de dominio y triunfo que es propio del Diablo.
 
Entre el 70 y el 150 ó 180 d. C. los cristianos no tienen Papa, ni obispos, ni presbíteros en el sentido posterior. No poseen una organización unitaria, ni Derecho Canónico, ni instituciones propias, ni medios económicos significativos. Pero tienen y son algo que es mucho más grande y que ha sido capaz de recrear la historia en occidente: Son comunidades donde se cultiva la experiencia del amor de Jesús (amor a Dios, amor mutuo), que les capacita para iniciar y recorrer, de formas convergentes, la gran travesía del evangelio, al servicio de la nueva Humanidad, es decir, de la reunión y salvación de todos los pueblos, sabiendo siempre que el “fin” esta cerca, que no se puede absolutizar ninguna estructura social cerrada en sí misma.
Estas iglesias se hallaban vinculadas por una gran experiencia (el evangelio de Jesús) y por un deseo de compartir su riqueza humana y espiritual.
 
Pedro no es el que empieza, no es el primero en llegar a la fe… Anda perdido, tiene que escuchar a las mujeres y dejarse convertir por ellas (Mc 16). Sólo las mujeres han llegado hasta el final del camino de Jesús (la tumba vacía).
 
 Las mujeres convierten a Pedro…  Pedro anima y convierte a otros… Éste es el signo: Un Pedro que se convierte, que cambia… y que anima, no desde su grandeza, por encima de los demás, sino desde su debilidad.

Bergoglio subrayó que «los primeros testimonios del nacimiento de Jesús son los pastores, gente sencilla y humilde. Y las primeras en ser testimonios de la Resurrección son las mujeres. Y ello es bello, es un poco la misión de las mujeres, de las mamás, de las abuelitas. Dar testimonio a sus hijos y nietos de que Jesús está vivo, vive ha resucitado. Mamás y mujeres ¡adelante con este testimonio! [...] esto nos hace reflexionar también sobre cómo las mujeres, en la Iglesia y en el camino de la fe, hayan tenido y sigan teniendo aún hoy un papel especial en el abrir las puertas al Señor, en seguirlo y en comunicar su Rostro, porque la mirada de fe necesita siempre la mirada sencilla y profunda del amor. A los Apóstoles y a los discípulos les cuesta más creer, a las mujeres no».
 
El Papa, al final de su discurso, citó una conclusión a la que han llegado muchos biblistas: «Todos los exégetas deberían convenir», escribió Léon-Dufur, «en que la narración de la visita de las mujeres a la tumba no es, por lo menos en su origen, una narración apologética. De lo contrario, ¿por qué haber elegido como testimonio a las mujeres, las cuales, según las costumbres judías, no eran calificadas para ofrecer un testimonio jurídicamente cálido?».
 
 
Pedro fue Papa con familia incluida. La tradición dice que su mujer se llamaba Petra.

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