D. Manuel es un teólogo que
ha hecho experiencia profunda de Jesucristo, y nos hace descubrir que sin Él ya
no se puede vivir. Sabe que Dios se hace
presente, como palabra, como silencio, como herida, como sanación, como muerte
y como resurrección. D. Manuel nos hace
descubrir que nuestra vida debe estar marcada por esa huella, esa marca, que
nos ha dejado abierta la sed, la ansiedad, la curiosidad, el vivir.
D. Manuel en su libro nos
habla de la familia.
El primer mundo cristiano
está a la cabeza del divorcio, aborto, contracepción, relaciones sexuales fuera
del matrimonio, homosexualidad, materialismo y secularismo. Se está haciendo
que lo que no es natural lo parezca. Está trabajando la ingienería social
diabólica. Hace sólo una generación, el divorcio y el aborto eran inaceptables.
Hoy el divorcio y el aborto son la corriente dominante.
El testimonio plurimilenario
y culturalmente multiforme que la historia aporta demuestra que la familia
basada en el matrimonio es la constante expresión primaria de la sociedad
humana. Por ser expresión originaria de la sociedad humana, la familia constituye la primera unidad básica de toda sociedad civil y de la consiguiente comunidad política en todas las formas elementales o desarrolladas que esta fue adquiriendo.
No es una simple entidad intermedia, ni creación de la autoridad, sino una realidad social antecedente y condicionadora de la autoridad pública.
Constituye por lo tanto la
familia primera, insustituible e inigualable una escuela humana y ciudadana de
los hijos.
Esta familia fundada en el matrimonio es objeto hoy en día de un poderoso y organizado ataque, que debe de calificarse de feroz en la triple acepción de este adjetivo.
La familia se encuentra hoy
en el punto más crítico de la gran lucha entre el bien y el mal, que nos
presenta el mundo contemporáneo y la sociedad permisivista de hoy en el punto
focal de la lucha entre la cultura de la vida y la cultura de la muerte.
Actualmente existe gran confusión entre el amor de Dios y el amor del mundo.
Hoy en día se considera un acto de amor justificar la
supresión de la vida, por no ver sufrir a un familiar: ¡Legitimando así la
eutanasia! Se considera un acto de amor la destrucción de un matrimonio, para
acabar con el sufrimiento de la pareja: ¡Legitimando así el divorcio! Se
considera un acto de amor justificar la interrupción del embarazo, cuando el
recién nacido tuviera que enfrentarse a una vida difícil. ¡Legitimando así el
aborto.
El mundo secular demanda una
explicación para todo el dolor y el sufrimiento en esta vida.
El apóstol Pablo nos dice que
su vida es un ejemplo de cómo debemos tratar con nuestras aflicciones. Él
escribe: "Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo
mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de
creer en él para vida eterna." (1 Timoteo 1:16).
Los creyentes pasan por dos
tipos de sufrimiento. Primero, hay las aflicciones y tentaciones comunes a toda
la humanidad. Jesús dice que la lluvia cae sobre ambos el justo y el injusto (
Mateo 5:45). Él está refiriéndose a los problemas dados por la vida,las luchas
matrimoniales, preocupaciones por los hijos, las batallas con la depresión y el
temor.
Su gracia también me ha
ayudado a sobrevivir. Y eso es suficiente para hoy. Entonces, algún día en la
gloria, mi Padre me revelará el maravilloso plan que tenía desde el principio con mi vida.
Me mostrará cómo obtuve paciencia a través de todas mis pruebas; cómo aprendí
la compasión por otros; cómo su fuerza fue hecha perfecta en mi debilidad; cómo
aprendí su fidelidad absoluta hacia mí; cómo llegué a ser más como Jesús.
Sin embargo, a través de todo
esto, se me sigue dando una medida de la fuerza de Cristo que siempre sigue
aumentando. De hecho, mis mayores revelaciones de su gloria han venido durante
mis tiempos más duros. Igualmente, en tus momentos más bajos, Jesús liberará en
tí la medida más completa de su fortaleza.
Puede ser que nunca podamos entender nuestro dolor, depresión e incomodidad. Puede ser que nunca podamos saber por qué algunas de nuestras oraciones nunca han sido contestadas. Pero no tenemos que saber por qué. Nuestro Dios ya nos ha contestado: "Tienes mi gracia
Don Manuel Sánchez Monge, recupera hechos y dichos de Jesús de Nazaret reflejo vivo de su misericordia. Un despliegue de parábolas de Mateo y Lucas que hablan por sí solas del amor. Los mensajes transmitidos a través de El hijo pródigo, El buen samaritano, El dueño de la viña o la parábola del fariseo…
La Escritura dice que durante el tiempo que Elías estuvo en la cueva, “un viento grande y poderoso rompía los montes y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento.” (1 Reyes19:11). Dios no estaba en ese mensaje.
¿Esperas que tu alma sea
sacudida por un llamado fuerte a despertarte? “Tras el viento hubo un
terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto.” (19:11). ¿Esperas oír una
palabra ardiente? “Tras el terremoto hubo un fuego; pero Jehová no estaba en el
fuego. (19:12).
Dios sabe exactamente el tipo
de palabra que necesitas oír cuando estás herido. Y no es una palabra de
condenación, ni una palabra dura, ni un sermón al rojo vivo. Creo que el Señor
nos está diciendo en este pasaje, “Cuando estas doblado por tus pruebas, no te
trataré duramente.” No, Elías necesitaba oír una voz sueva, apacible: “Y tras
el fuego se escuchó un silbo apacible y delicado.” (9:12). Algunos manuscritos
traducen esta frase como “un soplo apacible, queriendo decir, “una brisa sueva,
refrescante.”
Esa misma voz apacible y queda, viene del corazón del Padre hoy. Y su mensaje es el mismo: “y habéis visto el fin que le dio el Señor, porque el Señor es muy misericordioso y compasivo.” (Santiago 5:11).
“Misericordioso y clemente es Jehová; lento para la ira y grande en misericordia.
No contenderá para siempre
ni para siempre guardará el enojo. No ha hecho con nosotros conforme a nuestras
maldades ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados, porque, como la altura
de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le
temen. Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que
le temen.” (Salmo 103:8-11, 13).
Si piensas que Dios te aleja con enojo cada vez que faltas - si piensas que su amor cambia a disgusto cada vez que pecas - no conoces el corazón del Padre en absoluto. No puedes conocerle simplemente hasta que sepas que quiere reconciliarte consigo mismo. Él quiere que seas uno con él. ¡D¡sfruta su bendición y favor!
El Dios del Antiguo Testamento no es simplemente el
Dios iracundo y vengativo sino que progresivamente se revela como un Dios que
escucha el clamor de su pueblo y baja para liberarlo (Ex 3, 7), un Dios
clemente y misericordioso (Ex 34, 6), el Dios que camina y está junto al
pueblo (Ex 3,14), que perdona culpas, libera a los cautivos y sana
a los corazones afligidos. A Dios se le da un vuelco el corazón ante el
sufrimiento de su pueblo, se le conmueven las entrañas (Os 11,8)(4) . Es una
misericordia que, como aparece sobre todo en los profetas, está ligada a la
opción por los pobres y por la vida.
No es una gracia barata, es la expresión de la justicia
divina que condena el pecado pero salva al pecador, es una justicia
creadora, que va más allá del castigo.
La gracia cara es el seguidor tomando su cruz y
siguiendo a Cristo. Es como Abraham cuando fue llamado y dejó su parentela, sus
amigos, su ciudad, sus comodidades y costumbres. Luego se le pide que
sacrifique a su hijo. Dios entre él y su hijo, el hijo de la promesa. Sin
embargo obedece. Como él, la gracia no nos cuesta nada, solo debemos obedecer.
No debemos hacer nada. Solo tomar una decisión después de alcanzar la libertad
y perderlo todo, para recuperarlo a través de nuestra comunión con Cristo. Es
experimentar el Sermón del monte. Es dejarlo todo como aquellos a quienes les
dijo: “Sígueme” y dejaron peces y redes; dejando su propia ley; aceptando no
enterrar a sus muertos ni despedirse de lo más querido.
Es cara porque nos exige imitar la encarnación de Cristo para hacernos visibles en el mundo. Que vean que somos luz que ilumina las tinieblas; que ponemos sal en lo insípido. Que la Palabra, el Verbo, se hace visible en nosotros.
Aquí tienes tu palabra de
liberación: ¡Levántate y confía! El tiempo ha llegado en que creas que Jesús
está contigo en tu tormenta. El te dará la fuerza para sobrellevarlo. Es cara porque nos exige imitar la encarnación de Cristo para hacernos visibles en el mundo. Que vean que somos luz que ilumina las tinieblas; que ponemos sal en lo insípido. Que la Palabra, el Verbo, se hace visible en nosotros.
Si piensas que Dios te aleja con enojo cada vez que faltas - si piensas que su amor cambia a disgusto cada vez que pecas - no conoces el corazón del Padre en absoluto. No puedes conocerle simplemente hasta que sepas que quiere reconciliarte consigo mismo. Él quiere que seas uno con él. ¡D¡sfruta su bendición y favor!
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