Vaya por delante que no
es este lugar para ajustar cuentas con una persona fallecida, sea quien sea.
Parece que muchos olvidan que Gea Escolano se arrogó el papel de juez del Tribunal
Constitucional para asegurar que el matrimonio entre homosexuales no solo no
tenía cabida en la Iglesia Católica (nada que objetar, ellos sabrán cómo
funciona su casa), sino ¡en la Constitución Española! Es fácil encontrar por
ahí sus artículos diciendo que era "dar luz verde al todo vale". El
problema era que cuanto más se explicaba, más empeoraba las cosas. Equiparó sin
ningún pudor no a los homosexuales, sino "a los que practican la
homosexualidad" con "quienes practican el robo o el asesinato, aunque
uno tenga tendencia a ello".
"Una cosa es tener tendencias homosexuales y otra,
practicar la homosexualidad o el robo o el asesinato... aunque uno tenga
tendencia a ello", señalaba el obispo. "Yo nunca he dicho que los
homosexuales no entrarán en el Reino de los Cielos; lo dijo San Pablo",
añade.
Pero, ¿qué dijo
Jesús sobre la homosexualidad? Absolutamente nada, Jesús se limitó a condenar
la hipocresía religiosa de su contexto, la corrupción política, la
discriminación y el racismo; apostó por el amor, el respeto, la asertividad;
empoderó a las minorías sociales y revindico a la mujer como igual; hablo de la
naturaleza divina del hombre sin menospreciar o echar a una lado su naturaleza
carnal, incorporó ambas, la pasión y la aspiración platónica, en un ser
radicalmente benevolente. Jesús fue un revolucionario del pensamiento social.
José Gea Escolano, dijo también que «no se puede alardear» de la homosexualidad haciéndolo compatible con el ejercicio del sacerdocio y calificó de «enfermo» al párroco onubense José Mantero, que reconoció ser homosexual. Asimismo, afirmó que «un homosexual no es normal» y comparó a este colectivo con los ciegos y sordos, «que tienen un fallo en su naturaleza».
José Gea Escolano, dijo también que «no se puede alardear» de la homosexualidad haciéndolo compatible con el ejercicio del sacerdocio y calificó de «enfermo» al párroco onubense José Mantero, que reconoció ser homosexual. Asimismo, afirmó que «un homosexual no es normal» y comparó a este colectivo con los ciegos y sordos, «que tienen un fallo en su naturaleza».
En una entrevista con Julia Otero en cuanto al
preservativo, matizó que la Iglesia «comprende» su uso pero «no puede decir que
eso es bueno». Curioso razonamiento...
Gea Escolano publicó también un artículo en su blog Un
obispo Opina, alojado en Religión en Libertad, que llevaba por título Comunión
de los divorciados y vueltos a casar donde responde a los 20 teólogos españoles
que han firmado el manifiesto: Carta al obispo de Roma. En ese texto, los
teólogos reclamabann al Papa Francisco que los divorciados vueltos a casar
puedan comulgar. Esa Carta al obispo de Roma está firmada por el obispo emérito
de Palencia, Nicolás Castellanos, y los teólogos José Antonio Pagola, José
Ignacio González Faus, Andrés Torres Queiruga, Luis González-Carvajal, Javier
Vitoria, Lucía Ramón, Joaquín Perea o Ximo García Roca, entre otros. Monseñor
Gea se dirige a los firmantes del texto con estas palabras: “La manifestación
que habéis hecho con respecto a la comunión de los divorciados vueltos a casar
y la verdad, me extrañan las cosas que decís y también me extraña que no digáis
algunas que no decís”.
A pesar de todo esto sabía muy bien Gea Escolano que la
misma iglesia católica declaró disueltos matrimonios “naturalmente “ validos y
legítimos.
La alegaciones contra la permisión legal del divorcio
para las parejas fracasadas deben contemplarse con la prudencia jurídica
necesaria pero non son consistentes para llegar a negarlo, como tampoco
pesan de hecho, por desgracia, razones
tan importantes como el derecho al trabajo estable, a una vida digna y amplia
etc.
Razones que también atacan el matrimonio.
La iglesia procuró el bien da institución matrimonial,
dejando de lado el bien de las personas y de las parejas. Creo que ponerse al
servicio de la institución, de la ley de la norma o del contrato o al lado de la
persona, de la libertad, y del amor es un desafió básico y permanente para los
cristianos.
Para empezar, hay que
pegar un soberano tirón de orejas a todos cuantos pusieron el grito en cielo
cuando José Gea abría la boca (que por cierto era muy a menudo) y hoy le alaban
Algún sacerdote que hoy lo ensalza parece que no recuerda cuando le envió una
carta aconsejándole que si fallecía delante se abstuviera de ir a su entierro,
de lo contrario avisaría a su familia para que lo echara fuera…
Ahora bien, en Mateo no se nos dice cuál sea el punto
central de la doctrina de los fariseos y saduceos, pero en Lucas 12:1, el Señor
dice a sus discípulos: “Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la
hipocresía”. ¡De manera que la hipocresía es aquello de lo cual el Señor
quiere librar a sus discípulos!
Ahora bien, el hecho de que la hipocresía sea
representada aquí con la levadura, es algo que debiéramos considerar. La
levadura fermenta la masa, le hace tomar un volumen que no es real, con el fin
de que pueda cocerse mejor. El espíritu farisaico, es decir, la hipocresía, era
como una levadura porque mostraba una apariencia mayor que la realidad. La
bondad de ellos era externa, pública, sin contenido.
La muerte es el gran igualador, pero no en el sentido que
creían los poetas medievales. La muerte no nos iguala porque nos llegue a
todos, sino porque nos hace a todos buenos. Socialmente nos ponemos de acuerdo
para resaltar las virtudes del muerto, tapar sus obvios defectos y mirar mal a
quien no quiera participar en la farsa.
Espera un momento. ¿Carente de emociones? ¿Inhumano?
¿Ahora no querer participar en la farsa colectiva del “pobrecito, qué bueno
era” ?
Seguro que a los
pocos minutos de publicar este post tengo a alguien poniéndome de psicópata
para arriba.
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