¿Es el ateísmo de Pedro Sánchez una experiencia cristiana
de Dios.?
El verdadero ateo no es el hombre que niega a Dios, al
sujeto, sino el hombre para el cual los atributos de la divinidad, tales como
el amor, la sabiduría y la justicia, no son nada. Y la negación del sujeto no
implica, n mucho menos, la negación de los atributos. El sujeto divino carece
de personalidad auténtica. Su existencia es meramente sugerida por el
fetichismo psicológico de las ideas, que en el plano intelectual reproducen la
proyección animista de los instintos infantiles. “Dios se convierte entonces en
el lugar geométrico de todas las ideas, y tanto más cuanto más generales sean
estas. El hombre que aún no ha descubierto a Dios, tiene en el prójimo la norma
axiológica más exigente de su
comportamiento humano. Pero en su profundidad esta exigencia es la expresión de
la inclinación constitutiva del hombre hacia el Tú absoluto. Cristo es la
revelación personal de Dios. Quien cree en él, no puede prescindir de El en su
entrega al prójimo. No es que la fe sustituya al prójimo por Cristo, sino que
hace vivir la entrega al prójimo en la
profundidad y ultimidad sobrenaturales, como la vivió Cristo. El que cree ha de
amar exigitivamente como Cristo nos amó. El amor radical y absoluto a Cristo
exige a veces la renuncia dolorosa al prójimo más próximo (Mt 10:37). Pero tal
renuncia no es desprecio, mucho menos negación, sino la manera originalísima e
inefable de entregarse a él misterioso amor de Cristo, que resulta una paradoja
de dolor y de escándalo para la mera razón.
Los atributos divinos son propiamente las cualidades y
categorías de la naturaleza, separadas de ésta por la reflexión abstractiva del
hombre y personificados por mera instancia psicológica. “Dios se convierte en
la imagen invertida de la naturaleza”. La realidad de Dios es la misma naturaleza
idealizada. O bajo otro aspecto, pero en el mismo sentido. Los atributos
divinos prexisten en el hombre. Dios es “la esencia personificada de la especie
humana”
El diagnostico de san Agustín es perennemente válido. “El
fin que nos proponemos es muy elevado: es Dios a quien buscamos; es Dios a
quien queremos alcanzar; el en quien está nuestra felicidad. No podemos llegar
a este fin sublime, sino por la humildad”.
Santa Teresa explica “que es porque Dios es la suma
verdad, y la humildad es andar en verdad”. Por la humildad llega el hombre
hasta el fondo de su ser, en el que percibe la presencia vital de Dios, y
comprende en su auténtico sentido que la verdad plena del hombre es su grandeza
deifica.
El amor es la consumación expansiva de la apertura de la
humildad hacia el ser absoluto, con quien la verdad y el bien se identifican.
En esta identificación, Dios es aprehendido como vida. “El que ama conoce a
Dios porque Dios es amor. ( 1 Jn 4, 7-8) Creado a imagen y semejanza de Dios el
hombre es también imagen viviente, y en el amor encuentra la plenitud de su
vida.
Cuando el ateo se compromete seria y profundamente en la
vida humana, es inevitable que toda su inquietud sea una intensa “agonía”
religiosa. La afirmación de Unamuno resulta entonces paradójicamente cierta:
Los verdaderos ateos están locamente enamorados de Dios”
El ateísmo contemporáneo no provoca una réplica de polémica,
sino que exige una respuesta de testimonio. Pero este testimonio sólo puede
darse plenamente mediante una fe y una vida adulta. El rehusamiento de Dios en el
ateísmo contemporáneo, oculta un deseo agónico de conocerle en su realidad
personal, sin imágenes y figuras que idolatran su rostro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario