¿Buenas noticias?
Los humanos gustamos de buenas noticias. Ellas alegran nuestro corazón, y algunos creen que contribuyen a garantizar “energías positivas”. Nos gusta aceptar solo aquello que alimenta nuestro ego y rescinde lo que Dios anuncia como incorrecto. Somos caídos y estamos encerrados en el desolladero de nuestras ideologías.
Los eclesiásticos se escandalizan cuando anunciamos las profecías del Señor. Al parecer no le permitimos seguir cuenteando de aprovechados amoríos y dulces sonatas. Ameritan escuchar cuando Cristo habla de amor y no de juicio; sin embargo, enjuician a todo aquel quien bajo este sol no se somete a sus sincretismos doctrinales.
Temen perder su fuente monetaria de paz y descanso. Anuncian—cual eruditos y teólogos—que las Sagradas Escrituras de los profetas hebreos es antigua y caduca; no obstante la usan para hablar del diezmo y la necesidad que sean mantenidos por sus feligreses. Son los feligreses quien les han permitido tanta hipocresía y rejuegos.
El Señor bien los conocía; estos fariseos no distinguen nación o lengua: “¡Hipócritas! Porque rodeáis la mar y la tierra por hacer un prosélito; y cuando fuere hecho, le hacéis hijo del infierno doble más que vosotros” (Mt 23:15).
Ellos conocen que nunca entrarán al Reino de Dios—porque no creen en otro que su apiñado reino vecinal—y a su vez cierran el cielo a sus víctimas: les hablaban de purgatorio, limbo, y el miedo de la inquisición; y hoy le pregonan que el cristianismo debe adaptarse al mundo cambiante y filosófico. Para aumentar estupidez a la infamia, todo lo concerniente con el juicio que el Unigénito del Creador anunció lo desechan, y el Apocalipsis es para éstos mera literatura malsana, porque los cita específicamente a ellos.
¿Cómo evitaréis el juicio del infierno?
Poco conocen al Señor, y que falta les haría recibir al Espíritu Santo. Son poco menos valientes que el buen Nicodemo; sin embargo, aman andar uniformados. Su toga y traje les hace creer que son diferentes, como sarcásticas víboras eclesiásticas, que no han logrado cambiar al mundo que llevan transformando desde hace muchos siglos, en su aludido sincretismo pagano.
Así y todo quieren escuchar de amoríos y sonatas.
No entienden que el amor de Dios no está colgado en el madero de la cruz; sino que se levantó de la muerte, resucitó, y cumplirá lo que ha prometido. Nos pidió orar: “Venga tu reino…en la tierra” (Mt 6:10), y con seguridad vendrá. No hay justicia sin juicio divino, ni verdadero amor que el pecado y las injusticias puedan eternizar.
Falsos atalayas, nunca logran discernir el tiempo en que están viviendo. Siempre dispuestos a servir al dragón de diez cabezas vestido de púrpura y escarlata. El profeta Ezequiel les responderá esta vez:
“Hijo del hombre, habla a los hijos de tu pueblo, y diles: Cuando trajere yo espada sobre la tierra, y el pueblo de la tierra tomare un hombre de sus términos, y se lo pusiere por atalaya. Y él viere venir la espada sobre la tierra, y tocare corneta, y avisare al pueblo; cualquiera que oyere el sonido de la corneta, y no se apercibiere, y viniendo la espada lo tomare, su sangre será sobre su cabeza. El sonido de la corneta oyó, y no se apercibió; su sangre será sobre su cabeza: mas el que se apercibiere, librará su vida” (Ez 33:1-5).
Abrid vuestros oídos y escuchad atentamente: ahora la corneta celestial está siendo tocada.
ARG, 2011.
http://profeciasyteologia.blogspot.com/2011/04/buenas-noticias.html
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