martes, 8 de noviembre de 2011

Rubalcaba a favor del matrimonio homosexual en el debate de la nación




El pecado mayor de Sodoma y Gomorra tiene que ver con el relajamiento moral, y específicamente, con la generalización del problema homosexual. Si miramos el relato de Génesis 19, encontramos que, a la llegada de los ángeles a Sodoma, todos los varones de la ciudad se agolparon en la casa de Lot con la intención de violarles. Lot, que había logrado preservar a sus hijas vírgenes, no habría podido defender a esos varones, huéspedes suyos, de no mediar una intervención sobrenatural por parte de ellos.




Hoy en día, el problema homosexual ha perdido su carácter pecaminoso en nuestra sociedad, y se está aceptando como una conducta normal. Los grandes diarios, otrora conservadores, están abriendo lentamente sus páginas para ellos.



Dios, hablando con Abraham, le profetiza que sus descendientes iban a estar en Egipto 400 años, y que en la cuarta generación irían a Canaán –no antes– “porque –le dice– aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí” (Gén.15:16). Dios no envía sus juicios antes de tiempo, pero cuando el tiempo y las condiciones se cumplen, ¡entonces sí! Fue así en los días de Noé, en los de Lot, y también en los de la toma de posesión de la Tierra Prometida.



En los días de Josué, Dios ordenó a Israel que destruyera todo vestigio de la civilización cananea. Sin embargo, el pueblo no obedeció cabalmente; al contrario, se unieron a ellos. Y cada vez que el pueblo se unió con los cananeos, hubo problemas, y éstos se relacionaban con dos asuntos: la idolatría y la fornicación.

En Números 25:1-2 dice: “El pueblo comenzó a fornicar con las hijas de Moab, las cuales invitaban al pueblo a los sacrificios de sus dioses; y el pueblo comió, y se inclinó a sus dioses.” Estos dos pecados –la idolatría y la fornicación– van de la mano.
Este pasaje es casi una réplica de la adoración del becerro de oro en el Sinaí, en que los israelitas adoraron al ídolo y fornicaron. Era lo que habían visto hacer a los egipcios, y lo mismo que hacían los cananeos y todos los pueblos paganos en sus días. La fornicación era parte de la adoración a los ídolos. Las sacerdotisas de esas falsas deidades eran, en verdad, prostitutas.

Aquí en Canaán habitaban en ese tiempo, además, otro tipo de gigantes, los anaceos o “anaquim” (Núm.13:33 y numerosos otros pasajes). Ellos tenían la misma procedencia que los “nefilim”. El pecado sexual con “carne diferente” se había implantado también en este lugar. Y, tal como las veces anteriores, los juicios de Dios se desencadenaron, inevitablemente.

Los juicios de Dios se apresuran sobre la tierra cuando confluyen los factores anteriormente nombrados, pero en especial, uno: el desorden moral, con la explosión de la homosexualidad, la perversión y, lo que es más grave aún, la intervención demoníaca en la vida sexual de los hombres.

Que el Señor tenga misericordia de esta generación y salve a muchos de los juicios que vendrán. La ira de Dios está a punto de derramarse, porque la maldad ya está llegando a su colmo.

Si el matrimonio gay es legal, se enseñará en las escuelas. Los libros de texto de los niños explicarán la doctrina que las asociaciones homosexualistas hayan indicado: que la homosexualidad es normal, que es bueno tener dos papás y dos mamás, que los niños deben experimentar con su sexualidad para descubrir qué sexo les atrae más y que las personas que se oponen a la homosexualidad (como los papás de los niños cristianos) son intolerantes. Por supuesto, cada serie de televisión tendrá su pareja de homosexuales o lesbianas con niños, conviviendo felices para ejemplo y edificación de tantos matrimonios con problemas.

Legalizar el matrimonio homosexual implicará a medio plazo multas y penas de cárcel para quien critique la actividad homosexual
En Suecia, donde hay uniones gay desde 1995 con adopción de niños desde 2002, se decretó pena de cárcel para un pastor pentecostal que básicamente se limitaba a predicar las palabras de San Pablo sobre la homosexualidad. Otro país donde criticar la homosexualidad ha significado multas y juicios es Canadá. El grado de respetabilidad de la relación gay (no ya de la persona, que obviamente es merecedora de respeto simplemente por ser persona) será extremo y su crítica punible. La libertad de expresión se verá recortada y probablemente también la libertad religiosa.

Casar homosexuales y destruir la familia no va a ayudar nada al diálogo Oriente Occidente ni a mostrar las bondades de la democracia. Llamar “derechos humanos” al matrimonio homosexual va a servir para erosionar los verdaderos derechos humanos, para que el mundo no Occidental vea que Occidente impone una moral (o una inmoralidad, desde su punto de vista) no basada en la naturaleza común del ser humano sino en el individualismo, el materialismo y el hedonismo.

El activismo homosexual no quiere formar “familias como las demás”. Más bien, quiere llegar a que todas las familias sean como las suyas, para lo cual la clave es desmontar concepto arcaicos y caducos como fidelidad, monogamia, compromiso, fecundidad, paternidad/maternidad, etc...


Estamos cruzando un mar de confusión y engaño. Lo que parece ser la verdad, descubrimos que no lo es, y al revés, lo que parece increíble, aquello es la verdad.
He aquí, cuando nos damos cuenta de que es necesario estar en el secreto de Dios lejos de ideas universalistas y modernistas que pretenden cambiar el curso de la profecía.

Es como un caballo loco y sin freno, que va directo al precipicio, aunque con una fe inmensa, pero estéril, al pensar que al llegar al acantilado, saldrán unas alas que le permitirá pasar al otro lado. Eso es una falacia, un sofisma y un claro desprecio a aceptar lo que la Palabra de Dios dice.

Recordemos ahora la parte final de la profecía de Micaias, cuando se revela que un espíritu de engaño es el que cautiva a las muchedumbres y les impulsa a hacer lo que no conviene:
“El dijo: Yo saldré, y seré espíritu de mentira en boca de todos sus profetas. Y él dijo: Le inducirás, y aun lo conseguirás; ve, pues, y hazlo así. Y ahora, he aquí Jehová ha puesto espíritu de mentira en la boca de todos tus profetas, y Jehová ha decretado el mal acerca de ti.” ( 1 Rey. 22:22-23)

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