martes, 8 de noviembre de 2011

Sirviendo al Señor con gozo




Dios desea que nosotros estemos verdaderamente convencidos de su tierno amor y tan persuadidos de que Él está obrando para darnos lo mejor, que logremos caminar con Él en continuo gozo. Moisés le advirtió a Israel, “Por cuanto no serviste a Jehová, tu Dios, con alegría y con gozo de corazón, cuando tenías abundancia de todas las cosas, servirás, por tanto, a tus enemigos que enviará Jehová contra ti, con hambre, con sed y con desnudez, y con falta de todas las cosas” (Deuteronomio 28:47-48).

Dios nos está diciendo hoy, “Alégrate y regocíjate en lo que Yo he hecho por ti! Si andas murmurando y quejándote, serás un hambriento espiritual,¡una presa fácil para tus enemigos!” Dios quiere que confiemos en su amor por nosotros, ¡en que seremos testimonios alegres! Él quiere predicadores alegres de corazón, llenos de júbilo fundamentado en la verdad.

Su verdad produce una riqueza de alegría que fluye naturalmente desde el corazón: “Servid a Jehová con alegría; venid ante su presencia con regocijo.” (Salmo 100:2). “Sacó a su pueblo con gozo; con júbilo a sus escogidos.” (Salmo 105:43). “Alegraos en Jehová y gozaos, justos; ¡cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón!” (Salmo 32:11). “Mas los justos se alegrarán; se gozarán delante de Dios y saltarán de alegría. (Salmo 68:3).

Usted puede preguntarse, “¿Por cuánto tiempo debo mantener el gozo en mi servicio al Señor?” Muchos creen que éste permanece en la medida en que las etapas de refrigerio vengan desde lo alto o mientras las cosas marchen bien. No, ¡debemos regocijarnos en todo tiempo! Esto es lo que la Biblia nos dice: “De mañana sácianos de tu misericordia, y cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días.” (Salmo 90:14). “Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado, porque he aquí que yo traigo a Jerusalén alegría y a su pueblo gozo.” (Isaías 65:18). Nosotros somos “la Jerusalén” -¡nacidos de nuevo y viviendo para Él con un espíritu de júbilo y regocijo! Confíe en el Padre, crea en lo que dice su Palabra sobre Él, y vea su júbilo derramado en su vida.



David Wilkerson

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