La noticia ha sido casi de inocentada, y de no ser por la fecha en que estamos hubiese sido la primera idea que hubiese venido a la cabeza de cualquiera. Pero no, era cierta. Unos padres fueron detenidos porque su hija, una menor de 16 años, los denunció por haber sido castigada a no salir de casa debido a su mal comportamiento .
Y la Guardia Civil, los jueces, las autoridades todas, concluyeron que sí, que los padres son sospechosos mientras no se demuestre lo contrario. El mundo al revés.
Después nos sorprenderemos de que los hijos no obedezcan a los padres y los alumnos a los maestros. Nos sorprenderemos de que las nuevas generaciones tiendan (¡no todos, gracias a Dios!) a no aceptar ninguna norma, a no aceptar que les pongan límites, a no tener una vida disciplinada.
Nos parece muy grave esta punta del iceberg, que no es la única, pero sí sumamente llamativa y representativa.
Sin duda unos padres maltratadores deben ser juzgados. Pero ningún padre es maltratador, salvo que se demuestre lo contrario . Los padres pueden estar equivocados a veces, pero quieren lo mejor para sus hijos.
Porque si se quita la autoridad a los padres ¿quién educará a los hijos? ¿El centro de acogida en el que está ahora la hija denunciante? Si es así, ¿qué hará la Guardia Civil cuando esta joven denuncie al Centro de acogida porque le impone normas que la oprimen y castigan?
Prohibido prohibir. Hasta que la sociedad estalle.
Fuente: protestante digital
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