El obispo Pere Casaldàliga, de 84 años, se ha visto obligado marcharse de su casa en São Félix don Araguaia e irse a más de de 1.000 kilómetros de distancia por indicación de la policía federal de Brasil. La huída ha sido a causa de la intensificación en los últimos días de las amenazas de muerte que recibe por su tarea durante más de 40 años en defensa de los derechos de los indios Xavante. La productora Minoría Absoluta, que trabaja en una mini serie sobre el religioso, ha sido uno de los denunciantes. El hecho que el gobierno del Brasil haya decidido tomar las tierras a los 'fazendeiros' para devolverlas a los indígenas, legítimos propietarios, ha agravado el conflicto.
Minoría Absoluta ha señalado que el equipo de rodaje tuvo que modificar su plan de trabajo. En concreto, y por recomendación del gobierno brasileño, el equipo tuvo que cruzar el bosque y hacer una ruta de 48 horas de duración para evitar la zona de conflicto. Casaldàliga se ha convertido en objetivo de los llamados 'invasores' que fraudulentamente se apropiaron de las tierras de los Marâiwatsédé a los Xavantes. El obispo, de 84 años y afectado de Parkinson, trabaja desde hace años a favor de los indígenas y de sus derechos fundamentales a la prelatura de São Félix y se ha convertido a nivel internacional en cara visible de la causa.
Los terratenientes y los colonos que ocuparon fraudulentamente y con violencia las tierras serán desalojados próximamente por la orden ministerial que desde hace 20 años está pendiente de cumplimiento. Según ha informado en un escrito la asociación Araguaia con el obispo Casaldàliga, el prelado ha tenido que coger un avión escoltado por la policía y ahora se encuentra en casa de un religioso amigo suyo cuya identidad y localización se ha ocultado por seguridad.
"Nos sentimos plenamente identificados con la defensa que desde siempre ha hecho el Obispo Pere y la Prelazia de Sâo Félix de la causa indígena", dice el escrito de la asociación, que emplaza a la comunidad internacional a velar por la seguridad de Casaldàliga y por los derechos de los indios de Xavantes. También a través de Twitter ha circulado el comunicado de apoyo del Conselho Indigenista Missionário --organismo vinculado a la Conferencia Nacional de Obispos del Brasil--, firmado por asociaciones y entidades vinculadas con la lucha indígena y con los derechos humanos.
Nunca volvió a España, ni siquiera para el entierro de su madre. Tampoco cumplió con la visita ad limina que cada cinco años deben realizar los obispos a Roma para rendir cuentas al Papa. “Soy un pobre, y los pobres no viajan”, se disculpó siempre. Vinculado a la teología de la liberación, Casaldàliga sufrió pronto amenazas de muerte y persecución del régimen militar brasileño y de los terratenientes de la diócesis, que llegaron a matar a su vicario, João Bosco, confundiéndolo con él.
Pablo VI, que lo hizo obispo tras el impulso reformador del Concilio Vaticano II, se vio obligado a alzar la voz en Roma para que se supiera que Pere Casaldàliga era, todavía, uno de los suyos. “Quien toca a Pedro toca a Pablo”, dijo en frase memorable. La ofensiva posterior de Juan Pablo II contra los teólogos de la liberación, entre los que el prelado catalán fue siempre un referente, desembocó en todo lo contrario: Casaldàliga fue desde hace décadas un estorbo para Roma, que lo jubiló sin contemplaciones en 2005.
Los misioneros con problemas por defender a los pobres siempre acuden a una famosa frase con que Dom Hélder Câmara, el carismático obispo de Recife (Brasil), desarmaba a sus críticos en Roma: "Si doy limosna a un pobre me llaman santo, si pregunto por qué los pobres no tienen qué comer me llaman comunista". Casaldàliga lo dice de esta otra manera: "Si decimos a los curas y a los laicos que hay que ayudar a los pobres, ¿cómo explicar que un obispo no es el primero en hacerlo?". Predicaba así no sólo en su diócesis, sino viajando por toda Latinoamérica.
Nunca volvió a España, ni siquiera para el entierro de su madre. Tampoco cumplió con la visita ad limina que cada cinco años deben realizar los obispos a Roma para rendir cuentas al Papa. “Soy un pobre, y los pobres no viajan”, se disculpó siempre. Vinculado a la teología de la liberación, Casaldàliga sufrió pronto amenazas de muerte y persecución del régimen militar brasileño y de los terratenientes de la diócesis, que llegaron a matar a su vicario, João Bosco, confundiéndolo con él.
Pablo VI, que lo hizo obispo tras el impulso reformador del Concilio Vaticano II, se vio obligado a alzar la voz en Roma para que se supiera que Pere Casaldàliga era, todavía, uno de los suyos. “Quien toca a Pedro toca a Pablo”, dijo en frase memorable. La ofensiva posterior de Juan Pablo II contra los teólogos de la liberación, entre los que el prelado catalán fue siempre un referente, desembocó en todo lo contrario: Casaldàliga fue desde hace décadas un estorbo para Roma, que lo jubiló sin contemplaciones en 2005.
Los misioneros con problemas por defender a los pobres siempre acuden a una famosa frase con que Dom Hélder Câmara, el carismático obispo de Recife (Brasil), desarmaba a sus críticos en Roma: "Si doy limosna a un pobre me llaman santo, si pregunto por qué los pobres no tienen qué comer me llaman comunista". Casaldàliga lo dice de esta otra manera: "Si decimos a los curas y a los laicos que hay que ayudar a los pobres, ¿cómo explicar que un obispo no es el primero en hacerlo?". Predicaba así no sólo en su diócesis, sino viajando por toda Latinoamérica.
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