La ideología de género es la
absoluta negación del sentido común, afirmando que el ser humano nace
sexualmente neutro. Esta
ideología de género es hija del relativismo y del marxismo. Con tan ilustres
antepasados no es fácil que pueda dar a nadie lecciones ni de tolerancia ni de
democracia.
La lucha de clases propia del
marxismo pasa a ser ahora lucha de sexos, siendo el varón el opresor
y la mujer la oprimida. Marx decía este
disparate: “Sólo la burguesía tiene una
familia, en el pleno sentido de la palabra”. Marx introduce la
dialéctica de odio de la lucha de clases en el seno de la familia para
enfrentar a los hijos contra los padres, al presentar a éstos como unos
explotadores.
Su amigo Friedrich Engels escribió “El origen de la
familia, la propiedad privada y el Estado” (1884), en el que se explicaba una
de las consecuencias de esa abolición de la familia: “La economía doméstica se convertirá en un
asunto social; el cuidado y la educación de los hijos, también”. George Orwell
basó buena parte de la historia en su crítica hacia los regímenes totalitarios
que ejercían el control total hacia los ciudadanos. Uno de esos personajes claves en la historia de la
propaganda política en la Unión Soviética, y que llegó a convertirse en todo un
símbolo nacional, fue Pável Morozov, un niño que pasó a la gloria bolchevique por el hecho
de haber delatado a su propio padre.
La feminista
española Celia Amorós, que no es representante de todo el pensamiento feminista
dijo en su momento: “la supresión
de la familia es el objetivo fundamental a conseguir. Con el fin de
la familia y del tabú del incesto la sexualidad se vería liberada, erotizando
toda la cultura”.
La ministra de Educación, Isabel Celaá, también ha
anunciado que habrá una nueva asignatura sobre Valores Cívicos que incluirá
feminismo e ideología de género. Esta asignatura formará parte del currículo
escolar en el curso 2019-2020. Será obligatoria y contará para la media,
en tanto que los creyentes nos oponemos firmemente a un sistema de información
sexual separado de los principios morales y creemos que corresponde a los
padres educar a sus hijos conforme a sus convicciones (art. 27-3 de la
Constitución y 26-3 de la Declaración de Derechos Humanos),
Pues bien, aquella peligrosa doctrina sexual y familiar
de los textos clásicos del marxismo, ha regresado hoy: se llama ideología de
género. Las ideas dominantes no son forzosamente las ideas justas. Muchas veces
la repetición acaba por hacer admitir el error como verdad. Las técnicas de
manipulación amenazan cada vez más con convertirse en el secreto del arte de
gobernar. Este fenómeno se desarrolla sobre todo al amparo de la ignorancia. La
familia no es una simple entidad intermedia, ni creación de la autoridad, sino
una realidad social antecedente y condicionadora de la autoridad pública.
Constituye por lo tanto la familia primera, insustituible
e inigualable una escuela humana y ciudadana de los hijos.
Esta familia fundada en el matrimonio es objeto hoy en
día de un poderoso y organizado cuestionamiento, que debe de calificarse de
feroz en la triple acepción de este adjetivo.
La familia se encuentra hoy en el punto más crítico de la
gran lucha entre el bien y el mal, que nos presenta el mundo contemporáneo y la
sociedad permisivista de hoy en el punto focal de la lucha entre la cultura de
la vida y la cultura de la muerte.
Afirman los mentores de la nueva concepción de la vida familiar que esa familia
tradicional, consagrada por los siglos, pasó y debe pasar a la historia. Y
tiene que ser sustituida. ¿Cómo? Negando la singularidad de la misma e
imponiendo la pluralidad de nuevas formas familiares. Nada de sexos debe prevalecer, y de hecho se ha impuesto ya en documentos
políticos el término “orientación sexual”, abierto a todas las especies de
unión que la nueva morfología familiar abarca.
El vocablo humano, generación y gestación, se va
suplantando por la palabra reproducción, término común en los manuales de
zoología. Suprimamos por su matiz peyorativo el sustantivo aborto y digamos
simplemente interrupción voluntaria del embarazo para centrar la atención en un
pretendido derecho de la mujer y apartar la mirada del ser indefenso asesinado
en el seno materno.
Continúan los voceros de la antifamilia con su letanía de
despropósitos. Para ellos, la familia no es un bien, sino un mal, porque coarta
la omnímoda libertad del hombre y somete a éste a obligaciones perpetuas. Y las
feministas más radicales no vacilan en concluir que el matrimonio y la familia,
tal como los entendió y vivió siempre la humanidad son inventos culturales, sin
base natural, montados para imponer los dominios del varón sobre la mujer.
La familia y el matrimonio -añaden- y la nueva morfología
familiar son meros asuntos privados, sin trascendencia social ni pública. No le
interesan a la sociedad, y el matrimonio es una simple agrupación bipersonal,
igual que cualquier contrato bilateral sometido por entero a la voluntad de las
partes y por eso resoluble en cualquier momento.
Desde esta perspectiva, llegamos a una encrucijada en
relación con el concepto de familia y no podemos y no debemos echar en olvido
que desde esta encrucijada de concepciones tan dispares nos jugamos muchas
veces la vida personal y social, anudándonos
a sendas que, como el aborto o la
eutanasia y en ocasiones el divorcio, terminan llevándonos a una ruptura del
amor y con el amor.
El amor es donación y no
privación, ofrecimiento y no renuncia; es vida y no muerte, es diálogo y no
rechazo preconcebido.
José Carlos Enríquez Díaz
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