(Agencias/InfoCatólica) «China es siempre sincera en su deseo de mejorar las relaciones con el Vaticano y ha hecho esfuerzos positivos a tal fin», señaló en rueda de prensa el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino Hong Lei.
El cruce de declaraciones es el primero que China y el Vaticano, que rompieron relaciones diplomáticas en 1951, se dirigen mutuamente desde el nombramiento del papa Francisco y el presidente chino Xi Jinping, ambos a mediados de marzo.
Hong aseguró que el Gobierno chino «apoya el papel desempeñado por figuras religiosas y creyentes en la promoción del desarrollo económico y social», pero insistió en que la «tradición» en la iglesia católica del país asiático es «gestionar sus asuntos independientemente». Por tanto, para la dictadura china, la Iglesia Católica en su nación es el grupo cismático que se pliega a sus indicaciones y no está en comunión con el Vicario de Cristo en Roma.
El Gobierno chino y la Santa Sede chocan desde hace décadas porque Pekín dice no admitir que un soberano de otro país pueda tener influencia en asuntos internos de China, tales como el nombramiento de obispos, un tema que con frecuencia crea roces entre ambos países.
El Vaticano es, además, el único país europeo que reconoce a Taiwán como Estado, por lo que Pekín le exige como condición previa para el restablecimiento de lazos bilaterales la ruptura de relaciones diplomáticas con Taipei.
«Esperamos que el Vaticano cree condiciones favorables para la mejora de las relaciones diplomáticas», concluyó hoy el portavoz de la Cancillería china.
Ignorando la realidad de décadas de persecuciones constantes contra los católicos fieles a la Iglesia y al Papa, la dictadura china ha asegurado que dicho país «protege la libertad religiosa» y la Iglesia Católica en su nación «disfruta de un desarrollo sano». Así ha respondido hoy el gobierno comunista al llamamiento del papa Francisco a que los creyentes del gigante asiático puedan vivir «de manera coherente con su fe» y ser fieles al Sucesor de Pedro. La dictadura comunista sigue impulsando la existencia de una iglesia cismática cuyos obispos se ordenan sin consentimiento de la Santa Sede.
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