lunes, 24 de junio de 2013

Todo mi apoyo a Teresa Forcades en su denuncia a los poderosos





Teresa Forcades  es una sierva de Dios que complementa la acción de los profetas. Un libertadora, una mujer que se pone al frente de un  pueblo oprimido , esclavizado y empobrecido, una defensora, en cierta manera, de los derechos humanos, de los valores del Reino, según la línea neotestamentaria del Evangelio a los pobres.

La Biblia dice claramente que debemos proclamar la gracia de Dios a un mundo caído y pecaminoso. Somos llamados a amarnos unos a otros y a adorar juntos en la verdadera unidad del Evangelio. Somos llamados a ministrar a los pobres, y al hacer todas estas cosas, llevamos la luz de Cristo a un mundo en tinieblas. En resumen, hemos sido llamados a entregar el amor de Dios a los demás a través de nuestras palabras y acciones, para que el mundo pueda cambiar.

En cada generación existe un profeta como Teresa Forcades que corre hacia Jesús con pasión y gratitud. Yo creo que el leproso samaritano corrió de regreso a Jesús porque no estaba atado a formas o ritos (ver Lucas 17:11-19). Él no tenía que “desaprender” nada. Como vemos, los otros nueve habían sido criados de manera ortodoxa, sus mentes habían sido enseñadas desde su niñez en los rituales y las ceremonias, y seguían aun atados por su tradición. Pero cuando el samaritano vio todo el sistema religioso, exclamó: “¡De ninguna manera!”.

Él fue testigo de la falsedad de los líderes religiosos y de los fariseos. Él vio a los fariseos robando a las viudas y llevándose sus casas. Vio sacerdotes sobornando y siendo sobornados. Él vio los templos llenos de cambistas, que cambiaban la casa de Dios en una cueva de ladrones. Vio escribas dando leyes para otros, que ellos mismos ni intentaban cumplir.

Él vio todos los exteriores blanqueados, las falsas caretas, la doble vida y se dijo a sí mismo: “Esto es un ciego guiando a otro ciego y no es para mí. Yo quiero aquello que es real”.

Mientras él iba al pueblo con los otros nueve, de vuelta al sacerdote, a la iglesia, a la sociedad y a la buena vida, se detuvo y pensó: “¡Un momento! Yo recuerdo cómo era cuando lo tenía todo, dinero, prestigio y seguridad. ¡Yo era un miserable! Todos los que se llamaban “mis amigos” me rechazaron al primer síntoma de una posible lepra. Estaba vacío, atado a hábitos pecaminosos, lleno de odio y de amargura. Vivía un infierno, ¿por qué volvería a eso?”.

De pronto, algo en su corazón comenzó a arder: “Mírenme, estoy limpio. Jesús me sanó. La iglesia puede esperar; mi familia, mi carrera pueden esperar. ¡Me voy con Jesús! ¡Quiero llegar a conocer a Aquél que me sanó!” Él llegó a la misma conclusión que llega todo pueblo remanente: “No hay nada allá afuera que yo quiera. ¡Todo es vanidad! ¡Iré a Jesús y Él será mi realidad!


Teresa Forcades no está en campaña electoral ni ningún partido ha tocado a rebato a sus militantes, pero 500 personas llenaron hace 10 días la plaza del Vapor Ventalló de Terrassa. Ni banderolas, ni música ni mercadotecnia política, pero nada impide que el público se arranque en aplausos cuando aparece la oradora, tampoco al uso. Es la monja benedictina Teresa Forcades. Es una imagen que se repite constantemente en los pueblos y ciudades catalanas donde presenta el Proceso Constituyente, la iniciativa política que ha puesto en marcha junto al economista de cabecera de los indignados, Arcadi Oliveres.

Dios nos está diciendo: “¡Enfócate en ayudar a otros! Extiende tu mano al pobre y al que sufre, y Yo te responderé, te guiare y te satisfaré. Serás como un manantial de vida para otros, y tus bendiciones nunca faltarán”.

Si no estás conforme con esta enseñanza del Antiguo Testamento, escucha lo que Jesús dice en el Nuevo Testamento:
“Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mateo 25:42-46).

“Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? " (1 Juan 3:17). 

El rico, que no tuvo ningún gesto de misericordia para con Lázaro, sí tiene un gesto positivo para con sus familiares.  Así, demandando una vez más el servicio de Lázaro, del pobre hacia el rico, pide que Abraham envíe a Lázaro a la casa de su padre con sus cinco hermanos. Ahora, el rico quería advertir a sus otros hermanos ricos del peligro de las riquezas insolidarias, del peligro del pecado de omisión, del peligro de ponerse de espaldas al grito del marginado. Pero ya no hay opción. No hay opción, porque ya tienen la voz de Moisés y de los profetas. Les deja otro imperativo: óiganlos. Imperativo que hoy tiene que rescatar el Evangelio a los pobres.

 Así, pues, Moisés y los profetas son un reto para el mundo hoy. Hay que tener presente la acción liberadora de Moisés y la voz de los profetas. Ahí están. Hoy todavía se les puede oír, aunque hay tantos oídos sordos a las voces de Moisés y a la de los profetas que clamaron por justicia y liberación, que se implicaron con sus pueblos buscando dignidad para los oprimidos e injustamente tratados. El Evangelio a los pobres tiene sus precedentes, sus líderes en el Antiguo Testamento.

¿Qué voces estamos escuchando hoy? ¿Nos suena familiar la voz de Moisés y de los profetas?

El acto en la plaza del Ventalló de Terrassa empezó con aplausos, incluso antes de que Forcades pudiera hablar. Cuando lo hizo, arrancó con una “crítica ética al capitalismo” en la que clamó contra las deslocalizaciones empresariales y lo que considera la “falacia de la libertad”. Con voluntad didáctica —preguntó constantemente a la audiencia si se estaba explicando bien— coleccionó aplausos con frases como “¿Quién ha decidido que quien tiene una panadería debe pagar impuestos y quien se enriquece con la especulación financiera no?”.

Por su parte, Oliveres, en un acto en Martorell el mismo fin de semana y aprovechando su condición de economista, centró su discurso en los abusos de la banca y el balance de ingresos y gastos del Gobierno español. Aunque le cuesta más que a Forcades recoger aplausos consiguió el apoyo de las 80 personas que se reunieron para escucharle cuando criticó el gasto militar y el fraude fiscal.



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