Junto
al dato histórico del hallazgo del sepulcro vacío, los relatos evangélicos
testimonian que unos hombres dijeron haber visto a Jesús vivo después de su
muerte en cruz. Los estudiosos pueden discutir si estos
hombres dijeron o no la verdad, pero negar el hecho de que los discípulos
afirmaron haber visto a Jesús resucitado es ir en contra de la realidad. De
hecho, son pocos los que rechazan este testimonio, aunque no se ponen de
acuerdo sobre el tipo de experiencia que tuvieron estos hombres: ¿se trató de algo puramente subjetivo, por
tanto de alucinaciones o proyecciones del subconsciente, o de un fenómeno
objetivo, por consiguiente de verdaderas apariciones o visiones provocadas por
una presencia objetiva?
Defensores de la primera
explicación son los críticos racionalistas. Según su parecer, los discípulos de
Jesús no aceptaron que todo había terminado con su muerte y por eso “creyeron”
que seguía vivo. Según estos estudiosos fue el deseo y la “fe” de estos hombres
lo que originó el fenómeno llamado
“apariciones” razonamientos de este tipo suponen que los discípulos tenían una
fe ciega en la victoria de Jesús, y que esta
produjo las visiones. Pero el Nuevo Testamento afirma justamente lo
contrario.
Los
relatos evangélicos describen a los discípulos abatidos, derrotados a causa de
la condena y muerte de Jesús; llenos de temor, se encierran en la sala superior
donde celebraron la última cena. Solamente las apariciones de Jesús resucitado
hicieron brotar la fe en sus seguidores.
Todas estas construcciones
coinciden en afirmar: en las almas de los discípulos brota la fe, y la fe
produce visiones. Pero, según el Nuevo Testamento, lo que ocurre es todo lo
contrario: sólo las apariciones del resucitado hicieron brotar la fe en la
resurrección. Es inconcebible cómo un historiador serio puede trastornar una
afirmación tan clara de las fuentes –sobre todo el testimonio de Pablo- y leer
en ello exactamente lo contrario.
Por lo demás, contra una
explicación “psicologista” militan la duración de las apariciones y la
diversidad de personas que fueron agraciadas con ellas. En efecto, los
Evangelios no hablan de una aparición solamente al grupo de discípulos, ni
tampoco de apariciones concatenadas en un mismo día, en cuyo caso la hipótesis
de la alucinación contagiosa sería viable. Los relatos evangélicos, sin
embargo, informan acerca de apariciones repetidas durante lapso de tiempo a
múltiples testigos diferentes; circunstancias que hacen inviable la explicación
racionalista. Sabemos que Jesús se
apareció a Pedro y los discípulos, pero también a Pablo, que era un perseguidor
de la comunidad cristiana primitiva, es decir, a uno que no poseía ninguna
condición favorable para que padeciera una alucinación; su inteligencia y
voluntad trabajaban activamente por hacer desaparecer de la tierra la
predicación de Jesús. Ciertamente pablo no sufrió el contagio de los
discípulos de Jesús, pues su relación con ellos es posterior a su conversión a
raíz de la visión que tuvo en el Camino de Damasco.
Por
otra parte, para que una alucinación sea posible es necesario que sedé un
factor decisivo: que los discípulos hayan contado con la posibilidad de la
resurrección de Jesús dentro del tiempo de la historia. Pero si nos atenemos a
su creencia judía esta condición no se daba. Lo que los apóstoles
proclaman públicamente poco después de la muerte de Jesús no es la vuelta de éste a la vida anterior,
sino el hecho de que dios había resucitado a Jesús, y que así había comenzado
la resurrección de los muertos. Por ser judíos, los discípulos de Jesús
compartían en este punto las creencias del judaísmo, de las que formaba parte
la creencia de la resurrección de los muertos. Pero en el judaísmo la
resurrección de los muertos era esperada como un acontecimiento que tendrá
lugar al final de los tiempos; resurrección de los muertos y fin del mundo iban
estrechamente unidos. No es necesario demostrar que esta fe y esta mentalidad
para la predisposición adecuada para la proclamación que vemos hacer en los
apóstoles. En caso de que el estudioso
no conceda ningún valor histórico a los relatos pascuales y solamente los
acepte como expresión de la fe cristiana, cualquier reconstrucción histórica
con la que intente explica el origen de estos relatos será siempre una creación
carente de fundamento, al haber negado precisamente el valor histórico a las
únicas fuentes de que disponemos acerca de los acontecimientos pascuales.
En todas las narraciones los
discípulos dudaron, abandonaron y negaron a Jesús, con la excepción de algunas
de sus seguidoras. A duras penas se encontraron en condiciones psicológicas de
crear una fantasía sobre un Jesús resucitado. Sus esperanzas se habían hecho
añicos hacia menos de tres días con su crucifixión. Por lo tanto, no sirve
insinuar una alucinación masiva porque todas las tradiciones que tenemos
indican que Jesús apareció en momentos y lugares diferentes a personas
diferentes, y en último lugar a Pablo. No conozco ningún fundamento para la
idea de una alucinación contagiosa. Es difícilmente creíble que los primeros
cristianos se inventaran la idea de que Jesús se apareciera en primer lugar a
unas mujeres. Por mucho que busquemos no encontramos ningún tratamiento extenso
de aparición personal alguna de Jesús a
Pedro o a Santiago. Tenemos sin embargo relatos de la aparición o apariciones a
los principales discípulos. En el mundo patriarcal en el que vivían aquellos
cristianos, francamente no es creíble que un grupo con tal mentalidad se
inventara una historia así, Tampoco hay ningún fundamento para pensar que estos
relatos sobre apariciones tuvieran su origen en el Antiguo testamento, que
apenas menciona la idea de la resurrección de los muertos.
Fue visto por más de quinientas personas en doce
ocasiones diferentes; Jesús era de carne y hueso Lc 24:39, comió pescado 42,43,
y desafió a los escépticos para que lo tocaran y vieran v.39
Esta clase de contacto imposibilita la
sugerencia de que era un espíritu o una ilusión.
1.
A María
Magdalena Jn 20:11
2.
A otras
mujeres Mt 28:9,10
3.
A Pedro Lc
24:34
4.
A dos
discípulos Lc 24:13-32
5.
A diez
apóstoles Lc 24:33-49
6.
A Tomás y a
los otros apóstoles Jn 20:26-30
7.
A siete
apóstoles Jn 21
8.
A todos los
apóstoles Mt 28:16-20
9.
A todos los
apóstoles Hech 1:4-9
10.
A quinientos
hermanos 1ª Cor 15:6
11.
A Santiago
1ª Cor 15:7
12.
A Pablo 1ª
Cor 15:7
Pablo desafía a cualquiera que dude de esta veracidad
, sencillamente a que pregunte a cualquiera de los testigos que estaban todavía
vivos 1ª cor 15:6.
Y lo cierto es que los enemigos de Cristo no refutaron
la resurrección, con la ocasión de la predicación de Pedro en el día de
Pentecostés, únicamente callaron, ¿Por
qué? Por cuanto sabían que la evidencia del sepulcro vacío era una realidad que
podía ser comprobada por cualquiera.
Las vidas transformadas de los discípulos son una
evidencia de la resurrección.
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