jueves, 2 de marzo de 2017

Sergio y Baco: Santos patronos del matrimonio gay


 
 
Los santos Sergio y Baco fueron soldados romanos del siglo III que se convirtieron en mártires cristianos y que a su vez eran varones gays que se amaban. Su historia es contada aquí, en palabras e imágenes para su festividad el día de hoy, 7 de octubre.
El estrecho vínculo entre Sergio y Baco se ha destacado desde sus primeros relatos, y estudios recientes han revelado su homosexualidad. El registro más antiguo de su martirio los describe como erastai (término griego que significa "amantes"). Los eruditos creen que pueden haber estado unidos en el rito de adelphopoiesis (rito de hermandad), una especie de matrimonio entre personas del mismo sexo de los primeros cristianos.
Sergio y Baco fueron arrestados y obligados a desfilar por las calles vistiendo ropas de mujer en un intento fallido de humillarlos. Relatos tempranos cuentan que los Santos respondieron coreando que estaban vestidos como esposas de Cristo. Aun más, increparon a sus captores afirmando que si la vestimenta de las mujeres nunca les impidió adorar a Cristo, tampoco se los impediría a ellos. Luego de esto, Sergio y Baco fueron separados y golpeados severamente, provocando la muerte de Baco.
Valentín era un sacerdote que en el S. III celebraba matrimonios secretos entre los jóvenes enamorados, burlando un decreto del emperador Claudio II que prohibía estos enlaces por considerar que los hombres solteros sin familia eran mejores soldados. El 14 de febrero del año 270 fue ejecutado y la Iglesia Católica Romana hizo Santo a este mártir. Por eso, el Día de San Valentín no tiene solo un carácter comercial como se suele pensar y la Jerarquía Católica no debería olvidar que la celebración del amor es el principal pilar de su religión: “ama al prójimo como a ti mismo.”
Dentro de la iglesia católica, la homosexualidad, tanto masculina como femenina, es un hecho, lo mismo que fuera de ella. No es buena ni es mala. Simplemente existe: la vida nos ha hecho así, y así la debemos aceptar, como un elemento de nuestra complejísima y hermosa existencia.
Si un cristiano se avergüenza de los homosexuales se avergüenza del mismo Dios, blasfema de la vida compleja y hermosa que ese Dios ha creado.
Creo que como cristianos y cristianas debemos hacernos cargo de la discriminación que sufren las personas transexuales, partiendo por informarnos y aprender de su realidad y de ellos/ellas. En virtud del testimonio de Jesús liberador y sanador, siento que tenemos el llamado a trabajar activa y proféticamente hacia la inclusión de la realidad transexual en la sociedad y en la Iglesia.
El lugar más seguro de la tierra debería ser la Iglesia, que es para pecadores, para todos nosotros, y sin embargo ha sido más seguro ir a un bar, conocer gente, salir con tus amigos… ¿Por qué alguien querría ir a un lugar que no es seguro? Lo que tenemos que hacer es convertir la Iglesia en el lugar más maravilloso para todos los hombres y mujeres homosexuales, independientemente de que quieran cambiar o no. Dios realiza el cambio, no es asunto nuestro, nosotros sólo tenemos que amarnos como Jesús nos ha amado a todos, y Él no nos juzgó, Él nos amó.
 
Dicho esto, debo añadir que en el camino de Jesús no hay diferencia entre homo y heterosexuales, mujeres y varones, pues todos somos “uno en Cristo” (Gal 3, 28).
 

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