martes, 25 de noviembre de 2014

Xabier Pikaza no ha roto con la Iglesia


 


Cuando un sacerdote pide la dispensa del celibato como hizo Xabier Pikaza y la Iglesia se la concede no está rompiendo nada, no rompe una promesa porque tiene dispensa.

Xabier Pikaza es un hombre conforme al corazón de Dios, que nunca se dejó intimidar por el temor para callar la Palabra del Señor y para decir la verdad aunque no les guste a los jerarcas. Su amor y su compromiso a Dios lo motivan a seguir sin reservas las directivas del Espíritu Santo para salvar almas para Cristo, por predicar y enseñar la Palabra de Dios al costo que sea. Las adversidades nunca pudieron detener el ímpetu de este corazón apasionado y bravo por Jesús.

Vive lo que cree, irradia lo que predica. Está convencido de que evangelizar, antes que hablar, es ser.

Pikaza renunció a los ministerios y a la vida religiosa institucional, descubriéndome así cristiano a secas, y se encontró a Mabel (y ella le encontró a él) e hicieron un proyecto de vida en matrimonio, casados por la Iglesia, en la que quieren estar y están gozosamente.

 
Xabier Pikaza conoce muy bien a Dios y entiende perfectamente los signos de los tiempos. Sus palabras y sus escritos son un desafío - incómodo muchas veces - en medio de una Iglesia indiferente, apática, en medio del pecado que abunda, en medio de la tibieza, en medio del confort de una iglesia jerárquica cómplice del sistema opresor que produce oprimidos y deprimidos en serie.
 

Es importante que en este mundo trivializado y gris, sin utopías ni ilusiones encontrar a personas como Xabier Pikaza, que por su modo de ser, comuniquen luz y ánimo para que podamos ser humanos y cristianos. A estas personas hay que buscarlas como se busca una perla preciosa y el agradecer a Dios el haberlas encontrado. Teólogos como Pikaza, Meier, Joachim Jeremías, Bonhoeffer… son este tipo de personas y teólogos que no siendo en “todo perfectos “se muestran humanos y comunican dignidad, esperanza, amor y sentido de la vida.

A Xabier Pikaza  Le gusta decir que es un "católico sin más" pero es un teólogo de referencia con más de 70 libros publicados.

A los jerarcas Se les llena la boca hablando de "testigos creíbles" del Evangelio. Pero, cuando tienen uno delante, no lo reconocen ni lo valoran. Es la eterna paradoja de esta nuestra institución que persigue y apedrea a sus profetas. ¡Quizás no pueda ser de otra forma! Xabier Pikaza es una bendición para el mundo y para la Iglesia. La Iglesia (jerarquía incluida) le debe un homenaje.
 
 
Tenemos ejemplo de muchas personas incomprendidas en la Iglesia como por ejemplo San Isaac de Nínive.
 
 
Isaac el Sirio, conocido también como Isaac de Nínive, vivió durante la segunda mitad del siglo VII en regiones hoy pertenecientes a los estados de Qatar, Irak e Irán . Fue monje (ihidaya) y obispo –ordenado entre el 676 y el 680- de la iglesia sirio-oriental, que permanecía, por razones política más que teológicas , fuera de la comunión con las otras iglesias cristianas desde la mitad del siglo V . Cuando, por tanto, Isaac nace, su iglesia no estaba en comunión canónica con la comunidad cristiana del imperio romano. Nuestro “padre”, por tanto, nos viene de una tradición eclesial particular y no siempre vista con ojos benévolos por las otras iglesias. Si bien su enseñanza ha sido siempre escuchada y apreciada: él es expresión de una santidad por todos reconocida y que se nos transmite de todas partes. Por esto, Isaac representa para nosotros aún hoy un desafío, lanzado a nosotros por aquel mismo Espíritu Santo que obró en él. El desafío viene justamente por su origen unido a su santidad: una santidad que va más allá que nuestros cercos teológicos y que pone en discusión nuestros límites demasiados precisos y seguros.


Isaac es por tanto una voz que viene de las afueras del coro, pero que ha sabido hacerse apreciar por todas las tradiciones cristianas, constituyendo en esto un caso probablemente único, ya que ningún Padre de la Iglesia, de oriente o de occidente, jamás ha sido tan leído y apreciado de modo tan amplio y ecuménico por todas las tradiciones cristianas: por las antiguas iglesias orientales precalcedonenses (sirio-occidentales, coptas y etiópicas ); por las iglesias de tradición bizantina, donde los escritos de Isaac fueron traducidos rápidamente al griego y al árabe, y también al georgiano, eslavo y rumano; por las iglesias occidentales, donde el Ninivita fue traducido al latín, desde el griego, probablemente ya en el siglo XII-XIII, y de aquí, algunos decenios más tarde, al italiano, francés, castellano, catalán y portugués . Por todos lados él se ha vuelto uno de los pilares de la espiritualidad cristiana y sobre todo monástica, alimentando varios momentos cruciales de renovación y renacimiento.

También tenemos el ejemplo de San Jerónimo. Jerónimo, que escribía con gran elegancia el latín, tradujo a este idioma toda la S. Biblia, y esa traducción llamada "Vulgata" (o traducción hecha para el pueblo o vulgo) fue la Biblia oficial para la Iglesia Católica durante 15 siglos. Únicamente en los últimos años ha sido reemplazada por traducciones más modernas y más exactas, como por ej. La Biblia de Jerusalén y otras.

 Casi de 40 años Jerónimo fue ordenado de sacerdote. Pero sus altos cargos en Roma y la dureza con la cual corregía ciertos defectos de la alta clase social le trajeron envidias y rencores (Él decía que las señoras ricas tenían tres manos: la derecha, la izquierda y una mano de pintura... y que a las familias adineradas sólo les interesaba que sus hijas fueran hermosas como terneras, y sus hijos fuertes como potros salvajes y los papás brillantes y mantecosos, como marranos gordos...). Toda la vida tuvo un modo duro de corregir, lo cual le consiguió muchos enemigos. Con razón el Papa Sixto V cuando vio un cuadro donde pintan a San Jerónimo dándose golpes de pecho con una piedra, exclamó: "¡Menos mal que te golpeaste duramente y bien arrepentido, porque si no hubiera sido por esos golpes y por ese arrepentimiento, la Iglesia nunca te habría declarado santo, porque eras muy duro en tu modo de corregir!".

Sintiéndose incomprendido y hasta calumniado en Roma, donde no aceptaban el modo fuerte que él tenía de conducir hacia la santidad a muchas mujeres que antes habían sido fiesteras y vanidosas y que ahora por sus consejos se volvían penitentes y dedicadas a la oración, dispuso alejarse de allí para siempre y se fue a la Tierra Santa donde nació Jesús.
Sus últimos 35 años los pasó San Jerónimo en una gruta, junto a la Cueva de Belén.

Jesús no suspendió a nadie, ni a los paganos, ni a los samaritanos, ni a los pecadores, ni a los publicanos, ni a las prostitutas. Porque Jesús vio que el Evangelio no se enseña suspendiendo a los malos alumnos, sino mediante la bondad con todos.
 
 
Tiene razón José Mª Castillo, Jesús no vino a fundar una Religión sino a poner en marcha una forma de Vida basada en el Amor. Eso es el Evangelio.

 
A Xabier Pikaza  Le gusta decir que es un "católico sin más" pero es un teólogo de referencia con más de 30 libros publicados. Acostumbrado a hacer oír su voz discordante y decir que la Iglesia se ha creído en el derecho de imponer, de afirmar lo que está limpio y lo que no, y dio la bienvenida al Papa Francisco.

Utilizando la imagen orteguiana de la iglesia como arca de Noe, diría que en ella cogen todos: los que hacen la crítica y los criticados, porque la iglesia es de todos los que navegan hacia Dios. En está arca de salvación no hay lugar para las excomuniones, los silencios impuestos, ni las pescudas inquisitoriales, que nos retroceden al diluvio universal, ignorando el sacrificio de Cristo en la Cruz. La iglesia de Jesús sabe navegar, remontando suavemente todas las tempestades que se puedan presentar en su travesía (Gs28).
           
 Pero lamentablemente, sigue siendo actual la crítica profética que Ortega le hace: La iglesia  católica que se proclama ministro de la vida, encadena y ahoga a todos aquellos que se presentan dentro de ella como nuevos, en cambio apuntala todas  sus ruinosas anticuallas.
           
Ella que proclama renovar todo en Cristo, es hostil a renovarse a sí misma.
Hay épocas en que se hace necesario tener oídos ansiosos de novedad para evitar que desaparezca el espíritu de Jesús (Mt 11,15; Mc8;18). Muchas veces el mayor peligro con que se enfrentan los jerarcas no es el de las ideas nuevas, si no la no existencia de ideas.
           
 Cada generación debe aportar  su particular experiencia con Cristo, sino quiere ser rechazada por perezosa, como el sirviente de la parábola (Mt25,24-30). La fidelidad al pasado en las epístolas pastorales no es bien interpretada muchas veces, sobre todo de cara al dinamismo misionero.

El Papa Francisco explicó el miércoles 8 de mayo del 2013 la actitud del buen evangelizador: abierto a todos, dispuesto a escuchar a todos, sin ninguna exclusión. El Pontífice propuso el ejemplo del apóstol Pablo en el areópago, que anuncia a Jesucristo entre los adoradores de ídolos. Es importante, según el Papa, el modo de proceder: «Él no dice: “¡idólatras! Irán al infierno…”», sino, por el contrario, «busca llegar al corazón»; no condena desde el inicio, busca el diálogo: «Pablo es un pontífice, constructor de puentes. Él no quiere convertirse en constructor de muros». Construir puentes para anunciar el Evangelio, «esta es la actitud de Pablo en Atenas: hacer un puente en sus corazones, para luego dar un paso más y anunciar a Jesucristo».

     
*Contra las comunidades “ monocolores” (7, 17-24)

“Por lo demás, que cada uno viva según el lote que Dios le ha asignado, Y según le acogido la llamada de Dios. Esto es lo que prescribo en todas las comunidades. ¿Qué uno ha recibido la vocación cristiana, ya circuncidado? Que no intente reconstruir el prepucio. ¿Qué otro ha recibido en estado de incircuncisión? Que no se circuncide. La circucisión no supone nada, lo mismo que la incircuncisión, sino el cumplimiento de los mandamientos de Dios. Cada uno quédese en la comunidad, en la que ha recibido la vocación cristiana. ¿La recibiste siendo esclavo? No te preocupes; aunque, la verdad, si puedes obtener la libertad, no dejes pasar la ocasión, el esclavo que ha recibido la vocación cristiana es un liberto del Señor; e igualmente el libre, llamado al cristianismo, es un siervo de Cristo. Caro habéis costado: no os hagáis esclavos de los hombres. Cada uno, hermano, permanezca en la comunidad, en la que ha recibido la vocación cristiana, tomando a Cristo como punto de referencia” (7:17-24).

Este es uno de los textos paulinos de los que se ha abusado injustamente para hacerle decir a Pablo una cosa tan lejana a su pensamiento como sería está: Que el cristianismo, al sobrevenir en una determinada convivencia social, deja las cosas como están y sólo se refiere a una relación -  individual y solitaria- del hombre con Dios.
           
 Sobre todo, se ha utilizado este texto para justificar el inmovilismo social de ciertos grupos cristianos. Pablo, en este caso, recomendaría a los esclavos el permanecer en la esclavitud: la fe sería solamente algo que modificaría la pura referencia del alma con Dios.
           
Sin embargo, el texto Paulino hay que interpretarlo según todo el contexto del epistolario del apóstol. Si hay algo que Pablo ha subrayado con más energía es el hecho de que en el cristianismo se borran las diferencias entre judíos y paganos. Nos basta recordar todo el tema del concilio de Jerusalén.
           
 Ahora bien, de interpretar el pasaje en este sentido de inmovilismo social, resultaría que Pablo exhorta aquí a los judeocristianos a permanecer, dentro del cristianismo, en una postura especifica, determinada, contradistinta de los paganocristianos. Si no ¿qué significaría la exhortación a un judío converso a seguir siendo judío en la nueva situación cristiana?
           
 Igualmente dura sería la exhortación al esclavo cristiano a permanecer en la esclavitud. Según ello, la entrada en la Iglesia sería un freno atenazador que inmovilizaría la vida social. Pero Pablo no piensa así, ni mucho menos; de otra manera no se explicaría la inmediata exhortación: “si puedes obtener la libertad, no dejes pasar la oportunidad”.
           
En una palabra: la insistente exhortación paulina a borrar, en la nueva situación cristiana, toda diferencia entre judío y pagano, siervo y libre, mal se casaría con esta supuesta exhortación a que judíos y paganos, libres y esclavos, sigan acentuando esta propia condición en el nuevo estado de fe.
          
  La solución está en el sentido de la palabra “vocación” klesis que, como otras muchas en Pablo (caridad, fe, perfección) tiene un significado que podríamos llamar comunitario. Y en este caso la misma Iglesia, la comunidad de los creyentes, sería llamada la “sociedad del amor, de la fe, de la perfección, de la plenitud, de la vocación, o más simplemente: amor, perfección, fe, plenitud, vocación.
            Así, pues la “klesis” sería la reunión, la asamblea, la comunidad como espacio de convocación, como lugar donde se ha recibido la llamada divina.
           
 En Corinto, como en las demás comunidades formados por Pablo, había ya muchos grupos de cristianos que se reunían en distintos sitios y celebraban allí habitualmente la asamblea cultural. Cada catecúmeno o neocristiano empezaba a frecuentar una reunión determinada. Si se trataba, por ejemplo de un judío, y la reunión por él frecuentada estaba compuesta por una mayoría de paganos, es lógico que se sintiera incómodo y procurara buscar otra reunión en que predominaran los procedentes del judaísmo.
           
Lo mismo diríamos de un esclavo que empezara su vida cristiana en el seno de una reunión con predominio de libres.
           
 Esta actitud presentaba un grave riesgo, contra el que Pablo había luchado radicalmente desde el principio de su apostolado: la formación de comunidades monocolores. La oportunidad de esta recomendación, hecha precisamente a los corintios, se pone en evidencia con sólo echar una ojeada al estado psicológico de aquella comunidad, tal como se desprende de la misma lectura de la “primera a los Corintios”
           
Ya desde el principio saca Pablo el tema de los “cismas” y “banderías” (1, 10-17). Pero más gravedad presenta aún el peligro de ruptura en la celebración de la asamblea, como dirá más adelante (11, 2.22). Pablo pues exhorta a los fieles a no cambiar de reunión o de asamblea por motivos diferenciales (judaísmo-paganismo, esclavitud-libertad), ya que estos deben quedar superados y fundidos en la unidad de la fraternidad cristiana. Cada uno debe continuar en la vocación  o convocación, en la reunión en que empezó la vida cristiana, y no debe preocuparse de su situación mundana previa a su fe, ya que en la nueva situación sólo hay una motivación de unidad: la fe en cristo.
           
Esta insistencia de Pablo de crear comunidades heterogéneas lleva consigo un germen revolucionario, aunque a primera vista no lo parezca. Efectivamente, en la historia de las instituciones religiosas se ha insistido mucho en la división de parcelas: templos para libres y templos para esclavos; templos para blancos y templos para negros; hermandades o confraternidades de determinadas clases (patronos, empleados, obreros etc.). Este interés por parcelar la religiosidad según criterios de diferencias de clases es más visible cuando se trata de una institución viva, o sea, donde cada miembro es corresponsable de las soluciones finales.
           
Lógicamente, una comunidad donde hay esclavos, explotadores y explotados, tenderá infaliblemente a la superación de estas chocantes diferencias: el interclasismo no podrá mantenerse por mucho tiempo, como de hecho ocurrió en las comunidades cristianas fundadas por Pablo.
           
 Pablo era consciente de este germen revolucionario del cristianismo; y por eso exhortaba a los nuevos cristianos a que no se parcelaran: griegos con griegos, judíos con judíos, esclavos con esclavos, libres con libres, etc., ya que así ocurrirían dos cosas: o el cristianismo quedaba reducido a una clase o sector determinado, o se convertiría en una formalidad puramente aparente.
           
 Por eso, la formación de comunidades excesivamente homogéneas desde el punto de vista social, político y económico corre el peligro de suprimir la capacidad conflictiva que lleva consigo inevitablemente la proclamación del Evangelio.


  • PROGRESISTAS E INTEGRISTAS
 Pablo admite que el cristiano sea un “gnóstico” en el más alto sentido de la palabra: posee un conocimiento perfecto, no sólo especulativo, sino práctico-moral. Esta gnosis le permite tener un juicio certero y exacto sobre las cosas, con mucha mayor solidez que el gnóstico de la filosofa helenística. En virtud de esta gnosis superior, el cristiano formado, el “fuerte”, el “espiritual”, sabía que ciertas prescripciones alimenticias, tanto del judaísmo como del paganismo, no obligaban ya a la conciencia. Y así, era lícito comer de las viandas sacrificadas a los ídolos, dejar la observancia de ciertas fiestas judías etc.
           
Pablo, por el contrario, trae una novedad cristiana: el gnóstico cristiano no es un individuo aislado y solitario: para la actitud de su obrar no basta que su gnosis sea perfecta en sí, sino que, sepa ensamblarse con la gnosis del prójimo, aún cuando ésta sea imperfecta.
           
                        “y, siendo un hombre libre respecto a todos, me he hecho esclavo de todos, para ganar a todos los que pueda. Con los judíos me he hecho judío, para ganar judíos; con los súbditos de la ley, me he hecho súbdito de la ley(no siéndolo en realidad)para ganar a los súbditos de la ley. Con los desvinculados de la ley me he hecho un desvinculado de la ley (no siendo un desvinculado de la ley de Dios, sino un súbdito de la ley de Cristo) para ganar a los desvinculados de la ley. Con los débiles he hecho el débil para ganar a los débiles (9:19,23).

           
Esta exhortación a los gnósticos o fuertes de encarnarse en los debiles de adaptarse a ellos, podría entenderse como si los gnósticos fueran seres blindados e invulnerables.
           
 Pablo, por el contrario, les recuerda que ellos mismos no están lejos del peligro idolatra; “por tanto el que se sienta seguro tenga cuidado de no caer”(10-12).

            Podríamos decir que aquí San Pablo está descubriendo inicialmente el fenómeno psicológicamente inevitable, de la existencia de “progresistas” e “integristas” en el seno de la propia iglesia.
           
 El consejo del apóstol es que ningún tipo pretenda suprimir al otro. Los “progresistas sepan comprender hasta lo inverosímil de la estrechez mental de los “integristas”, y éstos últimos no vayan tan deprisa en su proclividad a condenar a los otros como bordeando los límites de lo heterodoxo. EL AMOR debe no suprimir, sino superar esa inevitable diferenciación de la psicología humana.
           

En una palabra: la Iglesia tiene que contar con la existencia del conflicto en su propio seno, sin tender a crear monopolísticamente ni una iglesia del trigo ni de la zizaña.

 


 



 






 
 



 
 

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