jueves, 27 de abril de 2017

El obispo de Ávila llama a ser cautos con las prácticas orientales de meditación


Mística cristiana y no cristiana
Jesús García Burillo
Queridos diocesanos:
Hoy en día muchos cristianos se preguntan si ciertas prácticas orientales como el yoga son compatibles con la fe cristiana y si son un método válido de oración. Ante esta cuestión, y con riesgo de reducción del tema, quisiera exponer algunos criterios de clarificación.
El Yoga nació en la India y recibe su nombre de la raíz yuj, que significa uncir, unir, ligar. Se trata de una disciplina ascética orientada a someter las potencias del cuerpo y del alma y a conducir la mente a la tranquilidad absoluta interior y al éxtasis, llegando a la unión con el universo o con la divinidad (Brahman, Shiva, Visnú). Ya se usaba en los siglos VI y V a. C. y su fin es dominar los pensamientos atravesando 8 grados: 5 preparatorios y 3 en los que se alcanza la meta.
Los grados preparatorios requieren una observancia ética, purificación y mortificación, la superación de los vicios y la práctica de las virtudes; añaden una preparación física por medio de posturas corporales a veces difíciles, resistencia, tenacidad, armonización del sistema nervioso, dominio de la respiración; además, una preparación psíquica descargando todas las imaginaciones y fantasías inútiles. Esta preparación dura meses o incluso años para el practicante de yoga.
A continuación el yogui practica los ejercicios esenciales del yoga, que son la atención, la meditación y la abstracción que termina en el éxtasis. Al llegar aquí el alma se halla en un mundo nuevo; encuentra un estado de tranquilidad y de paz que el yoga considera como el último fin y la felicidad del hombre.
Estas técnicas, que conducen a la paz interior y a la felicidad, son cultivadas por místicas budistas, musulmanas, judías o neoplatónicas y se han puesto de actualidad en occidente. Por ejemplo, el filósofo Alois Haas (Zurich, 1934) recibió recientemente el título de doctor honoris causa por la universidad Pompeu Fabra de Barcelona, después de haberle entregado su fondo de 40.000 libros sobre mística y espiritualidad.
Pero estas técnicas o caminos de espiritualidad no pertenecen a la mística cristiana. La mística cristiana, con sus diferentes escuelas (carmelitas, dominicos, jesuitas, franciscanos…), se caracteriza por el influjo habitual de los dones del Espíritu Santo en la vida del cristiano. La mística cristiana, por tanto, tiene lugar siempre por influjo del Espíritu Santo, aunque precise de la colaboración humana, y se experimenta especialmente en la oración contemplativa, pero también en las tareas diarias del cristiano, incluso en las más difíciles.
A diferencia de las anteriores, las características de la mística cristiana son: la pasividad (porque la iniciativa viene de Dios, es una gracia, aunque sea precisa la libertad humana); la simplificación (porque mediante la meditación amorosa de los misterios divinos se alcanza una visión sintética de todo); la experiencia de Dios (porque se tiene conciencia de estar en contacto inmediato con Dios aunque este estado no sea siempre consolador, como en la noche oscura de San Juan de la Cruz); la oración (porque se trata de un diálogo personal, íntimo y profundo entre el hombre y Dios); la caridad (porque toda oración contemplativa remite al amor al prójimo); y la ortodoxia (porque la vida mística cristiana está en plena conformidad con el Magisterio de la Iglesia, tanto en la dogmática como en la moral).
En resumen, la mística cristiana puede entenderse como la iluminación interna y la comunión íntima que Cristo ofrece al cristiano atrayéndolo a sí mismo, y con Él al Padre, por el Espíritu Santo. Santa Teresa repite que no son los éxtasis o los fenómenos místicos los que demuestran la calidad de la oración, sino la transformación en una persona virtuosa, llena de amor y buenas obras.
Queridos diocesanos, desearía que estas breves nociones, en exceso simplificadas, sobre la vida mística cristiana y la mística no cristiana os ayuden a comprender las grandes diferencias existentes entre una y otra, y la naturaleza diferente que se da entre ellas. La mística de los santos Teresa de Jesús y Juan de la Cruz y otros muchos santos contemplativos, como conocemos muy bien en Ávila, es modelo de mística cristiana, alejada de otras técnicas que son muy respetables y que pueden hacer bien a las personas que las practican, incluso a cristianos que ejercen alguna de las técnicas propuestas sin compartir necesariamente el objeto final y manteniendo la fe en Dios Padre y la primacía del Espíritu Santo, pero que conviene distinguir claramente entre una y otra. Es lo que pretendo con esta carta semanal.
+ Jesús, Obispo de Ávila

 

jueves, 13 de abril de 2017

Jesús realmente murió en la Cruz




            El hecho de la resurrección de Cristo es un asunto histórico, en cuanto a su muerte y enterramiento: El lugar se halla definido, el poseedor de la tumba era un hombre que vivía en la mitad del primer siglo, la tumba estaba hecha de la roca en un lugar cerca de Jerusalén, los guardias apostados de guardia eran reales...
 

            Hay amplia bibliografía paralela al respecto: Ignacio, obispo de Antioquía (50-115 d.C), Justino  Mártir (100-165 d.C) Clemente (160-220 d.C) Tertuliano, Josefo, ..., todos ellos relatan como un hecho histórico la realidad de la muerte y posterior resurrección de Jesús, clarificando el hecho de que la tumba está vacía.


Antes de que probemos que Jesús resucitó, es importante probar que efectivamente murió.

 
            (El Corán afirma que Jesús sólo fingió morir (Sura IV : 157))

Para que la resurrección tenga significado, Jesús tuvo que morir primero.

            La teoría del soponcio, la popularizó un hombre llamado Venturini y presupone que Jesús no murió, sino que sufrió un desmayo, por cansancio y pérdida de sangre. Todo el mundo pensó que estaba muerto, , pero más tarde recuperó el conocimiento y sus discípulos pensaron que había resucitado. Otros han sugerido que e propio Jesús planeó su arresto, juicio, y crucifixión, haciendo  los arreglos para que fuera drogado en la cruz, y entonces fingir para recuperarse posteriormente de los latigazos, de la pérdida de sangre por la lanza, y por los agujeros en sus manos y pies...

            Tenemos que considerar:

  1. Jesús sufrió tanto que no pudo concluir el viaje transportando la cruz hasta el lugar de su muerte
  2. No hay evidencia alguna de que Jesús hubiese sido drogado. De hecho el rechazó el analgésico que normalmente se le administraba a las víctimas de la crucifixión Mr 15:23. Su evidente agonía y muerte no encajan en el cuadro de un hombre que está por quedar como muerto en un estado inducido por la droga.
  3. La abundante hemorragia confiere alta probabilidad a la muerte. Su extremo estado emocional, le hizo sudar grandes gotas de sangre mientras oraba en el huerto (lc 22:44) Probablemente Jesús estaba  ya en un estado grave antes de que lo crucificaran, pues la noche anterior a la crucifixión, fue golpeado y azotado repetidas veces con un látigo romano “flagrum” (de tres puntas recubiertas con pedazos de hueso o metal) que habría desgarrado los músculos, y prepararía las condiciones para un colapso circulatorio. El Obispo Eusebio de Cesárea, en referencia a los que eran azotados antes de la crucifixión declara: “las venas de la víctima quedaban al descubierto, y los músculos, tendones e intestinos quedaban totalmente expuestos”  Además le habían insertado en su cabeza una corona de espinas. Después entre las 9,00 de la mañana y el ocaso sufrió cinco heridas importantes de las cuales cuatro fueron los clavos usados para fijarlo en la cruz. Restos hallados de palestinos crucificados permiten saber que esos clavos eran de 12 a 17 cms. de largo y 1 cm de grosos.
  4. Agua y sangre  salieron de su costado cuando lo atravesaron con una lanza. La mejor evidencia señala que esto fue realizado por un soldado romano para cerciorarse de su muerte. La lanza penetró  sus costillas, perforando su pulmón derecho, el pericardio y el corazón dejando salir el líquido pleural y la sangre. Este golpe era fatal, sin contar con las heridas en sus muñecas y pies que habría seccionado nervios principales.
  5. El hecho de que saliese sangre y agua, es explicado por muchos médicos especialistas como un fenómeno que se produce por la rotura del corazón, y que si estuviese vivo, saldrían borbotones de sangre, pero el caso de que saliese un coágulo rojo oscuro, separado del suero acuoso que lo acompañaba demuestra que se había producido una coagulación masiva en las arterias, y es un prueba médica concluyente que Jesús estaba muerto.
  6. El proceso normal incluía quebrar las piernas, para que no pudieran levantarse y respirar. Los crucificados  se asfixiaban pues sus pulmones se llenaban con CO2 A todos los crucificados les quebraban las piernas, pero los verdugos romanos, profesionales, sin dudar un momento, declararon a Cristo muerto sin quebrar sus piernas...
 
En suma la muerte por crucifixión suponía que: el dolor y muerte se produce después de horribles mareos, calambres, sed, hambre, falta de sueño, fiebre traumática, tétanos, vergüenza, continuidad del tormento, horror de anticipación, mortificación por heridas no atendidas,..., La postura no acostumbrada hace que cada movimiento sea muy doloroso, las venas desgarradas y los tendones deshechos palpitan con incesante angustia, las heridas infectadas gangrenan poco a poco; las arterias especialmente en la cabeza y el estómago se inflaman enviando descargas de sangre, y mientras gradualmente incrementa cada variedad de miseria, se le añada la angustia intolerable de la quemante y sofocante sed; todas estas complicaciones físicas causan una ansiedad interna que hacen a la persona ver la muerte, en lugar de un enemigo desconocido, como la liberación del tormento (Frederick  Farrar)


Imaginar que un hombre había sobrevivido a tal experiencia y presentarse a más de 500 como el conquistador de la muerte y el príncipe de la vida requiere de mucha voluntad para rescribir la historia e ignorar esta simple VERDAD “ Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las ESCRITURAS, y que fue sepultado, y resucitó al 3º día conforme a las Escrituras” 1ª Cor 15: 3,4

 
  1. Pilatos pidió pruebas de su muerte antes de entregar el cuerpo, “Cuatro ejecutores vinieron a examinarlo, antes de que José de Arimatea le fuese permitido llevar el cuerpo para la sepultura. Estos estaban acostumbrados a tratar con la muerte.
  2. “Y el centurión que estaba frente a Él, viendo que después de clamar había expirado dijo: Verdaderamente este hombre era HIJO de DIOS.
  3. El relato de la custodia del sepulcro es una clara evidencia de que los judíos pensaban que estaba muerto.
  4. Jesús fue embalsamado con 30 o 45 Kg. de especias y vendas (La naturaleza picante de la mirra y de los áloes, su fuerte olor, su amargura, el que su cuerpo fuera envuelto con vendas de lino, y que se pusiera en cabeza y rostro un mantel, según era costumbre enterrar, lo mataría si no lo hubiera estado..., y puesto en una tumba vigilada. Aunque hubiera despertado no podría haberse sacado las vendas solo, haber movido la piedra por su riel, y pasado entre los guardias sin que lo vieran.  La gran cantidad de especias utilizada tiene paralelos en la historia, pues a los grandes personajes se les daba un espléndido funeral, Gamaliel fue sepultado con 45 Kg de especias. Y Nicodemo utilizó tal cantidad, pues quizás quisiera compensar su cobardía que había mostrado durante la vida de Jesús...
  5. La mirra era una droga que se adhería tan firmemente al cuerpo que impediría quitar con facilidad las vestiduras fúnebres. El cuerpo se lavaba y luego se le vendaba apretadamente desde las axilas con tiras de lino de aproximadamente 30 cms. de ancho, entre las tiras de lino se colocaban especies aromáticas muy a menudo de consistencia gomosa. Actuaban como un cemento para pegar las envolturas de la tela de modo que formasen una cubierta rígida.
 
 
  1. JESÚS SE HABÍA DESVANECIDO, PERO LAS ENVOLTURAS ESTABAN ALLÍ TODAVÍA.
  2. Los áloes, una madera fragante machacada en polvo, se mezclaba con la mirra y con el ungüento semilíquido con el que se ungía el cuerpo se pegaban las tiras de lino, pero mucho de este polvo quedaría por encima seco, y si el cuerpo se incorporase, en posición vertical, el polvo de áloes, estaría en el suelo, en una cantidad considerable, y ninguno de los evangelio hace referencia a este hecho que sería importante (45 Kg. ...) Normalmente la cabeza y el cuello se ungían también con este ungüento, sin embargo, debido a la rápida puesta de sol, se acercaba el día del reposo, a las mujeres no le habría dado tiempo ni tampoco a ungir el cuerpo con otro ungüento que se acostumbraba, nardo; esta pudo haber sido la razón de que las mujeres volviesen a la tumba para reparar esta omisión, y el domingo por la mañana llevaban nardo, o algún otro costoso ungüento con el fin de completar la unción. Lucas dice que prepararon especias y ungüentos, Marcos dice que compraron especias para ungirle. Posiblemente no  intentaban provocar trastornos en las vestiduras fúnebres, sino simplemente ungir la cabeza y el cuello con los ungüentos.
  3. La caminata a Emaús, una caminata de 11 km. Desde Jerusalén habría sido imposible para uno que pasase por este proceso y que estuviese drogado (sus pies horadados...)
  4. Si Cristo no hubiese muerto en esta oportunidad, que se sabe después de él, mientras que su iglesia se estaba levantando a su alrededor. Además habría que invalidar todos los datos históricos referentes a su ascensión y aparición a muchos...
  5. Si Jesús hubiera controlado todo esto, su apariencia habría sido la de un miserable resucitado, no la de un SALVADOR. Sería improbable totalmente que eso hubiera trastornado al mundo.

 

 

martes, 11 de abril de 2017

Xabier Pikaza; Abbá- Immá


 
ABBÁ-IM


HISTORIA DE Dios en la Biblia
Xabier Pikaza
P P C
Entre muchas otras cosas Xabier nos habla en su libro sobre la muerte de Jesús y su crucifixión. El libro de Xabier nos viene muy bien para meditar en esta semana santa y para poder orar con él.
Nos habla también del perdón de Dios. Dios nos perdona, pero al mismo tiempo, su perdón supone que también nosotros perdonemos nuestras deudas como hermanos. La oración supone que tenemos deudas con Dios y con otros hermanos.
Perdonar no es un acto de una sola vez, sino un estilo de vida, cuyo propósito es el de adentrarnos en cada bendición en Cristo. “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos,” (Mateo 5:44-45).
Pienso en el terrible dolor causado por el divorcio y el resentimiento que le sigue. Muchos que han atravesado por un divorcio dicen que es peor que una muerte, porque a menudo torna amantes y amigos en amargos enemigos.
Jesús nunca dijo que el trabajo de perdonar sería fácil. Cuando ordenó, “Ama a tus enemigos, “ la palabra griega para “amar” no significa “afecto” sino “entendimiento moral.” Simplemente, perdonando a alguien no es asunto de revolver afecto humano, sino hacer una decisión moral para quitar el odio de nuestros corazones.
pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante” (Fil:3.13).
 
Encarnar el futuro con esperanza es bordar el horizonte con hilos de oro del Sol naciente.
Me extiendo con mi cuerpo y  mi mente en tensión, cara al futuro, sea corto o largo. En el pensamiento de Pablo está olvidar el pasado y ocupar el tiempo futuro para el bien. Cada momento que pasa es una migaja que cae de la mesa de la vida y que jamás volverá. Quien usa el tiempo de la vida para crecer en el amor no tiene tiempo para odiar. Quien se dedica con laboriosidad al futuro non tiene tempo para lamentar el mal que se encuentra a su alrededor. El mundo es una escuela y en la vida las pruebas  surgen como provocación.
Xabier Pikaza nos dice en su libro que la revelación de Jesús con el Padre no ha sido objeto de una teoría, sino una experiencia de vida. En la oración en el monte de los Olivos Jesús pide al Padre que si es posible aparte de Él el cáliz que ha de beber. Jesús se reconoce pequeño y angustiado ante el Padre. No se ha mentido confesando su angustia, pero no se ha vuelto atrás, sino que ha puesto su vida y proyecto en manos del Padre: “ pero que no se haga mi voluntad sino la tuya”
Es posible que a nosotros no se nos aparte el cáliz y nos veamos obligados a beberlo, pero tendremos en virtud de nuestra oración, la fuerza necesaria para beberlo sin desfallecer. La oración no vuelve del cielo nunca vacía. Podrá ser que no cambie el curso de los acontecimientos pero nos cambia a nosotros, y eso es lo que más interesa.
El asombroso acontecimiento en el Monte de los Olivos brinda muchas enseñanzas. A caso nos esperen muchas desgracias y pruebas. No hay vida humana sin sufrimientos. Pero, aún que tengamos que derramar gotas de sangre recitemos la oración “Padre, no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres” (Mt 26,39).
¡Que magnífico ejemplo de cumplimiento fiel de la misión, plenamente reconocida, nos da Cristo en el Monte de los Olivos, cuando suda gotas de sangre. Perseverar en el cumplimiento del deber, permanecer fiel a los principios, ofrecer a pecho descubierto a las desgracias: todo eso nos enseña el ejemplo del Señor.
Si a Jesús le fue necesaria la Cruz para entrar en la gloria, también a nosotros. Para aprovecharnos de ella, deberemos, en primer lugar, recurrir a la oración. Retirémonos, busquemos la soledad, en ella oremos con reverencia. Suframos con paciencia: Imitemos a Cristo: ¡Con qué dulzura recibe a Judas, que lo iba entregar! Se dejo besar. Ante Pilato Jesús callaba (Mt 26,63) le escupieron, lo coronaron de espinas, desgarraron sus carnes, y el manso como un cordero.
Gracias Xabier, porque como dice Antonio Aradillas Tu nuevo libro ilustra y reconforta a cualquiera. "Entre los signos de Dios en el mundo y en la historia, destacan los de padre y madre, de quienes el hombre recibe no solo la vida, sino palabra, amor y tarea”
 

jueves, 6 de abril de 2017

El Padrenuestro


 
 
En los evangelios sinópticos Jesús aparece en varias ocasiones orando. Seguramente el evangelista que más insiste en esta característica es Lucas, pues hace referencia en ocho ocasiones a la oración de Jesús, colocada en los momentos más significativos  de su ministerio publico: al comienzo durante su bautismo (3,21) en los primeros pasos de su predicación (5,16), en el momento de la elección de sus apóstoles (6,12), instantes previos a la confesión de Pedro (9,18), durante la transfiguración (9,29) en la última cena pidiendo que pedro no caiga en tentación (23,32), desde la cruz rogando por aquellos que le crucificaron (23,34). Por lo demás, en la enseñanza de Jesús encontramos parábolas que sirven para insistir en la necesidad de orar: el amigo inoportuno (11, 5-13), la viuda y el juez (18, 1-18), el fariseo y el publicano (18, 11,13), teniendo en cuenta tanto este aprecio de Jesús por la oración como su reclamo a orar siempre, es fácil explicar que los discípulos le pidieran que les enseñe a orar (11,1). Respondiendo a este ruego les enseñó la oración del padrenuestro (Lc 11, 2-4).

La oración del Padrenuestro no sólo responde al deseo de los discípulos de Jesús de orar como Él oraba, sino que recoge la concepción que Jesús tenía de Dios y de los bienes que quería comunicar a los hombres. Sólo Mateo y Lucas nos han transmitido esta oración, pero con notables diferencias. Destaca, ante todo, la longitud que tiene en Mateo en comparación con Lucas: la simple invocación “Padre”, el primer evangelista la introduce con gran solemnidad: “Padre Nuestro, que estás en el cielo”. Por otra parte la versión mateana contiene dos peticiones más: “hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”, “y líbranos del mal” otras diferencias de formulación encontramos en la cuarta petición mateana, Lucas la formula de un modo distinto: “danos cada día nuestro pan cotidiano” en la quinta, Lucas ha introducido el término “pecados”: “perdónanos nuestros pecados”. Probablemente la versión más corta de Lucas sea la más primitiva.

Lo primero que sorprende en la oración que Jesús enseñó a sus discípulos es la invocación inicial, pues en ella se utiliza a dios una palabra propia del lenguaje infantil: abba. Ciertamente la paternidad de Dios no es un concepto extraño en el judaísmo del Antiguo Testamento, pues el pueblo de Israel se consideraba su hijo (EX 4, 22, 23). Para los judíos dios es padre porque les ha dado la vida, los educa y los ama. De hecho, en la literatura veterotestamentaria encontramos nombres propios que expresan con claridad esta realidad (Yahvé= Padre), Abiel ( = Dios es mi Padre), Eliab (=Mi dios es padre), Joab (= Yahvé es Padre). Bien es cierto que el uso de estos nombres desaparece prácticamente en la época de los grandes profetas.  La novedad del Padrenuestro, en cualquier caso, no es la afirmación de que Dios es padre, sino la fórmula que utiliza Jesús para expresar esta realidad: echa mano de un término que pertenece a los primeros balbuceos de un niño.

Este lenguaje por ser demasiado familiar y provenir de la forma de expresarse de los niños, era considerado irrespetuoso para dirigirse a Dios. De hecho, un pasaje de la Mishná, afirma que la confianza con Dios, que se expresa en una confianza infantil, merece ser castigada con el anatema. En la época de Jesús, semejante modo de dirigirse a Dios en las oraciones era insólito. Las oraciones judías están llenas de invocaciones a Dios, pero las formulas usadas suelen recordar la historia de salvación o la acción todopoderosa de Dios en la creación. No sólo se evita utilizar palabras infantiles, sino la expresión “Padre nuestro” está asociada  a la formula “rey nuestro”; la paternidad es identificada con la realeza, es decir, se habla de Dios como aquel que dispensa todos los bienes, que cuida de los hombres. La familiaridad con que se expresa Jesús está totalmente ausente de estas invocaciones.

En efecto, los evangelios, al presentar a Jesús dirigiéndose a Dios en la oración con la invocación abba, se hace eco de una peculiaridad absoluta, totalmente original en el marco judío de su época, y que esta palabra aramea fue utilizada por Jesús con normalidad en su oración lo demuestran dos hechos. Por una parte los evangelio griegos traducen esta invocación de varias formas: como vocativo (Pater= ¡Padre!) como nominativo como artículo “ el Padre” o acompañado de posesivo ¡ Padre mío! Pablo utiliza también dos veces el termino arameo abba escribiendo a las comunidades griegas (Gal 4,6. Rm 8, 15). Es evidente que este modo de expresarse del apóstol solo puede deberse a que esta invocación era familiar a sus destinatarios. La única explicación de que los cristianos de lengua griega estén familiarizados con este término arameo es ver en él un eco de la oración que rezaban los cristianos por fidelidad a la recomendación de Jesús y siguiendo su divina enseñanza, cuya primera palabra era la invocación abba.

Es probable que en las oraciones judías rechazaran este modo de dirigirse a Dios no sólo porque manifestaba una confianza extrema con Dios, sino porque este término pertenecía al lenguaje infantil. Debido a la sensibilidad judía – Afirma Joachin Jeremías- habría sido una falta de respeto, por tanto algo inconcebible, dirigirse a Dios con un término familiar. El que Jesús se atreviera a dar este paso significa algo nuevo e inaudito. Él habló con dios como un hijo con su Padre, con la misma sencillez, el mismo cariño, la misma seguridad.
 

Cuando Jesús llama a Dios abba nos revela cuál es el corazón de su relación con él. La comunidad cristiana reconoció con gratitud y asombro esta posibilidad de dirigirse también ella a Dios utilizando dicha invocación.  Al ser hechos hijos con el Hijo, también los cristianos pueden llamar a dios Padre: “pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de Hijos de adopción, en el que clamamos: ¡Abba, Padre! Rm 8-15)

LAS DOS PRIMERAS PETICIOES.

Las dos primeras peticiones, “santificado sea tu nombre, venga tu reino” aparecen también juntas en una oración judía con que Jesús estaba familiarizado desde su infancia, el Qadish = (santo). Esta oración compuesta en arameo, se rezaba en la liturgia sinagogal. Las primeras oraciones con que comenzaba el culto sinagogal estaban compuestas en hebreo; tras esta lectura, dado que el pueblo en general desconocía la lengua sacra, se realizaba una traducción al arameo, e inmediatamente después d la homilía, que naturalmente se hacía en lengua hablada, el arameo. Y como cierre de la liturgia sinagogal se recitaba el Qadish. La forma más antigua de esta oración, según los estudiosos dice así: “Glorificado y santificado sea tu nombre, en el mundo él creó según su voluntad. Que él haga reinar su reino en nuestros tiempos y en vuestros días, y en todos los de la casa de Israel, con rapidez y prontitud y deid : Amén.

Alabado sea su nombre de eternidad en eternidad. Bendito, alabado, glorificado, exaltado, ensalzado y loado, adorado y glorificado sea el nombre santo. Bendito sea por encima de toda bendición, himnos, alabanzas y cantico entonados en todo el mundo y decid: Amén.

A pesar de su mayor longitud, estás dos peticiones de la oración judía son las mismas que rezamos en el Padrenuestro. Las formulas empleadas en el Qadish expresan una aclamación de dios como Rey que comienza a reinar, del soberano que manifiesta su esplendor y soberanía delante de sus súbditos. Esta imagen de Dios refleja la concepción profética de la salvación futura, descrita bajo la imagen de la aparición de un soberano que colma los anhelos del pueblo.

Las dos peticiones, por tanto, apuntan a una misma meta: la venida del reino de Dios. En el mismo sentido han de entenderse las primeras peticiones del Padrenuestro. Por tanto, aunque aparentemente en ellas pedimos algo que atañe a Dios, en el fondo pedimos para nosotros el mayor de los bienes que podemos desear. Pero entonces, ¿dónde está la novedad; en qué consiste la diferencia? La explica Joachin Jeremías con estas palabras: “la diferencia es grande. En la Qadish, una comunidad que se debate en las tinieblas del mundo presente, pide que ese cumplimiento llegue. En el Padrenuestro, diciendo lo mismo, reza una comunidad que sabe que el gran cambio ha irrumpido ya, porque dios ha comenzado la obra, pletónica en gracias, de la redención, Una comunidad que suplica solamente la total revelación de lo que ya ha recibido. “


EL PERDÓN DE LOS PECADOS.

En los evangelios Jesús insiste en la necesidad de perdonar a aquellos que han dañado u ofendido; incluso ese perdón es requerido por dios para otorgar su perdón de las múltiples deudas contraídas con Él (Mt 6,14-15; 18,21-35; Lc 17,3-4) La petición de perdón en el Padrenuestro recoge esta enseñanza de Jesús. El creyente se dirige a Dios consciente que es aquel que conoce y juzga con justicia su proceder. Reconoce, pues, que Dios es el juez justo que puede condenar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna  (Mt 10,28), pero  al mismo tiempo es padre misericordioso que quiere que ninguno perezca.

UNA PETICIÓN ANOMALA

La petición final resulta un tanto peculiar: es la única formulada en negativo. Además su contenido evoca las palabras dirigidas por Jesús a sus discípulos en el Huerto de los Olivos: “velad y orad, para no entrar en tentación (Mc 14,38). No se alude aquí principalmente a las tentaciones cotidianas, sino a la gran prueba de la fe a la que el enemigo someterla a los discípulos con el fin de perderlos. Pero la tentación no viene de Dios, como afirma explícitamente la carta de Santiago: “cuando alguien se vea tentado que no diga: Es dios que me tienta; pues Dios no es tentado por el mal y el no tienta a nadie” (Sant 1,13)  El verbo arameo para designar la caída en la tentación es “entrar”. En la petición final del Padrenuestro, este verbo aparecía en forma causativa, con el significado de “hacer entrar, introducir”. Haz que no entremos en la tentación”; es decir, que no caigamos en la tentación. Lo que pide, por tanto, es ser preservados de caer en la tentación.

 

 

 

 

 

 

 

domingo, 2 de abril de 2017

Marta, la primera autoridad cristiana; Dedicado a las presbiteras



 

San Agustín afirmó que la inferioridad de la mujer pertenece al orden natural; Tomás de Aquino la define como un "varón imperfecto"; Lutero habla de las mujeres como inferiores de mente y cuerpo por haber caído en la tentación, y Julian Barrio ha argumentado hce poco que: El Papa san Juan Pablo II descartó toda posibilidad de debate dentro de la Iglesia sobre la posibilidad de aceptar el sacerdocio femenino, señaló que las mujeres no pueden ser sacerdotes porque el mismo Cristo, que instituyó el Sacramento, determinó que fueran varones quienes ejerzan este ministerio. Lo cual no significa que la mujer no sea una parte fundamental en una Iglesia, toda ella ministerial en virtud del sacramento del bautismo.
 Por este motivo, san Juan Pablo II, en su carta apostólica Ordinatio Sacerdotalis, explica claramente que la ordenación de mujeres no es ni será permitida porque "la Iglesia no tiene de ninguna manera la facultad de darle a las mujeres la ordenación sacerdotal, y esta sentencia debe ser considerada de modo definitivo por todos los fieles de la Iglesia".
En el siglo XX las religiones perdieron a la clase obrera porque se colocaron del lado de los patronos y condenaron las revoluciones que luchaban por una sociedad más justa; en el siglo XX perdieron a los jóvenes y a los intelectuales por posiciones filosóficas y culturales integristas y antimodernas, y si continúan por la senda patriarcal, en este siglo XXI perderán a las mujeres.
A partir del siglo II después de Cristo los paganos empezaron a criticar el papel preponderante que tenían las mujeres en las iglesias cristianas, ya que esto chocaba con el patriarcalismo y el dominio de los varones que imperaba en la sociedad de la época.
Durante el siglo III, el filósofo neoplatónico Porfirio, que fue un adversario de la fe cristiana, llegó a decir despectivamente en una de sus quince obras anticristianas que la Iglesia estaba dominada por las mujeres. Poco a poco, tales puntos de vista de la sociedad civil se fueron introduciendo en las congregaciones hasta conseguir la marginación femenina que a través de la Iglesia católica pasó al protestantismo y así llegó hasta la actualidad.
Para comprender el verdadero papel que Jesús les asignó a las mujeres, por encima de las discriminaciones de su tiempo, es mejor fijarse en el círculo más amplio de sus discípulos y ver que allí fueron admitidas igual que los hombres. Esta fue precisamente una fuente constante de quejas o acusaciones de los escribas y fariseos contra el Maestro que influyó también en su ejecución.
Lo que sigue es de Xabier Pikaza:
 
Expuse ayer el mensaje de la resurrección de Lázaro. Sigo hoy con el mismo texto del domingo (Jn 11, 1-46), para señalar que la confesión de fe de Marta es para el evangelio de Juan más importante que la resurrección física de Lázaro. Más aún, la confesión de fe de Marta (como mujer, como persona) es más importante que la confesión que la de Pedro. La escena incluye tres elementos:
‒ Fe en el poder histórico de Jesús. Marta dice: “Señor, si hubieras estado aquí no hubiera muerto mi hermano; pero aún ahora sé que Dios te concederá todo lo que le pidieres” (Jn 11, 21-22). Conforme a una tradición que conocemos ya por los sinópticos, Jesús aparece como alguien que hace milagros: cura a los enfermos y resucita a los muertos.
‒ Marta, creyente judía en la resurrección que vendrá. Jesús responde a Marta: tu hermano resucitará y ella precisa: resucitará en la resurrección del último día (Jn 11, 23-24). Esta es la fe fundamental de los judíos (por lo menos de los fariseos), tal como recuerda Pablo en Rom 4, 17 donde presenta a Abrahán como padre y modelo de fe porque creyó en el Dios que vivifica a los muertos y que llama al ser a las cosas que no existen. Este es el Dios de Marta la judía: ella cree en aquel que crea y resucita. Por eso dice a Jesús: mi hermano resucitará en el último día". Así es hija de Abrahán, auténtica judía.

‒ Fe cristiana en Jesús que es la resurrección. Pero esa fe judía de Abrahán queda transcendida por el Cristo. Ante la tumba de Lázaro, el amigo muerto, Jesús presenta a Marta su misterio: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre (Jn 11, 26).
Esta es la fe cristiana, que Pablo ha presentado en forma teológica ("creemos en el Dios que ha resucitado a Jesús de entre los muertos", Rom 4, 24) y que Jn 11, 26 traduce ya en forma cristológica. Lo que define la existencia cristiana no es una esperanza (¡habrá resurrección final para los justos!) sino la unión de los creyentes con el Cristo que ha resucitado y de esa forma viene a presentarse como vida de los hombres. Ésta será, según iremos viendo, la confesión de fe de Marta, que es para el Evangelio de Juan la primera cristiana, por encima del mismo Pedro, la primera autoridad cristiana.
Tomo esa palabra “autoridad” en el sentido más profundo: Por su confesión creyente, Marta aparece en el evangelio de Juan Juan como “jerarquía” primeria de una iglesia de hermanos (formada por ella con Lázaro y María). En esa línea, el Papa Francisco ha establecido su magisterio ordinario en la Casa de Santa Marta (=Señora) de la Iglesia.
La “fe” del Nuevo Vaticano del Papa Francisco no se centra en la confesión de Pedro, bajo la gran basílica, sino en la confesión de la “casa de Santa Marta” donde él celebra la eucaristía y ofrece la palabra todos los días a los fieles de su “parroquia”.
Imágenes:
1. Santa Marta vence/ata al dragón y de esa forma, con su confesión de fe y servicio fraterno, protege la Casa/castillo de la Iglesia.
2. Santa Marta Papa: Lleva el pan y el vino de la eucaristía... y las llaves de la Iglesia (atribuidas también a Pedro). Ella es Papa-Hermana de la Iglesia.
3. La Casa de Santa Marta en el Vaticano... De un modo sorprendente, el Papa Francisco está convirtiendo la Casa de Santa Marta (Domus Sanctae Marthae) en centro del Vaticano, aunque muchos no se dan cuenta.
Confesión fe, primera creyente
La escena nos sitúa precisamente en un lugar fronterizo, en la ruptura de nivel donde superando la fe común de la escatología judía (apoyada en la resurrección futura de los muertos) venimos a fundarnos en la fe específicamente cristiana: Jesús mismo es la resurrección ya realizada, el culmen de la historia, la revelación definitiva de Dios. Paradójicamente su misterio viene a proclamarse ante la tumba del hermano muerto, en el lugar donde parece que se agota y se consume (hasta se pudre) la esperanza de los hombres. Allí pregunta Jesús en interrogación solemne ¿crees esto? y Marta responde, en confesión de fe cristiana:

Sí, Señor; yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios,
que ha venido a este mundo (Jn 11, 27)

Al contestar así, Marta aparece Jn como la primera cristiana verdadera. Ella reconoce a Jesús como vida de Dios que está presente sobre el mundo. Significativamente, Juan ha silenciado o transformado la confesión de fe que la tradición sinóptica ponía en boca de Pedro, representante y portavoz de todos los creyentes (cf Mc 8, 29).
Es cierto que Pedro, en nombre de los doce, sigue a Jesús, aceptando su mensaje, aunque no llegue a entenderlo: "Señor ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros hemos creído y confesamos que tú eres el santo de Dios" (Jn 6, 68-69). Pero esta confesión de Pedro sitúa a Jesús todavía en el nivel de la esperanza judía, presentándole como revelador de Dios, pero todavía no le reconoce como mesías verdadero: el Hijo de Dios que da la vida y es resurrección dentro del mundo.
Pues bien, sobre el Pedro vacilante de la tradición prepascual, sobre el Pedro incompleto de Jn 6, 68-69, se eleva ahora Marta y aparece como la primera creyente, la discípula perfecta, que acepta y reconoce el sentido de Jesús como resurrección y vida de los hombres (varones y mujeres). Es cierto que ella sigue siendo servidora de los otros, como indica el texto posterior (Jn 12, 2). Pero, desde el fondo de ese servicio, ella es la primera en expresar y expandir la fe completa. Así podemos afirmar que Marta, una mujer trabajadora, ocupa en Jn 11, 27 el puesto que en la tradición sinóptica ocupaba Pedro. Sobre la fe de ella ha fundado Cristo el camino de su iglesia.
Marta es la primera en confesar la fe pascual sobre la tumba de su hermano muerto anticipando la resurrección de Cristo. Por eso, ella no tiene que volver ya en los relatos de la pascua: no corre hacia la tumba vacía (como hará la Magdalena), ni busca al cadáver del Señor en el jardín pascual del mundo. Ha confesado su fe en Jesús que es vida de los hombres y su confesión permanece como tipo y modelo de fe para todos los creyentes. La resurrección histórica de Lázaro su hermano será simplemente un signo para confirma la fe más honda y duradera de Marta en el principio de la iglesia.
Así hablamos de la confesión de fe de Marta (Jn 11, 27): Ella aparece como intérprete y testigo de la fe de una iglesia que ha superado el riesgo nacionalista (que está en el fondo de la confesión de Pedro en Mc 8) y el riesgo de una Iglesia que podría cerrarse en sí misma (en la línea de muchas interpretaciones de la fe de Pedro en Mt 16), para abrirse al conjunto de la humanidad. El mismo Jesús dirige su camino y ella lo acepta, respondiendo “sí, creo”, viniendo a presentarse así como “regla de fe” para todos los cristianos que se abren al Hijo de Dios que es “resurrección y la vida” que se abre y expande al mundo entero. Ella, una mujer a la que hoy algunos llamarían “seglar”, sin autoridad jerárquica, es la primera doctora de la Iglesia.

Concreción. Pedro y Marta: dos doctores, dos confesiones de fe
En el Nuevo Testamento hay varios doctores de la Iglesia naciente, entre ellos Pablo y Santiago. Pero las dos confesiones de fe más significativas son la de Pedro y la de Marta.
La confesión de fe de Pedro (tú eres el Cristo, el Hijo de Dios. Mc 8 y Mt 16) va en la línea de un mesianismo nacional judío, que Jesús ha rechazado (en Marcos), pero que el evangelio Mateo ha reelaborado en línea eclesial, reconociendo la inmensa labor de Pedro en el despliegue de la Iglesia primitiva. Éste es el texto que la Iglesia de Roma ostento en la cúpula de su basílica dogmática, en el Vaticano.
La confesión de fe de Marta (Jn 11, 27) puede y debe tomarse como un correctivo y profundización que ella (Marta) ha introducido en la confesión de Pedro, para abrirla al conjunto de la humanidad, superando así el riesgo de clausura nacionalista (en la línea de Marcos) y de la posible fijación y eclesial del texto de Mateo.
En ese sentido, se puede afirmar que la Confesión de Fe de Marta asume e interpreta en clave universal, desde la perspectiva de la superación de la muerte, la Confesión de Fe de Pedro, que es buena y necesaria, pero insuficiente.
Fe de Marta, fe de la iglesia
El evangelio de Juan ha recogido y reelaborado la tradición del encuentro de Jesús con Marta y María (que aparece en Lc 10, 38-42), pero, a fin de simbolizar en ella el conjunto de la fe cristiana, ellas tienen ahora un hermano llamado Lázaro (Jn 11, 1). En un primer nivel, Marta sigue siendo la trabajadora: sirve en el banquete que ofrecen a Jesús en Betania, mientras Lázaro, invitado, se sienta a comer y María queda libre para realizar su gesto profético de amor y servicio, ungiendo a Jesús para la muerte (Jn 12, 1-8).
Pero Juan ha introducido aquí una novedad: Marta no es sin más la “diaconisa” de la casa, como en Lucas; siendo trabajadora, ella conoce mejor que nadie los misterios del reino de Jesús y viene a presentarse como la primera que acepta y confiesa su evangelio de resurrección y vida. Ha muerto Lázaro y Jesús llega cuando ya le han enterrado. Marta sale a su encuentro e inicia así un diálogo en que pueden distinguirse tres niveles, que presentaremos siguiendo el mismo texto:
1. Fe histórica en Cristo Sanador.
Marta cree en el poder de Jesús y así dice:
Señor, si hubieras estado aquí no hubiera muerto mi hermano; pero aún ahora sé que Dios te concederá todo lo que le pidieres (Jn 11, 21-22).
(Conforme a una tradición que conocemos ya por los sinópticos, Jesús aparece como alguien que hace milagros: cura a los enfermos y resucita a los muertos. En un primer momento, Marta acepta a Jesús como Sanador, hombre que cura en este mundo).
2. Fe escatológica judía.
Jesús responde a Marta: «Tu hermano resucitará» y ella precisa: «Resucitará en la resurrección del último día (Jn 11, 23-24).
(Ésta es la fe fundamental de los judíos de aquel tiempo, por lo menos de los fariseos, tal como recuerda Pablo en Rom 4, 17 donde presenta a Abrahán como padre y modelo de fe porque creyó en el Dios que vivifica a los muertos y que llama al ser a las cosas que no existen. Este es el Dios de Marta la judía: ella cree en Aquel que crea y resucita. Por eso dice a Jesús: mi hermano resucitará en el último día". Así es hija de Abrahán, auténtica judía… En esta línea se sigue situando gran parte de la fe cristiana de aquellos que básicamente sólo creen en la resurrección final).
3. Fe cristiana 1. La fe de Abrahán queda transcendida por la de Marta. Ante la tumba de Lázaro, el amigo/hermano muerto, Jesús presenta a Marta su propio misterio, la novedad del Hombre en Dios:
Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre (Jn 11, 26).
(Esta es la fe cristiana, que Pablo ha presentado en forma teológica ("creemos en el Dios que ha resucitado a Jesús de entre los muertos", Rom 4, 24) y que Jn 11, 26 traduce ya en forma cristológica. Se ha cambiado el centro de la fe y la historia de los hombres.
Lo que define la existencia no es una esperanza para el final ((habrá resurrección final para los justos!) sino la unión de los creyentes con el Cristo que ha resucitado, es decir, la fe en la presencia de Dios en la Vida de los Hombres, la fe en la Vida Resucitada. y de esa forma viene a presentarse como vida de los hombres.
La escena nos sitúa precisamente en un lugar fronterizo, en la ruptura de nivel donde superando la fe común de la escatología judía (apoyada en la resurrección futura de los muertos) venimos a fundarnos en la fe específicamente cristiana: Jesús mismo es la resurrección ya realizada, el culmen de la historia, la revelación definitiva de Dios. Paradójicamente su misterio viene a proclamarse ante la tumba del hermano muerto, en el lugar donde parece que se agota y se consume (hasta se pudre) la esperanza de los hombres, pues Lázaro, el hermano/amigo, está oliendo ya en la tumba. Ante esa tumba, ante la humanidad que sufre y muerte, pregunta Jesús en interrogación solemne )crees esto? y Marta responde, en confesión de fe cristiana:
Respuesta de Marta, portavoz de la Iglesia
Sí, Señor;
yo he creído que tú eres el Cristo,
el Hijo de Dios,
que ha venido al mundo (Jn 11, 27)
Al contestar así a Jesús, Marta aparece como la primera cristiana verdadera. Ella reconoce a Jesús como vida de Dios que está presente sobre el mundo. Es la primera que confiesa su fe (Sí, Señor) en Jesús como “resurrección y vida”.
Comparación con la confesión de Pedro en Marcos, Mateo. La confesiónd e Marta
Significativamente, Juan ha silenciado o transformado la confesión de fe que la tradición sinóptica ponía en boca de Pedro, representante y portavoz de todos los creyentes (cf Mc 8, 29). Es cierto que Pedro, en nombre de los doce, sigue a Jesús, aceptando su mensaje, aunque no llegue a entenderlo: "Señor )a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros hemos creído y confesamos que tú eres el santo de Dios" (Jn 6, 68-69). Esta confesión de Pedro se sitúa en el nivel de la esperanza judía, presentándole como revelador de Dios, pero todavía no le reconoce como mesías verdadero: el Hijo de Dios que da la vida y es resurrección dentro del mundo.
a) Esto significa que el evangelio de Juan conoce la tradición de Marcos 8, donde Pedro confiesa a Jesús como Cristo, pero en línea nacionalista, de iglesia cerrada, de forma que Jesús tiene que reprenderle “apártate de mí, Satanás”. Es evidente que puede haber un Pedro “Satanás”, que tienta a los hombres y al mismo Jesús y aparta los hombres de la salvación. El último testigo de la fe para Juan no es Pedro, sino Marta.
b) El evangelio de Juan parece conocer la confesión de Pedro en Mateo 16, donde Pedro dice casi lo mismo (tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo…), pero después su fe se interpreta sólo en clave eclesial, que es buena, pero insuficiente. Ésta es la fe de las “llaves” que sirven para abrir todas las puertas (¡te daré las llaves del Reino de los cielos…!), pero que puede utilizarse y se utiliza también para cerrar, como parecen hacer algunos jerarcas de este tiempos. El evangelio de Juan puede conocer esa confesión de Pedro en Mateo 16, pero él quiere ampliarla y lo hace acudiendo a Marta.
c) Pues bien, sobre el Pedro vacilante de la tradición prepascual y de cierta iglesia primitiva (Mc 8), sobre el Pedro intra-eclesial e incompleto de Mt 16 y Jn 6, 68-69, se eleva ahora Marta y aparece como la primera creyente, la discípula perfecta, que acepta y reconoce el sentido de Jesús como resurrección y vida de los hombres (varones y mujeres).
Es cierto que Marta sigue siendo servidora de los otros, como indica el texto posterior (Jn 12, 2). Pero, desde el fondo de ese servicio, ella es la primera en expresar y expandir la fe completa. Así podemos afirmar que Marta, una mujer trabajadora, ocupa en Jn 11, 27 el puesto que en la tradición sinóptica ocupaba Pedro. Sobre la fe de ella ha fundado Cristo el camino de su iglesia.
La Confesión de Marta:
a) Es la misma confesión de Pedro en Mc 8: Tú eres el Cristo
b) Es la misma confesión de Pedro Mt 16: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios
c) Pero es ya una confesión cristiana completa:
1) Sí, creo. Es una confesión personal, que responde al mismo Jesús que le pregunta ¿crees? Ella responde a Jesús (en la Iglesia, pero no a la Iglesia sin más). Sí, creo.
2) Creo esto: «Que tú eres la Resurrección y la vida y que quien cree en ti no muere…”. Jesús le ha preguntado “crees esto” y ella ha respondió “creo”, es decir, “creo esto”… Ella creen en Jesús como resurrección y vida, es decir, como Dios que es la Vida/Resurrección, el Dios judío, el Dios universal, el Dios de la vida de los hombres… el Dios que no muere.
3) Sí, Señor… Marta llama a Jesús Kyrios, Señor… Éste es uno de los textos más hermosos del Nuevo Testamento, si es que lo imaginamos en su fondo “arameo”. En arameo, Señor se dicen Marán, término que podríamos castellanizar diciendo “Marto” (perdonen el mal neologismo). Pues bien, ella, unida a Jesús, se llama Marta, que significa la Señora (es el femenino de Marán). Jesús es Señor (Marán, Kyrios) siendo resurrección y vida. Ella es Marta (Señora) creyendo en Jesús, uniéndose a él.
4) Yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios… De esta manera, Marta se vincula a la fe de Pedro Marcos (reinterpretada) y en Mateo (pero universalizada)… Ella es cristiana de los de Pedro, pero ha dado un paso más, situándose en el lugar de la fe más honda, más universal, la fe en el Señor que es Resurrección y Vida… Ésta es una fe que parece “más mística” y que, sin embargo, es la que puede unir a todos los hombres y mujeres del mundo… pues todos buscan la Vida, de un modo o de otro.
Éste no es un camino de evasión, sino de compromiso de transformación del mundo. No se trata de resignarse a la muerte, sino de afirmar y mostrar con Jesús el camino de la vida, precisamente allí donde externamente domina la muerte…
5) Eres el Hijo de Dios que ha venido al mundo. Ésta es la novedad final. Marta cree en el Jesús que le ha dicho “yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí ya no muere… Por eso responde: “Sí creo, Señor, tú eres el Cristo, Hijo de Dios que ha venido al mundo”, es decir, que está en este mundo, en la vida de los hombres que aman y buscan, que creen en la vida, no después que haya resucitado Lázaro, sino antes de su “resurrección externa”, que no es necesaria para creer. Los cristianos ya no creemos simplemente en una resurrección final de los muertos, sino en Jesús que es Resurrección y Vida.
No ha venido sólo al Israel nacionalista (como podría pensar el Pedro de Marcos). No ha venido sólo a un tipo de Iglesia de las llaves (como podría pensar un tipo de Pedro secuestrado por una iglesia cerrada en sí misma).
Es la Vida y Resurrección que ha venido “al mundo”, es decir, al conjunto de la humanidad. Ésta es la fe universal de Marta, que según el evangelio de Juan, es el verdadero “Pedro” (roca de la fe de la iglesia).
Marta es la primera en confesar la fe pascual sobre la tumba de su hermano muerto anticipando la resurrección de Cristo… Es la primera cristiana completa del evangelio de Juan. Por eso, ella no tiene que aparecer ya en los relatos de la pascua: no corre hacia la tumba vacía (como hará la Magdalena), ni busca al cadáver del Señor en el jardín pascual del mundo. Ha confesado su fe en Jesús que es vida de los hombres y su confesión permanece como tipo y modelo de fe para todos los creyentes. La resurrección histórica de Lázaro su hermano será simplemente un signo para confirma la fe más honda y duradera de Marta en el principio de la iglesia.