jueves, 1 de septiembre de 2016

La comunión de los santos


 
 
Dios no es el Dios de los muertos, sino de los vivos. Los santos, las personas buenas están vivas.
Aquellas personas que murieron en amistad con Cristo están en verdad más vivas que lo que lo estamos nosotros aquí en la tierra.
“Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él” (Mt 17, 1-3).
El catecismo a este respecto enseña:
956 La intercesión de los santos. “Por el hecho de que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad…no dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la tierra… Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad” (LG 49)
 Y si miramos la Biblia encontramos:
 Almas siendo conscientes de lo que vivieron en la tierra clamando a Dios justicia (Ap 6, 9-11)
 Una muchedumbre de pie delante del trono alabando a Dios (Ap 7, 9)
 Los ancianos y seres vivientes delante del Cordero presentando las necesidades de los santos en sus copas (Ap 5, 8)
Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él".(Lc 20, 38)
 Jesucristo fue claro: TODOS viven para Dios, y en esa cita incluye a vivos y muertos. Cuando estamos en vida, podemos interceder por nuestros hermanos como en diferentes circunstancias pidió San Pablo, pero el mismo Apóstol nos da una luz sobre nuestra situación al morir:
Por eso, nos sentimos plenamente seguros, sabiendo que habitar en este cuerpo es vivir en el exilio, lejos del Señor; porque nosotros caminamos en la fe y todavía no vemos claramente.
Sí, nos sentimos plenamente seguros, y por eso, preferimos dejar este cuerpo para estar junto al Señor (2 Cor 5, 6-8)
Leemos en el Catecismo:
789 La comparación de la Iglesia con el cuerpo arroja un rayo de luz sobre la relación íntima entre la Iglesia y Cristo. No está solamente reunida en torno a Él: siempre está unificada en Él, en su Cuerpo. Tres aspectos de la Iglesia "cuerpo de Cristo" se han de resaltar más específicamente: la unidad de todos los miembros entre sí por su unión con Cristo; Cristo Cabeza del cuerpo; la Iglesia, Esposa de Cristo.
El encuentro semanal del Papa el 13 de octubre del 2013 con los miles de fieles y peregrinos en la Plaza de San Pedro, estuvo marcado por la catequesis de Francisco dedicada a la “comunión de los santos”: una gran familia, nos recordó el papa Francisco, donde todos los miembros se ayudan y se sostienen entre sí. El Obispo de Roma insistió asimismo en que la “comunión de los santos”, gracias a la Resurrección de Cristo, establece un vínculo profundo e indisoluble entre los que peregrinan en la tierra
“La memoria de los difuntos es muy sentida, pero deberíamos preguntarnos: ¿la vivimos de forma cristiana o pagana? ¿Se basa sobre la fe en un Cristo muerto y resucitado? ¿O en una mezcla de creencia y de miedo que poco tiene que ver con el Evangelio? ”
La comunión espiritual que nace del bautismo no se destruye con la muerte, sino que, gracias a la Resurrección de Cristo, está destinada a encontrar la plenitud en la vida eterna. Hay un vínculo profundo e indisoluble entre los que todavía son peregrinos en este mundo y los que han cruzado el umbral de la muerte para entrar en la eternidad.
 “Mas a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.” (Juan 1:12). “Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios…” (Romanos 8:14).
De igual manera, Pablo nos dice que como hijos e hijas de Dios, nos es dado el mismo Espíritu que estaba en Cristo. “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús está en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que está en vosotros.” (Romanos 8:11).
Ciertamente, el Espíritu comparte el dolor de Dios por la incredulidad y falta de oración de su pueblo. Considera solo unas cuantas maneras poderosas en que el Espíritu Santo juega un papel en nuestras oraciones:
  • Es durante la oración que el Espíritu Santo manifiesta la presencia de Cristo en nosotros.
  • Es durante la oración que el Espíritu sella las promesas de Dios en nuestros corazones.
  • Es durante la oración que el Consolador pronuncia esperanza a nosotros.
  • Es durante la oración que el Espíritu suelta ríos de consuelo, paz y descanso en nuestra almas.
Estos días, mi oración es esta: Espíritu Santo, mantenme en comunión cercana con Jesús. No me permitas descuidar mi tiempo a solas con Aquel que ama mi alma. Mantenme sobre mis rodillas. Entonces conoceré tu consuelo.