sábado, 31 de diciembre de 2016

El milagro de una bolsita de tercio pelo


Hace unos días presente el blog de mi Amigo Xosé Manuel Carballo. Hoy me gustaría compartir con todos los que visitáis mi blog este precioso testimonio de Fe de Xosé Manuel. De su blog:
En sus artículos transmite siempre una gran fe en Dios. La fe es el firme fundamento de la vida espiritual como también del ministerio, es lo que debe sustentar a cada cristiano en cada batalla, es la guía al triunfo de todas ellas. Creer en Dios significa estar en camino hacia Él y con Él. En efecto, el don de la fe es un camino, un riesgo, una conquista, una aventura por recorrer. Implica abandonar nuestras seguridades y nuestros apegos para emprender el camino hacia el encuentro con Dios. La fe es un proceso de apertura hacia Dios y de confianza en Él.
Todo lo que sigue es de él:
 
Dedicado al doctor Alfonso Mateos
El año pasado por estas fechas estaba convaleciente de un nuevo ingreso en un centro sanitario. El día primero de año tenía la firme y fundada convicción de que sería el último que lo celebraba por aquí abajo. No era la primera vez que me ocurría, por eso había dispuesto de tiempo para asumir la realidad y perderle el miedo irracional e instintivo a lo que se dice que es la causa profunda de todos nuestros miedos, la muerte. Tuve tiempo para hacer varios repasos a mi vida y en todos llegué a la misma conclusión: Ni he combatido todo lo bien que debiera mi combate ni llego vencedor a la meta, pero, ni creo que sea la última meta sino el final de la penúltima etapa, ni veo, con el Evangelio en la mano, y en consonancia con lo predicado, a un riguroso juez olímpico, cronómetro y escaleta en mano; sino a un padre bondadoso y misericordioso, bueno, pero no bobalicón, que ya sabe que mis EPOCs, enfermedades oclusivas crónicas que también ocluyen espíritus, me impidieron muchas veces combatir bien y correr más.
No fue fácil llegar a estas conclusiones, acostumbrado como estaba a hacer examen exclusivamente de lo que había hecho mal. Menos mal que en tiempos de mayor silencio puedo pensar más y mejor, porque no me interrumpe mi tantas veces hueca palabrería.
Después de un año sigo aquí y no voy a decir como tópico por mí tantas veces repetido: “gracias a Dios”. No. Digo:¡¡Gracias, Dios!!
No sé por qué me concedieron otra prórroga más. Sólo sé algo de cómo me la concedieron. Si quieres, sigue leyendo y te lo cuento y si no quieres, tan amigos. Eres muy libre. ¡Faltaría más!
¿Sigues ahí?... Pues verás:
Resulta que se echó sobre mí la noche. No se hizo de noche repentinamente. No. Fue cosa de varios días, pero pocos fueron necesarios para que reinase sobre mí la oscuridad casi total. Aunque había lunar yo no lo veía, porque prefería tener cerradas las contraventanas y bajadas las persianas como signo de un forzado recogimiento que, más bien, era un replegarme sobre mí mismo. A pesar de la oscuridad no era capaz de conciliar un sueño profundo y reparador, en parte por miedo a no despertar y morirme por un fallo de respiración, que también se dice por falta de vida. La negrura se iba haciendo cada vez más espesa y pesada, llegando al punto de que ella misma me oprimía el pecho. Ni ánimos tenía para encender la luz de la habitación, porque estaba convencido de que no me serviría de nada, ya que, a mi entender, no había luz capaz de cortar tanta oscuridad y abrirse paso.
De vez en cuando parecía que se encendía una lucecita parpadeante dentro de mí mismo, pero, por más que trataba de agarrarme a ella con fe, no lograba evitar temores ante las inseguridades de lo creído, pero desconocido. Sospecho que esa lucecita interior mía no alumbraba con mayor intensidad, porque no me había preocupado mientras pude de recargarle la batería como debiera en la lucecita del sagrario o de aprovisionarme de aceite del bueno para lámparas de invitados al banquete.
Tenía la convicción de que muy pronto ya no habría para mí un nuevo amanecer. Y creo que quienes me acompañaban sospechaban lo mismo, aunque no me decían lo que pensaban para que yo dejase de pensar lo que no decía.
Con estas cavilaciones y rendido por el esfuerzo de vivir para respirar y no a la viceversa como es lo habitual, entré en una especie de sopor que me fue envolviendo como una nube y me sumió en la semiinconsciencia. 
Volver la vista atrás me atemorizaba, y a mirar hacia adelante no me atrevía. 
Entonces escuché:
-No te des por vencido. Soy un Rey Mago, sembrador de ilusiones, que te quiere devolver la tuya, pero no contra tu voluntad.
Le respondí en voz muy baja, para no malgastar alientos que me faltaban:
-No estoy en condiciones de recuperar ilusiones que ya no podrán hacerse realidad. ¿Qué ilusiones puede haber cuando se llegó a la meta? ¿Para qué quiero ilusiones incapaces de reconvertir en luz la oscuridad que me oprime?
Entreabrí los ojos y sin encender la luz atisbé a un rey mago a mi lado y pensé:
-¡Pobre de mí que ya comienzo a delirar!
Volví a cerrar los ojos apretando los párpados hasta que me dolieron y seguí escuchando:
-Te compadezco, amigo, pues te veo dispuesto a apearte del tren en alguna estación anterior a la que te corresponde, o, en el caso de no bajarte, a negarte a mirar por la ventanilla y contemplar el paisaje. ¿Crees que viajarás más a gusto a oscuras? 
-Mi viaje está terminando. Déjeme, por favor, y no pierda más tiempo conmigo. Siga su camino con quienes pueda ser más eficaz.
Insistió el Mago:
-Nuestros caminos suelen ser improvisados e imprevisibles. Tampoco nosotros teníamos muy claro entonces cuál sería nuestro destino. Es cierto que nos guiaba una estrella, pero no nos daba seguridad total y por veces incluso se apagaba. ¿Sabes? Era algo semejante a esa lucecita que se enciende y se apaga dentro de ti. Con todo, nos valió mucho la pena seguir caminando y no detenernos ante las dificultades, ni siquiera ante los herodes asesinos de ilusiones y de futuros. Mira, te voy a dejar esta pequeña bolsita de terciopelo rojo atada con un cordoncito dorado. No la abras hasta por la mañana y así tendrás motivo para esperar un nuevo amanecer. Antes de despedirme te voy a subir la persiana para que vuelvas a saber cuando vuelve a ser de día otra vez.
Mi cabeza era un torbellino. ¿Quién le había hablado a él de una lucecita interior? Tenía que ser todo fruto del delirio. No estoy seguro de si le di las gracias. Probablemente no; porque hasta que vi por la mañana la bolsita de  terciopelo todo me parecía obra de mi calenturienta fantasía. Pero algo me confundía. Volvía a sentir necesidad de ver abrir el día y de salir de las tinieblas de aquellas largas noches.
Cuando empezaba a ser día y abrí la bolsita sólo encontré en ella un papelito doblado que decía: “Nunca renuncies antes de tiempo a las escaleras que te pueden ayudar a salir del abismo. Sigue subiendo, aunque por veces te parezca que se dobla la escalera. No dejes de apoyarte también en ti mismo, pero sobre todo apóyate en el AMIGO que se hace presente en los amigos, en los sanitarios, en la familia…” 
Guardo con gratitud y cariño aquella bolsita de terciopelo rojo y cordoncito brillante dorado y cada vez que miro dentro de él puedo ver rostros de personas muy queridas y sentir incluso a Dios y todo eso sin delirar.
Se la presté a algunos y fue eficaz, pero no lo es con todos. Hay que aprender a mirar dentro.
El que desee seguir leyendo sus artículos pinche AQUÍ
 
 
 

miércoles, 28 de diciembre de 2016

La mala educación


 
 
En 2008, afirmaba Benedicto XVI: “Debemos, preocuparnos por la formación de las futuras generaciones, por su capacidad de orientarse en la vida y de discernir el bien del mal, por su salud no sólo física sino también moral… Ahora bien, educar hoy parece ser cada vez más difícil. Se habla, por este motivo, de una gran «emergencia educativa», confirmada por los fracasos que encuentran con demasiada frecuencia nuestros esfuerzos por formar persona sólidas, capaces de colaborar con los demás, y de dar un sentido a la propia vida.”
Generamos ciudadanos que piensan que toda autoridad, incluida la de los padres y los maestros, es una represión intolerable, incompatible con el desarrollo de la personalidad.
Las familias delegan en la escuela la educación moral y ética de sus hijos y en la escuela los maestros se ven incapaces de transmitir valores en un marco de permanente desautorización de su trabajo, entre otros por los propios padres de familia.
A muchos padres les cuesta abandonar la adolescencia y viven una segunda juventud viendo disfrutar a sus hijos.
Muchos padres se sientan con sus hijos a ver programas de televisión para los que no tienen edad. A muchos progenitores les cuesta mucho abandonar la adolescencia.
Es muy duro negarles cosas a nuestros hijos, porque les queremos y nos tienen ganados desde que son pequeños, pero decirles no es necesario para su desarrollo como personas.
Carecer de límites o no ser capaz de demorar un deseo es un camino que puede llevarlos a las drogas.
Nuestros hijos necesitan padres que los eduquen; los amigos, los colegas se buscan fuera, en la calle. Educar significa establecer normas. De otra forma tropezarán con algo que les sirva de barrera, esto podría ser la policía o la justicia, sería demasiado tarde después de cometer un delito.
Los problemas de la adolescencia suelen ser fruto de errores como el de que un niño tenga la televisión en su habitación.
Los niños vándalos suelen tener padres que no saben decir no.
Estoy empezando a pensar que hay un sector de educadores postmodernos que se han convertido en el aliado más fiel de la barbarie, que lo que hacen es ocultar la realidad y sustituirla por una ideología acaramelada y buenista.
Los niños deben de aprender a ser responsables de sus actos. Los padres deben de proporcionarles un entorno de protección y afecto.
Hay muchísimos niños de corta edad que maltratan de palabra a sus padres.
Que un hijo le diga a su padre “cállate” la boca  sería un maltrato de palabra. Éste es el caldo de cultivo para tener un hijo vándalo.
El acceso al mundo laboral también es otro problema para la juventud de hoy.
Al no encontrar trabajo los jóvenes  no se van de casa no hay una maduración armónica, todo llega sin esfuerzo, de forma rápida, sobre todo de caprichos consumistas.
Muchos jóvenes que están en este círculo no son vándalos, pero ejercen una agresividad contra el entorno, porque molestan al vecindario cuando se concentran en el botellón a beber.
La educación es uno de los asuntos más decisivos de nuestra sociedad. Tanto en los escenarios formales -los sistemas educativos, los currículos, la formación del profesorado, la política educativa, etc.- como en los no formales -la familia sobre todo, pero también los medios de comunicación, las redes sociales, el ambiente de la calle, las modas, etc.- se aprecia que la educación está afectada por la crisis que aqueja a nuestra sociedad y a nuestra cultura.
Suele decir Abilio de Gregorio que cuando un educador se pone ante sus discípulos, tan sólo con su actitud ya les está diciendo: “el mundo es así”. Por ello, ante todo, hacen falta educadores, maestros de vida. Si hay verdaderos maestros que amen su labor, y transmitan lo que se esfuerzan lealmente por vivir, a pesar de las insidias de todo tipo y de un entorno moralmente demoledor, habrá esperanza para nuestros jóvenes.
Es mucho más sensato enseñar a nuestros hijos a superar las frustraciones inevitables que hacerles creer en la posibilidad de un mundo sin frustraciones.
 

jueves, 22 de diciembre de 2016

Xosé Manuel Carballo, un lujo para Religión Digital


 
Xosé Manuel Carballo, Un lujo para Religión Digital.
Hace pocos días comentaba Xabier  Pikaza en su blog lo siguiente: “Es un lujo que haya habido y que haya "curas" rurales como Xosé Manuel, hombres de cultura universal, y al mismo tiempo cercanos a su tierra y a sus gentes. Hombres abiertos al mundo entero...” Ahora es un lujo poder leerle  en Religión Digital. José Manuel Vidal ha hecho un gran fichaje con Xosé Manuel Carballo. Estoy seguro que tendrá millones de lectores y que dará vueltas y vueltas al contador de visitas de su blog.
Elsa Vega también hacía  el siguiente comentario muy acertado en el blog de Xabier Pikaza: “Es Xosé Manuel para mí un amigo verdadero, es la persona que reúne casi todas las virtudes, (perdón, digo "casi todas" porque yo lo he visto enojado de verdad, muy pocas veces y con razón); de no ser así no pertenecería a este mundo. El Señor quiso que entrara en mi vida hace once años; en ese tiempo, nuestros encuentros y charlas se redujeron a pocos días pero fueron suficiente para conocer a este hombre -cura de gran valía-. Soy de las que piensan que los AMIGOS no se eligen, los pone Dios en nuestro camino: a veces para reír, otras para pensar y tantas más para poder sobrellevar la carga que pesa en la espalda de su prójimo. Así es él, el amigo incondicional que atiende y entiende los pesares del "otro " antes que los suyos. Lo admiro por su fortaleza, su bondad y entrega.”
Elsa Vega habla de su genio, pero yo he descubierto en Xosé Manuel un hombre bueno, un hombre que por exceso en la blandura y apacibilidad de su genio que cede ante los defectos de los defectuosos y las incorrecciones de los incorrectos, o al menos en muchas ocasiones he comprobado que procede como si no los conociera. Con la mesura y con el diccionario en la mano yo diría: Exceso de blandura y apacibilidad de su genio”
 
“Y más que un hombre al uso, siervo de una doctrina,
Soy en el buen sentido de la palabra, un Amigo
Sin duda, me hace meditar más de una vez las palabras de San Pablo: “A nadie damos motivo alguno para que pueda desacreditar el ministerio; antes bien, en toda ocasión nos comportamos como ministros de Dios, aguantando mucho, sufriendo, pasando estrecheces y angustias… procedemos con limpieza de vida, con paciencia, con bondad, apoyados en la palabra de la verdad y en la fuerza salvadora de Dios”. (2 Corintios 6, 4-7).
Su ministerio pastoral es fecundo y queda plasmado en lo que podríamos llamar “las obras de misericordia de un buen pastor”. El celo apostólico y la caridad pastoral animan a este sacerdote entregado a transformar en cuerpo y alma la vida de sus feligreses.
Xosé Manuel, crecido en la cultura del esfuerzo, cada día, cada mañana se vence a sí mismo y es para muchos de sus amigos un ejemplo de fe. Él es el tipo de siervo que está en comunión con el Señor, ofreciéndole a Él lo mejor que tiene.
Amigo de mirada limpia y transparente y todo ello se palpa al escucharle y se lee en sus escritos. Con ojos brillantes y expresivos que inspiran ternura y delicadeza, consecuencia de una mente serena, de un carácter que observa la vida de una forma consciente, profunda y creativa, con ese espíritu dinámico se hace difícil imaginarlo quieto. Amigo del marginado y del dolido. Testigo audaz del poder salvador de Cristo. Voz apasionada por Dios hacia su diócesis a la que tanto ama.
Xosé Manuel, fraternal, humilde y colosal. Me han emocionado ya de entrada los primeros apuntes bibliográficos que  he leído en su blog. En ellos se muestra la pasión, la fogosidad y la belleza expresiva de un hombre habitado por la pasión de hacernos partícipes de lo que él cree. Y esto puede descubrirlo cualquiera que llegue hasta su blog.
En sus artículos transmite siempre una gran fe en Dios. La fe es el firme fundamento de la vida espiritual como también del ministerio, es lo que debe sustentar a cada cristiano en cada batalla, es la guía al triunfo de todas ellas. Creer en Dios significa estar en camino hacia Él y con Él. En efecto, el don de la fe es un camino, un riesgo, una conquista, una aventura por recorrer. Implica abandonar nuestras seguridades y nuestros apegos para emprender el camino hacia el encuentro con Dios. La fe es un proceso de apertura hacia Dios y de confianza en Él.
Hay ocasiones en la vida en que las cosas se ven muy mal, pero podemos decirle a Dios: “Estoy poniendo toda mi fe en Ti, porque, aunque mi situación pareciera no tener esperanza, contigo nada es imposible”
Dicen que la gran enfermedad de este mundo es la falta de fe o la crisis moral que atraviesa. No lo creo. Me temo que en nuestro mundo lo que está agonizante es la falta de esperanza, las ganas de vivir y de luchar, el descubrimiento de las infinitas zonas luminosas que hay en las personas y en las cosas que nos rodean.
Xosé Manuel Carballo también me ha hecho descubrir que el sentido del humor es un instrumento de gran valor religioso, es algo que ayuda en los actos de fe. Te ayuda a que adviertas tu propio “yo” bajo la luz adecuada. Si en realidad soy nada. ¿Por qué trato de hacer de mí el centro del mundo?, ¿por qué considero que mis asuntos y mis problemas son siempre los más importantes?, ¿por qué vivo con tanto dolor mis derrotas y  fracasos?, ¿por qué soy tan mortalmente  triste y serio? Bastaría con enfocarlo todo con un mínimo de indulgencia y buen humor, para poder comprender  que todo lo que me parece tan preocupante, todo lo que me tiene tan preocupado y angustiado, es absolutamente ridículo; en comparación con la única realidad que realmente es importante: la certeza de que tenemos un Dios grande y maravilloso.
El sentido cristiano del humor, es el acto religioso que derriba de su trono al ídolo de tu “yo”. Cuando veas la comicidad de la situación en la que “yo” está sentado en Su trono, al menos por un tiempo, ésa situación quedará ridiculizada, y será menos peligrosa para ti. Quedará desenmascarada toda tu vanidad y toda tu soberbia.
El sentido del humor cristiano, te hará un hombre libre de ti mismo. Te permitirá revisar, a la luz de la fe, todos los valores, y conocer que todo lo que sucede a tu alrededor es sencillamente ridículo, todo con la excepción de un Dios grande y maravilloso que nos Ama y que se hace presente en nuestras vidas. Te permitirá también desenmascarar los valores aparentes. Tu trabajo, tus planes, tus dificultades… todas estas cosas, en comparación con el valor supremo que es Dios, no es nada más que ceniza y polvo.
¿Qué más puedo decir de alguien que siempre está en la brecha como un verdadero profeta? Advertir, aconsejar, exhortar en amor y cuantas cosas más que me ha transmitido desde que le conozco.
Señor dale a Xosé Manuel paz, síguele mostrando que a pesar de sus dificultades  no lo has abandonado, que para él hay un propósito especial y que para una misión tú lo has llamado. Sigue derramando en él tu Espíritu divino. Que tu poder le mantenga la salud para poder ser de mucha bendición para todos los que le lean.  Dale a Xosé Manuel una inesperada bendición que le siga mostrando el Dios soberano y Poderoso que tú eres.
¿Qué más voy a decir de Xosé Manuel? Quien quiera seguir sus publicaciones vaya a su blog y le lea su primer artículo pinchando Aquí
José Carlos Enríquez Díaz
 
 
 

martes, 20 de diciembre de 2016

En el principio no fue así


 
 EN EL PRINCIPIO NO FUE ASÍ
1. Había sacerdotes en tiempos de Jesús, una jerarquía sagrada, y en esa línea algunas tradiciones del AT (sobre todo en el Levítico) habían desarrollado una teología del sacerdocio, centrada en la pureza ritual, que los fariseos querían extender a todo el pueblo. Pero en su conjunto la identidad de Israel era histórica, profética y sapiencial, con una fuerte dosis de apocalíptica, no venía dada por una jerarquía de tipo sagrado. En el Nuevo Testamento los sacerdotes de Jerusalén, a quienes el mismo Pilatos considera envidiosos (Mc 14, 10), se muestran contrarios a la visión de Jesús y de sus primeros seguidores. Pero el judaísmo posterior (la federación de sinagogas) dejó de ser sacerdotal, y lo mismo hizo el cristianismo, aunque en formas distintas.
Normalmente, desde el comienzo de los tiempos conocidos, los sacerdotes del antiguo oriente dependían de los jefes de clan y de los reyes, con quienes estaban se hallaban vinculados; por eso, no solía haber un sacerdocio institucional autónomo, pues el mismo patriarca o rey actuaba como sacerdote. En esa línea, al institucionalizarse las funciones sociales, políticas y religiosas del pueblo aparecieron también en Jerusalén y en otros santuarios de Israel, tribus o grupos sacerdotales (levíticos), sin tierras propias, especializados en sacrificios y oráculos. Destacaron entre ellos los "hijos" de Aarón, aunque al principio no tenían gran poder, ni formaban una casta superior, pues la vida estaba regulada por normas de alianza social o tribal. La situación cambió con la restauración, tras la vuelta del exilio (el 539 a.C.), cuando el judaísmo se volvió comunidad del templo, de manera que triunfó y se impuso el Sumo Sacerdote como autoridad superior, por imperativo del imperio persa, bajo el cual quedaron los judíos.
Judea se estructuró en ese tiempo como pueblo sagrado, una especie de estado-templo, bajo el Sumo Sacerdote y su consejo, por delegación del rey persa (o de los imperios siguientes: helenista, romano). Lógicamente, la Ley sacerdotal, centrada en el Levítico, pero extendida, de algún modo, en todo el Pentateuco, presentaba al Sacerdote como autoridad socio-religiosa, ceremonial y jurídica, añadiendo una vez por año la función suprema de entrar en Sancta Sanctorum del templo, donde intercedía por el pueblo (cf. Lev 16). En esa línea, el Sumo Sacerdote tendió a tomar casi todos los poderes sociales y religiosos, apareciendo como cabeza del pueblo, aunque no logró hacerlo nunca del todo, pues siguió existiendo una fuerte identidad laical (representada por laz tendencias laícales del Deuteronomio y por los profetas).
Esa situación se mantuvo durante el dominio helenista (tras el 332 a.C.), como muestra el Eclesiástico o Ben Sira (200-180 a.C.), que incluye un largo Himno a los padres o antepasados (Eclo 44-50) donde se exalta la memoria de los grades levitas: Aarón el fundador (Eclo 44, 6-22), Finés el celoso (45, 23-26) y Simón, el nuevo sacerdote (en torno al 200 a.C; cf. Eclo 50, 1-24), a quien la Misná, Abot 1, 2, recuerda como uno de los fundadores de la Gran Sinagoga. En esa línea, el sucesor de Aarón tendía a ser, al mismo tiempo, líder nacional (jefe político), jerarca religioso (oficiante sacral) y maestro (educador legal), reuniendo los tres poderes que Flavio Josefo (Contra Apión B, XVI, 165) ha condensado y descrito como teocracia o gobierno de Dios.
El poder sacerdotal tendió a ser absoluto, pero no lo consiguió, y así a partir de la conquista romana (64 a.C.) las funciones volvieron a escindirse, con un Gobernante (rey herodiano vasallo o procurador romano) como poder civil, y un Sacerdote como poder religioso (¡como en la Edad Media cristiana, con un Papa y un Emperador), aunque los dos poderes se hallaban vinculados, pues se necesitaba, y además, algunos grupos judíos (como los de Qumrán) no aceptaron el sacerdocio oficial. En este contexto se extendieron varios grupos judíos, unos de línea más sacerdotal (saduceos), otros de piedad laical (fariseos) y/o más centrados en la política (varios tipos de celosos), con visiones divergentes de la tradición religiosa. Ciertamente, los sacerdotes tenían mucho poder, pero no todo, en el pueblo.
2. No fue sacerdote, sino laico, en la línea de los profetas y pretendientes mesiánicos, sanadores carismáticos y sabios populares, entre los grupos que había en Israel, retomando los aspectos básicos de la experiencia profética, en una línea no sacerdotal. Por eso, a lo largo de su ministerio no se enfrentó básicamente con los sacerdotes, sino que se mantuvo fuera del campo de su influjo, e incluso les suplantó, ofreciendo el perdón de Dios sin acudir para ello a los ritos sacerdotales del templo, y además comparte con los hombres y mujeres de pueblo la comida sagrada. sin pasar por el templo (multiplicaciones). De todas formas, en el momento clave de su vida, subió a Jerusalén, no para someterse a los sacerdotes, sino para enfrentarse con ellos, mostrando que el templo había realizado su función y no tenía ya valor sagrado (Mc 11, 15-17).
No tomó títulos sacerdotales ni rabínicos, sino que actuó como un simple ser humano (hijo de hombre), sin ordenaciones jurídicas, ni documentaciones acreditativas. No fue ungido para ejercer un ministerio sacral en el templo, ni recibió otro tipo de órdenes sagradas, sino que fue un judío marginal, un galileo de extracción campesina, obrero de la construcción (albañil o carpintero), sin tierras propias, ungido directamente por el Espíritu de Dios, como dirá la tradición cristiana, a partir de su bautismo bajo Juan (Mc 1, 9-11).
Había sido por un tiempo discípulo del Bautista, profeta del juicio de Dios que actuaba en el desierto (allende el Jordán), como otros muchos en el pueblo, sin que eso implicara ningún tipo de ministerio sacerdotal. Pero a Juan le mataron, y Jesús tuvo la certeza de que Dios le impulsaba a proclamar e instaurar su Reino (perdón y concordia universal), empezando por los enfermos, marginados y excluidos de Israel (judíos), sabiendo que después se abriría todos los hombres y mujeres, sin necesidad de sacerdotes.
Animado por esa certeza, dejó el desierto y comenzó a instaurar el Reino de Dios en Galilea, sin papeles ni sellos sagrados que lo acreditaran, simplemente como un israelita consciente de su identidad y su tarea. No era un espíritu del cielo (como algunos esperaban, en la línea de Henoc o Elías), ni quiso hacerse rey, ni fue sacerdote o guerrero sagrado, sino un maestro popular, un carismático, ofreciendo enseñanza de Reino y salud a quienes le acogieran y escucharan.
Fue pues un laico o seglar, maestro y sanador espontáneo, sin estudios ni titulaciones, al interior de las tradiciones de Israel (en línea profética), fuera de los organismos sacerdotales, políticos y doctrinales (escribas) de su entorno. Creía que Dios era Padre de todos, y así promovió un movimiento de sabiduría popular (enseñanza), curación (salud) y comunión entre los marginados a quienes despertaba, acompañaba y animaba, como a destinatarios y herederos del Reino de Dios (cf. Mt 5, 3; 11, 5; Lc 6, 20; 7, 22).
Por estado y vocación, era un marginal, y así podía estar en el centro de todo el pueblo: Estaba convencido de que sólo al margen (fuera del sistema instituido) podía plantarse la obra de Dios, no desde el poder dominante. No utilizó medio de reclutamiento y separación clasista (con un tipo de personas superiores para transformar a las inferiores), como han hecho los grupos de poder. No adiestró a un posible grupo de combatientes (celotas), ni fundó una agrupación de especialistas puros (fariseos), ni un resto de llamados (esenios), sobre la masa perdida. No apeló al dinero, ni a las armas, ni educó un plantel de funcionarios bien capacitados.
No necesitó edificios, ni oficiales a sueldo, sino que proclamó e instauró el Reino de Dios, sin mediaciones jerárquicas. Habló con parábolas que todos podían entender (aunque haciéndoles cambiar su forma de pensar) y actuó con gestos que todos podían asumir, abriendo cauces personales de solidaridad entre excluidos y necesitados, como sanador y exorcista (especializado en expulsar demonios) y, sobre todo, como amigo de los pobres. Acogió (perdonó) a los excluidos, y compartió la comida a campo abierto con aquellos que venían a su lado, buscando salud, compañía o esperanza, cuidando de un modo especial a los niños, enfermos y expulsados de la sociedad.
No fue un soñador ingenuo, ajeno a la sociedad (un simple contra-cultural), pero tampoco un hombre del orden social o religioso, como los políticos romanos o los sacerdotes de Jerusalén. Pudieron compararle con los fariseos, que estaban iniciando un camino de reconstrucción del judaísmo, en línea familiar y nacional, pero sin dar primacía a la ley y a las normas nacionales de pureza; de esa forma puso el servicio a los pobres por encima de las normas nacionales, de manera que su movimiento pudo abrirse luego a todos los pueblos. Fue profeta y carismático, al margen de la buena sociedad, para crear de esa manera un nuevo centro humano, promoviendo la convivencia directa entre hombres, la comunicación gratuita con Dios y entre los hombres.
3. Le condenaron los sacerdotes, amenazados por su propuesta, en Jerusalén, donde subió a presentarla. Antes había ofrecido su mensaje y solidaridad en las calles y pueblos de Galilea, con varones y mujeres, enfermos y sanos, adultos y niños. No fue a las ciudades (Séforis, Tiberíades, Tiro, Gerasa), probablemente porque no aceptaba aquellas estructuras urbanas, dominadas por una organización clasista, bajo la dominación de Roma. Quiso ser universal desde las zonas campesinas donde habitaban los humildes, excluidos de la sociedad de consumo. De esa forma volvió a los orígenes de la vida, de manera que en su mensaje podían caber (desde Israel) todos, por encima de las leyes de separación nacional, social o religiosa de la cultura dominante..
‒ Los primeros destinatarios de su proyecto eran pobres, publicanos y prostitutas, hambrientos y enfermos, expulsados del sistema. Para ellos vivió, desde ellos quiso iniciar su movimiento, del que dependen todas las iglesias posteriores. Pero tenía simpatizantes y amigos, de la sociedad establecida, a quienes pidió que se dejaran "curar" por los pobres, poniéndose al servicio de la comunión del Reino.
‒ Se rodeó de seguidores y amigos, algunos de los cuales dejaban casas y posesiones para acompañarle, y con ellos caminaba, iniciando un movimiento de Reino. En esa línea, convocó a los Doce a quienes instituyó como representantes y mensajeros del nuevo Israel (las doce tribus), y así les mandó predicar el mensaje, sin autoridad administrativa o sacral (no eran sacerdotes ni escribas), con la autoridad de la vida.
Así inicio un movimiento que desde Israel (Doce tribus) debía abrirse luego a los pobres del entorno y después de todo el mundo. Por eso, en el comienzo de su iglesia o comunidad mesiánica están los enfermos y necesitados a cuyo servicio debían ponerse los Doce y los restantes seguidores. No aportó una filosofía orgánica, ni una fórmula de integración forzada, un programa económico o político, militar o religioso que dividiera a las personas en grupos y estamentos de poder, sino que fue simplemente un hombre (hijo de hombre), amigo de todos, desde los más pobres, y asísubió a Jerusalén, ciudad del templo (cf. Mt 5, 35), para culminar su mensaje y presentar su causa ante el Gran Sanedrín, integrado por ancianos-senadores y escribas.
Vino sin poderes exteriores, pero los sacerdotes, que habían secuestrado al Dios del Templo, temieron y le acusaron a Pilatos, Gobernador de Roma, quien también le vio de alguna forma como sedicioso. Murió por el delito que haber anunciado (preparado) un Reino universal, que resultaba peligroso para el Imperio y Templo. Los Doce y otros le habían acompañado hasta Jerusalén..., pero al final le abandonaron. Uno de ellos le traicionó y los restantes (incluso Pedro) se desconcertaron, temieron y huyeron.
4. Iglesia, comunidad de creyentes. Jesús murió fracasado, pero su fracaso mostró que era verdad lo anunciado: su experiencia de Dios, su esperanza de Reino (humanidad), curación y reconciliación universal. Murió, pero algunos de sus seguidores, mujeres y varones, le descubrieron vivo (resucitado) y re-iniciaron su proyecto.
No trazaron un único camino, sino varios. No estaban preparados (pensaban que el Reino iba a llegar y lo resolvería todo), ni ellos sabían cómo debería organizarse el movimiento, pero lo hicieron, pues el recuerdo de Jesús y el impulso de espíritu, con la certeza de que había culminado su obra en Dios les fortalecieron. De varias maneras (Pedro, los doce, mujeres, parientes) retomaron la obra de Jesús y empezaron a expandirla. No sabían al principio cómo, ni fijaron un Congreso Instituyente para definir sus estructuras; pero el carisma y libertad de Jesús les fue guiando para crear grupos de amigos y seguidores, vinculados por el recuerdo y presencia de Jesús, iglesias fuertes en libertad mesiánica (misionera, creadora), pero muy libres, capaces de adaptarse a las diversas instituciones económicas o administrativas, sacrales o legales.
Los cristianos no tuvieron ministerios iguales en todos los lugares, sino que actuaban de modos distintos, según los grupos y las circunstancias. No recrearon el sacerdocio de templo, pues todos se sentían sacerdotes, sin necesidad de templo como Jerusalén. Les importaba más el mensaje que la organización, el carisma que la estructura, la misión que el recuento de misionados. Por eso hubo formas distintas de vivir y expresar la autoridad cristiana. Sólo más tarde, cuando estuvieron bien establecidos, tendieron a unificar sus ministerios.
Hubo además varios grupos de cristianos, hebreos y helenistas, en Jerusalén, en Galilea y la diáspora, como ríos que uniéndose formaron la Gran Iglesia, pero sin dominar unos sobre otros. Por eso, el principio no hubo uniformidad, sino diversos grupos, semi-independientes, varias formas de entender la unidad y ministerios, según las circunstancias, desde el mismo Cristo.
La iglesia de Jerusalén se mantuvo por un tiempo fiel al templo, pero otros cristianos como Esteban vieron que el mensaje y vida de Jesús significaba el fin del templo, y así lo vieron al fin todos, sin necesidad de crear una casta o grupo sacerdotal, pues sus gestos o ritos (bautismo, perdón, eucaristía) pertenecían a todos los creyentes.
5. Un cuerpo mesiánico, varios ministerios. En ese contexto se sitúan los diversos ministerios, de tipo laical, no sacerdotal, como sabemos por Pablo, que escribe sus cartas hacia el 50 d.C. El Nuevo Testamento (completado hacia el 150 d.C.) no conoce una tabla fija de ministerios ordenados, que surgirán más tarde, a finales del II d.C., distinguiendo obispos, presbíteros y diáconos, que al principio eran ministerios laicales (del pueblo), no sacerdotales (de una élite), siempre al servicio del cuerpo de la Iglesia:
Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de servicios (diaconías), pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero Dios es el mismo, el que obra todo en todos (1 Cor 12, 4-6).
Eran ministerios laicales, no grados de un nuevo sacerdocio, eran propios de todos los cristianos, entendidos como templo de Dios. Lo primero fue por tanto el "cuerpo" mesiánico, animado por el Espíritu, la comunión de los creyentes, que son en Cristo sacerdotes de una nueva alianza (cf. Hebreos, 1 Pedro y Apocalipsis). Al servicio y para despliegue de ese cuerpo surgieron por tanto ministerios de apóstoles, profetas y maestros, servidores de diverso tipo, subordinados al amor y perdón mutuo (cf. 1 Cor 13; Mt 18).
La iglesia es por tanto un cuerpo centrado en la comunión de todos, no una jerarquía (unos arriba, otros abajo), en reciprocidad, partiendo de los inferiores y menos honrados que, como sabe la tradición, son los más importantes (Mc 9, 33-37; 10, 35-45; 1 Cor 12, 12-26). Un tipo de ley eleva a quienes pueden realizar obras más altas, fundando así una sociedad piramidal. En contra de eso, la comunión cristiana se expresa en claves de comunión de todos, y el primer puesto lo tienen los pobres y excluidos (pecadores). Los ministerios no sirven para repartir funciones y méritos entre los más capaces, sino para anunciar y expresar la salvación de Dios a todos por el Cristo.
Fuente Xabier Pikaza.
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viernes, 16 de diciembre de 2016

Para qué


 
Pablo escribe: “que estamos atribulados en todo…en apuros…perseguidos… derribados, pero no destruidos” (2 Corintios 4:8-9).
"Atribulados en todo". ¿Puedes identificarte con esta frase? Tal vez estás enfrentando dolor físico, dificultades en tu matrimonio, problemas económicos o relacionados con tus hijos. La vida puede ser muy dura a veces.
El hecho es que, es posible estar en la perfecta voluntad de Dios y aun así sentirnos derribados algunas veces. Podemos caminar en el centro de su voluntad y aun así estar perplejos, tener problemas y sin saber por qué.
Algunos cristianos han enfrentado problemas de todos lados durante tanto tiempo que piensan: "Esto no puede ser de Dios". Es demasiado para soportarlo. Mi sufrimiento se ha prolongado durante demasiado tiempo y me siento totalmente abandonado. El Señor quizás me está castigando por las cosas que hice mal. No hay otra explicación".
Pablo expone ante nosotros la maravillosa verdad que lo guardó de la desesperación:
"Aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día" (2 Corintios 4:16).
Oye la verdad que Pablo nos está declarando y entonces descubrimos para qué nos suceden las pruebas que afrontamos:
"Sí, es verdad que todos estos problemas y pruebas han desgastado mi cuerpo, mi carne va decayendo, pero al mismo tiempo, algo maravilloso está sucediendo en mi alma. Todas estas cosas están obrando para bien en mí, y estoy creciendo en mi conocimiento del Señor y sus caminos".
Pablo sabía que estaba viviendo en la perfecta voluntad de Dios. Se daba cuenta de que todas sus pruebas no estaban sucediendo porque estaba bajo la ira. Por el contrario, Pablo sabía más profundamente que nunca que era muy amado por el Señor.
En resumen, Pablo había aceptado su situación y estaba aprendiendo la paciencia: "Porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa" (Hebreos 10:36).
Y no sólo esto, sino que hasta de las tribulaciones nos sentimos orgullosos sabiendo que la tribulación produce paciencia; la paciencia produce virtud sólida y la virtud sólida, esperanza. Una esperanza que no engaña porque, al darnos el Espíritu Santo, Dios ha derramado su amor en nuestros corazones.
(R5:3-5)
Porque todo esto es para vuestro bien; para que la gracia, difundida abundantemente en muchos, haga crecer la acción de gracias de Dios.
Por eso no desfallecemos; al contrario, aunque nuestra condición física se vaya deteriorando, nuestro ser interior se renueva de día en día. Porque momentáneas y ligeras son las tribulaciones que, a cambio, nos preparan un caudal eterno e inconmensurable de gloria; a nosotros que hemos puesto la esperanza, no en las cosas que se ven, sino en las que no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.
 

jueves, 15 de diciembre de 2016

Carta Abierta al señor Amancio Ortega


(Bernardo Pérez, Rara Temporum).- Muy estimado señor Ortega: acabamos de conocer los datos referentes a su fortuna personal a fecha de agosto de 2012. Según esos datos, usted es dueño y poseedor de la tercer mayor fortuna mundial, 38.000 millones de euros, superando al magnate Warren Buffett, aquel que dijera en 2006 que, efectivamente, estamos en una guerra de clases y su clase, los ricos, la están ganando.Y a fe que es así en España, usted es el vivo ejemplo de ello.
Por tanto, no puedo felicitarle por esos datos, como cristiano tengo muy presente aquello del camello y la aguja, ¿sabe de lo que hablo? Seguro que sí, al menos en la reciente boda de su hija, mi enhorabuena por ello, leerían alguna lectura de un libro que llaman Biblia; ahí habla de usted y de sus millones, y no muy bien, sobre todo porque pone en relación sus millones con los cientos de millones de hambrientos en este planeta.
Sí, sí, aunque no lo crea existe una relación entre su riqueza y la miseria de tantos de esos seres humanos que son sus hermanos o sus congéneres, como prefiera. Por todo esto he querido escribirle esta carta, en parte para avisarle, en parte para ayudarle.
Muchos piensan que su fortuna es legal, legítima y lícita, pero usted sabe muy bien cómo la obtiene y por tanto sabe que eso no es así. Desde el punto de vista legal, usted cumple las leyes en los países en los que tiene la producción y venta, pero juega al límite de la legislación para intentar escapar a los requerimientos laborales y medioambientales, lo que resta legitimidad a sus beneficios.
Si su producción está ubicada en países de dudosa aplicación de la ley, es seguro que lo hace para beneficiarse de esa ambigüedad legal. Hemos sabido por la prensa que en Marruecos trabajan para usted las mujeres por 178 euros al mes en jornadas laborales de 65 horas semanales y que las adolescentes cobran la mitad por ese trabajo. Si en Marruecos el salario mínimo interprofesional, que no el salario medio, es de 10,14 dirham la hora y trabajan 280 horas al mes, el sueldo debería ser de casi 3.000 dirham, es decir, casi 300 euros, y eso para cobrar el salario mínimo. Por tanto, su fortuna no es legal, pero tampoco legítima.
La ingenieria financiera, las desgravaciones fiscales y otras exenciones, le permiten tener un nivel impositivo menor que sus propios trabajadores, como el mismo Soros reconocía el año pasado. Si usted ha incrementado este año sus beneficios en 12.000 millones, el Estado debería percibir 3.000 millones en impuestos y se podría realizar una distribución de esa riqueza generada, pero el sistema de evasión fiscal que impera en España, especialmente, le permite evadir la obligación impositiva nacional.
Si lo piensa bien, esto va contra su empresa. El Estado necesita de esos recursos para formar a sus futuros trabajadores, ¿o es que pone usted las escuelas, institutos y universidades donde se forman? Con ese dinero, el Estado sana a sus trabajadores presentes y futuros, a sus familias y a usted mismo, ¿o es que pone usted los centros de salud y los hospitales? Con ese dinero, el Estado cuida de sus ciudadanos, de su seguridad pública y legal, ¿o es que pone usted a los jueces, a los policías, a los bomberos y a los equipos de protección civil?Con ese dinero, el Estado se ocupa de la protección del medio, tan importante para que la gente pueda vivir con dignidad y disfrutar de lo que le rodea.
Todo eso que el Estado hace por usted le permite vender sus productos con la seguridad de ser comprados, obtener sus beneficios con la seguridad de no ser expropiados, defender sus propiedades con la seguridad de la imparcialidad de la ley. Pero, imagine por un momento que el Estado dejara de percibir sus impuestos, y los de todos los que son como usted. Las personas dejarían de tener la formación necesaria y suficiente para trabajar en sus empresas, al menos en España; no tendrían la suficiente salud, ni la seguridad siquiera para salir de sus casas, caso de que no las hayan perdido. Si el Estado se hunde,usted debe abandonar el país, y por la misma lógica el mundo entero se convertiría en una jungla sin normas donde, como dijera Smith, los negocios no podrían prosperar.
Si esto no fuera suficiente, creo y usted también lo sabe en su fuero interno, que su riqueza no es lícita. Cuando tantos de sus hermanos o congéneres sufren enormes calamidades, esa riqueza es un indicativo de su culpa. Con 38.000 millones de euros, según la ONU, se acaba con el hambre en el mundo. Sí, sé que es algo demagógico decir esto, pero ¿acaso no es inmoral saber eso y no hacer nada?
Usted puede tomar decisiones que apenas afectan a su riqueza actual y que mejoran las condiciones de vida en el mundo: puede mejorar las condiciones laborales en los países en desarrollo (!) donde tiene su producción. Podría aplicar allí las condiciones legales de aquí, con lo que avanzaríamos hacia una verdadera integración mundial al alza en las condiciones laborales. Al ser su empresa una de las mayores explotadoras, podría obligar con ese cambio a las otras y mejorar la vida de mucha gente.
También podría crear una cierta cultura de la solidaridad entre los de su clase respecto al Estado, al menos aunque sea por motivos egoístas como los expuestos arriba. Y puede, claro que sí, dedicar su fortuna, como todas fruto del latrocinio, para aliviar el sufrimiento de tantos y tantos millones de seres humanos que no tienen casi esperanza.
Muy estimado señor Ortega, sé que no hará nada de esto y lo sé por lo mismo que usted lo sabe: está atrapado en la falacia de un sistema social, político y económico que le impide ver con los ojos adecuados lo que está sucediendo.
Usted sabe muy bien que no se puede crear una fortuna como la suya legal, legítima y lícitamente. Sea porque actúa con justicia y da a cada uno lo suyo; sea porque actúa con inteligencia, creando las condiciones de posibilidad de sus negocios; sea porque actúa con caridad, compartiendo con los demás los frutos de su esfuerzo, la riqueza como tal no existiría y usted no sería el dueño de la tercera mayor fortuna del mundo.
Sin más que decirle, reciba mi más profunda compasión ante su profunda ceguera moral, le tengo en mis oraciones, por lo del camello y la aguja.
Vale.
 

lunes, 12 de diciembre de 2016

La Iglesia y el aborto



La Iglesia mantiene una batalla terrible en todo el mundo por impedir que el aborto se convierta en un derecho legal para las mujeres. Y lo que ocurre cuando el aborto es ilegal es que pasa de ser un derecho garantizado a todas las mujeres, a ser un derecho del que sólo disfrutan las ricas. Las ricas abortan en todo el mundo en buenas condiciones, mientras que las pobres mueren; las mujeres ricas se hacen dueñas de sus vidas y de sus cuerpos, mientras que las pobres se juegan sus vidas para abortar, y se la juegan no sólo materialmente, sino también social y familiarmente, puesto que además de la salud se juegan la condena social y el estigma, que pueden llegar a ser tan graves como la muerte según en qué sociedad.
Si somos creyentes en Jesús de Nazaret, sabemos que intentar “salvar” la propia vida a costa de la vida de otro, siempre será un acto de egoísmo.
Sin embargo, el Señor conoce nuestros corazones, nuestras debilidades y los motivos por los cuales una mujer puede llegar a tomar tan dramática decisión. Y estoy seguro de que, si no es por consciente y pura frivolidad egoísta, el Señor lo sabe comprender y perdonar. Al contrario de los jerarcas que, por masculinos y por creer que prohibiendo el aborto ya está solucionado el problema, cierran los ojos a la realidad y endurecen el corazón.
A mí me gustaría que los dirigentes de la Iglesia comenzaran por atacar los motivos por los que una mujer llega a ese extremo, en lugar de excomulgar y no entrar al fondo de la cuestión.

Si lo hicieran, por ejemplo, el cardenal Rouco Varela no hubiera podido fotografiarse junto a los banqueros y los empresarios más ricos del país. ¿Cuántos de ellos habrán dejado a familias que no pueden pagar la hipoteca sin hogar, después de haberse quedado con los dineros que les dio el Gobierno, dinero procedente de los impuestos de todos los españoles? ¿Cuantos han creado puestos de trabajo con ese dinero, que era para lo que se les apuntaló el negocio, dinero procedente de los trabajadores que ellos han dejado en la calle? ¿Cuántos han negado un puesto de trabajo a una mujer con niños pequeños ,porque las mujeres son ”menos rentables” pues son las que se dan siempre de baja, en lugar del padre, cuando un niño se pone enfermo,? ¿Y cuántos han rescindido el contrato laboral a la que se ha quedado embarazada? ¿Se puede recibir con ilusión la llegada de un nuevo miembro en la familia en todos estos casos?

El problema del aborto es serio porque se relaciona directamente con el valor de la vida, derecho básico del hombre. Un derecho que hay que defender con energía y sin vacilaciones; energía y coraje que faltan tantas veces y especialmente en tantos grupos sociales que aceptan y defienden incluso la guerra, la fabricación de armamento, la pena de muerte, el paro, salarios de hambre, etc. Hay que intentar ser coherentes al menos en el mismo plano. Los primeros cristianos se oponían a la guerra y el servicio militar.

¿No seremos demasiado escrupulosos en esta cuestión del  aborto que no nos incumbe tan de cerca (¡Tengamos presente a la mujer gestante!) y más liberales y tolerantes en otros problemas que nos afectan más de lleno?

Pueden darse situaciones extremas o “limites” no deseadas, conflictos de deberes y colisiones de valores (vida de la madre-vida del hijo ; embarazo no deseado- libertad contra violación; etc.), en los cuales la conciencia personal o de pareja y ojala que ayudada por un equipo competente!-, valoradas debidamente las circunstancias, se puedan inclinar lícitamente   a la interrupción del embarazo; opción que puede ser considerada coma un mal menor, o un bien tal vez, en comparación con otras posibilidades peores. El ideal es el  respecto a toda vida humana. Pero el ideal no es siempre realizable. El mismo respecto a la vida pode imponer o aconsejar una actuación deficiente o recortada. No se puede culpar a nadie por esta actuación. Se puede y se debe acompañar –es la mejor pedagogía- a estas personas que decidieron o optaron obrar de este modo.

En la cuestión del aborto hay una serie de medidas económicas, políticas, sociales, culturales, y sanitarias pendientes de conseguir para que el derecho a la vida  sea defendido sinceramente.
       
Las injusticias graves no reparto de la renta, las condiciones de vida extremadamente difíciles, para algunos grupos sociales, la consideración de la mujer objeto sexual, el rechazo de la madre soltera y de su hijo, etc. Son de gran importancia para un buen planteamiento y adecuada solución del problema.

Es un reto moral y social hacer una sociedad más justa y solidaria.

Es preciso añadir que la interrupción del embarazo no es el camino para la regulación de la natalidad.
Hay que mantener un estilo de vida y de convivencia lúcido, sabio y experto. Con esto quiero decir que se tiene que mantener la vida contra tantos ataques de muerte.

Si el cristiano fuera guerrero o inquisidor, repartiría condenas, rechazaría el diálogo con otras corrientes de pensamiento, provocaría una reacción contraria, sencillamente fatal, mortal.
Non se tiene realmente toda la verdad en esta cuestión.
Amemos las personas implicadas, comprendiendo sus penas y tragedias.

Aún que le pueda parecer a alguno “ir de rebajas” opino que no es así. Porque defender la justicia (el ideal) sin a misericordia, no es un acto de justicia. La verdad y el bien del Evangelio no son tales sin misericordia.

La coherencia evangélica nos invita a ganar la batalla de la vida amando la vida siempre, también después del aborto.